Dylan Phoenix, nacido el 18 de octubre y con 15 años de edad en el presente, es uno de los protagonistas de esta historia

Sus padres son, Marien Phoenix y ɹ̸̗͋̕͢ǝ̶̡̛̯̮̰̓̿ɥ̸̧̙̟̤͌̚͠ḍ̵̨̛̓̎̽o̵̢͚̠̝̒͛̂͞ʇ҉̠̓͌̕͜s҈̮̊͜͞ͅı̷̢̟҇̌̇ɹ҈̛̬̪̰̇̅̚͢ɥ҉͚̰̽͢͝ɔ̵̡̥̙҇̎ o al menos eso decía su madre, realmente no se sabe muy bien el paradero del papá, puesto que, a palabras de su tía, nunca la vieron salir con alguien. Entonces, ¿cómo fue creado? Se sostiene la posibilidad de que Dylan fue producto de una violación, pero su madre lo negaba rotundamente, aunque no es de fiar, puesto que su hijo tiene el mismo problema que ella.

Dylan tuvo una mascota, la cual llamaba Lin. Era una gata atigrada, de ojos verdes, no podía ver muy bien, así que siempre los mantenía cerrados; aun así, era una muy linda compañía para él. Lastimosamente, salió de casa y jamás regresó. 4 de abril, un día muy triste para nuestro niño de 8 años.

Dos años antes de eso había perdido a alguien más, su madre. Todos dicen que fue una muerte voluntaria, pero él sabe que no, estuvo allí y, aun si el edificio era muy alto, pudo ver a Christopher, su Aneli o al menos lo que quedaba de él. Con 6 años vio cómo aquello la ínsito a saltar. El caso, por petición del pequeño, llego a las manos de policías e investigadores del lugar, solo porque dijo haber visto a alguien más arriba, pero tiempo después fue cerrado y dado como ''Suicidio'', Dylan no podía, no quería creer que simplemente dejarían las cosas hasta ahí, por lo que siguió insistiendo, diciendo cosas que a los demás les parecían incoherentes e irracionales; Dayana, su tía, supo desde entonces que Dylan decía lo mismo que su hermana; ''Anelis, códigos, compañeros, El lenguaje de los dioses'' todas esas palabras salían de su boca, dándose cuenta de que compartía su enfermedad.

El 6 de agosto, días después de la tragedia, Dylan se quedó al cargo de Dayana. No le molestaba, al menos no estaría solo, contaba con el apoyo de ella y su primo Arián. Pero desde entonces, esa tarde de verano del tercer día del mes, ya no se sentía bien, simplemente no sentía nada.

El chico no entraba en la palabra ''normal'' para los demás y estaba consciente de eso. Puede ver, escuchar y conversar con criaturas que nadie más ve, o, si es posible, una muy pequeña cantidad de personas está al tanto de su existencia. No está loco, tampoco enfermo como todos dicen, simplemente ve otro mundo dentro del que está.

Su actitud se vio afectada con el pasar de los años, ya no tenía ánimos para nada. La medicina que le fue recetada por su psicóloga de confianza, Adelia, cambiaba constantemente, por el simple hecho de que no le hacían efecto o empeoraban las cosas. Su salud mental tampoco se salvó, volviéndose emocionalmente inestable y ansioso. Para su buena o mala suerte, los chicos de la escuela estaban consientes de su condición, por lo que no lo molestan, pero tampoco se le acercaban por no saber cómo tratarlo, como si fuera alguien peligroso.

Ahora, vámonos al presente. Es otoño, 25 de septiembre, para ser exactos; en el salón 1-E entró una niña al aula, o eso parecía; su uniforme no era visible en las piernas, por lo que dedujo que traía uno de mujer, llevaba una sabana por encima de su cuerpo, algo extraño, aunque estaban acostumbrados a lo raro en ese salón. Eider era su nombre. ¿Apellido? No lo recuerda.

Hablar con él no estaba en sus planes, tampoco comer juntos o hacer las tareas, pero esas palabras:

❝Estoy comprometido a hacerte daño hasta que llegues a tu límite como humano❞

Realmente lo asustaron, trataba de mantenerse lo más lejos posible de él, pero se sentía solo y es el único que demostraba interés en su persona. Aun si las razones eran aterradoras, simplemente lo dejaría.

Mala idea