Artículo publicado en la revista Fuego Amigo en diciembre de 2015 para el monográfico Elecciones.
Existen dos grandes estrategias de manipulación electoral en las que la división del territorio entra en juego: el mal reparto y el gerrymandering. En España el reparto desigual entre territorio y población conduce a unos resultados que no reflejan de manera proporcional las preferencias seleccionadas por los ciudadanos el día de las votaciones. Analizamos el efecto de las circunscripciones en los resultados electorales de otros países. Y comparamos las propuestas de los programas para las elecciones del 20 de diciembre.
La cercanía de las elecciones multiplica el pronunciamiento de augurios. Los sondeos copan portadas de periódicos y abren telediarios con la intención de voto y el reparto de escaños. Y aunque los vaticinios no siempre se ven satisfechos en el gran día de nuestro modelo político, se continúa insistiendo en mantener la identidad de nuestra democracia en torno a la introducción del voto en una urna cada períodos demasiado separados entre sí. Con frecuencia la jornada electoral es referida como ‘la fiesta de la democracia’, como exhibición de una prueba distintiva de pluralismo, libertad y tolerancia política; además de como una curiosa idea de farra.
Aunque la intervención política va más allá del derecho al voto, el proceso electoral aparece sobredimensionado, desde los medios de comunicación, desde las instituciones políticas o desde la academia. La noche electoral y lo que gira entorno a ella genera más interés mediático que la mayoría de las decisiones que los representantes del pueblo toman en nuestro nombre durante una legislatura.
¿Qué elementos determinan la representación?
El ejercicio de votar es una de las acciones políticas que menos esfuerzo requiere, y quizás en consonancia con ese poco esfuerzo, el voto significa muy poco desde el punto de vista de las preferencias políticas individuales. Sin embargo, la dedicación que exige la participación política bajo formas alternativas al voto, hace que este último sea una de los más populares. Y explica que a pesar de la escasa significación política (desde el punto de vista legislativo), su ejercicio en masa conduzca a los partidos a intentar obtener el mayor rédito político posible del voto, hasta convertirlo en el centro de la vida política de la mayoría de los sistemas democráticos.
Este protagonismo e interés de los partidos hace que las elecciones constituyan el fenómeno político más estudiado y que sus múltiples facetas sean objeto de discusión: imagen de los candidatos, discursos en campaña, tiempo de aparición en medios de comunicación, debates, y en general cualquier factor psicológico, económico o social que influya en el voto. La determinación de este proceso político anima a los partidos a intentar manejar los resortes que permitan el control de los resultados electorales. Saber qué elemento hace que varíe el voto explica la obsesión con las encuestas. ¿Manipulación? Eso sí, democrática (Respuesta recomendada por el manual del tertuliano. ‘Lo democrático’, ‘nosotros los demócratas’ ‘nuestro sistema democrático’ evita demandas judiciales y permite salir airosa de cualquier pregunta incómoda).
A lo largo de los últimos 30 años, la reducción o supresión de la barrera electoral (actualmente en el 3%) y, sobre todo, el cambio del método de reparto de escaños (Sistema D’hont) han constituido dos de las demandas más frecuentes entre partidos pequeños no nacionalistas – con especial insistencia lo han reclamado IU y UPyD. Los grandes partidos obtienen un gran rédito electoral de la conjugación de estos elementos. Tampoco se debe al azar que los partidos nacionalistas no se pronuncien claramente sobre la cuestión. Hasta ahora el sistema electoral, y especialmente la división de las circunscripciones, les ha beneficiado debido a la concentración de su voto.
La razón de estas propuestas de modificación del sistema electoral radica en la obtención de una representación más proporcional respecto a lo elegido por los ciudadanos españoles. Sin embargo, en los artículos de nuestro compañero Daniel Hernández Baldó, se pueden observar dos fenómenos. Por un lado, si se aplican sistemas de reparto de votos alternativos al actual, los resultados para la mayoría de los partidos apenas varían, y la proporcionalidad es tan deficiente como con el método D’hont.
Y, por otro, no importa cuánto se reduzca la barrera electoral, incluso que desaparezca, porque de las 52 circunscripciones/provincias en las que se divide el territorio español, en la práctica, la barrera electoral del 3% sólo es efectiva en 7. Para el resto de circunscripciones la barrera se sitúa por encima del 9%, y en la mayoría por encima del 16%.
¿Por qué ocurre esto? ¿Cuál es entonces la variable que beneficia a determinados partidos e impide una representación proporcional?
Uno de los factores de control ¿democrático? con mayor peso que entra en juego en los procesos electorales de nuestro país es la división electoral del territorio. Como indica Marc Guinjoan, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona: “La barrera electoral influye, pero poco. Lo más relevante es la magnitud del distrito. Lo que hace que el sistema español sea desproporcionado no es que haya un umbral del 3%, sino que haya distritos con un número muy bajo de diputados.” A pesar de ello, se trata de un elemento que rara vez se cuestiona, ni siquiera en campaña.
Existen dos tipos de manipulaciones en la división de las circunscripciones electorales: el mal reparto y el gerrymandering.
En el caso de España nos encontramos con un reparto desigual entre población y territorio desde el punto de vista electoral. En nuestro país existe una gran diferencia en los votos necesarios para conseguir representación, en función del territorio en el que se vote. Esta desigualdad se debe a que el número de escaños de cada circunscripción no es proporcional al volumen demográfico. La actual división de las unidades electorales favorece, en general, a las provincias menos pobladas. Esto significa que en determinadas zonas de España un escaño cuesta más votos que en otras. El ejemplo más citado es Soria, donde cada voto individual alcanza una de las mayores cuotas de representación, es decir, que un soriano tiene más poder que un madrileño cuando se trata de votar.
Mapas de los escaños que se reparten por provincia y de las diferencias entre provincias con los votos necesarios por cada escaño.
Fuente: Europa Press y Diaro As.
Este mismo fenómeno tiene lugar en las elecciones autonómicas. Aquí el mal reparto entre circunscripciones, representantes y territorio suele conducir a una sobrerrepresentación de las zonas rurales. De este modo, los partidos conservadores, que habitualmente gozan de mayor soporte en zonas rurales, prefieren mantener una división basada en criterios territoriales, en detrimento de una división fundada en una proporción demográfica.
El voto de cada representante vale lo mismo en El Parlament de Catalunya, sin embargo un diputado de Convergència representa a menos votantes que uno de Ciudadanos, debido a que el voto de Convergència se concentra en las zonas rurales, mientras que el de Ciudadanos se ha aglutinado en zonas urbanas, muy pobladas. Del mismo modo, cada diputado del Congreso tiene el mismo poder individual a la hora de votar, sin embargo un diputado por Guadalajara representa a menos gente que uno por Barcelona. Así que, aunque en teoría todos los votos valen lo mismo, en la práctica funcionamos con un sistema de voto ponderado, definido por el territorio en el que estemos empadronados.
Gerrymandering: Perder con más votos
En España, la división de circunscripciones no tiene en consideración un equilibrio demográfico, lo que permite que este desajuste pueda explotarse para obtener ventajas electorales. Una homogeneidad entre población y territorio daría lugar a una representación más proporcional. Sin embargo, seguir criterios demográficos en la división de las circunscripciones no es suficiente para eliminar la posibilidad de adulterar los resultados.
Otra de las manipulaciones más comunes en la división de circunscripciones es el gerrymandering. Este tipo de abuso electoral consiste en delimitar las circunscripciones electorales de modo que un partido determinado obtenga el mejor resultado posible. Otro de los objetivos que se puede buscar con esta práctica es anular la representación de una minoría o de un partido político específico, o por el contrario, reforzar su presencia. Esta forma de manipulación electoral a favor de determinadas candidaturas es frecuente en Estados Unidos o en Francia.
En el puzzle electoral se trata de hacer un traspaso de votos de aquellos distritos en los que se gana por mucha diferencia, a aquellos en los que gana la oposición. Es decir, una redistribución que asegure la victoria en el mayor número posible de distritos. La excesiva concentración de votos reduce el número de escaños que se pueden obtener y una gran dispersión puede anular las posibilidades de obtenerlos.
Esta ‘trampa’ resulta especialmente eficaz con sistemas electorales mayoritarios de mayoría simple en los que se elige a un solo candidato por circunscripción. Un buen trabajo de cartografía puede marcar la diferencia entre la victoria o la derrota, manteniendo el mismo número de votos. En este vídeo se ofrece una didáctica explicación de esta ingeniería electoral:
En el ámbito nacional español el fenómeno gerrymandering no ocurre porque el territorio electoral coincide con circunscripciones prefijadas, no son ad hoc. Salvo que consideremos la división que se recogió en la actual Constitución como un gigantesco gerrymandering.
Uno de los casos paradigmáticos es el de Reino Unido. Se trata de un país enormemente fragmentado (650 circunscripciones para la Cámara de los Comunes), al que hay que añadir la circunstancia de que se trata de un sistema mayoritario. Esto puede dar como resultado que los escaños no reflejen el número de votos, y que obtenga más escaños un partido con menos respaldo electoral. Los resultados de las elecciones de 2010 en Reino Unido son un ejemplo muy ilustrativo de gerrymandering. La diferencia de votos entre el Partido Conservador y el Laborista fue de 2 millones, lo que dio 49 escaños de ventaja a los Conservadores (307 escaños). La distancia entre los Laboristas (258 escaños) y el siguiente partido más votado, el Partido Demócrata Liberal, fue también de 2 millones de votos, sin embargo, estos últimos recibieron tan sólo 57 escaños, es decir, a los Liberales la diferencia de 2 millones de votos les costó 201 escaños, ¡4 veces más que a los Laboristas!
Por su parte, el Partido Unionista Democrático sacó una alta rentabilidad electoral de la división de las circunscripciones; con sólo 168.216 votos obtuvo 8 escaños. Mientras que los Verdes con casi el doble de votos, sólo obtuvieron 3 escaños. Más llamativos son los 564.331 votos del Partido Nacional Británico, por los que no obtuvo ningún escaño o los 919.546 del UKIP que se tradujeron en ¡0 escaños!. Con estos resultados se puede entender el cabreo permanente del UKIP.
A pesar de los jugosos frutos que suele cosechar el Partido Laborista con este modelo, una de las reclamaciones más polémicas de Jeremy Corbyn es una modificación del sistema electoral para poner fin a la manipulación de las circunscripciones electorales. Con gran disgusto para muchos, en la Conferencia Anual del Partido Laborista, Corbyn ponía sobre la mesa esta polémica cuestión.
¿Qué opinan los partidos políticos españoles sobre las circunscripciones?
A pesar de lo relevante de este elemento, prácticamente ningún partido le presta atención, o lo hace muy superficialmente. Hay que apuntar que en el caso de algunos partidos el silencio o la negación a tocar la ley electoral responde a una estrategia política, puesto que el sistema actual les favorece. En el caso de otros partidos, cuya supervivencia depende de una mayor proporcionalidad marcada por la circunscripción, la despreocupación resulta inexplicable.
Todos los programas para las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 que hemos seleccionado incluyen una sección sobre la ley electoral, y los cinco hablan de una reforma. Pero, ¿qué reformas específicas se proponen?
El programa del Partido Popular no dice nada sobre las circunscripciones; así que se entiende que deben de estar cómodos con el modelo actual. Para el PP la reforma estrella del sistema electoral es que se garantice el gobierno del partido más votado en todas las elecciones. En el ámbito local la intención es solucionarlo con “una prima de gobernabilidad”, es decir, regalar asientos al partido que más votos obtenga para impedir la formación de coaliciones opositoras, o un sistema de doble vuelta cuando no exista “una distancia considerable respecto a otros partidos políticos” (dados los precedentes, los ciudadanos agradeceríamos que aclararan a qué se refieren con distancia considerable).
La aparición de nuevos partidos plantea un escenario en el que resultará prácticamente imposible conseguir una mayoría absoluta. Llamadme loca, pero igual este panorama tiene algo que ver con la repentina propuesta del Partido Popular.
El planteamiento del PSOE es mucho más vago. En el ámbito electoral el programa del Partido Socialista parece recoger consignas para un mitin, más que propuestas de gobierno. La tan proclamada reforma del sistema electoral se limita a “mejorar la proporcionalidad”, sin explicar cómo lo harían; e incluyen una superficial y ambigua “revisión del procedimiento electoral”. Poco o nada de información nos dan sobre esa revisión. Me alegra que nos garanticen que en el futuro revisarán el procedimiento, aunque esperaba que para redactar el programa alguien hubiera revisado previamente la ley. Deduzco que el PSOE pretendía que “reforma” se entendiera en el sentido de ver con cuidado y atención, porque sobre cambios concretos y vinculantes, en los puntos tratados en este artículo, no hay rastro en el programa.
El programa de Ciudadanos recoge un significativo cambio del sistema electoral. Muy interesantes resultan las propuestas de escaños unipersonales y de listas proporcionales, tomadas del sistema alemán. Analizadas de manera aislada se trata de medidas más justas. Sin embargo, dejan sin resolver un punto clave que concierne a lo abordado en este artículo. Para poner en marcha este sistema habría que trazar nuevas circunscripciones, es decir, que el gerrymandering entraría en juego. Por ahora, Ciudadanos no se atreve a hacer una propuesta clara. Y es normal, podría torpedear futuras alianzas. Por otro lado, el traspaso del sistema alemán a España podría acarrear algunos problemas; Marc Guinjoan alerta sobre los riesgos: “Con este sistema en España, se ganaría proporcionalidad para los partidos de ámbito estatal, pero dificultaría la entrada del resto, o les forzaría a presentarse en coaliciones. Traer el sistema alemán no sería una buena idea”. Dejando a un lado la exclusión de numerosos partidos y más allá del amplio margen de manipulación electoral que permitiría este modelo, es poco probable que una reforma de este calado saliera adelante, ya que cada partido lucharía por imponer las divisiones territoriales más convenientes para sí.
En el programa de Podemos la medida para solucionar el problema de la sobrerrepresentación e infrarrepresentación es definida claramente: ampliar la circunscripción a la Comunidad Autónoma. Este nivel de circunscripción tiene la ventaja de que al tratarse de una división territorial previa podría alcanzar un acuerdo entre diferentes fuerzas políticas con mayor facilidad que una división alternativa. Es cierto que la consideración de toda una comunidad, en lugar de cada provincia de manera individual, reduce considerablemente los desajustes repasados. Sin embargo, esta modificación no conduce a la completa desaparición de la desproporcionalidad, el coste entre un escaño por Andalucía y uno por Cantabria continuaría siendo diferente. Para paliar esta desigualdad Podemos pretende introducir un reparto de escaños en función de criterios demográficos. Estaríamos muy próximos a un sistema proporcional, pero ¿por qué se mantiene el temor a una circunscripción nacional?
La sorpresa la encontramos en el programa de Izquierda Unida. Será por las prisas o será por los líos familiares que últimamente manan por estos lares, pero sobre reforma electoral lo más destacado es la ausencia de una propuesta concreta. Izquierda Unida se juega su supervivencia en estas elecciones, y es, en buena medida, a causa de un sistema electoral desproporcional, que le perjudica especialmente. Una circunscripción nacional no sólo evitaría la situación agónica en la que podría quedar el partido, sino que le permitiría contar con una cómoda representación. De ahí que la despreocupación llame tanto la atención. En su programa la cuestión se aborda vagamente, con una imprecisa “reforma electoral para corregir los factores que provocan la desproporción y la desigualdad”. Sí se señalan los tres factores que consideran causantes de esa desigualdad, entre ellos la circunscripción, pero nada dicen sobre la reforma que llevarían a cabo. En el caso del programa de Unidad Popular ni siquiera se menciona el tema.
Como hemos visto, hay reformas del sistema electoral que pueden condicionar los resultados, lo que provoca que cualquier modificación en este ámbito resulte muy polémica. Es difícil prever a quién se votará en los próximos cuatro años, pero sí existen indicios para guiarse y adaptar las reglas del juego de modo que favorezcan a determinados participantes. En este engranaje de estrategia política la circunscripción electoral no es un elemento inocuo, sino el resultado de los intereses ideológicos de quien la diseña (o lucha por mantenerla). Así que más nos vale estar muy atentos porque el territorio se puede convertir en un instrumento de manipulación como cualquier otro factor electoral.