Denominado también estípite, fuste o estipe. A diferencia de la palmera datilera (Phoenix dactylifera), es unicaule, lo cual quiere decir que solo tiene un único tronco, de color pardo y aspecto columnar desde la base a la copa, y se encuentra en general recubierto por las cicatrices dejadas por las hojas al caer, que constituyen un tejido muerto que actúa como protector, ya que carece de corteza. Estas cicatrices foliares, alargadas horizontalmente, forman una pseudocorteza áspera y rugosa. Además, lo decoran típicamente con dibujos en forma de rombo.
Se estima que su crecimiento es de 1 metro cada 7,5 años en palmerales silvestres. En los primeros años de vida crece regularmente en anchura, y posteriormente lo hace en altura. No presenta anillos de crecimiento en su interior y los haces vasculares por los que circula la savia están dispersos irregularmente por todo el interior.
La palmera se encuentra firmemente anclada al sustrato por un extenso sistema radical sin que existan raíces principales, contando con multitud de raíces fibrosas que consiguen llegar a las aguas subterráneas y que no aumentan de diámetro con la edad.