Artículo publicado en la revista Fuego Amigo en septiembre de 2017 para el monográfico Cine.
Cuando Juanfer Andrés habla de cine, su voz transmite la pasión que siente por el Séptimo Arte. Su trabajo como director, guionista y montador le han permitido ser un gran conocedor del sector cinematográfico. Es también profesor en el Instituto del Cine de Madrid, donde imparte Narrativa Audiovisual e Historia del Cine.
Juanfer ha realizado numerosos videoclips y campañas de publicidad. En 2011, junto a Esteban Roel, dirigió 036, El cortometraje, en el que se satiriza la burocracia española, fue todo un éxito; obtuvo más de 23 premios y ha logrado más de 2,2 millones de visionados. En 2014, de nuevo con Roel, Juan Fernando dirigió y escribió su primer largometraje: Musarañas. La película recibió tres nominaciones a los Goya y se estrenó en 16 países.
Fuego Amigo se ha encontrado con Juan Fernando Andrés para hablar de la historia del cine, de los tabúes de nuestro cine y del éxito.
¿Cómo surge la idea para iniciar una nueva película?
Empezamos fuerte… (risas) En mi caso, escuchar una historia que me produzca algo, algún tipo de curiosidad, de emoción. Cuando te dedicas a esto, te encuentras en una búsqueda constante de historias y puede ocurrir en cualquier momento. Por ejemplo, que alguien te cuente algo o lees algo… Pero la verdad es que siempre es un proceso difícil de describir, es raro, porque, por lo menos en mi caso, no hay un mecanismo claro.
Para mí, escribir un guion es un proceso muy penoso, lo sufro mucho, es muy largo. Y, por eso, necesito que la historia que me pongo a escribir me haya impactado mucho y me genere la fuerza para continuar hasta el final.
Explicar este paso a los alumnos debe de ser complicado…
El proceso de inspiración es muy personal. Yo creo que no se puede enseñar y, por ello, con los estudiantes incido más en el oficio. No solo la técnica, también la narrativa, la industria, cómo funciona el negocio… Porque, además, normalmente son chicos muy jóvenes y muy pocos de ellos se han enfrentado ya al mercado laboral, de cualquier tipo, y los que lo han hecho acaban de empezar. Es importante explicarles cómo es este mundillo, porque como profesión es muy peculiar, no se parece casi a nada.
Pienso que si tienes las herramientas técnicas, la inspiración sale con más fuerza y rapidez, porque la idea bruta empieza a tomar forma. Entonces lo que les intentamos facilitar son esas herramientas técnicas y narrativas.
¿Cuál ha sido el momento más favorable para hacer cine en España?
Siempre hay un tipo de cine que es difícil hacer y otro más fácil, sea cual sea la época. Si ruedas una comedia poco exigente para el espectador, temáticamente polémica, pero light, y tiene gracia, te lo van a quitar de las manos. Pero películas como Pieles (de Eduardo Casanova), como las de Zoe (Berriatúa) o incluso como la nuestra, Musarañas, no lo van a tener fácil. Musarañas fue una película rechazada en todos los lados y se hizo porque Álex (de la Iglesia) se empeñó en que tenía que rodarse. Pero el único apoyo externo que tuvimos fue el de Canal+. Ese tipo de pelis, que se salen un poco de lo mainstream, de la corrección política y de lo no agresivo para el espectador, siempre son un pequeño milagro.
Creo que sí hubo una época, que en su momento fue muy interesante, con la Ley Miró, aunque a la larga también ha generado algunos efectos negativos. Cuando Pilar Miró cogió la dirección del Instituto de Cinematografía, instauró el sistema de subvenciones, el proceso por el que Televisión Española también tenía que colaborar… Lo interesante es que, en un primer momento, se apostó mucho por ese cine que habitualmente es difícil de hacer. Las subvenciones no premiaban tanto las películas comerciales, como las de Ozores; pero sí, por ejemplo, las de Gonzalo Suárez, Almodóvar, Trueba, Garci… Y aquí aparece el eterno problema, porque no fue una época muy espectacular comercialmente. Aunque siempre ha habido éxitos del cine español, lo contrario es una pequeña falacia que se ha instaurado. Si miramos las recaudaciones históricas en España, en el top cinco, siempre hay, como mínimo, una película española.
En aquella época, sobre todo, hubo mucha más repercusión en festivales internacionales, además en los grandes: Cannes, Venecia… Premiaban habitualmente al cine español. Ese período se cimentó mucho en la búsqueda del prestigio, que no siempre coincide con el éxito.
Igualmente, para nosotros, con el tipo de películas que hacemos también hubiera sido difícil. En la parte comercial tienen dificultad, porque no son historias complacientes con el espectador y también choca porque es género (thriller, terror, gore…), y eso a los “puretas” les echa para atrás.
Y, luego, una época que a nivel industrial no conozco tanto, pero a nivel artístico fue interesante fue la del costumbrismo, con Berlanga o Bardem. El cine español era entonces un desastre, con un fuerte control de la censura, y es fascinante cómo algunos genios lograron esquivar todo eso para hacer lo que era, exactamente, lo contrario de lo que se supone que había que hacer. Es un milagro que Berlanga rodase Los jueves milagro, y no lo fusilasen, o El verdugo. Fueron francotiradores fantásticos, que aprovecharon una época en la que sí se apoyaba un tipo de cine muy propagandístico, para meterse por las rendijas del sistema y hacer sus travesuras, que eran maravillosas.
¿Qué temas son hoy tabú en el cine español?
Muchos, aunque todo depende de un valiente que se atreva a explorarlo y consiga que se lo produzcan. Aquí vuelvo a citar Pieles, que ha reventado varios tabúes.
Hoy, el gran tabú al que nos enfrentamos creo que es la corrección política, el miedo a ofender y a molestar. Mucha gente se corta de entrar en la política. Precisamente, la época de la que hablábamos, de los ’80 y ’90 fue de un cine sin tapujos, sin miedo a expresar una ideología de forma clara, a un lado y a otro. Y hoy sí detecto en muchos compañeros ese miedo, porque ya sabes que vas a tener a una mitad de España diciéndote de todo. Hay temas tradicionales españoles que siguen generando escozor, como la religión y, particularmente aquí, el catolicismo. Hay una atmósfera de miedo con esos temas. Por suerte, siempre va a haber cineastas que vienen con la apisonadora y les da igual. No tienen tanto éxito, pero a los cinéfilos siempre les va a interesar más. Siempre hay una vertiente mainstream, en la que es difícil abordar ciertos temas, y un cine que no busca la comercialidad directamente.
También me parece que hay un cierto retroceso, en películas españolas y de cualquier lado. Por ejemplo, si ves películas de los años, ’60, ’50, ’40, ’30, ’20… dices: “¡Madre mía, lo que están contando aquí!” Hitchcock trataba el voyeurismo, en La ventana indiscreta, una especie de obsesión con una muerta, en Vértigo… Y era cine comercial.
Justo el otro día vi una película que me devolvió un poco la esperanza, Okja, de Bong Joon-ho, un director surcoreano. Es una película totalmente comercial, producida por Netflix, pero con un discurso sobre la relación del ser humano con los animales y, particularmente, el estado de las industrias cárnicas. Hace una suerte de E.T. en ese contexto. Es una película emocionante, con acción, comercial, pero estoy seguro de que también va a hacer pensar a mucha gente sobre el tema.
Ahora mismo, decir cualquier cosa crítica con España…estás apañado. Incluso si no se trata de una crítica a España, sino a una cuestión concreta que no te gusta, te puede crear un problema tremendo. Pero ya ni siquiera que lo hagas en una película, sino que lo digas en una entrevista. En el último año hemos visto varios intentos de boicots.
¿Recuerdas alguna película que te haya dejado marcado porque haya sacudido la visión que tenías del mundo, que te haya impactado?
Muchísimas. La película con la que me cruje el cerebro es E.T. La vi en el cine, cuando tenía siete años. Aquello fue una experiencia religiosa. Pero no por la película en sí, sino por lo que generaba la película. La vi en la Gran Vía y el anfiteatro estaba lleno de gente. Y lo que me impactó fue la comunión.
Yo estaba acostumbrado a ver películas para niños y percibías que a los niños la película nos divertía, pero los adultos acompañantes estaban a sus cosas. Y con E.T., de pronto, vi llorar a mi padre. Es una película que me marcó, no intelectualmente, pero es la que me hizo descubrir que existía la figura del director. Me di cuenta de que tenía que haber alguien que no se veía, pero que decidía lo que nos estaba pasando: ¿por qué lloramos todos a la vez, por qué reímos todos a la vez, por qué sentimos todos lo mismo a la vez? Esa película me marcó hasta el punto de que probablemente es la película que me empujó al cine como forma de vida.
Siendo mayor, con unos 20 años, cuando me vine a Madrid a estudiar otra película que me reventó el cerebro fue Acción mutante. Ese año estaba empezando a estudiar cine. Tenía muy claro el cine que me gustaba hacer y veía que en España era imposible, salvo en condiciones precarias. Y, de pronto, sale Álex (de la Iglesia) con Acción Mutante, y nos cambia la vida a todos. Cuando salió esa película pensé: “Se puede hacer. Este tío lo ha hecho”. Esa película me dio la esperanza de que ese cine se podía hacer en España. Álex tiró el muro, para los que nos gusta ese tipo de cine él es clave. Ante de él, era imposible, era un cine outsider, serie B, serie Z. Acción Mutante me pasó como una apisonadora.
Juanfer durante el rodaje de Musarañas, película que dirigió junto a Esteban Roel.
Alas de mariposa, de Juanma Bajo Ulloa, también me impactó muchísimo. Me ayudó a entender esas películas de las que se dice “que nunca pasa nada” y descubrí que sí pasan cosas. Lo que no hay son explosiones, pero no dejan de pasar cosas.
Hay muchas más, os podría llenar el monográfico entero... (risas) Supongo que nos pasa a todos los que nos dedicamos a esto. Además, yo soy muy pasional y cuando una película me gusta y me toca, me trastorna. Y estamos buscando esa sensación como yonquis, por eso vemos tanto cine. Yo cada año veo dos o tres de esas que te tocan, por suerte.
En el éxito de una película ¿hay factores que lo puedan determinar o es algo azaroso?
Hay factores, que nadie sabe (risas) Cuando ha tenido lugar el éxito, lo analizas y es obvio, pero antes es imposible o muy difícil. Evidentemente, se sabe que hay cosas que ayudan - y los americanos llevan un siglo haciendo una tesis sobre esto - o elementos que posicionan la película en una tendencia a favor de que pueda interesar a más gente. Por ejemplo, actores que gustan a todo el mundo, las estrellas. El star system viene de ahí. De pronto, Griffith, Alice Guy o Chaplin descubren que poniendo el nombre del actor en el cartel recaudan más que poniendo el nombre del director.
Evidentemente la visibilidad es determinante. Hay películas maravillosas que no tienen éxito porque nadie se entera de que se ha hecho. Eso es terrible.
En teoría hay también ciertos tonos que te acercan más a la comercialidad, como tonos no agresivos o no profundizar en la complejidad de ciertos temas, tratándolos de forma más ligera y superficial, de forma “no peligrosa” para el espectador, la amabilidad. Sin embargo, es relativo. De pronto ocurre que una película que no estaba llamada a tener éxito, lo tiene. Se me viene a la cabeza Drive o La La Land. También hay formas de falsear el éxito. Si estrenas una película con 800 copias, no puede no ser un éxito. Aunque la rentabilidad de cada película sea baja, automáticamente se multiplica por 800.
También hay películas que cumplen todo lo que hemos hablado y se la pegan. Al final se trata de llegar al corazón y la cabeza de la gente. Si una película llega al corazón y la cabeza de la gente, quizá no tenga éxito a corto plazo, pero sí a medio o largo plazo.
Hay películas que, en su momento, no las vio ni Dios, y hoy son iconos, por ejemplo, Blade Runner, Ciudadano Kane, Casablanca… Ciudadano Kane fue una película defenestrada, que hundió la carrera de Orson Welles en Hollywood. Imagínate, ¡Ciudadano Kane! O La Noche del cazador, una película que acabó con la carrera de Charles Laughton como director y hoy es un icono y, probablemente, la peli más copiada e imitada de la historia del cine en el género del thriller. Blade Runner horrorizó a todo el mundo en su momento, hasta Harrison Ford llegó a sentirse incómodo cuando le preguntaban por ella, ¡y fíjate ahora!, hoy Blade Runner es la película que reinventó la ciencia ficción. Y hay películas que son un mega éxito y tres años después, ya no nos acordamos de ellas.
El éxito es algo muy extraño y relativo. Al final creo que una película que llega al corazón y la cabeza de la gente, esa película se queda. Y seguramente esa película poco a poco irá ganando adeptos y será de esas películas que atraviesan generaciones. Antes hablábamos de películas que te marcan. Hace un par de años, tuve una experiencia alucinante con una película de Chaplin. En Navidad, en el teatro de la Zarzuela, que creo que lo siguen haciendo, ponían películas de Chaplin con la orquesta en directo, tocando la banda sonora. Yo fui a ver Luces de la ciudad, que es una de mis favoritas de Chaplin, y aquello fue inolvidable. Tenías a la gente que vio esas películas de niños, a gente de ochenta años y a niños de 4 años, alucinando, todos por igual con la película. Había niños flipando con una película que fue un éxito ¡cuando era un niño su abuelo o su bisabuelo! ¿Por qué sigue funcionando Chaplin? Porque es un tipo que, primero, te revienta el corazón. Pero no se queda ahí, porque siempre habla de cosas que te hacen pensar. ¡Cómo habla de la pobreza, Chaplin! Cómo habla de la solidaridad. Cada película tiene temáticas muy profundas, que las aborda desde un lado emocional que te arrebata. Te hace reír, te hace llorar, te hace pensar… Esas películas siempre funcionan.
Por otro lado, hay éxitos y éxitos. El éxito no siempre es vender millones de entradas. Por ejemplo, para mí, lo que ha logrado Edu (Casanova) con Pieles es mega éxito. Que una película como esa tenga, para empezar, visibilidad, ya me parece increíble. Pero que sea una película que esté conmoviendo a gente tan diferente y a gente que no es el público habitual de ese tipo de películas, eso es éxito, sin ninguna duda.
Cuando estrenamos Musarañas en Toronto, recuerdo que cuando terminó la película, había una señora que tenía todavía los ojos húmedos y, simplemente, nos dio la mano y las gracias. Y yo dije: “Esto es. Por este momento, me merece la pena haber hecho la película”. ¡Esto que no me lo oiga Álex (de la Iglesia)! Que él lo que quiere es que venda muchos tickets, lógicamente (risas) Pero a un nivel interno…
¿Las nuevas plataformas, como Netflix o Filmin, han cambiado algo el panorama cinematográfico?
Lo están cambiando. Para empezar, es una vía nueva de financiación interesante, lo cual siempre es bienvenido. Pero sí cambian un canon, que es el de la sala de cine. Y esto es gordo. Netflix es una empresa que es producto de la era donde ver cine es un acto individual, no comunitario. Ya no es un acto teatral. Netflix es la apología de eso. Y no es que Netflix se haya inventado eso, es una consecuencia de eso. Y lo están explotando.
Yo soy un romántico, pero no soy un talibán. No pienso que las películas se tienen que ver sí o sí en una pantalla de cine. Jamás se me ocurriría silbar a una película por eso, como han hecho en Cannes. Bueno, jamás se me ocurriría silbar una peli. No creo que sea así, tú puedes ver películas en tu casa y disfrutarla espectacularmente. Pero sí soy un romántico y me gusta la experiencia de la sala de cine, me gusta ver la peli con otras cien personas. Y, a veces, es muy incómodo, porque la gente es cada vez más maleducada cuando va al cine, pero no deja de resultarme arrebatador ese momento que yo experimenté por primera vez con E.T. Ese momento de comunión emocional. No es solo la película, lo que la película genera en la gente, también te genera a ti cosas. Hay una retroalimentación, que cuando se consigue es alucinante, es una de las cosas más bonitas que se pueden vivir. Eso a mí me gusta mucho.
Es un poco como si Edison ganase la batalla en la polémica con los Lumière. Lo que los Lumière aportan es la proyección. Al final, la tendencia del mercado va hacia el concepto Edison, que es el visionado individual. Es curioso cómo después de un siglo, Edison, que parecía enterrado, resurge como Ave Fénix. Y ese canon sí que lo están cambiando un poco.
Netflix dice: “yo voy a poner pasta para tu peli”, en algunos casos pone “la pasta” para hacer tu peli, entonces “tu peli es mi plataforma”. Y se la pela los cines. Hasta ahora, más o menos, están siendo respetuosos con el pase por cine, por lo menos en el país del director. Por ejemplo, Pieles se ha estrenado en los Netflix de todo el mundo, menos en el de España, para dejar un margen para que la peli pase por cines, con Okja ha pasado lo mismo. En Corea del Sur se va a estrenar más tarde para que pueda haber unas cuantas copias en cine. Pero ellos, lo que tienen que alimentar es un canal online, no una sala de cine, por lo tanto, la sala se la trae al pairo.
Una cosa que creo que es interesante respecto a estar plataformas, conecta un poco con lo que hablábamos antes sobre los tabúes. Puede que sea un error de percepción, pero me da la sensación de que dan mucha libertad. Bong Joon-ho comentaba, a raíz de Okja, en una entrevista que leí el otro día: “la hice con Netflix porque eran los únicos que me dejaban hacer mi peli como yo quería hacerla”. No cuestionaron el guion. No es un original de Netflix, pero han coproducido Pieles y, hasta donde yo sé, no han dicho ni pío, y mira que Pieles es una peli para decir cosas (risas) Es interesante. Son independientes y quieren todo tipo de contenido, light y no light, buenos y no buenos. Eso resulta interesante. A raíz de la polémica en Cannes, que abuchearon Okja, por no ir a cine, Bong Joon-ho se preguntaba: “¿qué me estáis diciendo, que preferís que la película vaya a cines, pero que tenga que renunciar a cómo quiero contar la historia, porque el estudio que me la financia, que va a cine, me impone que cambie el final, por ejemplo?” ¿Es más puro eso, a que me dejen hacer mi peli? El cambio de canon que llevan estas plataformas resulta también interesante para el concepto de producción. Dejemos que los directores y los guionistas creen, que sean creativos y hagan lo que quieren hacer. Eso ha pasado pocas veces en la historia del cine. A mí me encantaría que todas mis películas se viesen en una pantalla grande, pero, ante todo, quiero tener una película.
Son, además, plataformas donde te ven millones de personas y automáticamente estás en todos los países del mundo. Eso también es importante.
¿Tienes algún proyecto cinematográfico a la vista?
Estamos en ello. Desde Musarañas se nos han caído varios proyectos. Y ahora estoy con un guion de una. Álex (de la Iglesia, Carol (Bang) y Kiko (Martínez) ya lo conocen y les ha gustado. Así que, en principio, están esperando a que acabe el guion, lo cual me genera una presión tremenda. Es, además, una historia narrativamente difícil. Luego cuando la ves no lo parece, pero diseñarla está siendo complejo, porque son tres historias, que se entrecruzan. Y para comprender la historia completa tienes que contar las tres historias individuales, de tres personajes. Probablemente, el mayor problema es que cada una de esas tres historias da para una peli… Y en eso estoy, esperando acabar cuanto antes para empezar a rodarla, que estamos ya con un mono tremendo. Creo que esta vez no va a ir tanto hacia el gore, al terror, va a estar más cerca del thriller, pero sí dentro de ese rollo psicológico que tanto nos gusta y con esa estructura de giros, de modo que en el minuto 15 sea difícil saber por dónde va a ir la peli.