Fiestas patrias de luz y sombras

También perdimos el famoso Concurso de la Coca Cola que permitió a muchos afamados pintores hacer una carrera notable. Participé en la última versión y recuerdo las tristes palabras de los organizadores cerrando definitivamente el evento.

23 de junio del 2022

GERARDO

CAILLOMA


gcailloma@gmail.com


La semana pasada hablábamos del riesgo que nuestra ciudad pierda, como ya ha pasado con otros eventos relevantes, la Feria del Libro. Esta pérdida está dándose por desidia de autoridades y la necesidad de organización de la sociedad civil para poder asumir retos y cubrir los vacíos que otros sectores, tanto público como privado, no piensan asumir. Sería una gran pérdida para la ciudad y región, fuera de que sería un severo golpe contra la educación, la cultura, las artes y la economía de todos los ciudadanos trujillanos y liberteños. Una feria de cualquier índole genera un movimiento económico interesante, pero que muchos no terminan de entender este alcance.


En la ciudad hemos visto grandes eventos que se han ido extinguiendo por diversas razones. Recuerdos las grandes bienales en los 80 del siglo pasado que pusieron a Trujillo en el círculo cultural mundial. Tres bienales que transformaron las artes y la cultura visuales de nuestra ciudad, donde muchos jóvenes artistas se pusieron delante de obras de fotógrafos, pintores, escultores, creadores de instalaciones de otras latitudes para conocer sus técnicas, sus propuestas y el trabajo con los materiales con los que los artistas afamados trabajaban. También perdimos el famoso Concurso de la Coca Cola que permitió a muchos afamados pintores hacer una carrera notable. Participé en la última versión y recuerdo las tristes palabras de los organizadores cerrando definitivamente el evento y pidiendo a las autoridades de entonces de preservar todo ese tesoro pictórico con el fin de crear la pinacoteca de la ciudad, promesa que duerme en el sueño de los justos. Hay buenas intenciones de volver a las Bienales, un sueño acariciado por muchos, mas requiere la voluntad y disposición de personas y autoridades para asumir este reto. Algunos otros eventos como los festivales de teatro han vuelto a las tablas gracias a la iniciativa de la gente visionaria de la UPAO (¿las demás universidades?) y esperamos que los demás grandes festivales de música y danza cultas vuelvan a los escenarios.


En la semana que termina estuve en dos eventos que han dado calor cultural a nuestros fríos días: el concierto coral Canta conmigo, Perú de la Coral Trujillo dirigida por Yesenia Giorffino y la presentación del libro Historias del abuelo de Percy Valladares Huamanchumo.


Yesenia y su sueño han tenido una presentación exitosa, más allá de lo que ella tuvo como expectativa. Un coro con muchos nuevos integrantes, la incorporación de un grupo universitario de danzas folclóricas en el programa y de una declamadora que tenía que coordinar con los coreutas y los músicos acompañantes: un verdadero desafío. Presentación hecha en la Casa de la Identidad Regional, el frío nocturno no amilanó al público que acompañó la presentación. El programa nos permitió acercarnos a ritmos y zonas geográficas de un país tan vasto y multirracial como el nuestro. Las funciones de un artista o artistas, de su directora y sus coreutas, son las de no sólo entretenernos, sino educar a un público, a forjar identidad, a mostrar el trabajo silencioso de académicos que rescatan todo ese inmenso acervo musical que nuestra nación tiene. Tras de cada canción o danza hay una inmensa historia que nos conmueve, nos alegra, nos entristece, nos enerva. Un panalivio, “un alivio para la pena”, es un canto contra las injusticias que recibió la población negra durante siglos en nuestra sociedad; la interpretación de la profesora María Angélica del poema musicalizado Me gritaron negra de Victoria Santa Cruz fue muy buena. Un poema fuerte, poderoso. Como comenta la investigadora ecuatoriana Sandra Gordillo Íñiguez: “[Victoria] Santa Cruz llega al corazón de la palabra, escribe no sólo para escucharse sino para ser escuchada, cada sílaba de su poema encuentra ecos en lo cotidiano. El sentimiento que impregna sus versos es una fuerza arrolladora que nos sorprende desde la matriz de nuestros prejuicios [..]”. Ella empieza su texto con detalles relevantes: “[..] contiene 97 versos, 38 párrafos, 320 palabras y un color que lo impregna todo: negro.” La obra hecha por grandes etnomusicólogos como los hermanos Santa Cruz, Rosa Alarco o Rosa Mercedes Ayarza es de destacar; muchos hemos disfrutado o cantado sus obras desconociendo su aporte.


Debemos de felicitar momentos como estos en los que muchos eventos culturales están amenazados por el recrudecimiento de la pandemia, incluso se han cancelado algunos. Esperemos que la población misma tenga un comportamiento que evite que esta enfermedad se propague, habida cuenta que ahora hay muchos que han relajado toda medida sanitaria e, incluso, exigen suspender definitivamente el uso de mascarillas en muchos lugares de alto riesgo a contagiarse.


En la siguiente sesión hablaremos sobre el libro de Percy Valladares. Unas felices fiestas patrias.




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