Psst, en este texto vas a encontrar muchas palabras raras que tienen que ver con el sistema de rol Vampiro La Mascarada. Si no cazás un futbol, acá hay un diccionario
Simón se despertó en su nuevo departamento. La cama era lo suficientemente cómoda como para no tener quejas, pero la habitación era bastante plana a su criterio. Por unos instantes, tuvo que forzarse a recordar dónde estaba y cuáles eran sus nuevas condiciones. El sonido de un partido de fútbol le llegaba amortiguado a través de las paredes.
Se incorporó en la oscuridad. La habitación no tenía ventanas. Encendió la lámpara y se dirigió a una pequeña mesa que había dispuesto la noche anterior. Sobre ella, un pequeño altar se levantaba. Libros de hechicería, glifos, runas y un cuenco estaban dispuestos allí, listos para ser usados.
Simón tomó su daga y se vio en el reflejo durante unos segundos. Comenzó a pronunciar un encantamiento que su Sire le había enseñado y coronó el ritual con un corte en la palma de su mano. Dejó que la vitae cayera y llenara el cuenco. Se lamió despacio la herida para que cicatrizara y hundió en el líquido espeso la cuchilla. La hoja brilló, aceptando la ofrenda de sangre.
Estaba satisfecho. Había seguido cada paso de la misma forma que Amanda le había enseñado. Ahora tenía que dejar la daga en la sangre durante una noche y el ritual estaría completo. Su rostro rígido dibujó una sonrisa. Dio media vuelta y fue a buscar a su hermano.
En el living de su pequeño departamento, encontró algo que no esperaba. Lilly, que aparentemente había pasado el día en el lugar sin avisarles, estaba en el sillón acariciando a un gato que parecía visiblemente nervioso.
—¿Lilly?
—¡Hola! —dijo Lilly sonriendo mientras seguía acariciando al asustado animal, que ahora intentaba apartarla con sus patas—. Te presento a Pelusa.
Lilly levantó el gato tomándolo por debajo de sus patas delanteras y lo puso frente a Simón. Con un grito violento, el animal se zafó de los brazos de la Malkavian y salió corriendo. Simón se apresuró a abrirle la puerta antes de que destrozara algo.
—¡No! ¡Lo dejaste ir! —Lilly se levantó del sillón y persiguió al gato por el pasillo.
—¿Qué es este escándalo? —Danielle, despertada por el partido de fútbol y el alboroto con el gato, estaba parada en la puerta de su departamento.
—Lilly adoptó un gato, parece… —dijo Simón.
—¿Acá? —preguntó Danielle.
A lo lejos, el gato volvió a bufar sonoramente. Parecía que Lilly lo había alcanzado.
Leandro también había salido.
—¿Esa era Lilly?
—Sí, adoptó un gato —dijo Danielle.
—Se llama Pelusa —completó Simón.
—Ah…
Los tres se miraron. Leandro y Simón conectaron miradas cómplices y, como si se hubieran comunicado telepáticamente, los dos caminaron hasta el departamento de Leandro y se sentaron a ver el partido. Era una repetición de un Boca-River.
Danielle suspiró y los siguió de atrás.
—¿No tendríamos que hacer algo más que mirar fútbol?
—Shhh —la callaron los dos al mismo tiempo.
Danielle bufó. Simón levantó la mirada. Pelusa volvió a maullar en la oscuridad, como pidiendo ayuda.
—Tenés razón. Deberíamos hacer algo con el temita de la cerradura. ¿Vamos a ver a Clarissa?
—Sí, me parece bien.
Pelusa
Miguel
María
Eva
La noche estaba ligeramente fresca, anunciando los primeros días de otoño. Los tres vampiros salieron de su refugio, dejando atrás a Lilly, quien peinaba a un todavía muy alterado Pelusa y le ponía moños en el pelo.
Los tres caminaron por las veredas desiertas hasta llegar a la imponente Iglesia San Francisco. Golpearon la puerta de la santería que había junto a la entrada principal. Se abrió sola y pasaron. La santería estaba vacía. Una puerta conducía a un pasillo largo con una escalera. Hacia arriba, había tres puertas. Dos de ellas estaban en medio de un descanso, enfrentadas. La tercera se alzaba al final de la escalera. Los tres subieron, esperando estar en el lugar correcto. Se tranquilizaron cuando, al golpear la puerta superior, la voz de Clarissa los invitó a entrar.
—¿Cómo les va? ¿Cómo los trató su primera noche de este lado de la ciudad?
—Bien, nos visitó Lilly —dijo Danielle.
—Ah… sí… estaba con que había encontrado un gato.
—Pelusa —añadió Leandro. Clarissa suspiró con una sonrisa cansada y negó con la cabeza.
—Bueno. Cuéntenme qué les trae hoy por acá.
—Nos gustaría aprender a hacer sigilos. Aparentemente el poder del que tenemos en casa no es el más seguro y quisiéramos mejorarlo.
—Muy bien. Pónganse cómodos. Esto es brujería básica.
Clarissa sacó un cuaderno de su escritorio y una lapicera.
—Los sigilos son símbolos que tienen la particularidad de estar cargados con una intención. Lo que les da el poder mágico es, en primer lugar, el motivo con el cual fueron creados y, en segundo, la magia con la que se activan. Lo primero que vamos a hacer es partir escribiendo la intención que tienen para este sigilo. Por ejemplo, “Esta puerta sólo se abrirá a quienes vivan aquí”.
Clarissa empezó a escribir.
—Ahora vamos a simplificar la oración y eliminar tanto vocales como letras repetidas. Quedan los símbolos “ST PR L B Q N V”. Con esto, ustedes ahora deben crear una imagen que represente lo que quieren hacer. Una vez que tengan el dibujo… queda activarlo.
—¿Y cómo se activa? —preguntó Danielle.
—Eso depende bastante de cada persona. Para activar un sigilo hay que grabarlo en nuestro inconsciente. Para hacer eso, lo importante es mirarlo mientras entramos en estado de Gnosis. El estado de Gnosis es un profundo estado de conciencia espiritual. Se suele lograr de diferentes formas. Por ejemplo, a través de la meditación. Otros usan psicotrópicos… La forma más sencilla para un humano de entrar en Gnosis es a través de un orgasmo.
—¿Y si estamos muertos? —preguntó Danielle.
—¿Qué experiencia es similar al orgasmo en nosotros? —le dijo Simón.
—Alimentarnos, supongo.
—Exactamente —respondió Clarissa—. Nosotros podemos hacer un poco de trampa porque ya somos mágicos. Si lo hacés con tu vitae, la intención ya lo activa.
—Muchas gracias —le dijo Simón—. ¿Hay algo que necesites que hagamos esta noche?
—No, de momento no nos queda más que esperar. Por favor, visiten la ciudad, la noche es toda de ustedes.
—¿Alguna sugerencia de a quién visitar?
—Mmmm… Cerca de acá viven algunos vástagos. Bueno, creo que ya conocen a Alicia y Vanessa. Cerca de lo que es la ex estación de servicio Sol está Miguel…
—Miguel… ¿Ese Miguel?
—Exactamente ese Miguel —dijo Clarissa, como si no fuese algo importante que un vástago fundador estuviera a pocas cuadras del refugio de ellos— también podrían ver a Micky… pero es un imbécil…
—¿Micky?
—Nadie importante. Un pelotudo.
***
—¿Entonces vamos a ir a visitar a Miguel? — preguntó Danielle mientras caminaban…
—¿Cuándo más vamos a tener la oportunidad de conocer a uno de los fundadores de la ciudad? — respondió Leandro.
Simón, que estaba un poco más pensativo, se quedó en silencio unos minutos. Finalmente, como si hubiera estado meditando el asunto y llegado a una conclusión firme, dijo:
—¿Y vamos a caer armados al territorio de un ancilla?
Los otros dos enmudecieron. Tenía razón. No era para nada una buena idea, a menos que quisieran salir en pedazos de su excursión.
Hicieron una parada estratégica en su casa. Lilly seguía ahí con Pelusa. Les pidió que saludaran “Al abuelo” de su parte. A los tres les extrañó el nivel de informalidad con la que se trataban en los Anarquistas. Si alguno de ellos se atreviera a decirle “abuelo” a Jofiel, probablemente terminarían estaqueados al sol.
Caminaron unas cuadras hasta la vieja estación de servicio… que de estación de servicio actualmente no tenía nada. A medida que se acercaban, podían escuchar cómo una música estridente comenzaba a sonar. Era… ¿Bad Religion?
'Cause there's no more time for fussing and fighting, my friend But baby, I'm amazed at the hate that you can send
Se acercaron con cuidado hacia el lugar, que ahora estaba completamente reformado y convertido en un taller de motos. Entonces, sintieron que sus pies ya no tocaban el piso. Alguien los estaba sujetando por detrás y los tenía elevados unos 10 centímetros sobre el suelo.
— ¿Y quién les dio permiso a ustedes para venir para acá? — La persona que los tenía agarrados era un hombre de aparente mediana edad, pelo negro y una cresta punk muy estilo 70’s.
— No… em… disculpe señor… nosotros — Simón titubeó. Danielle estaba congelada.
Para sorpresa de los tres, el hombre empezó a reírse. Los soltó, dejándolos caer sin delicadeza.
— Tendrían que verse las caras — siguió riendo Miguel. — Me encanta hacerle esto a los ex camarilla, se cagan todos. Pasen, vengan conmigo.
Leandro, Simón y Danielle se miraron. Las cosas eran muy diferentes de este lado de la ciudad, sin dudas. Siguieron a Miguel hasta llegar a un pequeño estar con sillones que tenía armado dentro del taller. Antes de ingresar, vieron a una chica de pelo azul, tatuajes y maquillaje oscuro. Estaba sentada reclinada para atrás en una silla, con sus botas arriba de otra. Los tres le levantaron la mano, ella los miró con disgusto… pero le sonrió a Danielle.
— No le presten atención a María, es un poco antipática al principio pero es una buena chica. No le gustan mucho los hombres. ¿Les sirvo algo para tomar?
Los tres ingresaron tímidamente y aceptaron un vaso de whisky -rebajado con un poco de sangre- de Miguel.
— Bueno, entonces ustedes tres son los chicos de Clarissa—
— Así nos dicen, aparentemente. Somos Leandro, Simón y Danielle ¿Puedo preguntar por qué un vástago de su edad y prestigio vive…?
Miguel lo miró entretenido y lo interrumpió.
— Tuteame por favor. Soy Miguel, pero asumo que eso ya lo sabías.
— Imaginé que quizás tendrías mucha más relación con la baronesa.
— ¿Con Clarissa? Es una buena piba. Muy parecida a su sire, Gabriel. Pero yo ya no estoy para esas cosas. Estoy viejo. Prefiero darle una mano cuando lo necesita y dedicarme a lo que me gusta. Además yo ya no entiendo a las generaciones más nuevas. ¿Vos sabías que desde que está la baronesa tienes que pedir consentimiento para abrazar a alguien?
— ¿Cómo?— dijo Simón, sin entender.
— Sí, sí, vos no podés agarrar a una persona y solicitar permiso de tu antiguo nomás. La persona tiene que saber qué significa el abrazo y ver si quiere. Si no quiere, se le borra la memoria y acá no pasó nada. María me dio toda una charla sobre eso. Eva fue la de la idea.
— ¿Eva?
— Sí, mi chiquilla. Está en su pieza. Se la pasa leyendo y estudiando. Salió más tirando a académica. María es chiquilla de ella y es más bien combativa. Así que tengo una de cada una. Son muy buenas, pero bastante intensas las dos.
En ese momento, una motocicleta frenó cerca del taller. Un chico de apariencia joven se bajó con cara de preocupado. Miguel lo miró y se excusó:
— Disculpen, tengo que atender esto.
— No hay problema.
Leandro se quedó curioseando en el taller, mirando la colección de vinilos que Miguel tenía armada en el estar, de apariencia cincuentosa. Danielle se paró y anunció que iba a saludar a la chica de pelo azul. Simón la acompañó porque quería conocer a Eva.
María estaba sentada con los auriculares puestos, escuchando música. Se los quitó cuando vio que Danielle y Simón se acercaban. Les lanzó una mirada seria al Banu Haquim, pero suavizó la expresión con la Toreador.
— Hola, ¿cómo están? María, un gusto.
— Danielle.
— Simón.
— ¿Vinieron a conocer al abuelo?
— ¿Al abuelo? — preguntó Simón.
— Creo que habla de Miguel.
— ¿Le dice abuelo?
— Y sí, ya está viejo.
Se miraron extrañados. Los anarquistas parecían mucho más… ¿cercanos? Entre ellos.
— Bueno, ¿qué necesitan?
— Queríamos presentarnos, nada más.
A lo lejos, un ladrido les hizo levantar la cabeza. Un pitbull negro se acercaba a toda velocidad moviendo la cola. Traía algo entre los dientes.
— ¡Ruffo! — gritó María, mientras el perro le movía la cola y le dejaba un objeto a sus pies.
— ¿Qué tenés ahí?
Simón y Danielle vieron con bastante sorpresa que lo que traía en la boca el perro era nada más y nada menos que una mano humana.
— Uy… ¿otra vez?
— ¡Guau! — respondió el perro de manera animada, como si pudiera entenderla.
— Dame acá, no queremos que el viejo te vuelva a retar.
María notó que los otros dos vástagos la miraban extrañados.
— Ah, no se preocupen… no lo va a extrañar nadie y hace menos daño así, especialmente a su familia — escondió la mano en su bolsa — pero al abuelo no le gusta que manejemos así estos asuntos. Él es más reformista que punitivista.
— Ah… — atinó a decir Simón.
— Lo discutimos todo el tiempo con Eva… ella es más de la línea del abuelo, pero estos hijos de puta no tienen forma de reformarse y para serte honesta, me importa poco que quieran una segunda oportunidad después de levantarle la mano a sus parejas. Acá manejamos el “Muerte al macho” de forma literal o nada. ¿O no, Ruffito? O no que los queremos a todos muertos — puso voz infantil mientras le hablaba al perro, que se tiró sobre su espalda para pedirle mimos en la panza.
— Disculpame… ¿la podré conocer a Eva? — se animó a decir Simón, con muchas ganas de escaparse de la conversación.
— Sí, subí por la escalera que está detrás de esa puerta. La vas a encontrar en su biblioteca. Está investigando para su tercer posgrado o algo así.
Simón subió por la escalera que le indicó María y Danielle se quedó charlando un poco con ella. Aproximadamente veinte minutos más tarde, Leandro se les unió con cara preocupada.
— Chicos, me acaba de llamar Zuri.
— ¿Qué pasó?
— No sé, me pidió que fuéramos urgente.