Israel Escalona Chandez 

(2024) 

El Premio Nacional de Historia es el máximo reconocimiento a los historiadores y se otorga por la obra de la vida. 

El jurado conformado para el otorgamiento en su edición 2024, integrado por Olga Portuondo Zúñiga, Alberto Prieto Rozos y José Abreu Cardet —premios nacionales de historia— y por los doctores Félix Julio Alfonso López y María Caridad Pacheco González (presidenta), acordó por unanimidad conferir el galardón al Dr. Israel Escalona Chadez (Santiago de Cuba, 1962), profesor de la Universidad de Oriente, “[…] tomando en consideración su meritoria trayectoria como investigador y docente, jalonada por una obra reconocida por la solidez, la integralidad y la cientificidad, que en algunos casos ha sido justamente reconocida con importantes premios de la Academia de Ciencias de Cuba y de otras instituciones académicas del país”. Los estudios en torno a figuras cimeras del independentismo cubano como José Martí y Antonio Maceo, el examen de la historiografía nacional y santiaguera, y el acercamiento a personalidades relevantes de los periodos neocolonial y revolucionario constituyen los ejes esenciales de la notable producción del profesor Escalona Chadez. 

Palabras de agradecimiento por la entrega del Premio Nacional de Historia

por Israel Escalona Chadez

Ante todo deseo saludar la decisión de la dirección de la Unión de Historiadores de Cuba, el Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Libro y los organizadores de la Feria de realizar este acto en una fecha de relevancia cimera en el devenir histórico nacional.

Luego del impacto y conmoción que significó la decisión de otorgarme el Premio Nacional de Historia, el aluvión de felicitaciones y cariños recibidos desde todas las regiones del país, por parte de colegas, exalumnos y amigos, y de responder a la temprana interrogación periodística sobre su importancia: “es un gran reconocimiento, tiene mucho significado que un jurado integrado por prestigiosos colegas encuentren valores en la obra realizada. Es cierto que, salvo cuando se concursa, uno no trabaja para premios, pero estos siempre son bien recibidos, al aquilatar el trabajo realizado durante años”, me dispuse a esbozar ideas para escribir las palabras que debía pronunciar en este acto. Inmediatamente llegaron a mi mente preguntas: ¿Cómo satisfacer al exigente jurado y a los colegas que tanto me han alentado? ¿Cómo ser original para cumplir sus expectativas?

La sempiterna aspiración de las muchas veces no alcanzada originalidad, que en términos de ciencia se traduce como novedad, no debe llevar a la opción de hacerlo distinto a los demás.

Algunos agasajados prefieren reconstruir pasajes de sus historias de vida para aleccionar al oyente sobre sus derroteros por la profesión —pasión escogida—, otros prefieren utilizar la oportunidad para discurrir sobre problemas perentorios de la ciencia y del gremio; pero lo más recurrente es que junto a esto se aproveche para agradecer y alentar. Entonces, iré por estos caminos trazados por los precursores.

Aunque no tengo antecedentes intelectuales familiares, me enorgullezco de mis padres, quienes supieron conducirme por el camino de la avidez por la lectura y la superación profesional. La innata sabiduría y la pasión de mi padre por la cultura de su ciudad y los desvelos desmesurados de mi madre por apoyar a su hijo en cuanto proyecto académico acarició, fueron aliados imprescindibles para mi crecimiento intelectual.

Llegar a la Universidad era una aspiración, un reto y un compromiso: me había formado en un espíritu de superación, escuchando las anécdotas de mi padre, quien no se cansaba de repetir: “…

quería estudiar Derecho, pero en aquella época solo tenía derecho a morirme de hambre”, a la vez que rememoraba que tuvo que abandonar sus incipientes estudios para limpiar vidrieras en una peletería de la céntrica calle Enramadas.

La inclinación hacia las ciencias sociales no encontró asideros viables en los años de la enseñanza primaria, secundaria y preuniversitaria. Perteneciente a una generación nacida en los primeros años tras el triunfo revolucionario, la explosión de matrícula y el déficit de profesores hizo recurrir a fórmulas para solucionar la problemática con los llamados “maestros emergentes”, alumnos de enseñanzas superiores que ejercían como docentes; aunque también tuve maestros de trayectoria brillante como la de tercer grado, que resultó ser la consagrada historiadora Rebeca Rosell Planas, lo que supe luego y pude compartir las valiosas reflexiones de una anciana maravillosa.

Los años de la Enseñanza Media tampoco favorecieron la formación vocacional, aun cuando los cursé en lo que pretendió ser una Escuela Vocacional. Muchos de los autodenominados “vocacionaleros”, quiere decir quienes estudiaron en la Mario Muñoz Monroy, son excelentes profesionales en las más diversas esferas del conocimiento, lo cual sospecho es prueba de sus potencialidades y crecimiento intelectual durante los estudios universitarios.

Con respecto a la futura profesión solo recuerdo haber asistido a un curso facultativo (optativo) sobre José Martí. También me acuerdo de que tuvieron que convalidarnos una asignatura —Fundamentos del marxismo—, porque la profesora fue a pasar un curso de habilitación, se enamoró y decidió quedarse en La Habana.

El vínculo con algunos condiscípulos me había motivado hacia los estudios filosóficos, pero la no pertenencia a la Unión de Jóvenes Comunistas me imposibilitaba optar por aquella carrera, entonces me decidí por estudiar Historia.

La Universidad se presentaba como un gran reto; pero, a la vez, como la oportunidad única de dar cabida a las inquietudes. Antes solo había contado con el empeño de mi padre, hombre iletrado y paradójicamente culto, que trató de trasmitirme su sabiduría autodidacta y constantemente me llevaba a sitios históricos e instituciones museísticas de la ciudad.

Los estudios universitarios posibilitaron el encuentro con profesores que sembraron el interés por la investigación, sobre todo aquellos con quienes tuve mayor cercanía: Hebert Pérez, Olga Portuondo, Jorge Aldana y María Nelsa Trincado. La vida universitaria es mucho más que las reglamentadas asignaturas conforme a un plan de estudios. En los años de estudiante tuve la oportunidad de asistir a conferencias y conversatorios dados por relevantes personalidades.

Para terminar los estudios universitarios debíamos realizar un trabajo de diploma. Muchos pensaron que escogería un tema sobre historia colonial bajo la tutela de Olga Portuondo, quien ya se empeñaba en estudios cuantitativos sobre la economía y la historia de la esclavitud; pero me decidí por biografiar a un mártir de la Revolución. Creo que fue el romanticismo lógico de la juventud, pues desde que nací, vivo en la misma casa de la calle Vista Hermosa y desde que tengo uso de razón, casi a la entrada, está el único busto existente de Otto Parellada, que fue costeado por los vecinos. Aún se conserva la tradición de, cada 30 de noviembre, reunirnos al amanecer y evocar la memoria de los jóvenes caídos en el levantamiento armado de 1956.

Aunque luego de la realización de aquella tesis he retornado poco a las investigaciones sobre la lucha insurreccional, no dejo de reconocer que es un mundo apasionante que lamentablemente aún no se ha trabajado en correspondencia con la riqueza informativa atesorada y las necesidades conceptuales que implica.

Graduado en 1985, al ejercer como profesor en el Instituto Superior Pedagógico Frank País, se hicieron más intensos los estudios sobre la vida, obra y trascendencia de José Martí, con la sistemática participación en los Seminarios Juveniles de Estudios Martianos, movimiento juvenil que llegué a presidir en la provincia Santiago de Cuba entre 1996 y 2002, lo cual me posibilitó, el intercambio con estudiantes, jóvenes profesionales y reconocidos investigadores del universo martiano. La pertenencia al Movimiento Juvenil Martiano y la entusiasta participación en las actividades de la Unhic fueron muy importantes para mi formación profesional.

El fortalecimiento de la asociación coincidió con la conmemoración del centenario de las guerras por la independencia nacional y posibilitó el proceso de renovación historiográfica de los estudios maceístas. El desarrollo de las investigaciones simultáneas sobre José Martí y Antonio Maceo me decidió a estudiar el comportamiento de los vínculos entre los dos próceres, que culminó con una tesis doctoral defendida en el año 2000 y la publicación en el 2004 del libro José Martí y Antonio Maceo, la pelea por la libertad. Durante las dos últimas décadas estos temas han sido recurrentes en mis motivaciones investigativas y publicaciones, a los cuales he unido los estudios sobre la recepción ofrecida a los dos grandes próceres y las indagaciones sobre el comportamiento de la historiografía nacional y santiaguera, en particular.

Los premios y reconocimientos recibidos por parte de instituciones y asociaciones como el Movimiento Juvenil Martiano, la Academia de Ciencias de Cuba, el Centro de Estudios Martianos, la Sociedad Cultural José Marti, la Academia de la Historia de Cuba, el Centro de Estudios Antonio Maceo y la Unión de Historiadores, entre otros, me han estimulado y comprometido a continuar nuestros empeños.

No es casual que el Premio Nacional de Historia se entregue en el contexto de la Feria Internacional del Libro, pues que una parte importante de los resultados de los historiadores son obras escritas. Soy un eterno agradecido de las editoriales y publicaciones especializadas que me han permitido formar parte de sus catálogos. Sin embargo, la labor del historiador trasciende lo estrictamente escritural. Algunos colegas que han seguido mi trayectoria intelectual, de manera noble y cómplice, me han aconsejado priorizar más la

producción personal”, la cual se ha vista muchas veces postergada por compromisos docentes, la formación de nuevas generaciones de historiadores y numerosos proyectos editoriales colectivos.

Les agradezco la recomendación, pero siempre he partido del principio que estas acciones también forman parte de la “obra personal”.

El panorama historiográfico cubano es halagüeño. La institucionalización de los estudios históricos tras el triunfo revolucionario de 1959 ha posibilitado un crecimiento cuantitativo y cualitativo enorme. La apertura de las Escuelas de Historia, como parte de la Reforma Universitaria de 1962, y la red de instituciones creadas, así lo ha posibilitado. Sin embargo, es justo señalar que aún es preciso continuar actualizando las maneras de investigar y escribir la historia, sin que esto signifique la imposición forzosa de corrientes o tendencias en boga; así como otorgarle mayor prioridad a la más inmediata socialización de los resultados.

Desde hace muchos años comprendí que era necesario predicar con el ejemplo. No bastaba señalar yerros y posibles manquedades de nuestra profesión y nuestro gremio. Esto justifica la importancia concedida a la formación de sucesivas hornadas de profesores de Historia e historiadores, que luego realizan tesis de maestría y de doctorado. Cada tutorado representa ocasión para la satisfacción intelectual y el aprendizaje mutuo. Igualmente se comprende el ya largo desempeño de responsabilidades en la Unión de Historiadores de Cuba, asociación a la cual he dedicado muchos años de mi vida, primero como presidente de una sección de base, luego como vicepresidente y presidente de la filial santiaguera y, desde hace diez años, como secretario de Actividades Científicas de la asociación, lo cual me ha posibilitado atender el sistema de actividades científicas logrado y organizar cinco ediciones de los Congresos Nacionales de Historia (CNH).

La admiración por los historiadores nacionalistas, que en la república burguesa sentaron el precedente de los CNH, compromete a perfeccionar el llamado a hacer el máximo evento de los profesionales de la historia. Su continuo perfeccionamiento, con la consiguiente búsqueda de fórmulas para mejorar sus convocatorias, concepciones y socialización, han sido desvelos compartidos con los integrantes del Comité Nacional.

Mucho hemos avanzado. Aspirábamos a una asociación que se extendiera por el país y la tenemos. Añorábamos un sólido sistema de eventos científicos y publicaciones, y lo logramos. Ahora se trata de perfeccionar lo alcanzado para, cada vez más, impactar en la sociedad y cumplir la misión de profesionales comprometidos con el proyecto social.

Otras preocupaciones y ocupaciones atraen nuestro interés: el protagonismo de nuestros más jóvenes colegas y la necesidad de priorizar el debate y la crítica historiográficos, entre otras.

Esto explica nuestra defensa de la existencia de estructuras que agrupen a los más bisoños, como el Frente Juvenil que creamos hace unos años en Santiago de Cuba, y de espacios científicos y socializadores que propicien su crecimiento.

La necesidad de priorizar el debate y la crítica historiográficos es impostergable. No abundan los espacios que incentiven estas prácticas.

El concurso de la crítica historiográfica Enrique Gay Calbó, que convocaba la Academia de la Historia de Cuba interrumpió su frecuencia y es preciso rescatarlo.

No debo extenderme en temas, preocupaciones y propuestas que atañan a nuestro gremio.

Espacios y disposición para enrumbarlos los tenemos y debemos ser capaces de utilizarlos.

Interpreto el reconocimiento que se me otorga como el que se da a una generación formada en la Escuela de Historia de la Universidad de Oriente, continuadora de relevantes profesores, y al impulso historiográfico de esta región del país, sobre todo en las últimas décadas.

Antes de terminar deseo agradecer las alentadoras palabras de cada uno de los integrantes del jurado que me concedió el premio, de cada uno atesoro recuerdos y vivencias de muchos años de esfuerzos compartidos. Asimismo, agradezco el elogio realizado por Pedro Pablo Rodríguez, quien no por casualidad fue designado para esta ocasión, pues ha sido testigo excepcional y respaldo incondicional en todos estos años.

Igualmente deseo que sientan como suyo este reconocimiento quienes me formaron, los que comparten conmigo cotidianamente proyectos y realizaciones, y los que he logrado formar profesionalmente en estos años. En particular agradezco a los que tanto insistieron y confiaron en que contaba con los merecimientos necesarios para optar por el premio, entre los que están el querido profesor y amigo Hebert Pérez Concepción y mis muy cercanos y entrañables amigos y colegas Manuel Fernández Carcassés, Damaris Torres Elers, Aida Morales Tejeda y Ricardo Hodelín Tablada. Mención especial y tributo a su memoria al lamentablemente fallecido Sergio Garcés Quintana.

Si me lo permiten, quisiera dedicar este premio en primer lugar a mis padres, familiares y amigos de siempre, luego a los maestros que sembraron la semilla por la investigación y la pasión por la historia, a los condiscípulos de distintas épocas en particular a los “vocacionaleros” y los formados en la profesión en la Escuela de Historia, que sienten los éxitos de los demás como suyos; a los colegas con los que he compartido labores desde el Instituto Pedagógico, el Departamento de Historia y el Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños de la Universidad de Oriente; a los entrañables hermanos de las directivas de la Unión de Historiadores, el Movimiento Juvenil Martiano, la Sociedad Cultural José Martí, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y la Academia de la Historia, que, de uno u otro modo, contribuyen a la labor cotidiana; y —desde luego— a los historiadores cubanos, gremio entusiasta y comprometido del cual me honra formar parte.

Por último les agradezco a todos los colegas y amigos que, en cuanto supieron del premio, se comunicaron por muchas vías y me alentaron con sus palabras. En tiempos de redes sociales, opté por enviarles un mensaje, con el cual termino:

A todos los que me han expresado las felicitaciones por el Premio Nacional de Historia les agradezco y les aseguro que continuaré con el entusiasmo de siempre en la investigación, promoción y enseñanza de la Historia, así como en el empeño de propiciar el crecimiento de nuestra asociación de historiadores. Desde la indómita Santiago, de la Universidad de Oriente, del Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños, tienen a un comprometido historiador y a un amigo entrañable.

Muchas gracias.

CURICULUM

(Santiago de Cuba, 1962). Graduado de Licenciado en Historia en la Universidad de Oriente (1985) y Doctor en Ciencias Históricas (2000).

Ha sido profesor del Instituto Superior Pedagógico Frank País de Santiago de Cuba (1986–2000) y del Departamento de Historia de la Universidad de Oriente (2000–2012).

Durante su trayectoria ha desempeñado numerosas responsabilidades académicas e impartido cuantiosas asignaturas en las enseñanzas de pre grado y post grado y ha sido tutor de más de treinta tesis de maestría y cuatro de doctorados.

Es autor de los libros El latinoamericanismo martiano. Una aproximación a sus raíces (Publicigraf, 1994); Lo social en lo político: revolución y luchas sociales en José Martí (Ediciones Santiago, 2001); José Martí y Antonio Maceo: la pelea por la libertad (Editorial Oriente, 2004), Premio Martiano de la Crítica Medardo Vitier 2007, José Martí. Aproximaciones (Ediciones Santiago, 2013), Santiago de Cuba y los Congresos Nacionales de Historia (2018)

Ha coordinado más de una decena de libros, en los que aparecen artículos de su autoría, entre ellos Presencia del Apóstol. Tres ensayos sobre recepción martiana (Ediciones Santiago, 2005), Aproximación a los Maceo (Editorial Oriente, 2005 y Editorial Pueblo y Educación, 2013), El legado del Apóstol. Capítulos sobre la historia de la recepción martiana en Cuba (Editorial Oriente, 2010), José Antonio Portuondo. Magisterio y heroísmo intelectual (Ediciones Santiago, 2011), Frank en la memoria (Editora Historia, 2012), Cuba España. Procesos inmigratorios e impronta perdurable. (Editorial Dykinson, España, 2014), Dos titanes en la historia y la cultura cubanas. (Ediciones Santiago, 2016), Universidad de Oriente. Páginas de su historia. (Ediciones UO, 2017), y Relaciones bilaterales España – Cuba (Siglo XX).( Sílex ediciones S I, España, 2018). Ha prologado quince libros.

Numerosos trabajos suyos han aparecido en el periódico provincial Sierra Maestra y en publicaciones como Anuario del Centro de Estudios Martianos, Bohemia, Del Caribe, Sic, Santiago, Honda, y Revista de la Biblioteca Nacional José Martí.

Casi una veintena de premios avalan su labor, entre ellos Arturo Duque de Estrada y Riera, (1999, 2000, 2007 y 2009) entregado por la Filial Provincia de la UNHIC, Abdala (2000) entregado por el Comité Provincial de la UJC, Academia de Ciencias de Cuba (2006 y 2015), Martiano de la Crítica Medardo Vitier (2007), Martiano de la Crítica Ramón de Armas (2007 y 2012), Distinción Especial del Ministro de Educación Superior en la actividad de la ciencia (2016) y Premio de la Rectora de la Universidad de Oriente en la categoría Profesor Destacado en la actividad de postgrado (2017).

Ha participado en numerosos concursos y obtenido premios y reconocimientos: Mención en Concurso de Historia Primero de Enero (1987), Premio en el Concurso Nacional “Martí y los trabajadores”, convocado por la CTC 1993, Mención en el Concurso Julio, Editora Política, 2001, Mención en el Concurso Nacional “José Martí y los desafíos el siglo XXI”, 2003, Segundo Premio en el Concurso “Crónica de un resultado científico” convocado por la Delegación Territorial del CITMA en Santiago de Cuba, 2007, Premio en el Concurso Nacional de Investigación Histórica Antonio Maceo, 2010 , Mención y dos Premios en el Concurso Nacional de la Crítica historiográfica “Enrique Gay Calbó”, Academia de la Historia de Cuba, 2015 y 2018 y 2019, respectivamente y Primer Premio en el Concurso “La Universidad que yo conocí”, Universidad de Oriente, 2018.

Fue un activo participante en los Seminarios Juveniles Martianos, en los que obtuvo cinco Premios en los eventos nacionales.

Ha participado en numerosos eventos martianos como las Conferencias Internacionales “José Martí y los desafíos del siglo XXI” (1995) y “Por el equilibrio del mundo”, (2003, 2008, 2013 y 2019).

Ha participado todos los Congresos Nacionales de Historia desde 1997 cuando fueron rescatados estos cónclaves, en los que ha sido miembro del Comité Organizador, conferencista, panelista, ponente e integrante de los tribunales y de las Comisiones Nacionales de Admisión.

Ha integrado varios jurados, entre ellos, los Premios Oriente, Heredia y Nacionales de la Crítica Histórica José Luciano Franco; Leonardo Griñán Peralta y Ramiro Guerra, y el Concurso de Investigación Histórica, convocados por la UNHIC.

Durante su trayectoria ha desempeñado responsabilidades como: Vicepresidente (1995 – 2004) y Presidente (2004 - 2013) de la Filial Provincial de la Unión de Historiadores de Cuba, presidente del Movimiento Juvenil Martiano en Santiago de Cuba entre 1997 y el 2002, integrante de la Comisión por el Centenario del inicio de la Guerras independentistas, Secretario de la Comisión Provincial del Sesquicentenario del nacimiento de José Martí, Fundador de la Sociedad Cultural “José Martí” en Santiago de Cuba. Integró su Junta Directiva desde 1998 y entre el 2002 y el 2004 fue su vicepresidente primero, miembro del Ateneo Cultural "Lic. Antonio Bravo Correoso" y colaborador del Boletín “Atenea”. Fue Delegado al III, IV, V, VI y VII Congreso de la UNHIC y a la II y III y IV Asamblea General de Socios de la Sociedad Cultural “José Martí”.

Ha sido reconocido con la Distinción por la Cultura Nacional (2005), el Sello Forjadores del Futuro (2008) de las Brigadas Técnicas Juveniles, la Distinción por la Educación Cubana (2011), el Sello 25 años de la Asociación Hermanos Saiz (2011), la Distinción José Soler Puig (2012) del Centro Provincial del Libro, los Diplomas Nacionales Fernando Portuondo (2012), y Julio Le Riverend (2013) de la UNHIC, la Placa Heredia (2013) de la Dirección Provincial de Cultura y los Reconocimientos “Honrar honra” (2004) “La utilidad de la virtud” (2015) entregados por la Junta Nacional de la Sociedad Cultural José Martí, y Patria Joven del movimiento Juvenil Martiano en el 2019.

Actualmente, se desempeña como profesor titular en el Centro de Estudios Sociales Cubanos y Caribeños “José Antonio Portuondo” de la Universidad de Oriente, donde fue coordinador de la Maestría en Estudios Cubanos y del Caribe y coordina el Doctorado en Ciencias Históricas y Filosóficas. Ha tutorado alrededor de 30 tesis de maestría y cuatro doctorados en Ciencias Históricas.

Es Secretario de Actividades Científicas de la Unión de Historiadores de Cuba, Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de su Comisión Aponte en Santiago de Cuba y Miembro correspondiente de la Academia de Historia de Cuba. Igualmente, es Presidente del Consejo asesor del Centro de Superación para el arte y la cultura de Santiago de Cuba, es miembro del Consejo editorial la publicación De la tribu heroica. Anuario de Investigaciones del Centro de Estudios Antonio Maceo y de la revista El historiador, árbitro de la revista Santiago de la Universidad de Oriente y lector especializado de las editoriales Oriente y Santiago. Es miembro del Tribunal Nacional para el otorgamiento del Grado de Doctor en Ciencias Históricas e integrante del Consejo Científico de la Facultad de Ciencias Sociales. Integró la Comisión de Grados Científicos de la Universidad de Oriente.

Ha realizado varias intervenciones en espacios radiales y televisivos provinciales y nacionales, incluyendo la Mesa Redonda de la Televisión Nacional y audiovisuales realizados por Mundo Latino.