ENCUENTRO
Carlos Cartaxo, Elena Gual, Papartus, Natalia Romanciuc, Seleka, Jorge Nava, Mister Piro, Juan Sotomayor
Carlos Cartaxo, Elena Gual, Papartus, Natalia Romanciuc, Seleka, Jorge Nava, Mister Piro, Juan Sotomayor
Exposición comisariada para ARMA Gallery, madrid 2023
Celebro cada comienzo, cada vez que alguien de mi generación, aquella de los «perdidos», se planta, dice, basta a todas esas leyes absurdas que nos cortan las alas; yo voy, yo crezco, aquí estamos, el arte sigue y nosotros de la mano. Celebro que este primer espacio haya nacido del cariño de una joven galerista por sus pintores y pintoras, la conjunción en este lugar de varias generaciones, pero sobre todo, la defensa incondicional de la disciplina, pues no hay manera más elegante y bella de inaugurar un espacio que recordando la esencia de aquellos antiguos salones parisinos. Este es un encuentro necesario, como los de antaño, donde se forjaba y se defendía la idea de una pintura como fin, como forma de pensar, en muchos casos, sobre la propia pintura. Y es por ello que esta muestra tiene cierto aire de añoranza, el eco de aquellos y aquellas que nos obligaron a reflexionar y repensar continuamente el lugar de la disciplina, así como el porqué y el cómo seguir pintando. La clave de una pintura contemporánea, interesada en evidenciarse como pintura.
Para defender la pintura uno tiene que conocerla íntimamente, en todas sus versiones y derivas, observarla en todas sus formas de materia, en sus maneras más expansivas, verla en los acérrimos defensores de la abstracción, pero también en las nuevas figuraciones que llegan con gran potencia expresiva a esta década. Hablamos finalmente de artistas que se preocupan por analizar el espacio, atendiendo a sus condiciones arquitectónicas y simbólicas, al tiempo y la situación concreta que define el lugar, a su lectura. Pero también del gesto y de la materia como protagonistas del lienzo. Como decía el historiador del arte Yves Alan Bois, la importancia de la pintura no es su esencia, sino su problemática, los problemas históricos vinculados a ella. Hoy todos estos logros se ven de un modo natural, ya que desde hace años es tendencia de muchos y muchas artistas no solo expresarse en el cuadro, sino superarlo. Transgredir su rigidez, dibujar nuevas posibilidades de conquistar el vacío, revisar los caminos erigidos por los maestros e, incluso, estrangularlos y jugar con sus restos. La pintura de hoy es predominantemente mestiza y, en ese sentido, neobarroca, pues cada vez es más tendente a la hibridación, al collage, al graffiti, a la solución de las disciplinas y a la combinación de lo digital y lo analógico. El siglo XXI la ha fijado en una filosofía del desorden y lo inestable, en una estética de lo caótico.
Esta es la pintura actual, que ya no debe preocuparse por su esencia en un sentido reduccionista o expansionista, sino que simplemente debe significarse como punto de partida para llegar a otros debates, a otros encuentros donde no se proyecten nociones sociales externas a las obras, sino relacionadas con sus propias estrategias de construcción y, claro está, con sus propias estrategias lingüísticas. Por ello tampoco es necesario abusar de la teoría para su estudio, cada una de las obras aquí presentes habla por sí sola, y al fin y al cabo, nuestro cometido como
galeristas, curadores o gestores es defender el objeto, no lo que le rodea. Pero sí podemos propiciar estos diálogos, que se resistan a análisis formales y mantengan una relación única con el espectador. Un diálogo nuevo que provoque lecturas diferentes de las obras, en otros tiempos y en otras compañías.
Lo curioso es que todos estos y estas artistas consiguen de alguna manera revolucionar la pintura sin trastocar sus bases estructurales. En todos estos casos reconocemos la escena (contemporánea), las vestimentas pertenecen a nuestro presente y el tiempo en el que están sucediendo lo asumimos como nuestro, pero el gesto nos remite a modelos de la historia del arte hasta el punto de reconocer la imagen como pictórica. Y es que, después de tanta inflación audiovisual, le ha tocado de nuevo el turno a la pintura por el hecho de reivindicar lo táctil como vehículo de comunicación. Dicho de otro modo, la pintura ha privilegiado en esta nueva época su propia superficie como elemento transmisor entre la mente, los sentimientos y las ideas, pues, al final, como dijo el crítico Donald Kuspit, la pintura no es otra cosa que la construcción de una ética y, en último término, de una metafísica. Como siempre he sostenido, cada lienzo es una ley del universo, y hoy tenemos la suerte de contemplar varios mundos en un mismo lugar.
Óscar Manrique