Mi amigo sin voz

El era muy pequeño cuando apareció en mi vida pero desde entonces se volvió mi amigo, el no podía articular palabras como nosotros pero se daba a entender con sus pocos sonidos, yo aprendí a leer sus ojos para entenderlo, los dos jóvenes jugábamos mucho, caminábamos o paseábamos en un transporte que me inventaba con una carretilla, le gustaba estar a mi lado y a mi junto a él, siempre me sentía bien a su lado. El era una amenaza para quien lo hiciera enojar y en ello yo nunca vi una amenaza para mi, pero un día lo encontré peleando y quise intervenir pero era tanto su enojo que no noto mi presencia y sin mirar con fuerza me hirió a mi, luego de esto por fin todo se calmó y se dio cuenta de lo sucedido y me trató de curar; quedó bien grabada en mi la cicatriz que me dejó. A veces lo encontraba haciendo loqueras que en parte comprendía pues se aburría cuando no estaba yo. Una ocasión lo vi colgando de un muro del cual apenas se podía sostener la altura era la suficiente para causarle daño, le grité: ¡Aguanta! en lo que llegaba, pero ya no soportó su peso y cayó, alarmado llegué a él pero se levantó como si nada. No me gustaba que saliera sólo pues era muy distraído, recuerdo ese mal día cuando creyó ganarle el paso a un auto y yo me encontraba lejos sin posibilidad de poder hacer algo, simplemente cerré los ojos y escuche el rechinido de las llantas y el golpe, al abrir mis ojos lo vi en el suelo lastimado, corrí hacia él, no fue nada grave, pero esos golpes le trajeron consecuencias en el futuro. En otra ocasión sucedió algo terrible que me demostró que lo que nos unía era algo mágico, salió de casa y no regresó, nosotros no lo podíamos encontrar, todos lo buscamos e hicimos todo a nuestro alcance para encontrarlo, yo no resistía permanecer sentado estaba muy preocupado y salía a caminar recorriendo calle tras calle soñando que de pronto nos encontraríamos, casi cuatro horas caminaba y al llegar a casa deseaba verlo o que me recibieron con buenas noticias pero nada. La tercer noche de su ausencia vencido por los desvelos de las noches anteriores a las tres de la mañana desperté presintiendo que estaba fuera de la casa. Me levanté abrí la puerta y vi como se acercaba feliz pero muy cansado a mi, se veía y olía muy mal, lo abrace y avisé a todos que había regresado, nadie se atrevió a reclamarle algo, estábamos felices de verlo bien. Vivimos muchas cosas juntos durante varios años, conoció a varios amores de mi juventud, escuchaba atentamente mis penas de amor, luego también conoció al amor de mi vida; años más tarde enfermo. Yo quería que todo fuera como antes pero era imposible, duró muchos días mal yo hubiera querido estar más tiempo pendiente de él pero no podía. Cada tarde cuando regresaba del trabajo y deseaba encontrarlo mejor pero no era así y un día al entrar a verlo, lo vi tan tranquilo, parecía simplemente estar dormido, pero no era así. Sus ojos estaban cerrados, su mirada ya no daría mi reflejo, mis pasos en casa a partir de ese momento serían sin su compañía y su fuerte ladrido que tantos temían ya nunca más volvería a escuchar. Mi pequeño amigo que con cariño llamaba Niki me dejaba sobre este suelo un 17 de julio de 2008.

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