Ideas sueltas (2017)


el amor es reflejo

el cuerpo una isla

la mente una jaula

el éxito estupidez


deseo disfraz

felicidad sin sonrisa

emoción sin nada


La acción de dibujar como un ejercicio automático y continuo donde se entremezclan el amor, el dinero, el cuerpo y la mente. Los deseos y las ausencias. (Más de 100 dibujos realizados en dos días, de los cuales se seleccionaron 36).

La fantasía de amor y éxito en tensión con una realidad de constantes limitaciones. Lo que deseamos y lo que somos. Espacio de incertidumbre.

Texto de obra, “LXXI Salón Nacional de Rosario 2017”, MACRO, Rosario.

Obsesiones pictóricas (2013)

Obsesión por pintar. Obsesión por la elección certera de la forma y el color (¿certera?). Obsesión por la línea y el plano. Obsesión por la mirada del otro (la mente del otro). Obsesión por el placer de pintar. Obsesión por mis reglas de trabajo (orden) y no respetarlas (¿nuevo orden?). Obsesión por el devenir de la obra en mi mente (y en el soporte). Obsesión por el control y el azar. Obsesión por crear y no destruirlo. Obsesión por repetir (y variar). Obsesión por conformarme y conformar. Obsesión por la decisión exacta (¿exacta?). Obsesión por abandonar (y seguir). Obsesión por la prolijidad y la desprolijidad (¿perfección e imperfección?). Obsesión por rellenar los espacios y no hacerlo (¿por el vacío?). Obsesión por la aprobación (y la indiferencia). Obsesión por el pincel y su precisión (¿o imprecisión?). Obsesión por rehacer (y no rehacer). Obsesión por buscar (y encontrar). Obsesión por lo que pienso de mi obra (y lo que el otro piensa). Obsesión por esta muestra (y este texto).

Texto de obra, muestra "Obsesiones pictóricas", Galería el Gran Vidrio, Córdoba, 2013

Obsesiones: materia, luz y color (2013)

La obsesión de ser artista y transformar la materia en algo con sentido que trascienda su propia existencia, la obsesión de sumergirse en las caprichosas necesidades de la obra… nada más ajeno a la realidad, nada más cercano al misterioso universo poético tan genuino y verdadero como la propia existencia.

El mundo pictórico de Claudio Ziperovich está repleto de obsesiones: tramas, contrastes de colores, composiciones, movimientos lineales y luz…

“Obsesión por pintar. Obsesión por la elección certera de la forma y el color (¿certera?). Obsesión por la línea y el plano. Obsesión por la mirada del otro (la mente del otro). Obsesión por el placer de pintar. Obsesión por mis reglas de trabajo (orden) y no respetarlas (¿nuevo orden?)”.

El trabajo de Claudio revaloriza el placer de la mirada, sus obras seducen la retina, a modo de “vitraux” pero sin vidrios que reflejan luces provocando movimientos cromáticos. De buena factura y delicadeza formal, sus trabajos inspiran vacio y reflexión espiritual, invitándonos a compartir su propio micro-mundo pictórico.

Juan Martín Juares, Catálogo de la muestra “Obsesiones pictóricas”, Galería El Gran Vidrio, 2013, Córdoba.

Mar de ilusiones (2007)

Estar en escena es como nadar en un mar. Luego de dar algunas brazadas podremos encontrar corrientes que nos conducirán hacia lo esencial: el concepto. Allí gozaremos intelectualmente del hecho de nadar.

Si seguimos avanzando otras corrientes nos podrán llevar a zonas muy placenteras donde podremos disfrutar del nadar por nadar.

Pero el mar es más grande y de intentar recorrerlo es posible encontrar otras aguas donde se desplazan con la última tecnología. Sin duda aquí estaremos nadando en la “cresta de la ola”.

Lo más probable es que de seguir avanzando nos demos cuenta que estas direcciones se entrecruzan y muchas veces, pese a las grandes diferencias, pueden parecerse mucho.

Si encontramos algún medio de navegación podremos estar en cartel. Los medios de transporte pueden ser muy variados: desde balsas precarias hasta grandes barcos.

Están los barcos privados con los cuales podremos ir en busca de tesoros que en estos mares no abundan. También están las embarcaciones públicas, que por aquí son bastante pobres de recursos e ideas o suelen estar mirando a otros mares. Además están las embarcaciones de paso que son difíciles de abordar y que, de lograrlo, nos llevarán sólo el tiempo que demoran en otorgarnos o no una distinción.

Este mar está lleno de guías que interpretan sus características y señalan cuál es la dirección hacia dónde debe ir. Éstos suelen pretender ir mas adelante que los nadadores y de seguir el camino que señalan podremos nadar muy tranquilamente, al tiempo que confirmaremos sus razones.

Mi historia de nado se ha caracterizado por recorrer distintas aguas. Con el tiempo he descubierto que este mar se vuelve sobre si mismo casi constantemente sin más destinatarios que sus propios actores. A partir de lo cual he buscado nadar hacia quienes no lo conforman activamente.

Este “norte” ha marcado la acción de mis últimos años, por lo que me he movido siguiendo mis estímulos y apropiándome de aspectos de diversas corrientes para construir un estilo que active un disfrute placentero del hecho visual. Para lo cual he buscado nutrirme de elementos formales provenientes del diseño, la artesanía y la pintura abstracta en un mixtura que logre identificaciones con un público lo más amplio posible.

Soy un nadador de clase media, lo cual es una desventaja para producir y estar en cartel. Pero creo en la constancia y en el trabajo de experimentación continua a mediano y largo plazo del cual surgen los pequeños grandes descubrimientos que renuevan la obra y, a partir de ahí, las posibilidades de encontrar algún barco para navegar.

Claudio Ziperovich. “Parabrisas (a)”, autores varios (coordinador: Lucas Di Pascuale),

DocumentA/Escénicas ediciones, Córdoba, 2007.

La pintura de Claudio Ziperovich

Sin manifiesta voluntad crítica y con imágenes de pura inmediatez sensible, la pintura de Claudio Ziperovich parece estirar los límites del arte entre lo que algunos consideran la baja y la alta cultura. Fundamentalmente porque aún no dependiendo del sentido práctico de la artesanía reitera sin embargo relaciones intensas de formas y colores adjudicables al sentido llano del lenguaje de la cultura popular.

Paradójicamente estas imágenes que se repliegan sobre sí mismas, suspendidas en un espacio indeterminado y con espíritu herborescente, no constituyen analogía alguna con el mundo vegetal aunque advierten de una correspondencia sublimada y exuberante que –para un observador del Hemisferio Norte- puede remitir a un mundo de eterno verano y a la exótica naturaleza del genérico Sur. Sin embargo esta lógica exultante y puramente visual está alejada del estrato sensorial discreto de la tradición del gran sur de América del Sur de la que proviene el artista y debe ser entendida entonces como parte de una operación de apropiación que finalmente se define identificada tanto con el espacio lúdicamente obrado de la artesanía popular como con la autosuficiencia de la abstracción decorativa contemporánea. De esa permeable condición de que se nutre el arte actual y no debido a una marca geográfica en particular, provienen los rasgos determinantes de las pinturas de Claudio Ziperovich. No son imágenes que surjan de un exabrupto emocional, ni constituyen metáfora orgánica alguna, por el contrario, son imágenes que eluden la dimensión semántica y toda connotación contextual o atisbo de narratividad, para reducirse a lo visualmente verificable. Producto de una selección y sistematización tan personal como arbitraria de leyes de organización y cromatismo, estas obras reiteran la idea de “continuo visual” (ninguna figura predomina sobre la otra y todas mantienen un esquema de insistente saturación del plano) la de fragmentación (la imagen es producto de la sumatoria de partes) y la de repetición y flotación (redundantes e indivisibles, son fondo y figura a la vez) lo que en definitiva impone una lógica abierta al rescate de la pura visualidad tanto como persisten en una metodología que podríamos inscribir dentro de consideraciones de tipo ontológico.

Gabriel Gutnisky, Córdoba, 2003.