La composición musical completa más antigua que se conoce es un epitafio, el conocido como Epitafio de Seikilos, o Epitafio de Sícilo, de autor desconocido y escrito sobre una columna de mármol para el sepulcro de Euterpe, la esposa de Sícilo.
Se tiene conocimiento de composiciones musicales más antiguas, pero de ellas únicamente nos quedan fragmentos, mientras que del epitafio de Sícilo nos queda la composición completa, que sigue todos los cánones de la música de la antigua Grecia.
La columna fue descubierta en 1883 por William Mitchell Ramsay, un aficionado a la arqueología, a unos treinta kilómetros de la ciudad de Esmirna, en Turquía; se guardó en un museo de la ciudad hasta que durante la guerra greco-turca, en 1922, la ciudad fue arrasada por las tropas turcas y la columna se perdió. Pasado el tiempo se volvió a encontrar en poder de una mujer del pueblo que la usaba como soporte para una de sus macetas, y aunque se había desgastado la base y perdido la última de las líneas de texto, la composición musical estaba completa. Hoy podemos encontrarla en el Museo Nacional de Dinamarca, en la ciudad de Copenhague.
La primera parte de la escritura es una inscripción en la que podemos leer: Soy una imagen de piedra. Sícilo me pone aquí, donde soy por siempre, señal de eterno recuerdo. Posteriormente aparece el epitafio propiamente dicho con la notación musical intercalada, y es ahí donde podemos encontrar el pensamiento estoico que dominó a Sícilo, el enamorado hombre que quiso dejar recuerdo de su amada esposa en una columna de mármol diciendo: Mientras vivas, brilla, no sufras por nada en absoluto. La vida dura poco, y el tiempo reclama su tributo.
La filosofía estoica resumida en cuatro versos que nos recuerdan, muchísimo, a la locución latina «Carpe diem» que inmortalizara Horacio en sus Odas y a la que daba exactamente el mismo significado.
Esta filosofía estoica de aprovechar el momento, de no confiar en un futuro incierto, de no dejar nada en manos de la diosa Fortuna, era muy propia de las formas de pensar griegas, y estaba enraizada en sus creencias religiosas. Al contrario que las grandes religiones monoteístas que se han instalado en la cultura occidental y que siempre tienen un «más allá» como lugar de eterna confianza, los griegos creían que todos los muertos iban al Hades, no importaba cuán grande hubieses sido acabarías pagando tu peaje al barquero y entrarías en el reino del dios del inframundo nadando eternamente en el río y recordando únicamente los errores cometidos en vida. Esas creencias llevaron a Homero a narrar cómo Odiseo llama a Aquiles con una gota de su sangre al olor de la cual las almas muertas acuden en busca de algo ligeramente cercano a la vida, y allí Aquiles le declara a su antiguo amigo: No pretendas Odiseo preclaro darme consuelo de la muerte, que yo más querría ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa que reinar sobre los muertos que allá fenecieron. La muerte era pues, siempre, una desgracia, un futuro aterrador y no quedaba más que «aprovechar el día», exprimir la vida hasta la última gota del jugo; en definitiva, brillar, no sufrir todo lo que podamos evitar sufrir, es decir, hacer caso a Sícilo y sus enseñanzas estoicas.
Os dejo con la letra y un vídeo para que podáis escuchar la composición musical completa más antigua que se conoce.
Soy una imagen de piedra.
Sícilo me pone aquí,
donde soy por siempre,
señal de eterno recuerdo.
Mientras vivas, brilla,
no sufras por nada en absoluto.
la vida dura poco,
y el tiempo reclama su tributo.
Mientras hablamos, se habrá fugado el tiempo celoso. Aprovecha el día y confía mínimamente en el futuro.
Horacio