Artículo publicado en la revista Fuego Amigo en julio de 2016.
La elección del candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos se decide en la Convención Demócrata, que se celebrará entre el 25 y el 28 de julio. Hillary Clinton ha obtenido el número de delegados y superdelegados que aseguran su nominación. Iniciará, por lo tanto, una campaña por convertirse en la 45º Presidenta de Estados Unidos, en la que se enfrentará al candidato Republicano, Donald Trump. Pero ¿quién es Hillary Clinton?
Bernie Sanders ha copado la atención de los medios de comunicación durante la campaña de las primarias demócratas. Sus atrevidos pronunciamientos ideológicos y sus propuestas programáticas son poco habituales entre la clase política estadounidense, lo que ha despertado una gran curiosidad por el personaje. En ese período de primarias, Hillary Clinton ha quedado relegada a un segundo plano. En los grandes medios de comunicación españoles a penas ha circulado información sobre sus posiciones ideológicas. Los pocos datos que se repiten sobre ella son que es la esposa del ex presidente Bill Clinton y que puede convertirse en la primera mujer que ocupe la presidencia de Estados Unidos.
Sin embargo, existe información disponible para hacernos una idea de la ubicación ideológica de Clinton, incluso contamos con antecedentes que permiten evaluar su toma de decisión. Porque Hillary Clinton ya ha ocupado cargos públicos en la administración estadounidense. Entre 2001 y 2009 fue senadora por el estado de Nueva York. Pero su papel más importante lo jugó entre 2009 y 2013, como Secretaria de Estado.
¿Qué nos dice la actividad política de Clinton sobre la candidata?
En etapas previas a su posición como Secretaria de Estado, Hillary Clinton se ha pronunciado a favor de incrementar el salario mínimo, de reducir los costes universitarios o de extender la cobertura sanitaria pública. Antes de la llegada de Sanders, Clinton formaba parte del grupo de demócratas con los postulados más próximos a la socialdemocracia europea.
Sin embargo, no han sido sus políticas sociales las que más ha destacado durante las últimas primarias, ni en las que ha centrado su carrera política. Por un lado, Bernie Sanders ha roto el estrecho límite estadounidense para el planteamiento de políticas proteccionistas; de modo, que ante él, las propuestas de Hillary Clinton parecían extremadamente parcas e insuficientes. Y, por otro lado, los años de trabajo en la Administración Obama le han proporcionado unas credenciales para exhibir ante el público estadounidense que hubiera sido torpe desaprovechar.
La política exterior es un tema que parece obsesionar a Clinton. Ya en 2008, antes de trabajar como Secretaria de Estado, recurrió a esta área para promocionar su candidatura. Su estrategia consistía en mostrarse más dura que Obama, al que calificaba de "demasiado blando" para liderar el mundo. En la propaganda electoral se intentó proyectar la imagen de una candidata implacable, aunque los reclamos no alcanzaron las expectativas.
En el anuncio estrella de la campaña suena un teléfono a las 3 de la mañana. Una voz en off explica que algo ha ocurrido en el mundo, en un mundo peligroso. Con un sutil y nada visto recurso propagandístico (nótese la ironía), se muestran niños durmiendo en pantalla. “¿Quién quieres que conteste el teléfono?”, pregunta la voz en off. Efectivamente, Hillary.
En su campaña contra Trump ha vuelto a recurrir a los niños.
La llegada de Hillary Clinton a la candidatura demócrata pone sobre la mesa una cuestión, que se pasea como el elefante en la habitación del que nadie quiere hablar. La escasez de mujeres en altos cargos políticos, pero sobre todo la repetición de patrones entre las líderes femeninas hace imprescindible la inclusión de perspectivas feministas y de género en cualquier análisis.
Sólo las mujeres que defienden las posiciones políticas más agresivas y que muestran disposición por recurrir con frecuencia a la violencia pueden acceder al poder. La llegada de una mujer al poder no sólo no es suficiente para hablar de igualdad, sino que en muchas ocasiones, con la aceptación de determinados valores y
actitudes, estamos reforzando los pilares más excluyentes de nuestras sociedades. Es un debate incómodo, que saca a relucir los límites de nuestras estructuras políticas, y que nos alerta de la rapidez con la que el poder se transfigura para mantener el status quo.
Margaret Thatcher haciendo méritos políticos sobre un carro de combate en 1986.
La esperpéntica candidatura republicana facilita el camino a la victoria de Clinton. Pero si la demócrata mantiene la línea intervencionista que ha puesto en práctica hasta ahora, y continúa percibiendo las relaciones con el resto de Estados como una mera cuestión de fuerza bruta, el mundo no va a ser un lugar mejor que antes de su llegada.