Mohsén Emadí, Poemas
La luna brilla siempre en vano
y las guerras no estallan sin razón,
pero tanto quien abandona como quien permanece
es vencido por el accidente.
Por eso,
primero mírame a los ojos
mírame a los ojos mientras haces el equipaje
y te despides
y sin lamentaciones
te llevas el placer del cigarrillo
previo a la salida del tren,
porque la verdad es hija del remordimiento
y yo no quiero ser tu verdad.
Por eso,
cierra los ojos y besa mis labios
hasta que el metal de tus besos se funda en mis venas
y quede forjado bajo la indiferencia de la luna
porque el tren se aproxima.
Por eso,
la belleza es hija de la imposibilidad
y se hace posible en el vientre de la desesperanza
donde mi piel es la imaginación de la tierra
desde el instante en que el cigarrillo se apaga bajo tus pies
y te vuelves eterna.
Corte de luces
sobre la estatua de la luna llena
en la estación abandonada
en el momento
del bombardeo.
Traducción de Manuel Bigorri y Manuel Llinas
¿Quién recuerda a la ballena?
1
¡Lo siento!
No soy barrendero.
¡Y cuando hablo en estos versos de la humedad
no me refiero a las lágrimas!
Todo el mundo ha escuchado de boca en boca
que en los alrededores hay una tumba,
que deben orinar a su dueño;
más respetuoso es cuando,
intentando prender fuego,
arrojáis un leño a la tumba.
Está escrito que el narrador
vierta el aceite del odio e invente un pasajero,
que pasa por este rincón
para calentarse
con el frío que corre por las venas de las palabras.
Los lobos aúllan
y el sonido de “Azán”
alerta sobre el fin del mundo.
El narrador está de pie sobre el punto final,
extrae una rosa de lo invisible
y limpia el polvo de sus zapatos.
Si ustedes son lectores sentimentales,
tan solo imaginad una gota de lágrima
sobre los versos quemados y hediondos
y no paséis a la próxima página.
2
Sólo Mefistófeles puede caminar
sobre estas líneas
sin dejar huella.
Miles de vírgenes están enterradas aquí.
Las vírgenes llevaban una jarra de agua
para la buena fortuna
y el narrador está de pie en la boca del pozo
con un estilete y una rosa;
arroja la flor hasta el fondo
y extrae una rosa de un pecho.
Leed unas líneas en la tumba de la muchacha
hasta llegar a vuestros pies.
Excavad aquí
para extraer vuestros propios cráneos.
Alguien apareció en vuestros sueños
y os invita aquí
para romper el encanto del narrador.
Azotad los cráneos sobre estas líneas,
alguien apareció en vuestros sueños.
¡Azotad!
3
¡Hey!
¡Os hablo a vosotros!
También tenéis un lugar en este armario.
Las calles se han perdido: su dirección cambia.
Las ciudades han sido destruidas: están apiladas una sobre otra.
Los niños han sido abortados: las madres dan a luz otros.
Yo he robado
vuestros pies pasando por aquí,
yo he robado
vuestras manos que lloriquean sobre este papel
y he robado vuestras miradas.
Ahora podéis abrir el armario
porque aquí hay algo vuestro,
un tanque pasando sobre los soldados
o un cartucho de salva
o una foto mía que desgarrasteis.
Abridlo.
¡Lo siento! Son vuestros propios olores.
4
¡Yo estaba sentado sobre la bomba nuclear cuando caía sobre Hiroshima: plaf,
y escribí Hiroshima mon amour!
Os incinerabais a unos pasos aquí
y en vuestro recuerdo coloqué miles de lámparas de papel en el océano.
Vosotros no lo recordáis.
Los marineros me nombran
cuando quedan atrapados en la niebla
como vosotros,
que estáis ahogados en las olas y nieblas de estas palabras,
en la Hiroshima de estos versos,
y no me recordáis.
Todos los barcos perdidos atracan en mi puerto.
Todos los marineros ahogados se pudren en mis orillas.
¡Marchad!
¡Decid que toquen el tambor en cualquier orilla que queráis!
Emplead los mejores negros
para que vuestras almas encuentren la orilla.
La orilla
donde las ballenas esperan su muerte
y vosotros buscáis vuestras vidas.
Con la siguiente ola
apagaré vuestras lámparas.
5
Venid a participar en el rezo.
Después, si sólo leéis,
os vomitaréis a si mismos.
Entonces leamos juntos,
que estos versos no son nuestros.
Todos juntos alzamos las piedras
y dilapidamos al malvado narrador.
No formamos parte de su culpa.
El narrador entierra su memoria al lado
y muere.
Nosotros tenemos citas en la calle con nuestro amor.
La memoria del narrador se pudre
como nuestros amores pasados.
6
Pasará una nube roja por el cielo.
Aparecerá un gigante con un solo ojo
y una bruja tirará el cadáver del narrador en el pozo.
Frente a vuestros ojos dos personas harán el amor
y nadie les pedirá esquivar el camino de las palabras.
Los tanques no funcionarán.
Se mojará la pólvora de las bombas nucleares,
y unos hombres le prometerán a sus espadas
que salvarán al mundo.
El faetón y el cochero regresarán
a recoger vuestros cadáveres de los caminos.
Todos pierden sus voces
y no hay otro narrador
que toque la trompeta.
Pasa un viento frío,
una nieve de las profundidades cubre los cuentos
y todos regresan a la memoria de las palabras
y allí se archivan.
7
Nieve,
¡una elegía que cae desde el comienzo del tiempo!
Sangre,
¡el primer hombre que pasó por la nieve!
Yo,
¡el que mató al primer hombre!
Tú,
¡la que me besó y lo enterró!
Nieve,
¡la elegía que cae sobre la inexistencia!
LA PROMESA
Cuando
se hizo la luz
todos los duendes
escaparon.
Cambiaron de camino
y se escondieron en los bolsillos de nuestros abrigos
bajo las mantas
bajo los párpados
bajo la piel de las palabras oscuras:
–¿Me quieres?
–Sí, ¡te quiero!
¿Hombre o mujer?
no está claro,
finalmente uno dirá:
¡Apaga la luz y desnúdate!
A lo largo de un día
pueden imaginarse miles de maneras de morir,
enterrarse en milenios,
entregarse a la tierra
o al agua,
al fuego
o al viento.
Una parte
de nuestra muerte
se oculta en cada cosa,
en la flor,
en la taza de café,
en la vela,
en el beso y la poesía.
«Si un día
quieres deshacerte de mí
prométeme
que hallarás
un camino nuevo para mi cadáver».
Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás
ABISAL
Si un día el diluvio trae una pantera triste y la puerta de un santua-
rio; si con la piel de la pantera tejen una túnica y hacen un collar
con sus dientes, sé que quien se ponga la túnica se desvanecerá y
quien se ponga el collar habrá de llevar la cabeza bajo el brazo.
Arranco la puerta del santuario y la levanto en el portal de mi casa,
entre crujidos se abre a un corro de mujeres que acarician sobre
su regazo los cabellos de su propia cabeza.
Afuera.
Cabezas sin cuerpo cantan alrededor de una hoguera. He perdido
mi voz; rujo palabra por palabra y la puerta se abre y se cierra al
ritmo de mi voz.
Llueve.
La desnudez de una mujer llama a la puerta con una barca a hom-
bros; saludo entre rugidos de pantera, la puerta gime. Callada,
descarga su barca en un rincón. Sube a la barca y se queda dor-
mida. La casa está inundada. El agua arrastra cadáveres de mujer.
Arrastra la puerta. Arrastra mi voz.
remamos.
remamos en busca de mi voz. Mi legado es una puerta. Al salir
por ella una mujer mi voz se quiebra y en ese extraño ruido la casa
se desploma. Siempre que mi cama es una barca atrae la desnudez
de una mujer. Húmeda desnudez de mujer.
Callada.
Arranco la puerta con su marco y la planto en mi azotea. Sopla el
viento. Surgen fusiles en el marco (me apuntan a la garganta).
Sopla el viento. Sopla y miles de panteras heridas brotan de mi
boca. Desnudo. Desnudez de mujer.
Húmeda.
Escapa de entre los fusiles, besa la puerta, se arrodilla ante mí.
Surgen panteras de su pelo. Acaricio tus cabellos; se cerrará la
puerta, en ella repiquetearán ruidos y vientos. No abriré, y la voz
perdida del hombre se convertirá en sangre fluyendo entre las
grietas. Se mezclará con la lluvia que caerá, y correrá por canales
y venas de la ciudad. Te beso; con cada aliento la sangre brota de
mi garganta, forma mi voz. Tú estás callada.
Hablando en mí.
No hay nadie en la azotea. Me levanto y recojo todos los retratos,
retratos de miles de manos con fusiles, túnicas; retratos de cabe-
zas de mujer. Un flujo de sangre resbala por el borde del papel.
Enciendo una cerilla. Arrojo a las llamas túnicas y papeles; el
fuego tiene tu silueta y anhelo acariciar tus cabellos, extiendo la
mano y me hago poeta.
Mi legado es un coágulo de sangre que contemplo en la palma de
mi mano. Cada vez que hago fuego aparece una adivina con tus
ojos presagiándome
una muerte horrible.
Cojo mi pluma y la sangre fluye de mi mano; tus cabellos son mis
versos, en cada trazo una pantera ruge.
En el balcón, lleno de tierra la cuna de mi infancia;
en ella planto rosas rojas y las riego,
mezo la cuna,
la ciudad está en silencio.
Disparo a la lluvia Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás
Cuando cierras los ojos
mi yegua se yergue, la pantera merodea alrededor de la aldea
y los duendes se apedrean entre sí.
Pero tú
cada noche me ves como si hubiera asesinado a un dictador,
como si me persiguieran,
a veces abres los ojos y me ves de permiso preventivo
acaso resurgido de la tumba.
Pero mi yegua está en el establo, la pantera en mi mirada
y los duendes ocultos en mis bolsillos.
Afuera llueve y me miras,
no se sabe por qué mi yegua cocea la puerta y relincha,
la pantera me desgarra la vista y lloro,
meto la mano en el bolsillo y ningún duende se agita,
del bolsillo saco la frialdad metálica de un revólver
y disparo a la lluvia.
Cae la cortina del día,
te agarras la cabeza entre las manos,
tu corazón se acelera,
desconocidos arrancan la puerta
y se me llevan arrastrando mi cuerpo por las escaleras,
por el asfalto mojado, por los papeles.
En algún lugar en mitad de las palabras
la orden de disparar quema el papel.
Afuera llueve y me miras,
regreso de mi tumba como siempre.
YAMSA, TRIBUTO Á AUSENCIA (IV)
Á memoria de Farzad Kamangar
Sentado aquí
en Yamsa
no río e no canto
no eco e na sombra
bágoa
e infinito respirar
nunha barca que me leva de novo
a ti e a min Palestina
a min e ó teu Kurdistán
o arsénico arde azul
o chumbo, verde
arsénico e chumbo
veleno e bala arden en nós
e botámonos de menos
ambos estamos en débeda coa ausencia
Está chuvioso
o atraso do tren
na última estación
cun paraugas azul
busco unha muller
de paraugas vermello
e ollos verdes
NINGUNA MUJER A PODIDO DESNUDARME
Ninguna mujer
ha podido desnudarme,
revelarme,
rodearme,
envolverme.
Esta voz llega de un rincón perdido,
se abren por sí solos los botones de mi túnica,
mi piel se estremece,
se desmoronan ciudades
construidas sobre mi piel,
mi cuerpo se desvanece
en una aureola de polvo.
Descorro las cortinas,
desconecto el teléfono,
me tumbo en el suelo de mi cuarto,
la gente huye de mi cuerpo en una polvareda,
en calzoncillos,
en camiseta,
sin ropa.
Mi piel se agrieta,
mi cuerpo arroja tinajas antiguas,
esqueletos de mujeres enterradas en mí,
regalos de cumpleaños, cartas, fotos,
la voz se filtra en las grietas de mi piel,
las paredes de la habitación rezuman,
el techo gotea, y el timbre de la puerta está mojado.
Abro, la escalera
está mojada.
Tus zapatos, mojados: Tu voz está mojada,
abres la ventana y barres los pedazos de palabras,
beso a beso
sanas las grietas de mi cuerpo,
me cobijas en tu seno
y mi voz se alza desde un rincón perdido,
no tiemblo.
Es de noche,
no estás en casa,
las estrellas son de polvo,
mi desnudez es polvo,
toda la noche
mi casa
se oscurece,
se ilumina.
Numancia es un cuerpo vivo transformado en ideal. Una Idea transformada en resistencia. Una resistencia transformada en muda desesperación. Una desesperación transformada en ruina. Una ruina transformada en palabra. Una palabra robada.
Yo fui Numancia.
1
Embebido en bebida
veo el crepúsculo en el Paraíso
momento de ausencia de calor del Infierno
y de repente la noche
a partir de esta improbable lejanía
sin presencia
de
infiernos
de
tantísimas
estrellas
el
cielo
no
es
hermoso
2
Tu belleza se ha creado desde el fuego
desde la tierra tu alma
de forma que no alcances mi fuego
camino sobre la tierra
sobre la gravedad de tu belleza
incendio el paisaje
el paisaje viene ardiendo por delante
y mi existencia es asediada en un estrecho círculo
que traslado por todas partes
en el contorno de mi cuerpo.
3
Cuando caminas
se incendia de mi lengua materna la distancia
entre tus pies descalzos y la tierra
extiendo una alfombra bajo tus pies
para que bailes
y contemplándote
en mi voz
lanzo al viento
un poema de ceniza.
4
En las riberas del infierno
veo miles de extraños transeúntes
a los que la muerte hace bellos
y la tragedia transparentes
a través de su absoluta transparencia
veo tus ojos
¡cuán hermosos
brillan
en la lejanía!
5
Escribo de tus ojos
y las palabras se funden y derriten
de un trago bebo el texto
y emponzoñado recorro callejones
los transeúntes se envenenan
embellecen
tu belleza abraza a un niño loco
y recorre callejones
te pinto con ese niño en brazos
sobre el ataúd de las palabras.
6
La espera
es sentarse a velar las palabras
sentarse a solas
contemplar las cosas
contemplar cómo las cosas pierden sus sombras
caminando por un soportal sin sombra
del que eres la única existencia
con sombra
la espera
es una pala de sepulturero enterrando su propia sombra
el infierno
el único mundo
sin sombra.
7
No tengo palabras para dirigirme a ti
no tengo palabras para dirigirme a tu ausencia
no tengo palabras para dirigirme a mí mismo en tu ausencia
no tengo palabras para dirigirme a mí mismo
si avanzo sólo un paso más allá del fuego que asedia mi cuerpo
me convertiré en sombra
y el mundo encontrará sus palabras otra vez
en mi ausencia
en la presencia de mi sombra
ardo
y mis cenizas
evocarán
en la forma de mi sombra
la palabra que yo fui en tu ausencia.
8
El viento
no tiene sombra
sopla desde el infierno
como hacia la tierra
gélido, cálido
esparciendo cenizas
incendiando el carbón medio quemado de las palabras
es el acto mismo de dirigirse a alguien
es la intensidad
la intensidad del anhelo
la intensidad de la espera
mi sombra en el viento
te invoca.
9
No hay dos personas
que puedan atravesarse una a otra
pero dos sombras se traspasan fácilmente
por eso habitan el mundo de la absoluta soledad
y Dios, en su soledad absoluta
imaginó un momento en que su mano
rodeaba el calor de tu cuerpo
y traspasaba el callejón oscuro hasta posarse en una puerta
y tú le besabas por primera y última vez
y él, en el calor de tus labios
podía tocar la corporeidad de su imaginación
y crear la tierra con esta sustancia:
la caliente corporalidad de imposible
10
Sobre la tierra de tu alma
espinos silvestres han crecido
se han cerrado las puertas
se han vaciado las casas
sobre la tierra planto una rosa roja
y tu belleza la incendia
sobre la tierra de tu alma sólo crecen plantas silvestres
con pena extraigo las espinas
y las espinas crecen en mis manos de repente
cubierto de espinas escapo en huracanes
si no fueras tan hermosa
el infierno no sería tan ardiente.
11
Un caballo blanco huía en el viento
una mano me levantó del suelo y me sentó a lomos del caballo
galopando por callejones vacíos
rumor de sombras y hojarasca
por el calor de tu cuerpo
por el aroma de tu cabellos azotando al viento mi rostro
supe quien llevaba las riendas
no podía verte
rozaba tu desnudez parado en un callejón
no había viento
las herraduras tintineaban
frente a cada casa colgaban una mujer
frente a cada casa nos paramos
con manos invisibles soltaste a la mujer desde el patíbulo
todas las mujeres se te parecían
eran tú
¡eran tú!
12
Una cama blanca
cerca de campos quemados
y embriagador aroma de la tierra antes de la lluvia
me diste una daga
desnuda, te tumbaste en la cama:
«escribe con la daga un poema sobre mi cuerpo
para verme»
absorto en ti quedé
absorto en las palabras que surcaban tu piel
vi tus manos en sangre
la ternura de tus pies
tus senos
tus ojos
pero no pude escribirlos
en sangre hiciste el amor conmigo
y el abismo de tu mirada
me devoró
a mí y a mis palabras
sobre una cama roja
cerca de campos quemados.
13
En tus abrazos
brillaban mis palabras
la lluvia las desnudaba de sangre
las desnudaba de muerte
y en la forma de tu cuerpo
se entretejían en mí
el viento soplaba desde el abismo de tus ojos
y me hacía flotar con mis palabras sobre un lecho cristalino
reí con el rostro de todos los hombres
con ese rostro lloré
sin nombre
estaba en la cuna de mi infancia
y la cuna temblaba y temblaba
y un caballo blanco relinchaba
en los campos quemados.
14
Fui un cavernícola
en el abismo de tus ojos
y desde la cima de tus senos observaba las estrellas
tantísimos infiernos
en bebida embebido
para encontrar mi camino a tus labios
que con besos de imposible
en tu voz
me darían un nombre
que solamente se escucha
en el territorio de tu cuerpo.
15
Me congelaba en tus ojos
mientras le mirabas acercarse pesadamente
y cuando te atravesaba
cubrí sus huellas
sobre tu cuerpo nevado
un día, lo informe de la vida
se paró frente a ti
y absorta en su contemplación te devoró
sin tierra
sin gravedad
con mis palabras
me sumí en el infinito
que derretía la nieve de tu belleza
esmaltando mis palabras
multiplicándome en el verbo «caer»
en todas las hojas desprendidas
en las lágrimas derramadas.
16
Fui la caída de Adán
abandoné tu belleza en las manzanas
cayendo en Roma
abandoné tu belleza en las ruinas
cayendo en Hamlet
abandoné tu belleza para Ofelia
estuve en todas las muertes
y en todas las ruinas
pero después de la batalla
después de las matanzas
el esplendor de los paisajes alcanzaba tu belleza
y tu belleza era memoria
cubrí cuanto pudiera caer
con esmalte de tu belleza
esmalte de memoria.
17
Y fui multiplicándome
hasta donde alcanzaba presencia la palabra
y era presencia de palabra la presencia de tu belleza
era tu ausencia
me multiplicaba y creaba la eternidad
quería no ser eterno
no caer
nevaba
había caído dentro de las hojas antes
había caído con nevadas en sus hombros
y con ellos caí en la nieve
en sus besos
en su desnudez
fui la manzana de lo imposible
fui Adán, fui Eva
caí sobre la tierra
me hice imposible
siendo
y sin ser.
18
Cerca del castillo quemado
cada año crece un árbol con una sola manzana
cerca del castillo quemado relincha un caballo blanco una sola vez
cerca del castillo quemado recojo la manzana
a lomos del caballo la muerdo, es amarga
estoy en el castillo
evoco recuerdos de una manzana
que los habitantes del castillo quemado no pudieron morder
me miro en el agua
soy hermoso
en el agua un hombre y una mujer hacen el amor
me veo en la mujer
me veo en el hombre
desde fuera me he desvanecido
desde dentro me he multiplicado
nada puedo recordar
no existo.
MARCELO. UNA ELEGÍA [Para Marcelo Reyes, 1960-2015]
1
¿Cómo se puede escribir sin fingir
como un actor que se reúne con su acto,
como un cuerpo que se reúne con su muerte?
¿Cómo se puede regresar a la misma bodega
en el sótano de tu casa,
entre las botellas de vino y los instrumentos rotos
y hombro a hombro, con otros fantasmas,
sentarnos en el sillón
y fijar la blanca cortina
de tus sueños?
¿Cómo se puede escuchar la música de tu rechazo,
tu rechazo a Buenos Aires,
cuando, al respirar,
bailas tango con la muerte?
¿Sobre ese hilo de viento
cuando hablas con la ausencia de tu madre
en el otro lado del océano,
cómo se puede, hombro a hombro,
con tu miedo
aliviar mi miedo?
2
Pero las lágrimas han de secarse,
las flores de la tumba se marchitarán;
tu bodega se encontrará abandonada
y tu cortina vacía.
Los perros de la casa
reconocen siempre tu olor,
pero ya no te esperan
detrás de la puerta.
En este lado del océano está lloviendo
y Buenos Aires no te recuerda,
pero yo no puedo
salir del recuerdo de tus brazos.
La lluvia aún me moja
pero a ti ya no te mojará.
Te quedas ardiendo
y tu calor
es toda la intensidad del exilio
-el doble tartamudeo de la existencia-
que tú vives sin cuerpo y sin lenguaje.
Y aún sin cuerpo y sin lenguaje
abrázame.
3
El corazón de tu destierro
late en mi cuerpo.
Tu rechazo es mi rechazo.
Nadie muere dos veces
y en todas las fotografías
un solo pronombre nos mira
-hombro a hombro,
borrachos y riendo.-
Un solo pronombre que recuerda
el calor de nuestras madres,
un pronombre que canta la nana
y nosotros, perdidos en la música,
intercambiamos nuestros corazones.
Tú eras mi lenguaje, Marcelo,
en las noches largas de alcohol y de recuerdos
cuando la palabra no circulaba en mi boca.
Traducías los sonetos de las distancias
con la amargura del mate, hasta la mirada y la sonrisa.
Mi corazón ya no palpita en tu cuerpo
y tu corazón me hace volar
por las alturas del abismo.
4
La roca que quebró tus huesos
era tu infancia.
Remontabas cada vez más alto
para caer más duro.
En la calles de San Juan
el viento sopla como siempre.
En los campos de Borja
ningún vino cambia su sabor.
El tiempo, en cada uno,
añade algo a la densidad de la ausencia
y la tierra entonces ya no pesa.
Desde la lejanía del lenguaje
miro tu bodega.
Los perros vienen y van,
tu olor está en todo el espacio,
en la nariz de la poesía
que mueve su cola, ladra,
se levanta a dos pies
y no te encuentra.
5
Toma tu guitarra en la uña del alcohol,
el alcohol en la copa de la pérdida,
la pérdida en los pasos de la infancia
y los pasos en la antigüedad del lenguaje.
Toma tu guitarra,
con cada melodía tu corazón
bombea sangre a mis órganos.
Remonto el viento
para caer con más fuerza
en tus brazos.
(Traducción de Mohsen Emadi y Arturo Loera.)
ESTÁ NEVANDO FUERA
I
Está nevando afuera. Estoy escuchando una canción en la que me enamoré dos veces. No sé en qué idioma está la canción. No hay ninguna diferencia cuando sueño en un idioma y me enamoro en otro. El año pasado cambié de casa cinco veces. El año pasado en las escaleras de mi casa vi un pájaro muerto. Tenía miedo de enterrarlo. Tal vez quien limpió el apartamento lo lanzó fuera, pero llevo un año enterrándolo en diferentes países. Es un egoísmo absoluto. No le afecta que lo entierren, sólo me salva de ver la decadencia. Pero ¿por qué he de temer la decadencia? Yo, que viví la guerra más larga del siglo pasado y que, pocos años después de un dictador, me enamoré, en estos pocos años he preferido desmarcarme del próximo dictador. El miedo a la decadencia no puede ser lo mismo que el miedo a la muerte. Tampoco depende de la ubicación. Es más parecido al miedo a la fealdad. El entierro es un asunto estético, pero éste sólo abre el debate sobre la necesidad o no de enterrar a los pájaros y no dice nada acerca de mi miedo. No dicen que tuve miedo de tocar el pájaro. He tocado muchos muertos. También en mis brazos alguien murió. Incluso a veces dudo de si estoy vivo. No es extraño cuando te duermes en una ciudad y te despiertas en otra. Tal vez tuve miedo de que algo del cuerpo del pájaro me atrapara. Una especie de miedo a lo desconocido y, bueno, no es posible usar una similitud o una duplicación para hacer algo razonable. Este hecho de que yo, en general, no tuviera miedo de la experiencia a lo desconocido no puede proveer de razón alguna. Generalmente, la inducción débil es peligrosa. Con la inducción débil el misterio se pierde y la poesía muere. Por lo tanto, es mejor que vuelva y mire fuera de la ventana. Todavía está nevando y no me atrevo a escuchar otra canción.
II
Siempre nos enamoramos en el idioma del último vencedor. En el idioma de los vencedores escribimos elegías para aquellos vencidos que aún no han sido enterrados. No sé por qué no puedo dormir por las noches. El año pasado, por las noches, estuve trabajando en un restaurante, limpiando los baños. Todo el mundo se había ido y empecé a trabajar. Un baño estaba cerrado por dentro. Lo abrí con la llave auxiliar. Una muchacha estaba durmiendo allí, borracha. La desperté y traje café para ella. En un idioma desconocido habló, lloró. En su estado de embriaguez no entendía el idioma de los vencedores. No sé por qué en lugar de pensar en el calor de su piel, en la tristeza de sus ojos, en la sed de su llanto, pienso en el bombardeo. ¿Cómo comprendo estas características? ¿La he medido conmigo mismo o por ella misma? Su cuerpo, esa noche, estaba sin historia. Así que, ¿por qué tengo que leerla en mi historia? ¿Tal vez quiero conquistarla o hacer que ella me conquiste? De cualquier modo, su cuerpo no puede ser asunto de negociación en el bombardeo. ¿Qué habría pasado si mientras bebía su café me hubiera sentado cerca de ella? ¿Qué habría pasado si hubiese llorado yo también? Amanecía cuando ambos nos marchamos por la misma puerta. No me atreví a tocarla. Su cuerpo estaba vivo. No sé… este miedo venía de lo desconocido o de la muerte, tal vez de ambas cosas. Pero cada medianoche, junto a la puerta del baño, mi corazón latía más rápido y allí no había nadie.
III
Tu cuerpo es un pájaro. Mi amor es un pájaro muerto. ¿Qué similitud existe entre cuerpo y pájaro? ¿Quiero relacionar dos miedos? ¿Qué es más importante: reconocer esta similitud o comprender aquellos dos miedos? ¿Por qué insisto en ver aquellos dos miedos equivalentes entre sí y pido prestado tu cuerpo en esta comparación? ¿Quién se beneficia de esta metáfora? Un pájaro vivo no llora por un pájaro muerto. Pero ¿por qué ahora, cuando está amaneciendo me entrego a esta dualidad? ¿Tal vez porque nadie firma la orden de bombardeo durante el día? Sin embargo, durante las noches muchos están siendo asesinados en la escalera o en el baño. Esta canción llora por algo. Tal vez por esta razón me enamoro en ella. No lo sé. No has escuchado esta canción. No puedo conocer la opinión del pájaro. Pero entiendo este grito en mi cuerpo. En esta canción, justo en este lugar de la página, los pasajeros están yendo a sus oficinas y una muchacha frente a la ventana, supongo, está bebiendo su último café. Yo, a la hora de los fantasmas, salté fuera de tu sueño. Mi cuerpo es un pájaro muerto. Traducción de Manuel Bigorri y Manuel Llinas
Un Rimbaud en Persia
“Cuando tañes tu instrumento
aparecen las huellas de un hombre
que sigue a una mujer
sobre la nieve aparecen
una sangrienta
otra no
un cementerio vive en tu instrumento
un instrumento
tu sigue soplando tu fuego
y yo tañendo mi instrumento”
MOHSEN EMADI Meditaciones filosófica de un zagal