Este es el trabajo de un hombre poseído por el hechizo de los objetos que, en una suerte de inconsciente devoción, pretende darles una nueva vida mediante una obra constructiva. Lo que hayan significado estos elementos anteriormente es hasta cierto punto indiferente, ya que solo han recibido significación artística por medio de su intervención. Richard Shusterman, en su libro Pragmatist Aesthetics: Living Beauty, Rethinking Art (2000), sostiene que si el objeto kitsch nos produce tanta satisfacción estética, ya tenemos un gran motivo para defenderlo. Con dicho término se refiere a aquellas producciones que, para lograr que se justifique su función estimuladora de efectos, se pavonean con los despojos de otras experiencias. Las investigaciones de Marcos Juncal parten del kitsch como materia prima para evolucionar desde un lenguaje acumulativo, directo y realista a otro más elaborado, con referencias que van desde la imagen surrealista a estructuras descendientes del constructivismo soviético y holandes.
En Subversive Constructions sus ya característicos assemblages sufren cierta arquitectonización, formas más monolíticas y cúbicas en las que materiales como los azulejos de las piscinas y las estructuras de hierro nos recuerdan visualmente a pequeños y extraños rascacielos. El rascacielo, como imagen por excelencia del capitalismo, es en estas piezas desmitificado, no solo mediante un cambio de escala, sino también al dejar entrar al más banal y vulgar de los objetos en su interior: al souvenir que está inspirado en grandes obras de la historia del arte o en las imitaciones de las famosas figuritas de Lladró. Al apropiarse de iconos tan familiares y mostrarlos en clave crítica, este kitsch alcanza un grado superior, que se fundamenta en la necesidad que tiene esta “baja cultura” de ser valorada y alcanzar un nuevo estatus. Mediante la intervención del artista, estos objetos son dotados de un conjunto de valores nuevos o ajenos que generan un producto híbrido; un reciclaje múltiple con atributos visuales que remiten a la esfera del arte, pero que siguen anclados a la cultura popular de la que proceden.
Juncal dirige así la atención del espectador al fragmento de una realidad inapreciada y nos obliga con este acto de promoción a abandonar nuestras costumbres perceptivas. Nos confronta con la experiencia traumática de lo nuevo y lo inusual, un procedimiento que ha sido legitimado históricamente por numerosos ejemplos desde los primeros ready-made de Duchamp. Estos objetos se presentan ante el artista como la forma “correcta” que debe usar para completar sus esculturas. La aparición de ellos es como una especie de azar objetivo, un encuentro fortuito manipulado por la mente del artista. Recupera así esa visión dadaísta que revela la última consecuencia de un nihilismo romántico que se siente llamado a elevar lo más bajo y efectuar la transmutación de todos sus valores. El trabajo de Marcos Juncal propone un ensamblado que conecta con los materiales encontrados de la vida, una convivencia entre la vitalidad artística y la realidad del object trouvé. El juego con los restos caídos que ya es un síntoma del estado de las cosas en el siglo XXI.