Artículo publicado en la revista Fuego Amigo en diciembre de 2015 para el monográfico Elecciones.
Las democracias liberales no son las únicas que recurren a las elecciones para distribuir el poder político entre los actores del sistema. Sin embargo, la noción de que dichos actores deben ser los partidos políticos y de que éstos concurren para competir entre ellos es un hecho contingente desde el punto de vista histórico, como se puede ver en los ejemplos que hemos seleccionado.
Democracia Ateniense
En la Antigua Grecia los magistrados eran los que ejecutaban las decisiones de la Asamblea, es decir, formaban una especie de poder Ejecutivo. En la democracia ateniense - que alcanzó su período de mayor esplendor en el siglo V a.c. - la mayoría de estos magistrados eran elegidos por sorteo.
En Atenas se podía escoger más de 1.000 magistrados al año (el cargo se empeñaba anualmente sin posibilidad de renovación). Este enorme cuerpo de “funcionarios” pasaba por distintos procesos electivos. A los acrontes se les elegía primero en la tribu, donde se sorteaba una decena de candidatos. Después había un sorteo central que elegía a un magistrado por tribu. El resto de puestos de magistrado se elegían mediante un único sorteo centralizado. Sólo los magistrados militares eran elegidos y no sorteados.
Según Aristóteles especifica en su obra Política los magistrados podían cumplir funciones como el control del comercio, la gestión del presupuesto, la administración del culto y los santuarios, el mando del ejército o la ejecución de sentencias.
Del voto censitario al referéndum
Según la teoría liberal, las elecciones se constituyen como una de las bases fundamentales de los sistemas democráticos occidentales, ya que la élite gobernante debería ser elegida a través de votaciones. Actualmente, este posicionamiento se encuentra superado por su estrechez. Sin embargo, deja entrever la gran importancia que han tenido –y siguen teniendo– los comicios en el marco de los regímenes representativos.
Uno de los ejemplos primigenios de sistema democrático liberal es Estados Unidos. Su primer proceso electivo se produjo a finales de 1788. Sólo votaron 69 personas. Ganó George Washington y el segundo fue John Adams, que fue proclamado vicepresidente.
A lo largo de las siguientes décadas el derecho a voto se fue ampliando. De censitario (por nivel de instrucción, raza, religión, renta o adscripción social) hasta el sufragio universal masculino y finalmente el sufragio universal. En España ya se empleó el sistema de sufragio universal masculino en la elección de Cortes Constituyentes de 1869.
No obstante, habría que esperar unas cuantas décadas más para que las mujeres también pudieran participar. El primer país en aprobar esta medida fue Nueva Zelanda, en 1893, mientras que en España ocurrió en 1933.
Sin embargo, a lo largo de la historia ha habido otros tipos de sufragio. Entre ellos, el directo –cuando la ciudadanía selecciona a sus representantes sin necesidad de instituciones intermediarias–, o el indirecto, en el que se elige a un colegio electoral, cuyos miembros son los encargados de escoger al responsable del puesto vacante entre una lista de candidatos. Asimismo, en algunos lugares hay una obligación legal para participar en los comicios, como en Australia, mientras que en otros se prima la voluntariedad.
De igual forma, se deben mencionar los referéndum –que pueden ser vinculantes o no –, a través de los cuales se someten a la opinión de la población tanto leyes como acciones gubernativas u otras posibilidades.
Elecciones en dictaduras
Las democracias occidentales actuales reclaman las elecciones como una seña de identidad, sin embargo, los procesos electorales no están reñidos con regímenes dictatoriales.
Como ejemplo de esta compatibilidad se suele referir que el nazismo logró ocupar las instituciones utilizando medios legítimos. Dejamos este caso a un lado, teniendo en cuenta que un significativo número de personas, cuyo voto era determinante para bloquear el ascenso del NSDAP, misteriosamente desapareció o, con el mismo grado de incógnita, apareció muerta.
Para demostrar la simpatía que los regímenes totalitarios o autoritarios tienen hacia los procesos electorales no es necesario salir de las fronteras del Estado español. Durante la dictadura franquista (1939-1975) se convocaron nueve elecciones municipales, dos elecciones para procuradores, dos referéndums (parece ser que en uno de ellos la participación fue superior al número de censados) y hasta elecciones sindicales. A esta ‘fiesta de la democracia’ acudían familias varias, afines al Movimiento, para disputarse el control de la dirección política del Estado: conservadores no falangistas, falangistas, representantes mercantiles o monárquicos.
Sorprendentemente, la media de participación no estaba muy alejada de la actual. En el histórico de votaciones el abstencionismo osciló entre un 22% en los mejores momentos del régimen (si pasamos por alto la sobrenatural participación en los referéndums) y un 62%.
Las elecciones en el socialismo realmente existente
En líneas generales, los Estados socialistas contaban con órganos legislativos cuya composición pretendía reflejar la organización de la sociedad socialista. De este modo, en el caso concreto de la Unión Soviética, los candidatos a los Consejos de Diputados del Pueblo (que se constituían a nivel estatal y también en las repúblicas de la Unión) podían ser nominados no sólo por el Partido Comunista, sino también por los sindicatos, la Komsomol, las cooperativas y los soldados. El sufragio era universal, igualitario, directo y secreto, y los ciudadanos contaban con la garantía constitucional de discutir acerca de la idoneidad de los candidatos.
La decisión en torno a las candidaturas que se presentaban a los comicios, no obstante, era sensiblemente diferente a la de las democracias liberales, puesto que sólo había una para elegir. Por supuesto, los candidatos propuestos por el partido único no competían entre sí, mientras que un elenco de candidatos independientes compartía lista con los anteriores.
En otros casos, como el de la República Democrática de Alemania, el Partido Socialista Unificado jugaba un papel predominante en la conformación del Frente Nacional, la alianza de partidos (incluyendo la Unión Democrática Cristiana) y organizaciones de masas (entre otras, los sindicatos y asociaciones de mujeres y jóvenes) que confeccionaban la candidatura que concurría a las elecciones para la Cámara del Pueblo.