(119 Palabras)
En las montañas andinas vivía Illari, una vicuña curiosa. Un día descubrió un lago escondido que brillaba como un espejo. Al mirarlo, Illari notó que no solo reflejaba montañas y nubes, sino también sentimientos. Vio su curiosidad, pero también tristeza.
Cuando los pobladores se acercaron, todos vieron reflejada la preocupación por la sequía que secaba chacras y marchitaba flores. Illari les explicó que el agua mostraba su interior: si había tristeza, permanecería oscura; si había unión y esperanza, brillaría.
Entonces los pobladores se tomaron de las manos y cantaron juntos. El lago comenzó a brillar y brotó un manantial que devolvió la vida al valle. Desde entonces, todos recuerdan que la esperanza y la unión pueden vencer cualquier dificultad.
(264 Palabras)
En las altas montañas de los Andes peruanos vivía una vicuña llamada Illari. Era ligera y curiosa, siempre exploraba los valles y las cumbres en busca de algo nuevo. Una mañana, mientras seguía un camino entre ichus dorados, descubrió un lago escondido, rodeado de piedras brillantes. El agua era tan clara que parecía un espejo.
Al acercarse, Illari se sorprendió: no solo reflejaba las montañas y las nubes, también mostraba los sentimientos más profundos de quienes lo miraban. Ella vio su propio corazón lleno de curiosidad, pero también percibió una sombra de tristeza que no entendía.
Cuando llevó a los pobladores del caserío a mirar el lago, todos descubrieron lo mismo: en el espejo aparecía la tristeza colectiva por la sequía que secaba las chacras y marchitaba las flores. Los niños veían la angustia de sus padres, y los ancianos, la preocupación de todos.
Illari, con voz dulce, les dijo:
—El espejo nos muestra lo que llevamos dentro. Si estamos tristes y divididos, el agua permanecerá oscura. Pero si nos unimos y tenemos esperanza, quizás algo cambie.
Los pobladores se tomaron de las manos y comenzaron a cantar juntos, recordando tiempos de abundancia y solidaridad. El lago entonces empezó a brillar intensamente y, en medio de aquel resplandor, brotó un manantial que descendió hasta las chacras. El agua volvió a correr por los canales, las flores despertaron y el valle recuperó su vida.
Desde ese día, cada vez que alguien se siente perdido, visita el espejo de los Andes. Allí recuerdan que solo con un corazón limpio, unión y esperanza, pueden superar cualquier dificultad.
(487 Palabras)
En lo más alto de los Andes peruanos, donde el aire es puro y frío, y el sol ilumina las montañas nevadas, vivía una vicuña llamada Illari. Era ligera como el viento y muy curiosa; le gustaba explorar cada rincón de los valles y las cumbres, siempre buscando algo nuevo que aprender.
Un día, mientras caminaba entre ichus dorados que se movían al compás del viento, descubrió un lago escondido, rodeado de piedras que brillaban como plata bajo la luz del sol. El agua era tan clara y tranquila que parecía un espejo inmenso colocado en medio de las montañas.
Illari se acercó con cautela y, al mirar dentro del lago, quedó asombrada. No solo reflejaba las nubes y las montañas, sino que también mostraba sentimientos. En su reflejo vio su propia curiosidad y alegría, pero también una sombra de tristeza que no comprendía.
Intrigada, decidió llevar a los pobladores del caserío hasta aquel lugar. Cuando los hombres, mujeres, niños y ancianos miraron el agua, todos descubrieron lo mismo: en el espejo se reflejaba la tristeza colectiva por la sequía que estaba secando las chacras, marchitando las flores y dejando a las familias sin alimento. Los niños veían la angustia en los ojos de sus padres, y los ancianos percibían el peso de la preocupación en el pueblo.
Illari, con una voz suave y llena de ternura, les dijo:
—Este espejo nos muestra lo que llevamos en el corazón. Si permanecemos tristes y divididos, el agua seguirá oscura. Pero si nos unimos y nos llenamos de esperanza, quizás el lago pueda cambiar.
Los pobladores se miraron unos a otros, comprendiendo que habían dejado que el miedo y la desesperanza los separaran. Entonces, tomados de las manos, comenzaron a cantar. Sus voces llenaron el aire con recuerdos de tiempos de abundancia, con gratitud hacia la tierra y con promesas de solidaridad.
De pronto, el lago comenzó a brillar con una intensidad deslumbrante. La superficie del agua se encendió como si el sol hubiera bajado a descansar en ella. En medio de aquel resplandor, brotó un manantial que descendió por las laderas hasta las chacras. El agua corrió nuevamente por los canales de riego, las flores despertaron de su letargo y el valle entero recuperó su verdor.
Los pobladores, llenos de alegría, agradecieron a Illari y al espejo de los Andes. Comprendieron que el secreto no estaba en esperar un milagro externo, sino en lo que cada uno llevaba en su corazón. Desde ese día, cada vez que alguien se siente perdido o sin fuerzas, acude al lago para mirarse en su espejo. Allí recuerdan que solo con un corazón limpio, unión y esperanza es posible enfrentar cualquier dificultad.
Illari se convirtió en guardiana del lago y símbolo de valentía y sabiduría. Los niños crecieron escuchando su historia y aprendiendo que, aunque sean pequeños, si actúan con amor y solidaridad, siempre podrán reflejar la luz que cambia el mundo.