Utopia planitia
Sandra Val
Sandra Val
Exposición comisariada para Galería Ginsberg, Lima, 2024
Adentrarse en la obra de Sandra Val es sumergirse en un fascinante encuentro entre distintas corrientes de pensamiento espacial. Inspirada por los tres enfoques propuestos por Edward Soja en su destacado ensayo «Postmodern Geographies: The Reassertion of Space in Critical Theory» (1989), Val nos invita a explorar una visión posmoderna de la geografía, desafiando la noción tradicional de espacio como algo estático y predefinido. El espacio no es simplemente un contenedor que espera ser llenado, ni tampoco un mero telón de fondo, sino que es considerado por esta artista como un campo dinámico donde la realidad se entrelaza con la ideología, desafiando así las convenciones establecidas y abriendo nuevas posibilidades de interpretación y acción. En todos los casos, sus instalaciones crean un lugar que remite a un concepto de «espacialidad», entendida esta como territorio socialmente producido; un aspecto de la vida humana y de la consecuente descripción del mundo que ella misma subvierte para proyectar otros mundos venideros. Utopia Planitia busca construir un atlas visual del paisaje urbano de una futura y utópica (quizás no tanto) colonia marciana, sirviéndose de un sistema de códigos tan vasto que no puede ser abarcado por las clásicas teorías de percepción con las cuales los seres humanos definimos y nos orientamos. De ahí la necesidad de Sandra Val de recurrir a una serie de estrategias que podemos denominar como 'mapas cognitivos', los cuales harían posible una representación de las partes del sistema dentro de una enorme y propiamente no representable totalidad ficticia.
Trabajar con futuros cercanos y, en cierta medida, moldear los conceptos de utopía desarrollados a lo largo de los últimos años plantea en su trabajo cuestiones tan actuales como el agotamiento de los recursos planetarios y las soluciones que ya están implementadas en otros territorios aún desconocidos. Por ello, aunque el imaginario y la sensación de esa presencia-ausencia humana nos pueda llevar en cierta medida a espacios y arquitecturas descontextualizadas, no deja de trabajar con los materiales que sabemos estarán disponibles en esos futuros, utilizando la tierra como materia prima y volviendo al barro como el elemento inalterable que ha plagado mitos, así como la tecnología más puntera en cuanto a viajes espaciales debido a su versatilidad y alta resistencia. Los paisajes y las formas propuestas por Val parten de un espacio de alterabilidad, de confrontación y mestizaje entre la tradición, la ficción y los nuevos usos del material, dando un lugar de unión entre lo real e imaginario y de la superación de las lógicas formales impuestas por la historiografía. La presencia de la virtualidad en los últimos proyectos de Sandra Val está cada vez más arraigada, ya que solo podemos proyectar estos futuros desde la imaginación, creando un metaverso en el que actuaremos casi como demiurgos de un espacio en gestación. Pero también a través de toda una literatura anterior que, como en la novela de Ray Bradbury, «Crónicas Marcianas» (1950), ya imaginaban un planeta habitado cuya principal diferencia con nosotros reside en lo que han llegado a ser, a lo que, según el citado escritor, deberíamos aspirar.
«Renunciaron a empeñarse en destruirlo todo, humillarlo todo. Combinaron religión, arte y ciencia, pues en verdad la ciencia no es más que la investigación de un milagro inexplicable, y el arte, la interpretación de ese milagro».
Si la arquitectura y la naturaleza son los motivos escogidos por Val para sus escenificaciones, es el posterior tratamiento lo que les confiere la capacidad de situarnos frente a nuestra propia existencia como si estuviéramos ante un mundo de irrealidad, explorando los espacios que juzgamos entre lo desconocido y lo inmediatamente reconocible. Los espacios de Utopía Planitia que veremos representados en este paisaje están perfectamente delimitados por la acción del humano; sin embargo, se representan sin su presencia explícita, aunque esta se deja notar en los elementos que parecen construirlos; pequeños guiños a ciertos tipos de arquitecturas que parecen haber sido arrancadas de su contexto para formar parte de un elemento cuasiperfecto.
Aby Warburg mostró que las imágenes contemporáneas deben ser comprendidas en términos de energía e intensidad; pero esta energía nunca es «pura», siempre se adhiere a algo en la historia y, por lo tanto, no se disipa pura y simplemente, sino que sobrevive bajo otra forma, como vestigio, resto, laguna, síntoma, obsesión o memoria inconsciente. El trabajo de Val se compone de estas vivencias, de todas estas formas que hábilmente trastoca y recompone, provenientes de arquitecturas relacionadas con lo espiritual, lo científico y, por último, con lo arqueológico, en el sentido de una selección que hemos decidido preservar. Se trata de generar un espacio de simultaneidad y entrecruzamiento, híbrido, buscando en todos los casos una transformación socio-estética que rescatará el valor de la utopía como el mejor motor del pensamiento para arrojar luz sobre lo real y orientar el presente hacia un anticipado futuro.
Óscar Manrique