Lo perdido

Hay algunas veces en que me pregunto por aquel juguete que tanto me hizo imaginar y no logro recordar cuándo fue que lo dejé de usar, también a veces recuerdo ese charco donde de niño nacían decenas de juegos y así muchos momentos, como esos lugares que del brazo de mi mamá disfrutaba visitar; recuerdo aquella habitación donde la magia surgía con un cinescopio viejo que se transformaba en cine donde una hoja de papel y un pequeño foco se convertían en árbol de navidad, sin duda esta casa ya no es la misma de hace 30 años. Otras veces recuerdo el beso tierno de esa chica en mis labios cuando aún era niño; esa bella mujer que en el transporte durmió en mi hombro y luego me contó su vida; esas llamadas de 8 horas disfrutando su confianza y su voz; recuerdo a esa gran chica que me amaba y yo no merecía; la primera mujer de quién me enamoré aunque su rostro hace tiempo que no es claro; esa tarde de besos que dejó hinchados pero satisfechos mis labios; esa playa y los momentos que ahí sucedieron; las antiguas reuniones familiares; ese amigo con quien tanto reí; aquel cine con sus asientos dónde surgieron sueños más importantes que la película en pantalla; recuerdo esas casas con sus patios y sus pasillos que por un tiempo fueron un sitio común; ese abrazo lleno de tanto afecto y que nunca imaginé que sería el último; esas manos tomando mi brazo; esa sonrisa que lograba obtener como premio a mis ocurrencias; esa banca que sabía mía cuando entraba a mi salón, así también una gran cantidad de momentos con mi esposa y mi niña.

Son miles de experiencias que afortunadamente recuerdo y otro tanto que desearía recordar con mayor precisión. Pero si bien tantas siguen presentes ahora, hay muchas más que sin notarlo han quedado en el pasado y no las experimentaré nunca más. Es inmenso lo que hemos perdido sin darnos cuenta y tan frágil lo que aún tenemos.

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