UN SUEÑO DETRÁS DE UN DESEO

NAIARA PRADA ALONSo ganadora del concurso de relatos

El abuelo de mi mejor amiga nos persigue por un campo de trigo. Nos dirigimos a una casa que esperemos esté abandonada. El abuelo no corre, pero no descansa. Hace ruidos con su mandíbula. ¡Clac, clac! Nos quiere morder, como le mordieron a él. Más rápido, le digo a mi amigo. Ya no puedo más, me responde él. Pues canta. Estos zombis, cuando oyen una canción que les chifa, se paran a bailar durante dos minutos. Beibi, no me llame, que yo etoy ocupá olvidando tu male… Desde la izquierda, se acercan otros dos muertos vivientes… Nos asustamos y comenzamos a correr como locas hacia la casa abandonada.

En el camino perdimos a esas criaturas de vista, o eso creímos. Mi mejor amiga estaba en constante alerta. Yo, sin embargo, creía que entraríamos a esa casa y estaríamos a salvo.

Yo fui la que conduje a mi mejor amiga a esa casa. La conocía, allí residió mi bisabuela y sabía que la llave estaba debajo de una piedra junto a un espantapájaros.

Y en efecto, la llave estaba donde siempre. No nos distrajimos ni un segundo, cogimos la llave y accedimos al interior. Después, cerramos la puerta por dentro y la confianza y la tranquilidad se apoderaron de nuestro ser, tanto que caímos dormidas.

De repente, un escalofrío me hizo sudar la gota gorda y me desperté asustada. Escuchaba pasos, crujidos, ruidos. Ni siquiera lo pensé dos veces, desperté a mi mejor amiga y ella me acompañó. Bajamos las escaleras.

Pero todo estaba en calma, estábamos solas, ya no sabía ni qué pensar. Ella me llevaba la contraria y me decía que no escuchaba nada, hasta que el silencio cesó y escuchamos pasos que venían de la cocina. Nos miramos fijamente, con una mirada fría y nos paralizamos, sí, pero seguimos adelante muy sigilosamente.

Qué ingenua fui al pensar que estaríamos seguras; no estábamos solas. La ventana estaba rota, había pisadas de barro por todos lados. Estábamos asustadas, oíamos a los zombis venir hacia nosotras. Salimos corriendo y abrimos una puerta de madera vieja que accedía a la huerta. El miedo hacía temblar todo nuestro cuerpo al contemplar lo que veían nuestros ojos.

Al lado de unos girasoles había cuatro zombis, estaban dormidos, pero aun así no me fiaba. Necesitábamos salir de allí y buscar un lugar más seguro, así que nos dirigimos al pozo para salir por un agujero que había en las rejas. Mi mejor amiga tenía cara de amargada, parecía que iba a estornudar. Me paré delante de ella y la miré con ojos de asombro y… ACHÚ. Salimos corriendo y los zombis se despertaron, venían por nosotras.

No pude ser más torpe, tropecé con la cuerda del pozo y choqué con mi mejor amiga. Solo sobresalía un poco de cuerda, el pozo era prácticamente invisible, por eso estamos en este preciso momento dentro de él esperando ansiosas a que acabaran de grabar esta escena. Madre mía, ¿y por qué tenemos que ser nosotras?

Es un pozo muy estrecho y encima hay que repetir la escena tropecientas veces, dije.

Una voz empezó a apoderarse de mí desde el interior. Decía: Está despertando. Solo ha sido un golpe en la parte trasera de la cabeza.

Mis ojos comenzaron a captar algo de luz y comencé a ver dos cabezas frente a mí. Eran mi mejor amiga y su abuelo. Empecé a recuperar el conocimiento y su abuelo me ayudó a levantarme.

Vaya… con lo divertido que estaba siendo soñar con mi mayor deseo. Al parecer para otro día será eso de grabar películas dentro de un pozo.

Foto: pxfuel