Artículo publicado en la revista Fuego Amigo en octubre de 2014.
Stephen Sackur entrevistaba, hace un par de semanas en su programa de la BBC, al ex fiscal jfe del Tribunal Penal Internacional: Luis Moreno Ocampo. El abogado argentino fue el primer fiscal jefe del Tribunal hasta 2010.
Una entrevista a Moreno Ocampo es interesante en sí misma, pero además, la presentación del fiscal prometía un un extra de acción. La entradilla de Sackur vaticinaba una entrevista tensa. Acusaba al ex fiscal de no haber cumplido su objetivo, que era acabar con la impunidad de los criminales de guerra. E insinuaba que el Tribunal se rige más por intereses políticos que por la justicia. El presentador se mostraba especialmente preocupado por el hecho de que los casos abiertos sólo se refieran a África, un continente que pareciera tener "el monopolio de crímenes contra la humanidad”.
Trabajar con el Derecho Penal Internacional me ha obligado a ser muy crítica con el mismo. La consecuencia de profundizar conocimientos en un área conduce irremediablemente a ser más crítica; del mismo modo, que una buena crítica sólo puede derivarse de un conocimiento profundo. Luis Moreno Ocampo cometió errores durante su actuación en el Tribunal y muchas de sus decisiones (o no decisiones) son cuestionables y debatibles. Como ocurre en todo sistema jurídico. Sin embargo, la envalentonada entrada de Sackur me hizo sospechar que su objetivo no era ahondar en el trabajo del Tribunal, en su funcionamiento, denunciar los obstáculos que tienen que sortear actores clave, como los fiscales, ni siquiera criticar la actividad de Moreno Ocampo. La entrevista buscaba la desacreditación del Tribunal y de cualquier intento por hacer efectivo el principio de justicia universal. Con mi particular modo de entender la diversión, me preparé un bol de palomitas.
En su primera pregunta Sackur apuntaba alto: el Tribunal ha sido un fracaso. ¿Es frustrante para el fiscal? Su argumento era que si el objetivo del Tribunal era prevenir la comisión de crímenes contra la humanidad, y se siguen cometiendo, el Tribunal ha fracasado. Sosegadamente, Moreno Ocampo explica al presentador británico cómo el contexto global y el nivel de interconexiones alcanzado precisa una nueva perspectiva. En este escenario, el Tribunal es sólo una contribución, un mecanismo para atender cuestiones que hasta ahora no se habían planteando. El ex fiscal entiende que no es un fracaso, sino el estadio en el que se encuentra la justicia internacional.
Poner en evidencia la lógica de Stephen Sackur es más sencilla. Parece poco probable que la BBC cuestione el sistema de sanciones de tráfico bajo el argumento de que en Gran Bretaña continúa habiendo violaciones del código de circulación. En un caso las violaciones de la ley justifican el fracaso del sistema y en otro no.
El presentador, inspiración de Ana Pastor, insiste en hacer las mismas preguntas. Quiere que Moreno Ocampo le diga que el Tribunal es un fracaso. Sackur repite sin cesar que los crímenes contra la humanidad le parecen horribles –menos mal–; sin embargo su benevolencia choca contra una realidad creada, no por la Corte Penal Internacional, sino por cada uno de los Estados, incluida Gran Bretaña. Stephen Sackur estaba formulando unas preguntas muy interesantes, pero a la persona equivocada. El argentino responde sorprendido con una clase de Derecho Penal Internacional:
“No era el fiscal de cada uno de los países que hay en el mundo, era el fiscal de los que han aceptado someterse a la jurisdicción. Ese es el funcionamiento. No era el dueño de los Estados. Lo que usted está haciendo culpándome de lo que no hace el Tribunal es como acusar al fiscal alemán de no actuar en Sri Lanka."
Luis Moreno Ocampo, ex fiscal del Tribunal Penal Internacional durante la entrevista en BBC.
Fuente: www.bbc.com.
El británico no se da cuenta de que las preguntas planteadas no las puede responder el ex fiscal ni ningún miembro del Tribunal Penal Internacional, sino los gobiernos nacionales. Sackur no ha entendido que su propia responsabilidad en el poder que pueda tener la Corte es mayor que la del ex fiscal, porque es ciudadano de un Estado con la capacidad de exigir un mayor compromiso a otros Estados y al suyo propio. Sería más eficaz en la contribución a la justicia internacional que Sackur entrevistara al Secretario de Asuntos Exteriores británico para que le explicara por qué su país no rompe relaciones con Arabia Saudí, Qatar, Israel o Turquía hasta que firmen el Estatuto de la Corte.
El presentador reorienta la entrevista para obtener su preciado titular: por qué el Tribunal sólo juzga a africanos. El ex fiscal, probablemente un poco desconcertado por el nivel de la BBC, estalla. El comentario del presentador es racista, le recrimina Moreno Ocampo. El Tribunal juzga a África porque son los olvidados de la Historia, la justicia internacional actúa porque nadie más se preocupó por ellos, porque nosotros – le recrimina Moreno Ocampo – los occidentales, no éramos las víctimas.
Para alejarse de las acusaciones de racismo, el presentador expone la pregunta en abstracto: con la de violaciones de Derechos Humanos que se cometen en el mundo, ¿por qué el Tribunal sólo persigue a algunas?
El ex fiscal tiene que explicar otro requisito básico para que el Tribunal actúe: es imprescindible que el caso no esté siendo juzgado por nadie más. El número de víctimas en Colombia fue similar a las del Congo, con la diferencia de que el sistema jurídico de Colombia está investigando el caso. El Tribunal abrió la investigación sobre el Congo porque a nadie le importaba lo que ocurrió allí.
Entrada de la Corte Penal Internacional, en La Haya.
Fuente: www.icc-cpi.int
Es Moreno Ocampo quien pone sobre la mesa los temas tabú: aplicar la ley a los poderosos es peligroso, en las cortes internacionales y en los tribunales nacionales. El paciente fiscal utiliza ejemplos que, por tiempo o espacio mantienen la distancia con la actual Gran Bretaña, como la ejecución del fiscal de Carlos I de Inglaterra, el despido del fiscal en el caso Nixon o el castigo al juez Baltasar Garzón por investigar temas incómodos para el gobierno español. La serenidad de Moreno Ocampo le impide exponer la analogía que Sackur debería oír: el trabajo en el Tribunal Penal es tan peligroso como que él preguntara a su Monarca por las relaciones de Reino Unido con Pakistán.
Y es entonces cuando Stephen Sackur confiesa su objetivo: "En esta entrevista sólo quiero una valoración honesta sobre la efectividad o no del Tribunal. Ahora que no es fiscal, quizá, pueda decirme: Sí, la geopolítica interviene en el trabajo del Tribunal”.
Risas en la sala. Claro que interviene. Sackur respira aliviado y continúa con una línea que le resulta más cómoda: “A veces, cuando el Tribunal persigue a grandes políticos, el Estado se niega a colaborar y el Tribunal pierde su poder efectivo, lo que hace que pierda su credibilidad”. La obsesión del presentador por denostar el trabajo del Tribunal Penal Internacional convierte la entrevista en un show de humor para la elite jurídica. Y sobre todo para la política.
Financiación ilegal de campañas políticas, evasión de impuestos, abuso del cargo para enriquecimiento personal o tratos de favor son algunos de los problemillas de la política británica. Y, a pesar de ello, Stephen Sackur nunca ha decretado el fracaso del sistema jurídico británico. ¿De verdad los jueces británicos investigan los negocios de la City? ¿Y las corruptelas de la Monarquía con empresarios? ¿Y el comercio de material armamentístico británico?
Se diría que, como el Tribunal Penal Internacional, la justicia británica está sometida a presiones y sujeta a intereses políticos más que jurídicos, y que la mayor parte de los casos que atiende son aquellos que no entrañan un gran peligro. Desafortunadamente, así es en la mayoría de sistemas jurídicos del mundo. Pero, ¿por qué se exige más a la justicia internacional? ¿Qué es lo que irrita tanto del Derecho Penal Internacional? Quizá resulte especialmente molesto para aquellos Estados poco acostumbrados a recibir órdenes, a asumir responsabilidades o a ser apuntados con el dedo. Los errores del Tribunal Penal Internacional – que son muchos – no residen en la legislación, sino en la voluntad de los Estados. No es posible hacer una crítica a la justicia internacional y a todo lo que se ha construido en torno a ella, sin hacer una crítica a los Estados.
Esta entrevista es una pequeña lección sobre Derecho Penal Internacional, pero sobre todo, es una muestra de la hipocresía occidental y de la ausencia de compromiso para profundizar en la raíz de los problemas, sobre todo cuando somos responsables, ya sea en una modesta televisión local, o en la BBC.