AL PRINCIPIO NO ERA ASÍ

Capítulo I

“...Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle y le preguntaron: ‘¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa?’ Él respondió: ‘¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y mujer?’, y dijo: ‘Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre’. Ellos le replicaron: ‘Entonces, ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar?’. Él les dijo: ‘Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así’” (Mateo 19,3)


Imagina a Jesús, en la montaña, rodeado de un montón de gente que no para de preguntarle y cuestionarle, intentando hacer que alguna de sus respuestas sea mala o puedan utilizarla en su contra. Y, de repente, le preguntan esto: ¿Puede un hombre rechazar, despreciar a su mujer, separarse de ella?. Si se lo preguntan a cualquiera hoy, la respuesta sería una afirmación rotunda. Hoy, si me caso, lo estoy haciendo pensando en la posibilidad de divorciarme algún día: porque ya no sienta lo mismo que antes, porque me haya enamorado de otro, porque las cosas “ya no funcionen” o por motivos más graves. Yo me imagino a Jesús, mirándoles, con el corazón triste e intentando explicarles que, hace mucho tiempo, esto no existía, no era posible. Y no porque nadie lo hubiera inventado, sino porque no era necesario hacerlo.

Jesús repite esa palabra, “principio”, dos veces en un mismo versículo. Con ello hace referencia al Génesis, a la Creación, a la primera relación humana, a nuestros padres Adán y Eva. Y te preguntarás: ¿por qué se pone a hablar de Adán y Eva y el paraíso cuando le están preguntando si se puede repudiar a una mujer? Pues tiene todo el sentido del mundo. Jesús dice a los fariseos que Moisés les dijo que podían repudiar a sus mujeres ‘por la dureza de su corazón’. Esto es la clave para entenderlo todo. En ese momento, en esa montaña, esos hombres podían separarse de su mujer cuando quisieran, por muy simple que fuera el motivo, porque habían adaptado la ley según su parecer. Adán, en cambio, nunca se planteó separarse de Eva; no le hacía falta ni siquiera pensarlo. Y no porque no hubiera motivos; seguramente también tuvieron sus conflictos y sus peleas, todos tenemos nuestro carácter. Pero, más allá del carácter, está la persona. Y Adán veía a Eva con ojos…

Bueno, me estoy adelantando. Si quieres saber cómo continúa esta historia, más vale que sigas leyendo, te aseguro que no tiene desperdicio. Solo puedo hacer un spoiler: la historia acaba bien ;)