Tras la consolidación de ARPANET, en 1983 se adoptó el protocolo TCP/IP, que sentó las bases técnicas para la interconexión global de redes. En ese mismo periodo, el control y expansión de la red comenzaron a migrar del ámbito militar al académico. Esto llevó al surgimiento de NSFNET, una red promovida por la Fundación Nacional de Ciencia de EE.UU., que en 1985 reemplazó gradualmente a ARPANET como la columna vertebral del tráfico de datos entre universidades e instituciones de investigación. NSFNET se convirtió en la espina dorsal del nuevo Internet, abriendo el camino para la expansión global. En 1990, ARPANET fue desmantelada oficialmente.
Durante la década de los 90, el Internet dejó de ser exclusivo para investigadores y universidades, y comenzó a extenderse al público en general. En 1991, Tim Berners-Lee creó la World Wide Web (WWW), una plataforma basada en hipervínculos y navegadores que hizo el Internet mucho más accesible. Rápidamente surgieron navegadores como Mosaic y Netscape Navigator, que permitieron navegar sitios web de manera gráfica. También se popularizó el uso del correo electrónico, los foros y los primeros sistemas de mensajería instantánea. A mediados de la década, muchas familias ya podían conectarse a Internet desde casa usando líneas telefónicas (dial-up).
Con la llegada del siglo XXI, el Internet evolucionó hacia la banda ancha, con conexiones más rápidas y estables. Esto permitió el surgimiento de nuevas plataformas de comunicación, como blogs, YouTube, y sobre todo las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp, que transformaron la manera en que las personas se comunican y comparten información. La popularización de los smartphones llevó el Internet a los bolsillos de las personas, mientras tecnologías como WiFi, 4G y 5G, junto con la computación en la nube y el Internet de las Cosas (IoT), expandieron aún más su alcance. Hoy en día, casi todo está conectado: desde refrigeradores hasta relojes inteligentes.