Lluvia

Todo inició en un edificio adaptado para cursos de computación. Era el mes de noviembre y en un grupo de 20 personas desconocidas hasta ese día se encontraban Lucio y Laura; se sentaron juntos y comenzaron a platicar y a sentirse cómodos el uno con el otro, cada día se saludaban y terminado el día se acompañaban hasta el autobús para luego despedirse. Entre ambos había lo que algunos llaman química, sus pláticas eran un descubrimiento de lo que tenían en común. El se sentía muy atraído por ella desde que la vio.

Lucio en esas mañanas buscaba siempre estar bien presentable, se vestía y perfumaba pensando en ella. De igual forma ella dedicaba más tiempo para arreglarse y lo hacía pensando en él. En la hora que tenían de receso salían a comer, ella gustaba de tomarle del brazo y varias veces recostaba su cabeza en su brazo. Una de esas veces hicieron planes para visitar la plaza de las Tres Culturas pues ella quería conocer todos los detalles que Lucio le contaba. El curso era de solo dos semanas y para el último día él había pensado pedirle se vieran la siguiente semana; se había ilusionado con ella, se sentía nuevamente enamorado, pensaba en que debía invitarla a comer, luego tal vez a pasear o al cine. Tenía tantos planes para ella y sabía que al menos tenía asegurada la visita a Tlatelolco, solo era cuestión de poner fecha y hora.

Llegó el último día, Laura ya lo esperaba; después de saludarle le preguntó a Lucio si tenía planes para la tarde, él se iba a reunir con unos amigos pero le respondió. ─Ningún plan soy todo tuyo. ─¡Que bien! Vamos a comer a dos calles de aquí, dicen que hay unos burritos muy sabrosos y se me antojan. ─¡Claro, vamos!. Al poco tiempo se acercó una compañera para invitarlos a una comida de fin de curso, pero ella se le adelantó de inmediato para agradecerle la invitación y le dijo que no podían asistir porque tenían una reservación en otro sitio pero le agradeció amablemente la invitación. Miró a Lucio y le pidió perdón por decidir por él, Él le dijo que prefería un millón de veces estar con ella. Al llegar al lugar pidieron los famosos burritos, platicaron, rieron y discutieron, acompañados de botellas de cerveza.

De las 6 de la tarde a las 10 disfrutaron cada instante. Luego de tanta alegría sonó el teléfono de Laura y su apariencia cambió. Lucio le preguntó si todo estaba bien, le dijo que si, Laura se sintió por un momento como la cenicienta cuando la hora de su hechizo llegaba al final. Lo miró y le dijo que tenía que retirarse, el le pidió que intercambiaran teléfonos, luego de pedir la cuenta ella le pidió que la acompañara al parque donde pasarían por ella, caminaron abrazados y al llegar ella se detuvo frente a una pequeña fuente, al fondo se escuchaba una vieja canción que decía: “dame un beso y dime adiós”, ella ponía atención a la letra le era increíble que sonara en ese preciso momento y sintió era una señal; se miraron y sonrieron por la situación; se acercaron, ella cerró sus ojos y tomados de la mano se apretaron con fuerza para luego besarse y abrazarse en esa noche fría, Lucio sentía que nada podía ser mejor que ese momento. Después al mirar el rostro de ella notó tristeza en su mirada y vio como sus ojos se llenaban de lágrimas; le preguntó si estaba bien. Ella le miró y le dijo: Prométeme que nunca me vas a buscar. Perdona que no lo dije antes pero estoy casada. Fueron dos semanas inolvidables para mi y así deseo que se queden. El se sintió desconcertado, viendo la tristeza de su mirada y la fuerza con que ella lo abrazaba, sentía que sus sueños se desmoronaban, no entendía nada. Ella volvió a insistir: Prométeme que no me vas a buscar más por favor. Desanimado le respondió: Te lo prometo, luego de unos instantes más, agregó: también te prometo que nunca te voy a olvidar. Laura secó sus lágrimas y le dijo me despido aquí. ya no tardan en llegar. El se quedó junto a la fuente que ahora se transformaba en un espacio triste del parque y miró como partían y se alejaban sus sueños. Después de unos minutos una camioneta paró al otro lado de la calle y una niña le gritó ¡Mamá! y ella saludó y cruzó. Un momento después se dió cuenta que estaba solo, buscó el papel donde apuntó su teléfono pero no lo encontró; recordaba que lo había guardado en su bolsa trasera del pantalón, buscó por largo rato en todas sus pertenencias, luego en el piso, regresó al local donde habían estado, preguntó al mesero si no había recogido un papel y este respondió que no.

Luego de su intento fallido de al menos conservar su teléfono regresó al parque y se sentó en una banca; se sentía muy desanimado, frustrado de no poder hacer nada, volvió a buscar el papel en sus bolsas, luego desistió. Pensó qué caso tiene encontrarlo si había prometido no buscarle. Comenzó una lluvia fina fría y las personas que estaban en el parque se retiraron y él quedó solo, sentado empapado por la lluvia, tratando de reconstruir la imagen de Laura, y la tristeza le invadía al sentir que todos sus sueños con ella se perdían, tal como le había pasado unos meses atrás. El sentimiento de soledad le dolía pero no quería caer en depresión nuevamente; luego un maullido diminuto atrajo su atención, miró detrás de la banca era una caja con un gatito, lo tomó y lo llevó a su casa, y ahí es donde descubrió que era una gatita, la miró a los ojos y le dijo te llamaré: Lluvia.