Desde hace tiempo, múltiples equipos académicos han venido sosteniendo la necesidad de una nueva articulación de los procesos de enseñanza entre el trabajo docente directo y el trabajo mediado por tecnologías de comunicación para alcanzar los mejores niveles de calidad y eficiencia. Aun cuando ya era un tema de reflexión y atención por múltiples equipos e investigaciones, la reflexión pedagógica e intelectual fue acelerándose sobre el significado de dicho concepto y sus alcances e implicaciones en lo pedagógico, lo organizativo y en sus características como un modelo propio, más allá de sus componentes de trabajo docente presencial y de insumos tecnológicos y de trabajos docentes y técnicos interdisciplinarios mediado por redes digitales.
Actualmente, se concibe a la educación híbrida más que como el mero resultado de la mezcla de métodos de enseñanza y de formas de gestión presencial y virtual. Se la visualiza como un modelo propio pedagógico y no fragmentado entre componentes presenciales y virtuales, sincrónicos y asincrónicos, individuales y colaborativos, para alcanzar mayor cobertura y calidad. Es el resultado de dinámicas en curso al interior de la educación presencial y de la educación a distancia virtual, así como de las demandas que tienden hacia una convergencia en un modelo nuevo de tipo híbrido, pero en red y digital.
El nuevo modelo de educación a distancia que impulsó Zoom en la pandemia, que funciona como una educación presencial en red, y por ende sincrónica, o como una educación híbrida también, así como las actividades presenciales, plantea la necesidad de actividades asincrónicas de apoyo. En este caso, a través de un campus virtual o plataforma LMS que permita el acceso a recursos de aprendizaje, evaluaciones automatizadas y actividades tutoriales y colaborativas u otras prestaciones más sofisticadas.
El formato actual da mayor flexibilidad y libertad a los protagonistas educativos. Toda la dinámica educativa se basa en una articulación entre la enseñanza y el autoaprendizaje, entre el trabajo docente y el propio trabajo del estudiante. En este contexto de flexibilidad, la educación se ajusta más a las conveniencias de los estudiantes y no que ellos se deban ajustar a los formatos rígidos de tiempo y lugar que caracterizan a la educación presencial tradicional. Este cambio, sin duda contribuirá a una mayor cobertura, y a la vez, mejores interacciones educativas y con ello menores deserciones y mejores aprendizajes.
Internet y computadoras son la base del aula del futuro que será digital, tanto en sus formas sincrónicas y asincrónicas, e incluso en sus formas presenciales o a distancia.
Dr. Claudio Rama
Rama, C. (2021). La nueva educación híbrida. Cuadernos de Universidades. UDUAL.
Una buena forma de sacar partido a las TIC es sin duda el aula inversa o flipped classroom: un modelo pedagógico que transforma ciertos procesos que de forma habitual estaban vinculados exclusivamente al aula, transfiriéndolos al contexto extraescolar. Es decir, invierte la forma tradicional de entender una clase: aquellas actividades ligadas principalmente a la exposición y explicación de contenidos pasan a ofrecerse fuera del aula, por medio de herramientas tecnológicas como puede ser el vídeo o el podcast, o sencillamente internet. De esta forma, el tiempo escolar se dedica fundamentalmente a la realización de las actividades que verdaderamente importan para el aprendizaje, como pueden ser los ejercicios prácticos, la resolución de dudas y problemas, los debates, los trabajos en pequeño o gran grupo, el aprendizaje por descubrimiento, la coevaluación y autoevaluación, etc.
El término flipped classroom fue acuñado por Bergmann y Sams (2012), dos profesores que empezaron a grabar y distribuir vídeos de sus lecciones para ayudar a aquellos de sus alumnos que faltaban a clase por cualquier motivo.
Invertir una clase implica un enfoque integral por medio del cual se combina una enseñanza presencial directa con métodos que toman de referencia una perspectiva constructiva del aprendizaje y que, aplicados adecuadamente, pueden sustentar todas las fases del ciclo de aprendizaje que componen la Taxonomía de Bloom. Dicha taxonomía, en su vertiente cognitiva, establecía seis grandes categorías en las que enmarcar los objetivos educativos: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear. El aula inversa puede responder bien a dichos objetivos, ya que libera espacio dentro de clase para resolver problemas, dejando para casa las tareas propias de la transferencia de información (memorizar y comprender), permitiéndonos así estar presentes en el momento más relevante del proceso de aprendizaje: su aplicación práctica. Además, el aula inversa fomenta la curiosidad y el trabajo colaborativo por parte de los estudiantes, dando un mayor peso a estos aspectos que el aula tradicional.
El aula inversa requiere necesariamente que el docente cambie su rol tradicional en el aula y pase a ser un acompañante cognitivo; esto es, un facilitador de conocimientos que guíe y oriente a los alumnos durante la adquisición de sus competencias. El estudiante debe convertirse, por tanto, en la parte central del proceso de enseñanza-aprendizaje, adquiriendo un rol activo y responsabilizándose de su propio aprendizaje.
Gracias a los beneficios y la efectividad que comienza a demostrarse que posee este modelo, el aula inversa parece estar recibiendo cada vez una mayor atención en el ámbito educativo.
Alba García Barrera
García-Barrera, A. (2013). El aula inversa: cambiando la respuesta a las necesidades de los estudiantes. Avances en Supervisión Educativa.