El peor hombre del mundo

Lo primero que noté al verla fue su corte de cabello, pues no llegaba ni a sus hombros; también noté como sus ojos se mojaban mientras intentaba sonreírme. Deseaba quedarme a su lado y juntos acompañarnos en nuestros pesares; pero tenía que partir. Su corte de cabello pese a que adoraba sentir y ver su cabello largo le quedaba muy bien. Pero ni todo el deseo que tenía de permanecer a su lado, ni sus ojos a punto de llorar, ni su nueva belleza me detendrían pues tenía que cumplir mi cita con Mónica, mi novia. Luego miré como de una bolsa de papel sacaba con cuidado la larga trenza que el día anterior todavía era parte de su hermoso y largo cabello, me la obsequió, sorprendido sospeché que era su forma de decirme adiós. Dos fuerzas sentí en mi interior; una deseaba quedarse, la otra sabía que Mónica, con quien llevaba varios años me esperaba y no podía hacerla esperar una vez más. Por fin mi cuerpo reaccionó le tomé la mano y le dije vuelvo más tarde. Tomé la bolsa y diciendo gracias le di un beso en su mejilla y un prolongado abrazo, mientras pensaba que de no volverla haber me arrepentiría por siempre. Suspiré deseando que ella estuviera ahí al regresar, y sin más palabras me alejé de ella sin despegar mis ojos de sus ojos. Sentía una atracción muy fuerte hacia ella, como jamás la había sentido, me había enamorado múltiples veces pero nunca así. Sabía que el enamoramiento era una etapa que podría no dejarme ver con claridad, tenía en mente que esto en algunos años podría fracasar pues no conocía lo suficiente de ella, pero también imaginaba un gran futuro con ella. Era todo lo que tenía solo la esperanza de que mi vida con ella podría ser algo bueno. Sus grandes y expresivos ojos no podía dejar de verlos ni cerrando los míos, me sentía muy bien a su lado, la paz y dicha de su presencia no la había tenido con nadie, su sonrisa y acento extranjero eran únicos.

Todo inició cuando unos meses atrás tocó mi puerta preguntando por la habitación que ofrecía en renta. Desde ese preciso momento sentí una gran atracción, que iría creciendo conforme la conocía, con ella me sentía más yo; más real, más vivo. En estos meses de lluvia disfrutábamos ver las gotas resbalar por los vidrios mientras tomábamos un café dentro de su habitación, caminar por calles mojadas a su lado era una fantasía hecha realidad.

En fin el trayecto de 25 minutos para ver a Mónica era tan corto para pensar correctamente en lo que debería hacer, lo mismo pensaba de las cinco horas que pasaba sin poder dormir desde hace cuatro meses atrás. Ahora solo pensaba en su imagen; con su cabello corto me preguntaba la razón de por que me regaló su trenza, me tenía distraído, que en lugar de tomar la ruta para ir con Mónica había tomado la ruta del trabajo. Ese día sin claridad en mis pensamientos traté de hacer nuevamente como si no ocurriera nada, con Mónica llevaba una relación estable, tras 7 años de noviazgo, hacíamos planes para tener una vida juntos en un par de años. Mientras estaba con Mónica me decía a mi mismo debo poner un alto a esta locura; pero solo lo pensaba en esos momentos.

De regreso a casa tenía miedo de no volver a ver a Yana, pensé firmemente que lo nuestro no podía ser, mientras introducía la llave para abrir la puerta. Pero tan pronto entré volví a salir, me dirigí al pasillo que comunicaba con su habitación, toqué su puerta y dije: —Yana. ¡Ya regresé! —¿Quieres pasar? Tengo café (me respondió). Mi corazón descansó. Ella sabía muy bien de Mónica y también eso me inquietaba, nunca hasta ese día anterior ella me había pedido que dejara a mi novia. Esa noche pensé que no pasaría nada entre nosotros, pero como muchas otras veces atrás terminaría despertando contemplando su rostro a mi lado. No entendía por qué me complicaba mi existencia y se las complicaba a ellas. Esa mañana le pedí escribiera sinceramente lo que pensaba y esperaba de nuestra relación, yo haría lo mismo.

Esos escritos se los mostramos ayer a nuestra hija de 19 años y me volví a sentir miserable por lo que le hice a Mónica; pero al ver el brillo en los ojos de mi hija y cada tarde que he pasado junto a Yana durante estos 21 años me hacen saber que tomamos la decisión adecuada aunque en su momento parecía todo incorrecto y aunque para Mónica, su familia, sus amigas y muchos más soy el peor hombre del mundo.

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