Semana Santa

Hoy tú eres la rama de olivo

Hoy es un domingo de Ramos diferente, inusual. Muchos habríamos ido a ver el paso de Jesús en el borrico y habríamos alzado las palmas para alabarle. Para mí, este día es muy especial y muy emocionante, por ver a tanta gente ante Dios. Muchos de ellos seguramente no lo conocen, están ahí por tradición o por gracia, pero están delante de Él y lo alaban sin saberlo. Y yo, metida entre tanta gente, puedo alabarle y mirarle sin miedo, con mucho amor, en medio de la plaza.

Imagino que no es muy diferente a lo que Jesús vivió aquel día: muchos se habrían acercado porque lo conocían y lo querían, otros porque habían oído hablar de él, otros porque habían visto el montón de gente y se habían acercado, aunque sin saber a quién miraban.

Pero hoy las plazas están vacías. No hay palmas alzándose, no hay curiosos que se acercan, no hay niños ni aclamaciones ni canciones… pero Jesús vuelve a Jerusalén. Hoy, el Señor está montado en el burro de camino a Jerusalén, de camino a ti. No le importa que lo estés esperando con emoción o que ni te acuerdes de qué día es o quién es Él. Jesús volvió a Jerusalén porque era el plan de Dios, porque era su pueblo, y ese había sido el lugar elegido para ver el mayor sufrimiento pero también la mayor alegría, el mayor acto de amor y entrega.

Jesús viene hoy a tu corazón. Da igual cómo estés, cómo le estés esperando o que ni lo esperes. Hoy viene a tu corazón, y viene para amarte hasta el extremo. Viene a sufrir por ti para alzarte, para hacerte libre. Viene al fondo del pozo en el que estás para sacarte de ahí. Y lo más grande de este día tan inusual es que Él viene a tu casa. No espera a que vayas a recibirle. Él viene a tu casa, a tu refugio, al lugar donde eres tú mismo, a tu habitación, a tu cueva, a tu interior. Y viene para acompañarte en este sufrimiento hoy. Sea cual sea la situación en la que estés, hoy Jesús te visita para quedarse contigo. Viene a cargar con tu cruz, con tus miedos, con tu sufrimiento.

Hoy Jesús no busca que vayas a encontrarle y que le acompañes; hoy es Él quien quiere acompañarte y se acerca a ti. No busca que tengas una palma con la que adorarle y reconocer que es el rey; hoy tú eres esa palma, tu corazón es esa alfombra que puso el pueblo para darle la bienvenida. Hoy vemos que a Jesús no le importa lo externo, sino lo verdaderamente importante: tu corazón. ¿Le dejarás entrar para estar contigo?