COMPETENCIAS:
Específicas:
Adquiere el compromiso al proponer soluciones a problemas mediante la aplicación de la ética profesional, para contribuir a la mejora de los ámbitos del desempeño humano.
Genéricas:
Compromiso ético
Compromiso con su medio social y cultural
Conocimiento del área de estudio y la profesión
Como propietario de una franquicia de Mr. Handyman en Los Angeles, T. L. Tenenbaum tiene pautas muy rígidas sobre el mejor método para enfrentar los problemas difíciles que surgen al instalar muros de mampostería y hacer trabajos de plomería. También tiene normas estrictas para otros riesgos que pueden correr sus empleados en las casas donde trabajan, como encontrarse con ropa interior atrevida o, como sucedió una vez, un cuchillo de carnicero debajo de la cama. “Alejen la vista y hagan como si no existiera”, dice Tenenbaum a sus técnicos en su primer día de trabajo. “Aparenten que todo lo que ven es muy normal”.
Otro problema frecuente es cuando los cónyuges en conflicto involucran a los técnicos en cuestiones personales, como preguntarles si un hombre casado debe tener amistad con su exnovia.
“Hay que dar a ambos la razón y no tomar partido. Somos los doctores de su hogar, y la gente cree que también de su relación”, observa Tenenbaum.
Los profesionales en algunos oficios, desde hace mucho tiempo, han enfrentado desafíos extraordinarios cuando trabajan en la privacidad del hogar de los clientes, pero la forma de manejarlos solía depender de la persona. Hoy en día, una industria de rápido crecimiento de franquicias para reparación y limpieza de casas, con los nombres de House Doctors y Mr. Handyman, intenta puntualizar protocolos para escenarios espinosos que van desde clientes con poca ropa, hasta niños hiperactivos que quieren jugar con las herramientas.
El escenario que acabamos de describir ilustra que la ética en el lugar de trabajo no solo tiene que ver con las grandes empresas y los ejecutivos corporativos. La gente que desempeña todo tipo de trabajo necesita un buen sentido de la ética (y la etiqueta) para tener éxito. La ética se refiere a lo que está bien y a lo que está mal, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y lo que la gente debe hacer. La ética es el vehículo para poner en acción los valores. Si usted valora el juego limpio, hará cosas como dar evaluaciones honestas del desempeño a los integrantes de su equipo de trabajo.
Aquí se analiza la ética, porque el código de ética de una persona tiene un impacto importante en sus relaciones interpersonales, se subrayará la importancia de la ética, los problemas éticos comunes y las normas para conducirse con ética.
¿Por qué preocuparse de la ética comercial?
Ante la pregunta de por qué es importante la ética, la mayoría de la gente responde algo así: “La ética es importante porque indica lo que se debe hacer. Tenemos comportamientos decentes en el lugar de trabajo, porque la familia y los valores religiosos nos han enseñado lo que está bien y lo que no”. Todo ello es verdad, pero la justificación para conducirse con ética es más compleja, como se describe a continuación.
Una justificación importante para conducirse con ética en el trabajo, es reconocer que la gente se encuentra motivada tanto por el interés personal, como por los compromisos morales. La mayoría de la gente desea el máximo beneficio para ella. Al mismo tiempo, la mayoría de la gente está motivada para hacer algo moralmente correcto. Como uno de muchos ejemplos, un gran número de personas dona dinero a instituciones de beneficencia, a pesar de que conservarlo les proporcionaría más beneficio personal.
Muchos ejecutivos comerciales quieren que sus empleados se conduzcan con ética porque una buena reputación puede mejorar el negocio. Una reputación corporativa favorable puede permitir que las empresas cobren precios más altos y que atraigan a mejores candidatos para los empleos. Una reputación favorable también ayuda a atraer inversionistas, como los administradores de fondos de inversiones que compran acciones de las empresas. Algunos fondos de inversiones, por ejemplo, solo invierten en empresas que tienen un ambiente amigable. Los administradores quieren que los empleados se conduzcan con ética porque el comportamiento poco ético (por ejemplo, el robo por parte de los empleados, el tiempo de producción perdido y las demandas) es costoso.
También es importante conducirse con ética porque muchos actos poco éticos son ilegales, lo que puede llevar a pérdidas financieras y a encarcelamiento. De acuerdo con un cálculo, el costo de los actos poco éticos y fraudulentos cometidos por los empleados de Estados Unidos suma 400,000 millones de dólares al año. Una empresa que, a sabiendas, permite que los empleados participen en prácticas peligrosas puede recibir una multa y se puede considerar responsables a los ejecutivos. Además, las prácticas peligrosas pueden provocar muertes. Hace poco tiempo, dos empleados murieron quemados en una planta procesadora de pollo, en un incendio del que no pudieron escapar. La administración había obstruido las puertas traseras para evitar que los empleados sacaran de la planta piezas de pollo. La falta de ética también ha ocasionado privaciones financieras a los empleados, cuando los ejecutivos especulan con los fondos de otras empresas que adquieren, lo que reduce considerablemente, o elimina, los fondos de jubilación de muchos empleados.
Una razón sutil para conducirse con ética, es que elevar el nivel de ella aumenta la calidad del trabajo. La ética ofrece un conjunto de normas que especifican lo que constituye un comportamiento aceptable. Conducirse con ética le llevará a realizar acciones que hagan la vida más satisfactoria para los empleados. Un código de ética de la empresa, especifica lo que constituye la conducta ética frente a la conducta no ética. Cuando los empleados siguen este código, mejora la vida laboral. A continuación presentamos varias cláusulas de los códigos de ética:
• Demuestre cortesía, respeto, honestidad y justicia.
• No emplee lenguaje ofensivo.
• No lleve armas de fuego o cuchillos al trabajo.
• No ofrezca sobornos.
• Mantenga la confidencialidad de la información.
• No acose (sexual, racial, étnica, ni físicamente) a los subordinados, superiores, compañeros de trabajo, clientes o proveedores.
En la medida en que todos los miembros de la empresa acaten este código de ética, mejorará la calidad de la vida laboral. Al mismo tiempo, se fortalecerán las relaciones interpersonales en la organización.
Problemas éticos frecuentes
A fin de estar mejor preparado para conducirse con ética, es importante que conozca los problemas éticos que suelen surgir dentro de las organizaciones. El hecho de que una situación determinada plantee un problema ético para alguien, depende hasta cierto punto de su intensidad moral, o de la intensidad con que otros resulten afectados. Un empleado puede encontrarse ante un fuerte conflicto ético frente al hecho de tirar mercurio en el abastecimiento de agua, pero puede sentirse menos preocupado por tirar líquido limpiador. Sin embargo, ambos actos se considerarían poco éticos e ilegales. Aquí veremos primero por qué ser ético no es tan sencillo como parece, luego veremos algunos datos sobre la frecuencia con que aparecen los problemas éticos y un análisis de las tentaciones éticas predecibles, y también examinaremos el sutil dilema ético de elegir entre dos decisiones correctas.
Por qué ser ético no es fácil
Como lo analizaron Linda Klebe Treviño y Michael E. Brown, conducirse con ética en los negocios es más complejo de lo que parece a simple vista, por una gran variedad de razones. Para empezar, las decisiones éticas son complejas; por ejemplo, alguien podría argumentar que es poco ético contratar niños para trabajar en fábricas en los países extranjeros, pero si estos niños pierden su empleo, muchos pasarían hambre o se volverían delincuentes para poder sobrevivir. En segundo lugar, la gente no siempre reconoce los aspectos morales que entran en juego en una decisión. El empleado de mantenimiento del hogar que encontró un cuchillo de carnicero debajo de la cama, quizá piense que él no tendría nada que hacer para prevenir un asesinato. Algunas veces, el lenguaje oculta el aspecto moral involucrado, como cuando el término “compartir archivos” de música reemplaza a “robar” música.
Otra complejidad de las decisiones éticas es que la gente tiene diferentes niveles de desarrollo moral. En un extremo de la escala, algunas personas se conducen con ética solo para no ser castigadas; en el otro extremo, otras personas tienen un desarrollo moral tal, que se guían por principios de justicia y quieren ayudar a la mayor cantidad de gente posible. El ambiente en que trabajamos influye también en nuestra conducta ética; supongamos que el propietario de un restaurante alienta prácticas como servir alimentos que accidentalmente cayeron al suelo de la cocina. Es más probable que la persona que sirve muestre esa conducta para obedecer las exigencias del patrón.
El concepto de responsabilidad es universal y se aplica a campos como el de la política, la economía o el derecho. La responsabilidad ética “se refiere a la capacidad del ser humano de responder de los actos que realiza y de las consecuencias de esos actos en su contenido ético”.
El profesional que no evalúa las posibles consecuencias de su trabajo para bien o para mal, puede estar cometiendo atropellos e injusticias o, por el contrario, puede estar realizando un mejor trabajo por hacerlo con ánimo de dar respuesta a necesidades humanas reales sobre las que ha pensado previamente.
Si las personas no fueran libres en su obrar, no se les podría pedir ninguna responsabilidad, no se las podría alabar o criticar, tampoco se las podría intentar motivar, y no cabrían las leyes o normas sociales. Sin libertad, el comportamiento humano dejaría de serlo, y pasaría a ser animal o maquinal, como se ha dicho.
Precisamente, cuando falta la ética en el diseño de los trabajos se suele emplear expresiones como: “nos tratan como a borregos”, “no somos máquinas”, etc. Lo cierto es que el ser humano es libre y, por eso, pedir y asumir responsabilidades constituye una práctica generalizada en cualquier trabajo.
Solo la persona humana puede ser sujeto de responsabilidad, ya que solo ella es capaz de realizar acciones razonadas y deliberadas. La capacidad de conocer y de decidir libremente son dos de las propiedades que distinguen al ser humano del resto de seres vivos, así ha sido estudiado desde hace décadas en el ámbito de las organizaciones al tratarlo como individuo que resuelve problemas.
Se dice de una persona que es irresponsable cuando actúa de modo irreflexivo o cuando su deliberación es poco consistente. Ser irresponsable equivale a un mal uso del entendimiento o de la voluntad a la hora de decidir. Por la misma razón, se habla de una persona “irresponsable” cuando no está dispuesta a asumir las consecuencias de sus acciones u omisiones, de las que han sido realizadas de una forma consciente y libre.
En función del grado de voluntariedad que hay en cada acción humana se podrá hablar de mayor o menor imputación en la responsabilidad. O dicho de otro modo, la acción humana, por ser libre, puede ser buena o mala y, por lo tanto, meritoria o culpable. En el trabajo profesional no se puede obviar esta realidad. En la medida en que se otorga libertad al que trabaja, este asume responsabilidad en su tarea. El grado de responsabilidad dependerá de las personas afectadas por la decisión, así como de la decisión misma y de sus consecuencias previsibles, lo que permitiría distinguir diversos tipos de responsabilidad: por comisión, por omisión, por inducción y por cooperación a actuaciones ajenas. Aquí, no obstante, conviene subrayar que, en la medida en que se tiene mayor libertad de acción en el trabajo, cabe mayor oportunidad para el desarrollo personal y el trabajo se hace más humano (cuestión que no deben olvidar quienes diseñan los puestos de trabajo). Pero, a la vez, un mayor grado de libertad en el desempeño de la propia tarea implica mayor responsabilidad (cuestión que no deben olvidar quienes desempeñan la tarea). Es entonces cuando surge otra interrogante de no poca trascendencia desde el punto de vista de la ética del trabajo. Parece claro que el ser humano, en su dimensión ética, está capacitado para dar respuesta de sus actos pero, ¿ante quién es responsable la persona en su trabajo? ¿Solo ante los demás?
No cabe duda, ser responsable de las consecuencias de los propios actos es ser responsable ante los demás (la organización para la que se trabaja, la sociedad en general). Es evidente que los hechos del trabajador repercuten sobre terceros, beneficiando o perjudicando a aquellos que se ven afectados. Pero, la responsabilidad del trabajo no se reduce a su dimensión externa, parece lógico pensar que la actuación ética recaiga también sobre uno mismo, que la responsabilidad de la acción comience en primer lugar en las consecuencias que tiene para quien obra. Expresiones como: “me puedo mirar tranquilamente al espejo”, o “duermo muy bien por las noches, no tengo problemas de conciencia”, manifiestan un hecho incuestionable, y es que en el ser humano el obrar repercute sobre lo que se es. Al primero que se juzga en las acciones es a una o a uno mismo. La propia racionalidad humana reclama congruencia, de ahí que al actuar, toda persona emita un juicio, explícito o implícito, más o menos consciente, que aprueba o desaprueba cada posible decisión personal desde el punto de vista ético. A ese juicio práctico, se le ha denominado tradicionalmente conciencia. El juicio ético sobre los propios actos que toda persona tiende a realizar es percibido como algo distinto de la satisfacción o insatisfacción que se experimenta por realizar la acción u omitirla. La conciencia constituye un juicio interior, no un sentimiento que aprueba o reprueba una actuación desde la perspectiva ética. Por ejemplo, cumplir con un compromiso adquirido puede ser o no agradable, pero en la mayor parte de los casos constituye un deber de justicia. Cuando se da o se recibe un servicio profesional es necesario cumplir con la palabra dada: responder de aquello que se espera en justicia. Actuar guiados por el juicio recto de la conciencia es elemento indispensable del trabajo humano ético. La respuesta a la cuestión de ante quién es responsable el individuo parece clara: ante sí mismo y ante los demás. Sin embargo, para ser rigurosos esta respuesta resulta incompleta. La creencia en la existencia de un Dios que juzga está presente en la mayor parte de las religiones monoteístas, y este hecho incuestionable en la mayoría de las culturas no debería ser obviado. Precisamente el término religión procede del vocablo latino religare, y es referido a relación del individuo con esa realidad de un ser que se presenta como un misterio, distinta a la que tiene consigo mismo o con los demás.
La gran mayoría de las religiones subraya la responsabilidad ante Dios, bien como juez, bien como padre misericordioso pero al que, al fin y al cabo, hay que dar cuentas. Este aspecto, en la actuación personal del día a día, puede ser considerado de modo explícito o no en función de las creencias personales, pero quedaría incompleta esta cuestión si no fuera expuesta aquí. La influencia del grado de religiosidad del individuo, y su incidencia en el ámbito del trabajo, constituye un campo de investigación muy reciente. Como se dijo ya al comienzo de este libro, no está en el objetivo del mismo detenerse en este punto, pues ya existe literatura abundante al respecto.
El hombre que amablemente le muestra el camino al que anda perdido, hace como si le encendiese una luz, y ésta no le ilumina menos por ello.
Ennio
Una historia para reflexionar: "Mentira e ineficiencia"
A continuación transcribimos un caso que ocurre una y otra vez. Un jefe de ventas dice al viajante Francisco: “¿Qué ocurre con José? Sus pedidos vuelven a ser escasos este mes. Y dice Francisco: Oh, José hace la mayoría de sus compras a un amigo suyo de otra compañía. Pero estoy trabajando y conseguiré que vuelva con nosotros”. Francisco sabe que la dificultad real consiste en que José está molesto porque uno de sus competidores obtiene precios más bajos que él (sin recibir explicaciones). Francisco ha dicho una mentira y tiene miedo de confesarlo a su jefe. Si mostrase ahora su juego, el jefe de ventas quizá pudiera arreglarlo. Pero con más probabilidad, el asunto se haya perdido definitivamente, y todo por una mentira (...).
Uno de mis primeros jefes lo decía de esta manera a sus nuevos empleados: “no trate de engañarme en nada. Estoy en este negocio desde hace mucho tiempo y conozco todos los trucos. Si se mete usted en un atolladero, venga y dígamelo. Mi trabajo consiste en que las cosas vayan lo mejor posible.
La dificultad práctica de la mentira consiste en que necesita montarse toda una estructura a su alrededor. En efecto, mentir es, en cierto modo, inventar. Se tiene necesidad de inventar toda una nueva “realidad” porque uno se ha separado conscientemente de la realidad verdadera. Es muy difícil sostenerse por mucho tiempo en la mentira, sobre todo cuando se complica en un número indefinido de ramificaciones. Tarde o temprano la mentira se revela como tal, como falta de realidad; en ese mismo momento se ve clara su ineficiencia. Todo esto se añade a la malicia natural de la mentira: ir contra la propia mente, contra la verdad”.
Adaptado de: Dirección y eficiencia en la empresa, Fred De Armond, Ed. Labor, Barcelona, 1965, p. 106.
Esta sección presenta el trabajo humano como la actividad nuclear de las organizaciones profesionales, y pondrá de manifiesto que la dimensión ética del trabajo es parte integrante del mismo. En el primer epígrafe del tema se analiza el papel del trabajo como lugar para el desarrollo humano, y cómo el modo de ejercerlo puede implicar generación de confianza y compromiso. Se distingue entre aquellas organizaciones éticamente enfermas, sanas o excelentes en sentido ético, precisamente por su contribución al desarrollo humano, al bien común, en la realización del trabajo. Para analizar con mayor detalle el papel de la ética en el trabajo, se distinguen tres ámbitos: el propio de cualquier trabajo en la organización, analizado en el primer epígrafe del tercer apartado. Dada la responsabilidad del trabajo de quienes dirigen la organización, se dedica el segundo epígrafe al estudio del trabajo directivo y el papel de la ética en este caso particular. La consideración de la dimensión ética permite explicar por qué algunos directivos son capaces de influir en los demás de modo libérrimo, apoyados en su autoridad, más que en la potestad que les otorga el cargo.
Finalmente, se analiza el papel clave de los mandos intermedios y su trabajo en la organización para cooperar al desarrollo de organizaciones éticamente excelentes.
Como se acaba de ver, toda persona es "responsable" de su trabajo en la medida en que es libre para realizarlo y esta es la condición que permite que el trabajo se convierta en un bien desde el punto de vista ético. A la vez, y siguiendo la lógica expuesta (vea la figura 4.2), en el concepto de trabajo profesional del profesor Andrews, la "perfección" del trabajo en su sentido técnico, el que esté bien acabado, se convierte en norma de conducta para que este enriquezca al que lo realiza. Un trabajo contribuirá en mayor medida al propio desarrollo cuanto mejor hecho esté. Como se verá a continuación, aunque técnica y ética son cuestiones distintas ambas están presentes en el trabajo. En el plano normativo del deber ser, un trabajo éticamente bueno debería ser realizado técnicamente bien. La dimensión normativa se refleja claramente en la aportación de Andrews (1969), como dirá él mismo: la profesionalidad en el trabajo implica que técnica y ética son inseparables, y la razón es que la acción técnica llevada a cabo por la persona, es inseparable de la persona misma. Toda acción humana, si es libre y responsable, implica un efecto externo (la cosa producida) y otro interno (el mejoramiento o empeoramiento personal). Esta inseparabilidad de lo técnico y lo ético explica que comportamientos no éticos, como son el mentir, nunca pueden formar parte de las exigencias de la profesión. Un trabajador que presenta como propias ideas ajenas o que falsea resultados para quedar bien no es un buen profesional. Estas acciones son, por ello, calificadas como faltas de profesionalidad.
La profesionalidad, en su dimensión técnica y ética, puede ser juzgada en cualquier tipo de tarea profesional. Que el trabajo requiera mayores dosis de esfuerzo manual o intelectual no lo exime de su dimensión ética. Todo trabajo, por pequeño o desapercibido que pueda parecer, es ocasión para la realización personal y el servicio a otros. La calidad ética no viene dada necesariamente por los beneficios que genera o el reconocimiento que otorga, sino por la oportunidad que da a quien lo realiza de obrar bien.
Antes que cualquier otra obligación ética, un principio básico del código profesional citado por Andrews parece evidente, la actividad llevada a cabo por el que la desempeña debe estar bien hecha. Como dirá Peter Drucker las empresas deben hacer bien las cosas (do well) para poder hacer el bien (do good). El propio lenguaje común expresa esta idea de trabajo bien hecho como trabajo acabado cuando se habla de los “acabados” de los edificios o del diseño de productos con un buen "acabado". Un servicio profesional de calidad ofrece un trabajo acabado, bien hecho.
La aportación de Drucker es, a su vez, importante pues pone de manifiesto otro principio ético que permite aclarar en qué medida un trabajo es mejor o peor en sentido ético, y es su dimensión de servicio. Si la persona se comporta bien en su trabajo, pero no lo convierte en ocasión de servicio, está olvidando la dimensión externa de ese trabajo y las consecuencias sobre terceros. El mismo trabajo que podría ser ocasión de mejora personal, puede derivar en engreimiento, autoafirmación egoísta y, con ello, empobrecimiento. El trabajo constituye, o debiera constituir, un medio insustituible para el desarrollo de las propias cualidades o virtudes personales, y esta potencialidad es parte integrante de su bondad, de su calidad. Este aspecto práctico propio del obrar humano reclama un componente de la dimensión ética, el de las virtudes que se despliegan en el trabajo.
La actividad laboral se convierte en ocasión para el florecimiento de las capacidades personales cuando estas pueden ser libremente puestas en juego. Además, da a la persona “la posibilidad de desarrollar sus facultades, de producir los bienes y servicios que todos necesitamos para una vida digna, y permitirle vencer su egocentrismo innato uniéndose a otras personas en una tarea común”.
Da a la persona la posibilidad de mejorar sirviendo, dando un sentido a lo que hace que le enriquece y le trasciende enriqueciendo a otros. El trinomio ético bien, norma y virtud, se conjuga en perfecto dinamismo cuando se habla del trabajo (como se refleja en la figura 4.2). Un trabajo bien hecho, constituye mayor bien para el que lo realiza y para quien lo contrata, si se ponen en práctica normas o principios tan básicos como son: hacer las tareas con atención e interés, cuidar y proteger los bienes de la organización, actuar con mentalidad de ahorro, cuidar los detalles, pensar en el que ha de recibir los resultados de ese trabajo, aspectos que al ser puestos en práctica de modo habitual pasan a denominarse virtudes o cualidades éticas. En este sentido, el profesor Solomon (1990), de la Universidad de Texas, ha sido pionero en recuperar este concepto clásico en ética y retomarlo en el ámbito de las organizaciones empresariales.10 El concepto clásico de virtud (areté) tiene que ver precisamente con la excelencia humana. El cumplimiento terminado de los propios deberes profesionales, no es solo un deber, o una norma, es en realidad una ocasión para el desarrollo de la propia plenitud y, por lo tanto, debe ser llevado a la práctica. Como dirá el profesor Llano, “la perfección del trabajo es un florecimiento o consecuencia de la perfección del hombre y, simultáneamente, la búsqueda de la perfección acabada del trabajo lleva consigo la necesidad de que el hombre desarrolle sus potencialidades”.
El buen profesional procura formarse, estar al día en lo que le compete, ese esfuerzo le enriquece y le da la oportunidad de servir mejor.
El trabajo en sí mismo, cualquier actividad profesional, es ocasión para el bien del que trabaja y de quienes le rodean. Mediante la realización del trabajo profesional cada individuo no solo transforma cosas, sino que puede llegar a realizarse a sí mismo como persona. Dicho de otro modo, la persona se enriquece o se envilece, entre otros factores, según actúe en su trabajo.
El elenco de potencialidades, de cualidades humanas, o virtudes, que pueden ponerse en juego en el ámbito del trabajo sería interminable: el orden, la amabilidad, la disponibilidad, la escucha, la comprensión, la puntualidad, la fortaleza, la humildad, la veracidad, y un sinfín de otras virtudes.
La práctica de las virtudes en el desarrollo del trabajo, a la vez que lleva al auténtico rendimiento de todas las facultades, contribuye a la construcción de la confianza. Por ejemplo, una persona ordenada en su trabajo, puede lograr mayor eficacia y eficiencia en su tarea y, además, facilitar el trabajo a los demás. Cuando se guardan las cosas en su sitio resulta más fácil y rápido dar con ellas cuando se requiere, no es necesario preguntar a otros, y aquellos que se encargan de la conservación y limpieza encuentran más fácil llevar a cabo su tarea. El orden genera confianza, pues facilita el trabajo de terceros y permite la previsión.
En este ejemplo la persona que se esfuerza por poner orden en su trabajo se hace ordenada (crece en virtud), y a su vez facilita el trabajo a sus colegas, subordinados, jefes, proveedores, clientes, pacientes, alumnos... Precisamente, la naturaleza social del trabajo en las organizaciones es la que lleva a que el desarrollo humano comience en el individuo, pero termine expandiéndose hacia los demás. Ese trabajo ordenado es más accesible, valora lo ajeno y tiene en cuenta el trabajo de los demás. El resultado final de un trabajo bien hecho debería ser la construcción de confianza alrededor de quien obra con excelencia personal.
Como consecuencia de lo expuesto, la organización se verá beneficiada por el trabajo de quienes la componen en la medida en que este esté bien hecho. Por esta razón, aquello que es un deber para el trabajador, constituye un derecho para la organización. No hay deberes sin derechos, ni derechos sin deberes. Trabajar profesionalmente, trabajar bien en sentido técnico y ético, ayuda a construir organización, trabajar mal, de modo chapucero, destruye organización. Podría argumentarse que no todo trabajo es ocasión de desarrollo personal, y así es.
Cuando falta libertad para trabajar, no hay posibilidad de crecer como persona. El primer elemento que deshumaniza un trabajo es la ausencia de libertad en su desempeño. Sin libertad y responsabilidad personal, el trabajo humano en poco se distingue del trabajo que podría realizar una máquina o un ratón, como se vio.
En realidad el trabajo deja de ser un bien, se deshumaniza, precisamente cuando se olvida alguna de las dos dimensiones expuestas por el profesor Andrews, es decir, su aspecto científico técnico o su aspecto ético. La renuncia a un trabajo bien acabado constituiría el olvido de la dimensión científico técnica, dejando de ser ocasión para la mejora personal.
Conviene subrayar que por ser el trabajo una obra humana, en la que interviene el entendimiento, la dimensión ética atiende también al fin del trabajo, al sentido del trabajo o motivo por el que se realiza. Será un bien en términos éticos en la medida en que sea ocasión de servicio y de mejora personal. Por último, conviene no olvidar también las circunstancias que rodean al trabajo, de modo que deben darse al menos las condiciones que lo hacen digno, pues el ser humano, único ser que trabaja, tiene una dignidad única.
Es evidente que la organización, y quienes la dirigen, tienen mucho que decir y mucho que responder acerca de las condiciones que hacen del trabajo ocasión de crecimiento humano. Cuando las características del trabajo en una organización particular impiden el desarrollo personal e incluso propician comportamientos no honrados, entonces deja de ser un bien y puede llegar a convertirse en tarea destructiva para los trabajadores.
Ante la pregunta de por qué es importante la ética, la mayoría de la gente responde algo así: “La ética es importante porque indica lo que se debe hacer. Tenemos comportamientos decentes en el lugar de trabajo, porque la familia y los valores religiosos nos han enseñado lo que está bien y lo que no”. Todo ello es verdad, pero la justificación para conducirse con ética es más compleja, como se describe a continuación. Una justificación importante para conducirse con ética en el trabajo, es reconocer que la gente se encuentra motivada tanto por el interés personal, como por los compromisos morales. La mayoría de la gente desea el máximo beneficio para ella. Al mismo tiempo, la mayoría de la gente está motivada para hacer algo moralmente correcto. Como uno de muchos ejemplos, un gran número de personas dona dinero a instituciones de beneficencia, a pesar de que conservarlo les proporcionaría más beneficio personal.
Muchos ejecutivos comerciales quieren que sus empleados se conduzcan con ética porque una buena reputación puede mejorar el negocio. Una reputación corporativa favorable puede permitir que las empresas cobren precios más altos y que atraigan a mejores candidatos para los empleos. Una reputación favorable también ayuda a atraer inversionistas, como los administradores de fondos de inversiones que compran acciones de las empresas. Algunos fondos de inversiones, por ejemplo, solo invierten en empresas que tienen un ambiente amigable. Los administradores quieren que los empleados se conduzcan con ética porque el comportamiento poco ético (por ejemplo, el robo por parte de los empleados, el tiempo de producción perdido y las demandas) es costoso.
También es importante conducirse con ética porque muchos actos poco éticos son ilegales, lo que puede llevar a pérdidas financieras y a encarcelamiento. De acuerdo con un cálculo, el costo de los actos poco éticos y fraudulentos cometidos por los empleados de Estados Unidos suma 400,000 millones de dólares al año. Una empresa que, a sabiendas, permite que los empleados participen en prácticas peligrosas puede recibir una multa y se puede considerar responsables a los ejecutivos. Además, las prácticas peligrosas pueden provocar muertes. Hace poco tiempo, dos empleados murieron quemados en una planta procesadora de pollo, en un incendio del que no pudieron escapar. La administración había obstruido las puertas traseras para evitar que los empleados sacaran de la planta piezas de pollo. La falta de ética también ha ocasionado privaciones financieras a los empleados, cuando los ejecutivos especulan con los fondos de otras empresas que adquieren, lo que reduce considerablemente, o elimina, los fondos de jubilación de muchos empleados.
Una razón sutil para conducirse con ética, es que elevar el nivel de ella aumenta la calidad del trabajo. La ética ofrece un conjunto de normas que especifican lo que constituye un comportamiento aceptable. Conducirse con ética le llevará a realizar acciones que hagan la vida más satisfactoria para los empleados. Un código de ética de la empresa, especifica lo que constituye la conducta ética frente a la conducta no ética. Cuando los empleados siguen este código, mejora la vida laboral. A continuación presentamos varias cláusulas de los códigos de ética:
• Demuestre cortesía, respeto, honestidad y justicia.
• No emplee lenguaje ofensivo.
• No lleve armas de fuego o cuchillos al trabajo.
• No ofrezca sobornos.
• Mantenga la confidencialidad de la información.
• No acose (sexual, racial, étnica, ni físicamente) a los subordinados, superiores, compañeros de trabajo, clientes o proveedores.
En la medida en que todos los miembros de la empresa acaten este código de ética, mejorará la calidad de la vida laboral. Al mismo tiempo, se fortalecerán las relaciones interpersonales en la organización.