¡corre, zenón, corre!

[a partir de la idea de M. Àngels Aymerich]

La noche es refugio y escapatoria, no hay casi nadie en la playa porque hace frío, demasiado frío y eso me gusta, llevo los cascos con la música a tope y me siento libre, niños de manos cruzadas, ardor en las sienes y un no sé qué en el estómago, o quizá es el pecho. Si alguien me ve, porque alguien va a tener que verme, sin duda creerá que estoy desequilibrado, mirad cómo corre, huye de sí y hacia sí mismo, lo comprensible le está vedado. Yo me imagino que las personas normales lo resolverán con palabras, lo que yo siento es una tormenta, un dulce descenso de repeticiones, una escalera que desconozco pero que me atrae. Se me cayeron las flores y no hice nada para evitarlo, mi castigo, mi castigo, mi escapatoria. Lo pensarán, sin duda pensarán que estoy ido aunque esa idea también me gusta, estás ido, no te quedas ni te serenas, te vas, continuamente te estás yendo sin llegar a ningún sitio. Si hago recuento de todas las veces podría llegar hasta mil, o hasta diez mil, o hasta el infinito, y entonces de nuevo los ruidos: dónde vas, qué pretendes, qué te hace dar otro paso tras otro. Dime, oscuridad, en qué momento perdí la cabeza, cómo fue que llegué hasta aquí, hasta no llegar a ningún sitio, cada vez más cerca pero nunca. Profesor, me falta el aire, creo que le dije, pero él negaba y todo lo contrario, chico, estás hiperventilando, relájate, que no pasa nada. El viento es mi cara, guitarras sucias, la noche es refugio y escapatoria, háblame de tus padres, de tu familia, la adolescencia es una etapa muy dura, mientras yo les oía hablar desde el despacho, había por lo menos dos profesores, supongo que estaba el de matemáticas. Zenón, estábamos hablando de la paradoja de Zenón, y ardor en las sienes, alguien que oprime mi estómago, o quizá es el pecho, el corazón no es, de eso estoy seguro. En el tiempo que Aquiles tarda en llegar a donde estaba la tortuga, la tortuga se ha desplazado, mientras yo miro a mi alrededor, esto no puede estar pasándome, la cabeza me quema, háblame de tus padres, dicen que esto ya le ha pasado antes, qué ahogo, qué ansiedad, qué oxígeno. No, no soy yo quien se cae, caen todos a mi alrededor y yo me elevo. Aquiles nunca atrapa a la tortuga, pero yo a cada paso me alejo y me acerco y por eso la playa, correr hacia mí, velocidad y viento y frío, nadie me para esta noche con mis cascos, sin duda está desequilibrado. Crueles y estúpidos, mis compañeros de clase se ríen, me he desmayado o eso creo, relájate, chico, estás hiperventilando, por qué no atrapa nunca a la tortuga, si va tan lenta. Pero chico, no ves que es solo una paradoja, no ves que nada de esto es posible, que está solo en tu mente, ardor en las sienes, qué sabrán ellos lo que pasa en mi mente. La tormenta, el refugio y la escapatoria, la paradoja y el profesor de matemáticas que se está riendo, porque viene hacia mí pero se está riendo, ¿o está llorando? Niños de brazos cruzados, una ambulancia, me estoy ahogando y por eso corro, soy la tortuga que no alcanza a Aquiles pero también soy Aquiles, soy diez veces más rápido pero no la atrapo, por qué demonios, por qué no la atrapo y por qué el chico se ha puesto así, que se relaje un poco y que después se olvide, sin duda está desequilibrado, nunca había visto un caso así, un caso cómo, un caso de exceso de matemáticas.