Semana Santa

¿Te has sentido traicionado?

Según la Real Academia Española (RAE), la traición es la “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Si digo esa palabra, seguro que me entenderás al momento. Todos hemos vivido alguna situación en la que nos hemos sentido traicionados. Algún amigo que ha ido en mi contra o ha hablado mal de mí a mis espaldas; cuando mi mujer o mi marido me ha engañado; cuando alguno de mis hermanos se ha chivado de algo que he hecho, o ha dicho algo falso sobre mí.

La traición solo se puede entender donde hay una relación de confianza y amor. Un desconocido que pasa por la calle no te puede traicionar, porque no tiene una relación de fidelidad. Puede dolerte algunas de las cosas que pueda hacer, por supuesto; pero nunca te traicionará. Esto se da en aquellas relaciones tejidas con hilos de confianza, intimidad y lealtad. En esos lugares en los que puedes ser realmente tú mismo, en los que puedes descansar, en los que sabes que, pase lo que pase, ese lugar permanece. Y cuando esos hilos se cortan, en tu interior se despierta la desilusión, la confusión, el dolor, la decepción; ya nada tiene sentido, porque lo que para mí era fidelidad de repente ya no lo es para el otro. Sientes que no eres importante para esa persona, que quizá lo que conocías no era real, y te encuentras en un espacio en el que todo se mueve y ya nada es lo que era, y te desorientas. Y ahí, te encuentras con la tristeza y la soledad. Nosotros, como humanos, despertamos a la rabia y el enfado con la rapidez con la que una cerilla se prende. Enfado por haber confiado, por haber sido vulnerable, por hacer un hueco en nuestro corazón a alguien que lo ha estrujado como un papel se arruga en una mano.

¿Por qué nos hace sufrir tanto la traición? Sencillamente porque hemos nacido para amar y ser amados. No estamos hechos para estar solos; hemos nacido para estar en comunión. Con una persona, con una comunidad, con la sociedad. Nuestro corazón no se sacia si no es amando, y para ello tiene que exponerse y hacerse vulnerable. Y eso implica que lo pueden estrujar.

En estos días de Semana Santa, podemos conocer a un Jesús más humano precisamente en esto, en la traición. En menos de 48 horas, fue traicionado por Judas, que lo vendió; por Pedro, que lo negó; por la sociedad, que le deseó la muerte; por la institución religiosa, que lo condenó; y por la institución política (encarnada en Pilato), que se lavó las manos. De repente, todo lo que había formado parte de su vida en los últimos tres años desapareció. Imagina cómo debió sentirse Jesús, que había amado tanto y se había dado y desgastado por tantos, cuando lo que recibe es traición. Y, sin embargo, sigue amando con la mirada, con la palabra. No se pone a gritar, ni maquina contra nadie ni piensa mal de nadie, solo ama.

Es muy fácil caer en el victimismo y ver en qué momentos nos han traicionado y lo doloroso que ha sido, pero también tenemos que ser conscientes de nuestra propia traición. Nosotros, tú y yo, también somos infieles. Sí, es verdad. Cuando prometo algo que no llego a cumplir, cuando soy hipócrita y pienso algo distinto a lo que digo, cuando soy egoísta y me importa más mi bien que el del otro. Cuando busco a Dios solo por interés, o le prometo que cambiaré pero no lo hago. O cuando le ignoro. Hoy podría ser yo Judas, y vender a Jesús por algo que me interese más (dinero, popularidad, estudios…). Puedo ser Pedro y negar mi fe a mi familia o a mis amigos, o en mi ambiente de trabajo. Es tan fácil negar a Dios y tan inconsciente muchas veces…pero lo hacemos. Y este es un buen tiempo para poder profundizar en esto y ver cómo actúo yo ante Jesús cuando me habla, cuando me pide que dé pasos. ¿Qué actitud tomo?

Independientemente de lo que hagas (huir, ignorar, rebatir, decir que sí pero no hacer…), ten clara una cosa: Jesús te sigue mirando igual. Cuando Él dijo que alguien le traicionaría, se acercó a Judas y le dijo: “Ya puedes ir”. Le dio libertad, pero me imagino que en ese momento le miraría con amor, sabiendo que Judas también sufría, y en esa mirada habría una nueva oportunidad. Jesús estaba conmovido al mirarle. Y sabía que Pedro lo negaría, y los discípulos lo abandonarían, y sería escupido. Pero nunca se echó atrás. Por amor. Un amor fiel, leal. Hoy te invito a que, en estos días, puedas adentrarte en esa mirada de amor de Jesús, y puedas hacerte vulnerable ante él, quitar tus máscaras y ver nuestra infidelidad.