Valkary es el nombre del dragón que por muchos años ha acompañado a la asociación PLUMA.

Escrito por: Maria Isabel Rojas Porras // Isageko Wood

«La Luna, tan antigua como es posible imaginarlo, tan bella como es posible repetirlo y tan amada como es posible odiarla, fue el primer amor del viejo Sol, ese longevo e incansable conocido que permanece desde el inicio del mundo en su labor, el guardián y guía del mundo. Este par de amantes, tan lejos y tan cerca siempre, a sabiendas de lo complicado que era abandonar sus lugares para encontrarse y amarse eternamente, decidieron rechazar todas las leyes bajo las cuales fueron creados y encontrarse. Al unirse, un extraño fenómeno se produjo en el cielo, al que los grandes sabios y maestres de las ciudades le dieron el nombre de “Eclipse”, pero al final, no era más que el encuentro de dos esperanzados enamorados. Lo que no sabían el par de locos amantes era que mientras ocurría su encuentro, a lo lejos del mar angosto, donde se alzaba Valyria, la ciudad de los secretos y la magia, se desataba una sublime lluvia de estrellas, fruto del amor de dos seres que desafiaron la creación solo por contemplarse y dar honor a su amor.


Una simple lluvia de estrellas se pensó al inicio, lo que nadie sospechó es que en secreto en las altas montañas rocosas, los verdes prados, los ríos de cristal y el ardiente volcán de fuego Valyrio donde se forjaban las mejores y más livianas espadas y armaduras, allí, en estos terrenos donde cayeron las estrellas, ocurrió la gran magia. Tuvo lugar el origen de pequeñas, brillantes, cautivadoras y mágicas rocas en forma de huevo a las que nadie podía dar sentido, pero que era imposible dejar de contemplar, cada una de miles de colores pero a su vez tan diferentes entre ellas, no había dos iguales a lo largo de los terrenos de Valyria y nadie se atrevía a tocarlas por miedo a arruinar su esplendor y acabar con la magia.


Cuando se dio el segundo encuentro de los furtivos amantes, no hubo una lluvia de estrellas, hubo un resplandor rojo a lo largo del mundo, un haz de luz tan poderoso que el mundo entero se detuvo para contemplarlo, tan fuerte que las pequeñas rocas que habrían aparecido unos años antes, emanaron desde su núcleo un calor propio, ardían aún más fuerte que el mismo sol y tal fue la magia y el poder del encuentro de los amantes que cada una de las rocas dio vida a una magnífica criatura, un dragón.


Aquellos dragones que nacieron en los verdes y extensos bosques, tenían los colores de los árboles, las flores y las semillas, tenían grandes alas y un perfecto camuflaje en los bosques pese a su tamaño. Los nacidos de las frías y duras montañas rocosas al oeste de Valyria eran de colores tierra y negros, sus ojos eran rojos y feroces, de alas gigantes y garras afiladas, tenían partes de su cuerpo cubiertas de púas que les daban protección. Los nacidos en la cristalina agua de los ríos de la ciudad eran de los colores del océano, alargados, de alas cortas y perfectos sentidos, cuando nadaban las aguas se iluminaban a su alrededor. Los dragones nacidos en el volcán eran del color del fuego, cuando volaban velozmente parecía que una inmensa bola de fuego estuviera atravesando el cielo, eran los más fuertes, los más temidos y los más cautivadores. Eran cientos, tal vez miles de ellos, sagrados para el pueblo, muchos aprendieron a vivir cerca a los humanos y se convirtieron en bestias de batalla permitiendo que los guerreros los cabalgaran para conquistar el mundo entero.


Cada encuentro del sol y la luna hacía que el cielo cambiase de color y revitaliza a los dragones, para estos no pasaban los años aunque sí se hacían cada vez más sabios y fuertes. Habrían pasado tal vez un par de siglos desde que el primer dragón apareciese en el mundo, ya no quedaban tantos, las batallas se habían librado y tal vez los humanos les habrían olvidado o asesinado, quedaban unos pocos en sus sagradas cuevas, ríos y bosques, ancianos, a los que se les podía ver de vez en cuando, cuando salían a cazar.


En la ciudadela, un anciano maestre, conocido como Aemon, un hijo de reyes dedicado al cultivo de la sabiduría, se encontraba en su estudio escribiendo con pluma y tinta tal vez alguna carta, o alguna historia. Al rebuscar entre sus viejos y polvorientos libros encontró una roca, tan rara y mística que no daba crédito a sus ojos, recordaba haber leído de las mágicas rocas de dragones, pero, ¿Sería esta una de aquellas?, buscó entre sus viejos libros y manuscritos una forma de hacer eclosionar aquel huevo, si es que era un huevo, pero no logró dar con una pista y los calendarios de los sabios no preveían un eclipse en los años venideros, se encaminó al viejo volcán y arriesgándose a parecer un tonto pero con nada mas que perder que lo que podría ser una simple roca, la dejó caer en las fauces del gigante de fuego, pero no pasó nada, tres días pasaron antes de que Aemon notara que su ilusión de encontrar un dragón no era un imposible. De nuevo en su estudio en la ciudadela, al bajar al viejo sótano de libros a continuar con su labor, sintió un fuerte golpeteo detrás de uno de los pesados estantes de madera, se quiso acercar pero antes de dar el primer paso, la estantería cayó abruptamente y bajo cientos de hojas de pergamino y restos de tinta, una pequeña criatura color canela se debatía por liberarse, era una extraña criatura con alas, garras y enormes ojos, un dragón. El pequeño se habría ocultado en el único lugar en que se sentía seguro, pues su huevo llevaba oculto en aquel lugar al menos durante dos siglos. Aemon le bautizó Valkary, nacido en la vieja Valyria y resguardado bajo siglos de conocimiento y sabiduría, nacido de la esperanza de un viejo creyente en la magia, nacido entre la literatura.»


Esta historia ha sido contada a través de los siglos y tal vez no sea real, tal vez Aemon no encontró nunca el huevo y se volvió loco, tal vez alguien más inventó a Aemon y su historia como un cuento fantástico para niños, tal vez es solo un cuento loco que busca ganar un concurso y darle sentido a algo, quién lo puede decir, pero… quienes creemos en la magia, los dragones y los milagros que hace la literatura en los corazones de las personas, creemos en Valkary y guardamos la esperanza de que a través de la historia de este pequeño dragón perdido y de lo que representa se deje un legado de amor por la lectura y fe en que la magia si existe.