punk y garage rock latino y latinoamericano: una cronología incompleta
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punk y garage rock latino y latinoamericano: una cronología incompleta
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Una de las críticas más comunes al movimiento punk, como ha sido digerido y preservado en la conciencia común global, se dirige a su hegemonía, inaccesibilidad y exclusión ritual a través de varias olas y escenas de las presencias minoritarias. En “Border hoppin’ hardcore,” una disertación que destaca la historia del punk en las tierras fronterizas californianas, Ricci Chávez Garcia señala que “en 1979 [el estudioso pionero de la subcultura] Dick Hebdige... sacó a la luz la relación intersectorial entre el punk y la etnia... [pero] los estudios posteriores procedieron a caracterizar la cultura como blanca y burguesa.” La realidad, por supuesto, es que las raíces del movimiento, desde sus primeras manifestaciones reconocibles, influidas por las tradiciones inmigrantes jamaiquinas de Inglaterra en los años setenta, están inextricablemente ligadas a las luchas de las gentes marginadas.
Muchos trabajos han contribuido, en el ámbito académico y en años recientes, a la afirmación de que, mientras que el racismo, la misoginia, la homofobia y el cisexismo han impregnado la subcultura punk tanto como casi cualquier otro entorno humano, el papel de los grupos minoritarios en su formación ha sido desde su creación (a menudo reconocido como 1977) indispensable. Por el contrario, se ha prestado poca atención a las contribuciones particulares tanto de los latinos estadounidenses como de las poblaciones latinoamericanas en el establecimiento de un espíritu punk global y sus trampas musicales. Aún menos cuidado se ha dado a la documentación de la influencia de las mismas demografías sobre el momento cultural de ‘garage rock’ que ahora es ampliamente entendido como el precipitante directo principal del punk.
Las gárgaras frenéticas de Los Saicos, junto con sus clamas anárquicos por “demolición,” delatan la agitación política del Perú de los años sesenta. A un hemisferio de distancia, los rockeros Chicanos desde Chicago hasta Los Ángeles traen un sentido de humor, juego y sensibilidad pop a “La Causa” y “El Movimiento.” Al sur de la frontera, grupos mexicanos como Los Matemáticos también se inclinan hacia el momento del garage rock, en un gesto espiritualmente alineado con sus compatriotas contemporáneos pertenecientes a la Generación de la Ruptura y sus vástagos visual-artísticos. No excluidos por diferencias lingüísticas, los brasileños Os Mutantes son pioneros en la forma psicodélica de Tropicália. Y con el advenimiento canónico del punk en las setentas llega una serie de interpretaciones latinas y latinoamericanas del movimiento –– Los Ceros se convierten en la primera banda en ser contratada en el teatro que la escena de Los Ángeles eventualmente reconocería como su corazón, mientras que Alice Bag le administra a la subcultura algunas de sus primeras dosis de feminismo y los “frikis” de Cuba consideran la pobreza y los inicios de la crisis del SIDA. Desde Caracas hasta Califas, artistas como El Pacto y El Brat traen ska, queercore y otras ramificaciones de punk-fusión originarias de los años noventa a la escena hispanohablante –– y grupos como Las Ultrasonicas mantienen el espíritu punk latinoamericano en el siglo XXI. A lo largo de la historia de la contribución de los latinos y latinoamericanos a la atmósfera punk global, momentos de rebelión, reinvención y resistencia interseccional aparecen como una línea pasante que merece la atención de los estudiosos subculturales y los entusiastas y oyentes por igual.