© Publicación realizada por Jaime Cinca Yago con la autorización de la hija y nieto de Nilamón Toral, Licia Toral de Córdoba y Juan Manuel Salaberry Toral.  Para utilizar material de esta publicación deberá citar la fuente.
MILAMON TORAL, Memorias incompletas (a página principal)

Tras la pérdida de Teruel

Crítica a la actuación del Campesino en Brunete.

Esperamos que estas explicaciones aclaren a los entendidos, que vivieron la situación real de nuestros frentes y, en particular, el de Teruel, las razones de nuestro proceder. Razones que pueden y deben ser criticadas por quienes tengan otras de más peso para demostrarnos cómo procedieron ellos en este como en otros frentes. ¿Hay alguien capaz de razonarnos por qué y para qué se le ordena a la división de Campesino la defensa de Teruel? ¡Esa estupenda división no se merece, por sus hombres, por sus cuadros de mandos militares y políticos, tener un jefe que por su incapacidad y bestialidad, resulta un cuadrúpedo retrasado mental!

Pobre división en manos de un cobarde, engreído por una propaganda funesta e insensata.

¡Esa división como tal es maravillosa! Tiene unos jefes de brigada estupendos, pero todos sus mandos, absolutamente todos, no tienen que envidiar nada a los mejores que puedan existir en las mejores unidades.

Nosotros esperábamos, y en particular yo, que después de las operaciones de Brunete, ese elemento nocivo y asqueante fuera degradado y condenado a trabajar con pico y pala para intentar hacerle pagar, en parte, los muchos crímenes cometidos por ese ser indeseable. Cuando decimos crímenes, no nos referimos a las crueldades que cometió y cometerá mientras siga ostentando un mando que no merece. Nos referimos a los gloriosos hombres que sacrificó en Quijorna estúpidamente y sin la menor justificación. ¿Quién protege a este jefe indeseable? ¿Cómo puede seguir mandando esa división que tiene jefes capaces de mandar a las brigadas que mandan? Son ellos quienes obtienen los éxitos que a él le apuntan, él carece en absoluto de la más mínima cualidad para ser un buen soldado. Su poco valor físico se lo produce el Tres cepas o el Domeq que se toma cuando el enemigo ataca sus posiciones. ¡Ya no estamos en los primeros días de la guerra para poder escalar sin mérito alguno, puestos de responsabilidad! Él se jacta de ser comunista y miembro o militante de ese partido, formado por hombres, en toda la extensión de la palabra, y con los defectos naturales de todo ser humano, pues dioses no somos. No entendemos cómo este triste desecho de la familia comunista puede ostentar el carné del Partido Comunista y haber llegado a jefe de la división…

Alguien pudo tener interés (y sinceramente, no lo entendemos) en ayudar a este desdichado ser, pero cuando a mí me quitaron los dos primeros batallones de choque que se habían creado con voluntarios de todas las unidades que más se habían distinguido en la Sierra y otros frentes, informé sin la menor vacilación de la desgracia de estas unidades, que pudieron jugar un papel importante en la defensa de Madrid. Pero al ser mandados por él, serían sacrificados sin pena ni gloria. No se me escuchó donde podían hacerlo, cuando se produjo la catástrofe de las Rozas, coincidimos esa noche cenando en un centro de nuestro partido, y cuando llegué, estaba contando una de sus famosas hazañas inexistentes, e incapaz él de realizarla. Cuando vi que nadie decía nada para terminar con esa sarta de falsedades, me levanté de la mesa y dije para todos: «Este hombre es un farsante y cuanto está contando es falso. Él no sabe dónde están los restos de sus dos batallones, pues se marchó del frente cuando la pelea se puso al rojo. Esto que dijo podéis comprobarlo visitando el frente que él abandonó para venir aquí a contarnos esta película de miedo y valor insistente».

Esperé que la cosa no quedara como quedó, pero él no fue capaz de desmentirme, todos quedaron confusos y nada más. ¿Si este incapaz procede así con dos batallones, cómo y quién le propone para mandar un división? ¡Ya sé que otros también habían fracasado, pero mi partido no debía permitir este tremendo error , pues perdemos autoridad! ¡Cuando se procedió como ningún otro sector supo hacerlo! No se puede defraudar a nuestros militantes, a nuestros simpatizantes, y sobre todo, a nuestro Pueblo y Causa. En las primeras fases de nuestra lucha, pudo suceder esto y un poco más por el desconocimiento a todos los niveles del papel a desempeñar en el momento más trascendente de nuestra Historia. El oportunismo, el arribismo y el confusionismo pudieron ser y fueron motivos sobrados para que ciertos aventureros sin clase se encumbraran y ocuparan puestos inmerecidos, pero habían transcurrido meses y sobre todo, hechos, acciones y acontecimientos para ir clarificando y depurando nuestros aparatos de dirección y mando en todos los escalones de nuestra zona.

Es cierto que en nuestra situación y crecimiento geométrico, podía ser más fácil la penetración de elementos nocivos a pesar de nuestra permanente vigilancia revolucionaria, pero penetrar no es lo mismo que prosperar cuando no hay clase, conocimientos y mucho menos, valor. Este hombre estuvo desde los primeros momentos con los hermanos Galán y estos tenían la obligación ineludible de saber si podía ser un mando de nuestro ejército o no merecía ser ni un soldado.

Yo no pretendo hacer responsable de este fracaso a mi partido, pero sí digo una vez más que tiene que terminar lo antes posible con el favoritismo localista, pues esto es negativo y totalmente injusto. Esta política negativa podía tener explicación, pero no justificación, en los primeros años de nuestra existencia. Hoy el Partido tiene tantos o más militantes que el más numeroso de nuestra patria. Cuenta con una disciplina, una abnegación y una entrega de sus militantes y afiliados como para sí quisieran nuestros detractores y enemigos obstinados, para desgracia de nuestra clase y beneficio de nuestros enemigos comunes. Pero quizás nuestros potenciales enemigos de clase no sean los únicos responsables de la actitud de quienes no quieren o no son capaces de comprendernos y de explicarse nuestras imperfecciones, aunque nos consideremos algunas veces inmaculados e insuperables. La falta de solidaridad, unidad y comprensión en las fuerzas llamadas marxistas es la causa fundamental para que el franquismo justo o dirigido por el nazifascismo se permita reducir peligrosamente nuestro territorio y sigamos paulatinamente entregándole las pocas posibilidades que nos restan por perder, para no ser prácticamente anulados por un tiempo indefinido.

Si entre quienes tenemos interés en ganar la guerra hubiera menos protagonismo y más unidad, no se darían falsos Campesinos ocupando puestos de responsabilidad que a todos nos afectan seria y profundamente.

Estos casos desgraciados de incapacidad, desinterés y de traiciones enmascaradas no podrían darse si todos fuéramos capaces de denunciar cuanto es nocivo para la democracia y, sobre todo, para los intereses de nuestra patria.

Por cuanto pasó, pasa y puede seguir pasando, hacemos nuestra más enérgica protesta para que este desgraciado mando sea degradado y entregado a un tribunal militar popular para ser colgado por sus crímenes contra la Razón, la Justicia y el Pueblo.

Él, por mucho menos, yo diría que sin la menor causa, mandó fusilar a mandos políticos y militares en el frente de Quijorna. Este execrable proceder criminal contra un jefe de batallón y comisario, que tenían más valor y conocimientos militares que su indigno jefe, no me fue posible impedirlo por ser solamente jefe de brigada y no poder, en ese momento, actuar como habría procedido en un caso similar. Es desagradable y penoso relatar algo tan repelente, pero nuestra causa se merece tal honor, pese a quien pueda pesar o desagradar.

Para demostrar que nada tenía personal contra él, relataremos lo que creemos haber dicho en otros pasajes más o menos extensamente.

Siendo la reserva de la 35 división internacional, en las operaciones de Brunete, visitaba frecuentemente los sectores de Lister y en particular el de Campesino, por estar en peor situación y por cuanto queda expuesto, pude comprobar personalmente su falta de capacidad y su estúpido desinterés por aprender cuanto precisaba (como a todos nos sucedía) para poder ser un mando digno de su unidad.

Cuando un batallón de una de sus brigadas perdió las posiciones que defendía en el ala derecha del dispositivo propio (por estar mal organizado el terreno), en presencia nuestra ordenó al comandante y comisario del batallón que se pusieran a la cabeza de la unidad para recuperar la posición, amenazándoles con el fusilamiento si no conseguían realizarlo. Estos valerosos muchachos intentaron lograrlo tres o cuatro veces, pero colocados en primera línea en todos los intentos, tuvieron la desgracia de no morir o de ser heridos por el enemigo, y conste que lo buscaron insistentemente. La guerra es así, cuando buscas la muerte, no la encuentras por mucho que lo intentes. Fue necesario demostrar a este asesino insensato que no tenía la menor idea de cómo se puede recuperar una posición, que no debió perderse ante un ataque de tanteo exploratorio. Una vez más, el enemigo no pierde el tiempo; refuerza y organiza la posición clave, que podía ser para nosotros una base estupenda de partida para futuras o inmediatas ofensivas. Por estas razones, los intentos de este batallón de Campesino no dieron el resultado deseado y en cuanto el jefe del quinto cuerpo de ejército se entera de este contratiempo, me ordenó ponerme en contacto con él a través del general Walter, jefe de la 35 división. Nuestro jefe orgánico de la unidad me preguntó si sería capaz de recuperar esa posición, importante para el enemigo y para nosotros, pues era una amenaza para Navalagamella y la seguridad del ala derecha del V C. de E.

Para nosotros no era un secreto cuanto sucedía en el sector del V C. de E. Como éramos la reserva operativa del C. de E., conocíamos de pe a pá todo el sector defensivo y operativo. Visitamos la primera línea de la división Lister y la de Campesino como habíamos realizado con las posiciones de la 35 división a la que tácticamente pertenecemos.

Nos habíamos permitido el lujo de opinar e informar a nuestro jefe de división de las deficiencias, defectos y aciertos de cuanto habíamos observado en las posiciones visitadas. Dimos, una vez más, nuestra opinión aseverada por las visitas y reconocimientos de nuestros jefes de batallón. En una palabra: conocíamos el terreno por haberlo pateado. Llegamos a la conclusión siguiente: el peligro serio no está en las posiciones frente a Navalagamella y Quijorna, no. Recuperadas las posiciones perdidas por el batallón de Campesino, nuestra ala derecha quedará firme y segura si somos capaces de aguantar contraataques enemigos que los realizarán en cuanto les conquistemos dicha posición. Consideramos decir, para razonar nuestro punto de vista, lo siguiente, con relación a la batalla de Brunete:

Perdimos demasiado pronto la iniciativa y esta anómala situación ya había sido planteada en su debido tiempo, pero todo se justifica con nuestra falta de conocimientos y preparación.

Mi contestación al general Walter a su pregunta fue todo lo convincente que puede ser cuando es necesario analizar tiempo, lugar y ambiente.

Se nos considera como fuerzas secundarias y ciertamente no recibimos, por los llamados de choque, la menor ayuda moral y mucho menos material. Nos parece recordar que algo de todo esto fue expuesto en situaciones anteriores, pero el insistir un poco más es para intentar demostrar cómo este caso no debía haberse dado.

El Campesino había actuado en otras batallas con Modesto y no puedo explicarme que un jefe como él permita y tolere esta injusticia político-social y, sobre todo, anti-castrense. Modesto sabe ser un mando eficiente, justo, ponderado y exigente en el cumplimiento de su deber. No importa que por su temperamento pierda en algunos momentos el control de sus nervios y utilice un lenguaje impropio del cargo y de su partido. Debe haber algunas razones para que este funesto «Campesino» pueda seguir ostentando un mando tan inmerecido, es mucho más grave y delicado cuando sus jefes de brigada y el menos preparado de sus comandantes reúnen infinidad de cualidades que él no podrá lograr jamás.

¡Con el general Walter no se podía fracasar y diremos por qué! Cuando daba una orden, se podía preguntar cuanto no se hubiera entendido y daba toda clase de explicaciones sobre el plano y sobre el terreno, si era necesario.

Él se limitó, en esta ocasión, a decirme lo siguiente:

—Toral, yo no debo situarme en el sector de Campesino para no crear roces innecesarios, pero si usted precisa mi ayuda, se la prestaré con todas las consecuencias.

—Gracias, mi general, le agradezco profundamente su interés y pondré de mi parte cuanto sea necesario para cubrir el objetivo. Mi plan será el siguiente: el enemigo debe ser sorprendido con una cortina de fuego de armas automáticas, pues no pediré preparación artillera para no alertar al mando del sector, pretendo que piense que es la misma unidad que fracasó en los intentos anteriores. Haremos la marcha de aproximación sin que el enemigo se aperciba de nuestra finalidad. El enemigo debe estar exultante por sus éxitos y pensará que estamos locos para hacer una toma de contacto sin disparar un solo tiro.

»Reuniremos todos los fusiles ametralladores que tenemos y todas las ametralladoras disponibles y, como es un frente discontinuo, dos secciones, una por la derecha y otra por la izquierda, procuraremos que les rebasen y que les batan con su fuego por la retaguardia. Cometieron el mismo error que nuestras fuerzas, ocupan las mismas posiciones que perdieron los de Campesino, cota geográfica, sin preocuparse de la militar para nada. Puede ser que nosotros confiemos demasiado en los errores que el enemigo pueda cometer.

A nuestro jefe le pareció bien nuestra decisión y fue un paso importante para tomar decisiones sin miedo al qué dirán y pensarán quienes no son capaces de decidir por sí solos dónde deben y pueden hacerlo, sin miedo a las consecuencias personales.

Intentaremos exponer con claridad nuestro proceder y decisión en algo vital para un mando rodeado de hostilidad, incomprensión y cuanto supone pasar de un frente pasivo a otro diametralmente distinto y demasiado glorificado en algunos aspectos, según nuestro criterio y manera de pensar sobre la guerra y las obligaciones de quienes, por las razones que sean, ocupan puestos de responsabilidad.

1ª fase preparatoria sin permitir que el jefe de la 45 división pueda influir ni poco ni mucho en nuestras decisiones. Como el jefe del batallón y el comisario habían sido fusilados vilmente, nos ponemos en contacto con el capitán que provisionalmente manda la unidad. Decidimos que se mantengan en las posiciones ocupadas en la cota militar, avanzando disimuladamente las posiciones cuanto el enemigo permita. Esta unidad pondrá a la disposición del batallón de la 32 brigada todas las armas automáticas que tengan (por cierto, no muchas, por haberlas perdido cuando abandonaron las posiciones).

2ª fase, situado el batallón en la cota militar y habiendo penetrado las dos secciones en la retaguardia enemiga para batirles con las armas automáticas que llevan, tres ametralla498

doras ligeras y tres fusiles ametralladores con discos y cintas suficientes para dar la sensación de ser más potentes de cuanto en realidad son, deben abrir fuego sobre el enemigo en cuanto nuestro batallón se lance al asalto de la posición. Pero esta operación es delicada y puede crear confusión a nuestras propias fuerzas, si nuestras instrucciones y órdenes no se cumplen sin modificación alguna. La misión fundamental de estas dos unidades es hostilizar al enemigo situado en dichas posiciones de la mencionada cota e impedir a toda costa que lleguen refuerzos y que puedan utilizar las reservas locales si están al alcance de sus armas. Deben dejar un pasillo por donde el enemigo pueda replegarse sin ser aniquilado. De esta manera, su resistencia será menos eficiente y duradera.

Ya tenemos a nuestro cuarto batallón situado para lanzarse al asalto y conquista de las posiciones que se perdieron sin causas fundamentales enemigas. ¡Están pendientes de nuestra operación los mandos del C. de E. de la 35 división y de la 45!

Si no logramos cuanto deseamos, mi «carrera» como jefe de milicias habrá terminado sin pena ni gloria para mí, pero con una gran alegría para el señor Marcos, el primer comandante nombrado por Caballero. Si sucediera cuanto no espero, no será necesario que me quiten el mando, pues lo entregaría yo personalmente. ¡Nuestro batallón se pone en marcha en dos escalones y cantando la Internacional se lanza al asalto con bayoneta calada!, pero sin cumplir las órdenes recibidas, y esto da como resultante que al final de la jornada el jefe de batallón sea un teniente, pues el comandante y los cinco capitanes habían sido heridos por hacer un derroche innecesario de valor. Esto para nosotros no puede tener la menor justificación, por ser totalmente negativo…

Contábamos con el factor sorpresa y la impresión que le causaría al enemigo algo tan inesperado en este sector como un ataque de los rojos cantando la Internacional en fila semicompacta, por haber dejado espacios para nuestras armas automáticas apoyando el avance. Este primer escalón tenía la misión de avanzar, como decimos, pero con la orden de hacer cuerpo a tierra para que el segundo escalón pudiera disparar con descargas cerradas situadas en posición de rodilla en cuanto el batallón encontrara la menor resistencia. Nuestro enemigo fue totalmente sorprendido, pero en toda unidad hay siempre componentes que son más serenos y que pueden hacer blanco sobre los hombres que van en cabeza dirigiendo la marcha.

Se olvidaron de los dinamiteros que tenían la misión de lanzar sus bombas en cuanto las posiciones estuvieran a su alcance, pretendíamos impresionar al enemigo para tener un mínimo de bajas; jamás dimos la orden para que los mandos fueran a la cabeza de sus unidades en esta operación.

No importa que todo lo importante se lograra, como fue recuperar la posición y capturar gran cantidad de material del enemigo y propio, se hicieron varios prisioneros y recibimos felicitaciones de cuantos habían presenciado la actuación de nuestra unidad. ¡Pero ningún escalón nos hizo la menor crítica ni averiguaron las bajas que habíamos sufrido y el porqué de ello!

El jefe de E.M. del V C. de E. es un profesional y parece capaz. Todos, absolutamente todos, profesionales republicanos e internacionales, lo mismo que los de milicias, solamente ven lo espectacular de la operación y por esto no pueden ver el costo y precio humano en lo logrado. Con cuanto decimos, solamente pretendemos dos finalidades que nos permitimos exponer con la ignorancia de los indocumentados.

1. Con los antecedentes de don Valentín González (el Campesino), ¿se podría llegar a mandar una división?

2. ¿Después de este fracaso puede seguir siendo jefe de división? ¿Se le podía confiar la defensa de Teruel después de su conducta en Brunete?

Repetimos una vez más que no tenemos nada personal contra él ni contra ningún mando de nuestra zona. Sí lo tenemos, con quienes lesionan los intereses de nuestra causa y contra quienes no tienen interés en defender los derechos de nuestro Pueblo.

Se pueden defender los intereses del Pueblo y su causa, siendo honesto para rechazar lo que no somos capaces de desempeñar con toda eficacia, y mucho más cuando se trata de la vida y seguridad física de los hombres. Ante esto, no puede haber nada más sagrado y no se puede perder ni un segundo sin depurar cuanto es nocivo y contagioso para la moral, la justicia y la vida humana.

Cada día me convenzo más de que nuestra causa se merece toda clase de sacrificios, pues el intento de hacer y crear un mando diferente a todo lo conocido bien se le merecen los millares de muertos y mutilados que nos hicieron y nos harán pagar, para lograrlo no se sabe cuándo, pero sí que llegará.

¿Qué valor universal tiene nuestra efímera vida y qué son nuestros sufrimientos físicos para cuanto pueden lograr quienes vivan una vida en un planeta sin tanta miseria humana como se vive hasta el presente? ¡Todo esto no fue, no es y no será nada si pensamos en quiénes por fin terminarán con la injusticia, la sinrazón y el egoísmo! Por ese dichoso futuro que no viviremos físicamente, podemos dar cuanto poseemos. Que nuestra mente se pasee por el espacio infinito, viendo como viven nuestros sucesores.

Sí, cómo no, esto es fácil decirlo, pero es más complejo y desagradable ponerlo en práctica. Nosotros, que somos por encima de todo realistas, hacemos algo más que teorizar, hasta donde nuestras limitaciones humanas nos permiten, nos entregamos con todas sus consecuencias al cumplimiento de nuestras obligaciones.

Decimos cuanto pensamos de cuanto vemos y hacemos, y nos agradaría profundamente que nos indicaran cuanto hacemos malamente por nuestros incontables defectos. Nuestro realismo nos hace ver, con claridad más o menos velada, por falta de conocimiento, la imposibilidad de pedir a todos con quienes convivimos cómo deben conducirse. Creemos saber en parte el terreno que pisamos, por ese llamado conocimiento, no pedimos cuanto tenemos la obligación de exigir a quienes no piensan nada más que en sí mismos, pero que se sirven de sus cargos para medrar personalmente y, en casos más graves, colectivamente.

No podemos admitir por principio, y menos por convicción, que aun sabiendo que todas esas imperfecciones nos conducirán a la derrota si no somos capaces de corregirlas, que debemos cesar en la lucha. Esa funesta decisión está totalmente anulada en nuestro pensamiento y conducta. Millones y millones de seres lucharon desde los albores de la humanidad y seguro que ellos tuvieron que oír lo mismo que oímos nosotros y que otros muchos más tendrán que oír. ¡Esto no se puede lograr, os anticipáis un mucho a nuestro tiempo! Como podemos ver, desde hace miles de años, quizás millones, esta canción ya se había inventado. Pero no es menos cierto que nuestro planeta es distinto y sus seres vivientes que hoy lo pueblan son muy distintos a los de eras pasadas.

Nosotros solo pretendemos hacer menos cruel, menos brutal y más humana nuestra lucha. Deseamos suprimir sufrimientos innecesarios, se puede humanizar, y no decimos suprimir, pues esto está más allá de las montañas desconocidas en nuestro horizonte. Que cada cual pongamos de nuestra parte cuanto podemos y debemos en la escala que estemos situados. En esta batalla de Teruel, podemos ahorrar miles de víctimas de la guerra si somos capaces de ocuparnos de nuestros hombres y población civil como ellos se merecen.

Los que no tengamos capacidad para hacer cuanto la guerra requiere (y cada día, un poco más) debemos entregar nuestros nombramientos y nada malo sucederá con esa decisión. Nuestro ejército ya no es lo que fue cuando la sublevación franco-fascista lo descuartizó. La disolución del quinto regimiento dio ejemplo, una vez más, de cómo todos los partidos y organizaciones tenían que proceder si ciertamente queríamos hacer frente a nuestro enemigo común. ¡De Brunete a Teruel pasó un tiempo precioso para hacer cuanto (o parte) precisamos para ser más eficientes en todo y por todo! Y de situarnos a todos donde seamos capaces de actuar con eficacia.

Es risible, pero visiblemente doloroso, oír a este Valentín González, jefe de la 46 división, el decirme:

—Como yo tengo influencia, podíamos hacer que tu brigada se quede en mi división o te daría el mando de una de las mías, si a ti te interesa.

—Muchas gracias, tienes unos jefes de brigada estupendos y sinceramente no te los mereces.

—¿Tú crees que son tan buenos?

—Sí, mucho mejor que yo, y no intentes que me quede contigo porque no podríamos entendernos…

Así suceden aún las cosas en nuestra zona, y conste que al exponer cuanto antecede y precede, no es con ánimo de prosperar ni criticar por despecho ni por protagonismos de ninguna clase: se trata de hacer ver donde corresponden todas las anomalías que no pueden justificarse por nada ni por nadie. En esta cuestión, somos, por encima de ninguna otra, todo lo realistas que el caso requiere. Nuestras limitaciones las tenemos presentes cuando enjuiciamos personas y colectivos, por ello seguimos teniendo la moral suficiente para no dejarnos en el camino la confianza y fuerza motriz que nos impulsa a seguir luchando en beneficio de la humanidad.

Procuremos cerrar esta fase de nuestra guerra analizando retrospectivamente cómo empezamos la lucha y cómo la terminamos. Seguimos repitiendo una y otra vez nuestro punto de vista divisionario como en su día lo hicimos mandando dos compañías, un batallón y más tarde, brigada.

Con esta explicación deseamos decir que nuestros juicios están absolutamente basados en las dimensiones de las parcelas que el mando superior nos asignó para ocupar o para defender. No importan seriamente las dimensiones que tuvieran o tengan actualmente.

Batalla de Teruel.

El 15 de diciembre comenzó la batalla de Teruel y el periodo de la maniobra ofensiva, participamos: XXII C. de E. mandados por el teniente coronel Ibarrola con las divisiones 11 (Lister) y 25 (Vivancos). XVIII C. de E. mandado por el teniente coronel F. Heredia, con las divisiones 34 (Etelvino Vega) y 70 (Toral). El cuerpo de ejército XX con las divisiones 68 (Trigueros) y 40 (Nieto).

Cooperaron en la maniobra las divisiones 64 (Martínez Cartón), XIX Cuerpo, y 39 del XIII Cuerpo. Otras dos divisiones, la 41 del XIX Cuerpo en el saliente de Villastar, y la 42, del XIII, en Valdecebro, ocupaban las posiciones propias al comenzar la maniobra.

Parece ser que los medios concentrados para dicha operación fueron 47 baterías y 60 tanques. Estos datos son estimadísimos.

La defensa enemiga estaba organizada en el lado nordeste Sierra Gorda (1.119 metros), el Mansueto (1.156 metros), proximidades de Valdecebro para salir al puerto Escandón hasta las cercanías de Viver, pasando por los cerros dominantes de las Tellar (1.041 metros), Galiana (1.020), las Hoyuelas (1064 metros) y otros menores al sur del anterior. En el suroeste iba de las Hoyuelas por la muela de Villastar (1.064 metros) y Peñagorda (1.207 metros), terminando en Cerro Quemado (1.249).

Todos estos lugares estaban organizados por nudos de resistencia dispuestos en profundidad, enlazados con sus fuegos de armas automáticas, estando más desarrolladas sobre las comunicaciones.

Las fuerzas enemigas que ocupaban el saliente de Teruel podían sumar unos 10.000 hombres con nueve baterías de artillería.

Al finalizar la jornada, el éxito había sido total, se había cortado el saliente de Teruel. La 11 y 64 divisiones habían cubierto sus objetivos enlazando en San Blas. También se ocuparon los pueblos de Concud, Campillo y otros. Veamos qué sucede en el sector que más directamente afecta. 25 y 34 limpian la retaguardia de la 11 y 64 divisiones. El enemigo no defiende eficazmente la muela de Villastar ni la muela de Teruel. Si estas posiciones hubieran sido defendidas, Teruel no hubiera sido ocupado con la rapidez lograda. Ya indicamos anteriormente a grandes rasgos lo sucedido con la muela en Teruel, pero consideramos importante decir cuanto pensamos sobre la muela de Teruel y la ciudad, pues merece la pena para el futuro. Todas las batallas tienen sus lados positivos y negativos desde que las guerras existen, y no importan las fechas ni los contendientes.

Si el enemigo hubiera defendido la muela de Teruel, la defensa de la ciudad pudo (y debió ser) mucho más eficaz y quizás nuestras fuerzas no hubieran rebasado la ciudad con la alegría que lo hicieron. Hubiera sucedido lo mismo con la toma de la capital, esta tesis queda aseverada con las protestas de Ibarrola cuando denuncia que en la muela de Teruel quedan focos enemigos que le hacen bajas desde esa cota. La misma protesta hacía el jefe del XX cuerpo que intentaba ocupar la ciudad.

Insistimos, el enemigo no defendió la muela con la eficacia que sabía hacerlo y es algo que tiene gran importancia… Con esta aseveración no queremos decir que la 34 división de Etelvino Vega no hubiera sido capaz de tomarla. Su elección para penetrar en ella fue maravillosamente elegida. Debe decirse algo sobre las fotografías aéreas tomadas por nuestra aviación. Daba la impresión de ser una fortaleza inexpugnable, fabricada y construida con los últimos elementos más modernos. Esto quiere decir que es una técnica la toma de fotografías aéreas, desconocida, o por lo menos, no dominada por nosotros.

La leyenda de las fotos pudimos comprobar que no correspondía ni una sola a la realidad, qué imaginación de quienes fueran los autores. Solamente pudimos encontrar unas trincheras tipo Guardia Civil, construidas en los puntos y sitios desde el punto militar menos indicado para la defensa.

Los defensores de la muela no fueron capaces de mantenerse en una posición que se defiende por sí sola.

El día 19 de diciembre recibimos la orden de relevar a Vega por no haber desalojado totalmente al enemigo de la muela. Fue desgraciadamente una acusación cierta que Vega no quería reconocer infantilmente, por confiar demasiado en los partes de sus jefes de brigada.

Nuestra división se puso en marcha y, una vez relevadas las fuerzas de la 34 división, se realizó un rastrillaje a fondo y terminamos con los dos elementos que el enemigo tenía situados en la cota militar de la muela de Teruel, desde donde podía tranquilamente batir a las fuerzas de Ibarrola como a cuantas circulaban por las inmediaciones de Teruel, pensando que la muela era totalmente nuestra.

Hicimos unos cuantos prisioneros y capturamos material de unas dos secciones enemigas dotadas con armas automáticas y un par de morteros uno del 20 y otro del 50. Nuestra fuerza persiguió al enemigo hasta la orilla izquierda del río y le obligamos a que se refugiara dentro de la ciudad.

Por nuestra cuenta, una vez más, tomamos la decisión de crear unas cuantas cabezas de puente en el río Turia que pasa por los aledaños de la ciudad y esto nos permite ocupar unos cuantos edificios de Teruel. Parece que la 34 no hubiera tenido más misión que la ocupación de la muela y esto podría ser la confirmación de cuanto venimos diciendo una y otra vez. Esta falta de coordinación elemental entre unidades y unidades nos lleva por el camino individualista y disociado para hacer cada cual un poco la guerra por su cuenta. Sí, sabemos que en este terreno como en otro muchos, y no de menos importancia, progresamos solo un poco, pero es sumamente necesario imprimir un ritmo más acelerado a la deseada coordinación, si deseamos salir de este marasmo político-militar. Es intolerable que un jefe de división tenga que preguntar a su escalón superior: ¿puedo entrar en Teruel y enlazar con el XX cuerpo? Antes que las fuerzas de Menéndez e Ibarrola entraran en Teruel, ya teníamos en nuestro poder varios edificios y habíamos cruzado el río en persecución del enemigo. Esto no tenía la menor importancia militar ni política. Desalojado el enemigo de sus elementos de resistencia de la muela, explotamos nuestro pequeño éxito persiguiendo y pasando el río por los mismos sitios que ellos lo pasaban. Procuramos que no pudieran volar uno de los puentes más importantes en nuestra zona para que los tanques pudieran pasar a la ciudad. Creamos nuestras propias pasarelas por si el enemigo intentaba destruir las suyas, como carecíamos de pontoneros, derribamos unos cuantos árboles y con este y otro material creamos nuestros pasos para el personal y material ligero. Es cierto que no teníamos ni pontoneros ni material adecuado, pero también es cierto que tampoco teníamos la orden de atacar Teruel ni de ocupar posiciones en la ciudad. Recibimos la orden de limpiar la muela de Teruel de las fuerzas enemigas que hostilizaban a las fuerzas de Ibarrola y que consolidáramos las posiciones. Esta fue la misión asignada a la 70.

Sabemos que no acatamos en su totalidad la orden recibida, pero cubierto el objetivo del relevo y desalojados nuestros enemigos de la cota militar, es natural que todos siguiéramos ejecutando el plan concebido cuando estudiamos la orden recibida.

Nosotros no podíamos cometer el error de la 34, el grueso de nuestra división estaría situado en las vaguadas de la muela de Teruel, donde no podía ser batida por el enemigo con su artillería ni la aviación, pues podía estar camuflada sin el menor temor. En la cota geográfica situamos nuestros observatorios para dominar con nuestra observación todos los movimientos del enemigo. La muela de Teruel tenía solamente dos caminos de penetración y otro casi inaccesible por ser demasiado escarpado. Queremos decir que para penetrar en la muela, si el enemigo intentaba recuperarla desde Teruel, tenía que romper nuestro frente situado en el río y su vega.

El otro camino está al SE de la muela y es nuestra retaguardia, con la observación diurna no se precisa más defensa y durante la noche, unas patrullas móviles impiden cualquier sorpresa. Teniendo todo esto previsto como lo tenemos, ¿qué hacer? ¿Esperamos a que el enemigo nos invite para tomar su ciudad?

¡El entusiasmo de ver a nuestros enemigos correr y que una ciudad está al alcance de nuestras manos fue la causa motriz que nos impulsó a todos a no esperar órdenes y lanzarnos corriendo detrás de quienes tantas veces habían hecho todo lo contrario!

El enemigo de este sector no actúa como tiene por norma el franco-fascismo, es cierto que nuestras unidades son totalmente distintas a tiempos pasados. Por lo visto, las palizas recibidas hasta la fecha nos sirven de estímulo y aprendizaje. Afortunadamente, no perdimos el tiempo. Por fin el 22 de diciembre recibimos, ante nuestra insistencia, órdenes de entrar en Teruel y procurar el enlace con el XX Cuerpo. Prácticamente esto lo estábamos realizando desde nuestro relevo en la muela de Teruel a la 34 división. Atacamos, como indicamos en otra parte, el cuartel de la Guardia Civil, donde la resistencia es todo lo seria que el edificio lo permite, y mucho más con una guarnición como la de este cuerpo. Nuestro objetivo es ocupar de Teruel todo cuanto podamos y, por lo tanto, avanzamos en tres direcciones, partiendo del SO en dirección norte. Enlazamos por el SE con el XX Cuerpo y tenemos la convicción de poder facilitarle su avance por tener algo más de experiencia en esta clase de lucha que cualquiera de sus dos divisiones 40 y 68.

La resistencia del cuartel de la Guardia Civil, como todas las posiciones de este sector, las defendió el enemigo con entereza y eficacia, pero la 70 división sabía cómo vencer estas resistencias y en cuanto recibimos los tanques y emplazamos nuestra artillería, el enemigo, a pesar de sus sacrificios, fue prácticamente aniquilado. Las unidades que atacan en dirección al banco marchan sin encontrar tanta resistencia como en el sector y zona del cuartel de la Guardia Civil, pero estas fuerzas también saben defender sus posiciones. Las fuerzas del XX cuerpo marchan con la finalidad de ocupar el banco y otros objetivos ocupados por nosotros. Este confusionismo es producto de la falta de coordinación y de cierta infantil rivalidad, la 70 no tiene culpa alguna de lograr que en su eje de marcha encuentre menos resistencia que otras unidades y que, por su experiencia, logre reducirla en menos tiempo y con menos bajas. Repetimos lo de tantas veces, no se trata de ser más valientes ni de contar con más medios o menos. ¡En las luchas de casa por casa, en las peleas para avanzar por los túneles construidos por el enemigo, es necesaria una gran audacia acompañada de un buen sentido de la orientación! Es necesario contar con suficientes voluntarios. Ante una llamada de nuestro jefe del XVIII C. de E., le prometo solemnemente ponerme en contacto con el mando del XX y, sobre todo, con el jefe de la unidad que esté dirigiendo los ataques en Teruel que deben tener contacto con nuestra unidad por muchas razones.

Se me indica la ruta que puedo seguir para celebrar esta entrevista, y se sorprenden alarmantemente cuando les digo que tardaré mucho menos si parto desde mi puesto de mando de combate dentro de Teruel.

—Preciso que ustedes me comuniquen con exactitud dónde se encuentran y, con esos datos, me personaré en su puesto de mando lo antes posible. El recorrido será realizado por las comunicaciones subterráneas construidas por el enemigo por ser el camino más corto y más fácil de recorrer en este sector y momento…

Esta decisión de entrevistarnos debió realizarse antes de operar, pues los contactos telefónicos no tienen garantía ejecutiva como los personales.

Pasamos por estos caminos subterráneos y normales sin la menor dificultad y celebramos la entrevista en el puesto o sitio que el jefe de la división del XX Cuerpo me había indicado telefónicamente. La sorpresa fue grande cuando vió el poco tiempo que había tardado en llegar. Sucedió que no tenían ni idea de lo fácil que resultaba caminar por estos caminos cuando están jalonados por hombres que los conocen y que te conducen sin la menor duda por calles y caminos subterráneos enlazados adonde el enemigo no puede obstaculizar la marcha.

Fijamos en nuestros planos y zonas ocupadas la situación de cada unidad en el momento y hora de la entrevista. Como habíamos tomado el cuartel de la Guardia Civil y el banco, que por cierto, se encontraba en su zona teórica de operaciones, no fue difícil ponernos en total acuerdo para informarnos mutuamente y prestarnos toda la ayuda que la cooperación precisa, si deseamos una sincera cooperación en beneficio de todos y de nuestra causa.

Habíamos liberado una parte mucho más importante de la ciudad de Teruel de cuanto ellos habían pensado. Esto tiene su explicación si analizamos nuestra ofensiva desde los primeros pasos o fases preparatorias.

3. Todo cuanto no fue tratado en esta reunión debió hacerse con detalles específicos entre los de jefes de Cuerpos de Ejército con los divisionarios. Pero esto no se hizo como pudo y debió hacerse, pues la operación lo imponía.

4. No debe operarse sin conocerse, con la amplitud debida, las misiones más importantes de las unidades colaterales y a ser posible, del conjunto.

5. Sin enlaces permanentes, sin misiones determinadas, sin colaboración desinteresada no puede haber efectividad en los ataques para la toma de una ciudad de esa importancia. En campo abierto, puedes ver los movimientos de aliados y del enemigo, pero en una ciudad ese factor de peso no existe y no todas las unidades han tenido la oportunidad de operar en ese terreno.

6. Por esto y algo más insinuado, el XX cuerpo no sabía dónde estábamos y a nosotros nos sucedía otro tanto. Esto explica que la artillería del XX retrasara nuestro avance. Les indicamos que podían situarse donde nosotros estábamos, en su ala izquierda, derecha nuestra, y que les entregaríamos el banco ya ocupado. Para nosotros acortar nuestro frente y marchar en dirección al seminario.

Todo esto siempre que nuestra proposición fuera aceptada por nuestros jefes de C. de E.

Aclarados estos pequeños pero importantes problemas con el jefe de la 68 división, nos personamos en el P. de M. del XX Cuerpo para saludar a su jefe don Leopoldo Menéndez, teniente coronel. Nos recibió tan atento como cuando tuve el placer de conocerle, pero ese día quedó un poco molesto y sorprendido cuando no me pareció bien su deseo de que formara parte de su cuerpo de ejército. Le razoné las causas y pareció quedar convencido, pero en el fondo, él estaba molesto por mi negativa, pero afirmando que si mi razonamiento no tenía valor útil ante otras razones más poderosas me vería honrado con su deseo. Con Heredia estoy desde que se crearon las unidades regulares y me gustaría seguir a su lado, pero bien entendido, que los intereses generales deben estar por encima de cuanto es secundario.

Me parece que en otro apartado anterior ya decía que el no haber sido nombrado comandante militar de Teruel había sido por no estar a las órdenes de Menéndez. Tenía una buena impresión de mi primera entrevista y se confirmó en la segunda, pero no me permito el lujo de enjuiciar a nadie mientras no lo trato a fondo y en varias situaciones.

Nos recibió bien y seguro que ya estaba informado de mi visita a una de sus divisiones por su jefe de división y también por mi jefe de C. de E.

Le informé de cuando habíamos logrado y de nuestros deseos de modificar un poco nuestro eje de ataque y ocupación en Teruel. Puse en su conocimiento que este proyecto lo conocía mi jefe del C. de E y que no se oponía. No quise restarle tiempo y me despidió afectuosamente preguntándome si pensaba regresar por el mismo camino que había venido.

—No, mi teniente coronel, lo haré por otro distinto para conocer algo de la ciudad, pues me parece que esto es bueno y necesario.

Le insistí sobre el apoyo de la artillería. Regresamos sin contratiempos dignos de ser contados ni comentados, recibimos la impresión y pensamiento de nuestros soldados, clases, oficiales y jefes de nuestra 70 división.

Estas opiniones son de gran valor para nuestras decisiones, pues son producto de su diario bregar en sus luchas cotidianas para desalojar al enemigo de sus posiciones.

Como dicen, y nosotros afirmamos, lo que aparentemente parece igual es totalmente distinto en el fondo. Nuestras órdenes son producto de la experiencia, observación y estudio de todos los componentes de nuestra unidad.

La moral de nuestra unidad es magnífica y por ello conseguimos avanzar con más rapidez de la prevista: hay factores que cambiaron para nosotros sensiblemente a nuestro favor en la lucha. Pero con este reconocimiento no pretendemos hacer creer a nadie que la situación ha cambiado en lo fundamental para poder ganar la guerra.

Ciertamente sabemos más de problemas castrenses los que no teníamos obligación de conocer estos temas profesionales. Pero nuestras lagunas siguen siendo demasiado grandes. Peleamos mejor y sabemos hacer un uso más debido o casi debido de toda la gama de armas para la destrucción y el aniquilamiento del enemigo.

Podemos leer un plano los que tenemos interés en velar por nuestros soldados y fuerzas; podemos marchar de noche con la brújula, marcándonos el acimut para no perdernos. Sabemos cómo vencer la resistencia enemiga aun careciendo de los medios más idóneos para la destrucción y aniquilamiento, pagando un tributo mínimo de sangre propia. Podríamos seguir relatando cuanto puede exponerse sobre un tema tan primitivo e infinito como la aparición del llamado ser humano y su progreso.

Cuánto ingenio derrochado, cuánta ciencia mal aplicada a la destrucción para lograr el dominio y sometimiento de nuestros semejantes. Desde la desaparición de la sociedad primitiva, ¡cuando el egoísmo latente aflora a nuestros pensamientos y se pierde el control sobre él! Los seres humanos están y estarán, por no sabemos cuánto, a merced de esas inteligencias deformadas, para desgracia de la humanidad.

No pretendemos recorrer un camino tan intrincado y alucinante como el recorrido por todos los llamados genios de la guerra. Pero en nuestro fuero interno, cada día que pasa nos atenaza más enérgicamente el dolor de tener que participar en tanto crimen colectivo. No queremos pensar en ese futuro inmediato que le espera a toda la humanidad, si esta no fuera capaz de impedir lo que se está gestando desde hace tiempo para su desgracia…

Todo es como comparativamente lo vemos desde nuestra pequeña parcela beligerante: dimos un salgo de gigante en poquísimo tiempo, y de algo peor que la nada, pasamos sin la transición requerida para asimilar tanto elemento desconocido e ignorado, a ser una fuerza capaz de golpear a nuestro adversario en puntos dolorosos de su organismo. Pero solamente le producíamos dolores transitorios desde un punto de vista belicoso. ¿Y esto por qué? Consideramos que aun siendo complejísima la pregunta, la respuesta es sencilla y contundente. Muchos organismos colectivos se molestarían si conocieran este pensamiento nuestro, y no digamos individualmente, ¡cómo nos enjuiciarían quienes saben de nuestras razones para condenarles por sus conductas y no por sus frases! Por eso decimos que tuvimos que partir de algo peor que la nada, los que tengan la conciencia tranquila por haber cumplido con su deber que sigan adelante.

Regresamos a nuestro puesto de mando de combate y durante nuestro regreso, visitamos a todas las unidades de la 70 para felicitarles personalmente y para recoger sus peticiones y sugerencias, que siempre son valiosas.

Es ahora cuando podemos pensar en reducir rápidamente la esporádica lucha creada con algunos elementos de resistencia dispersos dentro de la ciudad. Tomados los centros vitales del cuartel y sus aledaños, banco e inmediaciones, el único importante será el seminario, donde se van concentrando cuantos se repliegan de sus posiciones defendidas con no demasiado entusiasmo o con la eficacia de otras batallas. Mañana reconoceremos el sector y frente del seminario para estudiar sobre el terreno cómo podemos tomarlo o, por lo menos, obligarles a que se rindan.

Seguimos por el camino o sendero que nos imponen los amantes de la belicosidad y sin entregarnos al placer de la destrucción y aniquilamiento de los adoradores de Marte, cumpliremos lo mejor que sepamos con nuestro deber de beligerantes obligados.

Es necesario no perder ni un solo minuto para poder estudiar con la atención y calma que su importancia requiere la toma del seminario:

a) Precisamos una masa artillera para lograr con su concentración de fuego abrir brechas en el recinto de lo que puede ser una fortaleza por su estructura.

b) Pediremos dinamita en cantidad para demoler todos los obstáculos que nuestro enemigo pueda haber creado para impedir nuestra ocupación y toma.

c) Crearemos unas cuantas baterías de antitanques si el mando nos dota de ellos para apoyar el asalto (contamos con una de la división, pero precisaríamos como mínimo tres o cuatro más). Si no logramos los antitanques, pediremos tres baterías del 75 para la misma misión.

d) ¿Qué debe ser lo primero a poner en práctica? Se le comunicará al enemigo que si no se rinde a nuestras fuerzas, será totalmente destruido. Esperamos que el ejército de maniobra se ponga en contacto con el mando de la plaza para garantizar la seguridad personal de cuantos se rindan, pues es lo que nosotros prometeremos y garantizaremos, sin la menor duda.

El seminario de Teruel no puede ser otro Alcázar: con este lastre marcharemos a remolque de los acontecimientos por no haber sido capaces de prever cuanto nos sucedería al no tomarlo.

¿Sacará nuestro gobierno las conclusiones correctas que corresponden al éxito logrado? ¿Nuestro EMC será capaz, y si lo es, podrá tomar las medidas adecuadas para defender lo conquistado? ¿Serán nuestros partidos políticos y sindicatos capaces de afrontar la situación real que estamos viviendo?

Esta batalla puede ser la base fundamental que decida cuándo y cómo terminará nuestra guerra y el precio que nos impondrán al perderla. Reconocemos las posiciones que cercan el seminario, que es nuestro objetivo fundamental, y tomamos todas las medidas que el terreno nos aconseja con vistas al intento enemigo de hacer alguna salida para romper el cerco. No podemos olvidar cuanto nos sucedió en Belchite…

Nuestro escalón superior no atiende nuestras peticiones y esto es sorprendente hasta cierto punto, pues don Enrique Fernández de Heredia siempre nos consideró y, en cuanto pudo, incluso comprometiéndose, nos ayudó en cuanto le expusimos si lo consideró razonable.

Tenemos desde siempre pruebas de su comprensión a nuestras peticiones razonables, pues en ningún momento le ocultamos nuestros pensamientos por dispares que pudieran ser con su manera de enjuiciar la guerra y la dirección de ella.

Queremos indicar y decimos que alguien no está conforme con nuestra actuación, la marcha que imprimimos a nuestro avance en la toma de la plaza, pues lo sentimos por todos.

¿Motivos y razones para tomar las medidas que tomaron desde hace tiempo con nuestra unidad?

¡Decimos nuestra unidad pues, en el fondo, es la única que sufre las consecuencias de las medidas tomadas con su jefe! Si consideran que no reunimos las condiciones idóneas para mandar esta magnífica división, que nos quiten el mando y ella no sufriría, como está sucediendo, las consecuencias de tenerla un poco postergada cuando se trata de recibir algo de cuanto se precisa para ser todo lo eficiente que ella sería con este jefe o con otro.

No es la primera vez que nos vemos en la necesidad de comentar la diferencia que existe entre unidades y unidades que, actuando en los mismos frentes que las llamadas de choque, están peor dotadas de material y lo que pesa aún más: peor consideradas o para ser menos crudos, menos estimadas, y no sabemos por qué ni para qué. Puede ser que no tengamos aún (como creemos haber indicado en batallas anteriores) material para dotar a todas las divisiones que pueden jugar el mismo papel que las distinguidas hasta la fecha, que por cierto, podemos contarlas con los dedos de una mano y nos sobra algún dedo que otro.

Tiene razón la unidad y nuestro EM: el máximo responsable puedo ser yo por ser demasiado intransigente con relación a la prensa y propaganda oficial y de partido de las organizaciones. Pero en esta como en otras cuestiones, la verdad, no pensamos cambiar por mucho que la guerra dure. Estamos hartos de conocer noticias de prensa totalmente deformadas, porque una gran parte de quienes informan a los periodistas mienten descaradamente apropiándose acciones realizadas por otras unidades. Debe haber algún marcado interés en seguir esa táctica política cuando los interesados no aclaran los acontecimientos y sitúan las cosas en el lugar que les corresponde. ¡Estas incidencias que aparentemente no tienen importancia para quienes están por encima del falso protagonismo! Se acusan en el conjunto de las unidades, reflejándose en la credibilidad de los hechos relatados o comunicados por el mando, y su rendimiento decrece. Sí, en el fondo tiene mucha más importancia de cuanto puede decirse en estos datos fragmentados y las razones, por obvias, y haberlo expuesto más de una vez, consideramos innecesario repetirlo.

Deseamos por bien de la causa y de nuestro Pueblo que nuestros temores sean totalmente infundados y que no tengamos que lamentar nada desagradable por no recibir cuanto pedimos para la toma del seminario.

Dinamita tenemos en nuestro polvorín para volar algo más que el seminario. Es un arma que nos acompaña desde la toma de mando de la columna mangada en Santa María de la Alameda, pero no deseamos gastar nuestras reservas sin haberlas repuesto antes de consumirlas.

Pasan las horas y los días sin decirnos que podemos lanzarnos al asalto del seminario, pues todos los focos de nuestro sector, y seguro que de todo Teruel, menos el seminario, están tranquilos.

Comunicamos al mando que tenemos preparadas las minas para abrir varias brechas en la fortaleza y que los fuegos de artillería han sido corregidos convenientemente para después de la preparación, lanzarnos al asalto. Pero bien entendido, que no empezaremos antes de recibir en orden y de comunicar al enemigo que debe rendirse sin condiciones, pero garantizándoles que nada desagradable les sucederá si acatan nuestra orden.

Se nos pregunta si las minas están cargadas y les comunicamos que no, pues estamos esperando su dinamita. Sentí mucho tener que mentir, pero es algo que me obligan a realizar sin desearlo ni quererlo. Pues por principio, siempre decimos si es necesario lo que pensamos y sentimos si nos lo preguntan.

Se masca, como se dice en las trincheras, que algo se está fraguando en contra de la 70. Me temo que el fin de año no estamos por Teruel y lo comunico a todo el EM de la división y, como es natural, al comisario Romeral, pues él es tan mando de la unidad como su jefe militar. En la gran unidad como en las más pequeñas que nosotros mandamos, el comisariado jugó y, por lo tanto, juega el mismo papel que la rama militar.

Sin el comisariado, nuestras milicias no hubieran sido nada y estas milicias no hubieran podido convertirse en un ejército regular capaz de hacer cuanto hace frente y luchando contra un enemigo que nos supera en toda clase de armas, pero no puede igualarse con nosotros en abnegación, sacrificio y valor. Nosotros reconocemos el valor de nuestros enemigos y no somos capaces de restarles ningún mérito. ¿Pero piensan ellos lo que hay que tener para hacer frente a un enemigo que no carece de nada y que nos supera en todo y por todo menos en saber por qué debemos sacrificarnos?

Relevo y reorganización en los Montes Universales.

¡Pues, señor, como venimos diciendo, cuando todo está preparado para terminar con el seminario, se nos comunica la orden de entregar nuestras posiciones a la 40 división de carabineros mandada por Nieto!

¡Estupendo fin de año 1937 y maravilloso principio del 1938! ¡Que el dios de la guerra ilumine a nuestros insuperables e infalibles dirigentes políticos y militares! ¿Cómo se puede justificar esta decisión? Esperaremos un comunicado de nuestro escalón superior, procuraremos superar este golpe inesperado para que la moral de toda nuestra unidad no sea afectada seriamente, pero esto puede y será más peligroso de cuanto aparece por la superficie.

Se nos dice que debemos reorganizarnos para participar en una operación tan o más importante que esta, pero eso nosotros sabemos que no es posible por cuanto no deseamos repetir.

Se nos ordena reconocer parte de los montes universales para operar en ese sector, nadie, absolutamente ningún otro mando fue hasta la fecha más disciplinado que nosotros para cumplir las órdenes recibidas. Sin descansar ni una hora, en cuanto salimos de primera línea nos pusimos en camino con los estados mayores de las brigadas y división para reconocer todas las zonas de penetración que en la zona elegida se nos habían indicado.

Como decimos anteriormente, donde también tocamos este punto, nuestro malestar y descontento terminaba en cuanto se nos ordenaba otra misión.

Dábamos por descontado que esta decisión tan desacertada nos crearía serios problemas en el próximo e inmediato futuro, pero nuestras observaciones no fueron escuchadas y por ello cumplimos las órdenes recibidas como si en ello nos fuera la solución a todos nuestros problemas presentes y futuros. Permitidme esta pequeña satisfacción o desahogo. ¡Pobre Teruel, cuando nos ordenen recuperarte, se habrán perdido todas las posibilidades para lograrlo! Pudimos dedicar nuestro tiempo al estudio y a la creación y organización de las fortificaciones necesarias para tu defensa, pero el mando tiene o debe tener los conocimientos de causa suficientes para saber cómo, cuándo y dónde deben ser utilizados nuestros hombres y medios.

El insistir cuanto lo hacemos sobre cómo debió organizarse la defensa de Teruel es por la inconmesurable importancia de la batalla entablada en dicha plaza. ¿No son capaces de verlo o es que no quieren? Nos jugamos demasiado en este objetivo para no insistir ante cuantos tienen el deber de estudiar la situación, si les agrada, bien, si les molesta que nosotros, aprendices de táctica y estrategias, seamos tan audaces y descarados como para intentar criticarles, lo sentimos seria y profundamente, pero las vidas que esta decisión puede costar a nuestra patria y causa están por encima de todas las conveniencias y de todos los principios, por inmutables que puedan parecer.

Estamos dispuestos a defender nuestra tesis ante los organismos y escalones más elevados y doctos. Es otra vez la que no se nos escucha y ciertamente no puede sorprendernos ni poco ni mucho.

Carecemos de peso específico para ser escuchados y seguimos siendo conscientes de cuanto nos rodea y nos envuelve, ¡ya es bastante que no tomen medidas disciplinarias para quien tiene la desfachatez de decir cuanto piensa de sus superiores, con todo nuestro respeto para las categorías!

Estos serios contratiempos y temores no pueden ser causa suficiente para impedirnos cumplir con nuestro deber y cumplimentar las órdenes recibidas como si fueran las únicas y mejor estudiadas por nuestro escalón superior.

Pensamos que si otros mandos de más categoría y saber no protestan y están en sus puestos cumpliendo las órdenes que a nosotros nos parecen inadecuadas, nuestra obligación es exponer cuanto decimos, pero cumpliendo lo que se nos ordena.

Ya no tenemos la menor duda de que Modesto se hizo cargo de la defensa de Teruel y su sector correspondiente. Pero nos tememos que si se confirma que la 46 división (Campesino) tiene la misión de defender la muela y la ciudad, se perderán las dos, como nosotros tendremos que intentar recuperar cuanto no debió encargarse a este desdichado mando. ¿Qué sucede, camarada Modesto, para que no entregues a ese hombre atado de pies y manos al jefe del Ejército de maniobra? ¿Quién está detrás de él con tanto peso para que tú tengas que tolerarle? ¿Acaso no llegan a tu conocimiento los comentarios que se hacen sobre este desdichado jefe? ¡Tú le conoces mejor que nadie y sabes que carece de un mínimo de condiciones para seguir ostentando un cargo totalmente inmerecido!

Es nuestro Pueblo y nuestra causa quienes imperiosamente piden a nuestro Partido que este elemento salga de nuestras filas si ciertamente tiene el carnet del PCE. El Partido no puede ser responsable de que en sus filas puedan infiltrarse hombres que no sean capaces ni dignos del honor de tal militancia. ¡Pero tú, jefe de un cuerpo de ejército, con capacidad sobrada para desempeñar cargos más importantes, sabes sobradamente que él no merece la menor atención! Este problema nos perjudica a todos y no se puede resolver lamentándonos como sucedió en Quijorna.

Si la defensa de Teruel y su sector no fue organizada como pudo hacerse, ¿cómo se comete la gran torpeza de dar la misión de este cometido a una unidad mandada por un elemento como el llamado Campesino? Es una decisión lamentable y nos aterra humanamente pensar en las consecuencias dolorosas de tan desastrosa elección. Es la vida de nuestros compañeros la que ponemos en peligro y cuando se pierde un hombre sin causa y sin fundamento, no hay justificación alguna para ello. Pero en este caso, la cosa tiene la suficiente enjundia para pensar cuanto nos desagrada militar y políticamente. En una unidad como la 46 división con unos jefes de brigada capaces para mandar la unidad, es inadmisible que suceda cuanto indicamos. Se atenta contra la justicia, la moral de la unidad, y se aniquila la credibilidad en los escalones superiores.

Pensar en cuanto debió hacerse para que este sector hubiera sido el golpe más eficaz que hasta estos momentos podíamos haber asestado al enemigo no será fácil olvidarlo. No tardando mucho tiempo, y me permito decir que ya mismo, se están haciendo sentir las funestas consecuencias por la contumacia en el gobierno, en el EMC y en cuantos debían velar por los intereses de nuestro Pueblo para impedir que sigan haciendo cuanto en el fondo sirve solamente a los intereses de nuestros enemigos.

Menos culparemos a los mandos de campaña y de milicias de todos los fracasos obtenidos en todas las ofensivas que de momento no queremos enjuiciar, por razones obvias, pero que sin la menor duda la Historia de nuestra Guerra nos estimula a poner a cada cual en el lugar que nos corresponde, por nuestras acciones y conductas.

¡Se pueden decir tantas cosas sobre todos los errores cometidos en esta última ofensiva que nos llevaría tan lejos que estaríamos expuestos a perdernos en un campo enfangado, del cual nos costaría más de cuanto pensamos pagar para salir de él! Lo más importante no sería el precio pagado, serían sus funestas consecuencias para nuestro futuro inmediato, en una palabra, para la continuación de nuestra guerra, o si queremos, para la guerra de ellos y no la nuestra. Nosotros somos solamente la masa que se moldea según los intereses de quienes la dirigen. Esto no aparecerá, si aparece, hasta mucho después del final de nuestra maldita guerra.

Anteriormente relatamos parte de las proezas realizadas por todas las unidades que participaron en la defensa de Teruel, y cuando decimos Teruel, debe entenderse que nos referimos a todas las posiciones que fueron tomadas en nuestra brillante ofensiva. Si hablamos con preferencia de nuestra 70 división, no es por ser la mandada por nosotros solamente, no, tenemos razones indicadas en otros pasajes que nos mandan esta decisión. Con las demás unidades y sectores solo podemos generalizar y enjuiciarles someramente y por referencias, de las que muchas veces no podemos ni debemos confiar en su veracidad por su infantil partidismo en muchos casos y en otros no menos numerosos, por intereses inconfesables.

Resumen de la batalla de Teruel.

El XXII cuerpo que manda Ibarrola compuesto por las divisiones 11 (Lister) y 25 (Vivancos); el XVIII que manda Heredia, con la 34 (Vega), 70 (Toral); XX, con las 68 (Trigueros), 40 (Nieto). 

Cooperan en la ofensiva XIX cuerpo con la 64 división (Martínez Cartón) y la 39 (Balibrea) del XIII cuerpo.

Ocupan las posiciones en el saliente de Villastar la 42 del XIX cuerpo y en Valdecebro, la 42 del XIII cuerpo ocupaban las posiciones propias del indicado sector.

Parece ser que para reforzar dichas fuerzas los medios concentrados o acumulados fueron 37 baterías y 60 tanques.

Veamos la manera más clara y detallada de poder explicar con datos y fechas concordantes todas las fases de la toma de Teruel, de su defensa y de nuestra pérdida (yo diría entrega al enemigo).

Es casi del todo imposible pretender la defensa de Teruel sin contar con la muela. Puede defenderse, esta afirmación parece la negación de cuanto decimos anteriormente, pero rápidamente demostraremos tanto lo uno como lo otro.

Teruel, sin la ocupación de la muela, precisa una guarnición tres o cuatro veces superior en hombres y material a si se cuenta con ella.

Las fuerzas indudablemente deben ser unidades de élite y con una moral a prueba de todo cuanto tendrían que aguantar, pues el enemigo desde la muela le puede planchar todas sus defensas con la artillería y morteros.

Es natural que defensa y ataque estén en proporción a medios y guarnición, con moral por ambas partes. En el cuaderno 9 ya indicamos, sin detallar, la marcha de la toma de dicha plaza y cómo fuimos relevados por la 40 división.

Es el XX Cuerpo quien tiene la misión de terminar con los pocos focos que faltan por reducir, pues el banco se lo entregamos después de haberlo tomado y el seminario está pendiente de recibir la orden para lanzarse sobre él. Resumiendo: cuando salimos de Teruel y nos situamos de momento en la base de partida, le queda al XX cuerpo por tomar solamente la comandancia militar.

Día 8 de enero después de arrollar al asalto la defensa fascista de la comandancia, el seminario se rindió con el resto de la guarnición encabezada por el coronel Rey d’Harcourt.

Parece que el día 9 de enero el EM del V Cuerpo sitúa su puesto de mando en la plaza del Torico. En los combates de estos días siguientes, se consolidan todas las posiciones ocupadas por el XVIII en la muela, 70 y 34 (Vega), 47 (de Durán) del V Cuerpo que enlaza por la derecha del XVIII. Parece que tenemos enfrente la 61, primera navarra, 81 y 51 divisiones.

El enemigo hace tanteos en todos los puntos que considera más o menos vitales para iniciar su ofensiva y, por más que pretendemos saber cuál es la marcha de las operaciones no se informa como nos merecemos, pero resulta infantil y de género idiota el no decirnos la verdad cuando estamos en la muela y desde esta invulnerable posición (si se organiza su defensa) son nuestros observatorios y a simple vista, estamos dominando todo el teatro de operaciones. En dirección norte prosiguieron insistentemente los esfuerzos del cuerpo de Galicia.

Enero día 10, en dirección oeste y noroeste de Teruel pasan nuestras posiciones por los altos de Celadas y las alturas al sur, la orilla izquierda del río pegado a la ciudad. La muela fue ocupada por las 35 y 47 divisiones encuadradas en el V cuerpo. La 70 y 34 divisiones del XVIII cuerpo enlazamos con las divisiones del V cuerpo por su izquierda y derecha nuestra, o sea, XVIII C. de E.

Tenemos noticias, como decimos en fases anteriores, que seremos relevados para operar en otro frente.

Finales de enero, estamos siendo relevados y el enemigo aparentemente por cálculo o por reorganizar sus unidades, da la sensación después de la violencia que su presión adquirió en el noroeste en dirección del mansueto, defendido por las unidades de la 35 división, donde actuaban las 13, 85 y 84 divisiones enemigas apoyadas por una potente agrupación de artillería.

El primero de febrero de 1938 hacía unos días que reinaba un poco de calma y el señor ministro de la guerra, don Indalecio Prieto, pretendió destituir a Modesto (según versiones que circulan por las unidades).

El señor Prieto pretende a estas alturas crear un ejército apolítico: el momento no podía ser mejor elegido para favorecer los deseos del fascismo franquista.

No pueden encajar la influencia del PC en las masas y en la mayor parte del ejército que desea hacer la guerra, pues otra salida no se puede dar a nuestra situación, so pena de entregarnos desarmados a los piquetes de ejecución del franconazismo.

El general Sarabia parece que le pidió a Modesto que si le daba garantías de mantener Teruel durante un plazo mínimo de cinco días. Deseaba saberlo con el fin de disponer de sus reservas para intentar hacer algo con ellas. Daríamos algo por saber con certeza los pensamientos de estos hombres en estos días…

Seguían ciegos militarmente y su cerebro embotado se convirtió en un arma totalmente roma. Seguimos pensando que la mayor parte de los militares profesionales que se pusieron al servicio de la República hacen cuanto saben para defenderla. ¡Que puede haber unos cuantos más partidarios del franquismo que de la República! Sin la menor duda, pero para enjuiciarles objetivamente, precisamos situarnos por un momento en la situación que les crearon sus compañeros de cuerpo y de armas. Esta situación, seguramente para alguno de ellos inesperada, debió producirles una seria conmoción moral.

Si lo expuesto somos capaces de unirlo a la desconfianza mutua que nos profesamos, podemos colegir sin gran esfuerzo muchos de los contratiempos y contrariedades sufridas y por sufrir, mientras no rompamos ese círculo vicioso.

Nadie está en mejor situación para intentarlo y lograrlo que nosotros, los de milicias. Nosotros no tenemos que romper con ningún pasado ni compromiso moral por falsos prejuicios. Pero para ser más contundentes, podemos decir algo de tanto peso que refuerza nuestro criterio sin la menor duda: ¡si como clase estamos totalmente divorciados! Consideramos que sería más concluyente decir que nuestra miopía política nos impide, en el momento más histórico nacional e internacionalmente, romper con un pasado funesto lleno de luchas criminales y fratricidas, para llegar a un acuerdo de principios para salir lo mejor parados de la trampa que el enemigo común nos preparó. ¡Pues sí, camaradas, si en esto que nos va, en gran parte, algo más que la vida no somos capaces de ponernos de acuerdo, cómo vamos a lograr que quienes sienten recelo hacia nosotros por todo un pasado que les afecta directamente, por haberlos utilizado indebidamente, rompan con todo ese lastre para unirnos de manera eficiente en un bloque irrompible! Debemos marcar el paso y la pauta para marchar por ese camino luminoso que desde tiempo inmemorial nos está esperando pacientemente.

El último intento de conquistar Teruel lo inicia el enemigo el 5 de febrero y se prolongó hasta el día 8. Participan armas del cuerpo de Galicia con las divisiones 13, 85, 84, el cuerpo marroquí con las divisiones 108, 11, 4 y 82 y un cuerpo mixto formado por la primera división de caballería y la quinta de infantería. Total, tres cuerpos de ejército con un total de ocho divisiones de infantería, una de caballería y tres batallones de tanques. Como medios de apoyo contaba con toda la aviación hitleriana y fascista y una gran masa de artillería. Sin contar la divisionaria, las agrupaciones de artillería de los tres cuerpos de ejércitos tenían 20 baterías cada una. Además, como agrupación de artillería del conjunto del ejército del norte enemigo que encuadra a los cuerpos operantes, actuó la gran unidad de artillería de los italianos, cuya importancia sumaba ocho grupos de 24 baterías al mando del general fascista italiano Manca. Todos estos datos nos fueron comunicados por Modesto durante las operaciones.

Por la solidez alcanzada en nuestras líneas en las direcciones oeste y suroeste, llevó al enemigo a buscar nuevas zonas de penetración para alcanzar sus objetivos.

Por ello extendió su zona de operaciones más al norte, contra el saliente republicano de Sierra Palomera en el frente Pan Crudo-norte de Teruel.

Todo ese sector estaba semi desguarnecido de fuerzas. La ciudad de Teruel y la muela estaban defendidas por la división de Campesino y la de Durán. Por el norte solo existían, en las comunicaciones, algunas unidades como la 27 división (de Delbarrio), y varias brigadas defendiendo las líneas que de momento no corrían el menor peligro. El enemigo solo pretende recuperar Teruel para después cambiar la zona de penetración para marchar por caminos más ambiciosos como veremos, no tardando, diga lo que diga el EMC nuestro.

El ataque solo le sirvió al enemigo para crear pequeñas cabezas de puente en la izquierda del río Alfambra. Pero en sus ataques el cuerpo de Galicia, en las inmediaciones de Teruel, fue contenido y derrotado una vez más, sin conseguir el objetivo. Esto es cuanto comunica el V Cuerpo.

Con estos combates termina la segunda fase de la batalla de Teruel, pero es ahora cuando se acrecienta el peligro. Fue por este alto del enemigo en sus ataques por lo que nuestro EMC dio por terminada la batalla de Teruel y comete el mayor y más peligroso de todos sus errores en lo que va de guerra: ordena el relevo de unidades y la salida de aquella zona de buen número de ellas.

La zona de defensa inmediata de la ciudad, hasta entonces mantenida por el V cuerpo, fue cubierta por la 46 división cuyas unidades relevaron del 10 al 12 de febrero a las fuerzas de las 35 y 47 divisiones, mandadas por este orden, 35 (Walter) y 47 (Gustavo Durán). Como indicamos anteriormente, este error de Prieto y del alto mando fue el principio del final de nuestra guerra, que por mucho que pretendamos (y se hará) hacerla durar, no podremos cambiar el resultado con este alto mando. ¿Por qué todos los jefes de cuerpo que han intervenido en esta batalla no han intentado, y por lo tanto, logrado convencer a Sarabia y Rojo de algo tan elemental como lo que estamos viviendo desde hace días? Nos engañamos una vez más, el enemigo no sufrió tanto castigo como para no poder seguir su ofensiva. En cuanto reorganice sus unidades más castigadas, desencadenará una ofensiva que será continuada recuperando cuanto perdió en esta y en Belchite, y no es nada fácil calcular hasta dónde nos obligarán a replegarnos.

Nos parece inapropiado insistir en demasía, con cuanto venimos diciendo en todos nuestros relatos y en las informaciones verbales y escritas comunicadas por conducto regular a nuestro cuerpo de ejército, lo mismo que cuando teníamos la menor oportunidad de hacerlo con escalones superiores.

Nos consta que para el alto mando este contratiempo fue un serio mazazo, pero cuando nos referimos a este escalón, no queremos decir que todos están exentos de responsabilidades. Al contrario, empezando por el señor ministro de guerra y sus consejeros, había demasiados personajes interesados para que todo sucediera como ellos planeaban para servir a nuestros enemigos. Seguimos teniendo una seria confianza en don Vicente Rojo y pensamos que si no se dejara dominar por ciertos políticos, su rendimiento sería todo lo efectivo que la República precisa.

¡Pero como siempre, nos justificarán lo sucedido diciendo que el enemigo se anticipó a nuestros proyectos! Y se quedarán tan tranquilos preparando otra ofensiva mutilada y raquítica. ¡Claro! Con la falta de conocimientos de los mandos de milicias no se puede proyectar nada de envergadura y auténtica ambición. ¡Aquí no sucede como en caballerías, aquí todo se justifica y seguimos peleando!

Estos datos que siguen son la mar de interesantes y confirman, desde nuestro punto de vista, casi cuanto venimos diciendo desde hace tiempo. Hay muchas cosas que omitimos por no tener toda la seguridad que consideramos necesaria para emitir un juicio más o menos condenatorio.

Cuando el alto mando republicano dio por terminada la batalla de Teruel, no fue capaz de pensar sensatamente desde el punto de vista militar favorable a los intereses de la República y por eso se precipitó en sus decisiones para ordenar retirar las unidades que podían hacer cambiar la situación.

No pretendemos difamar a nadie y nos cuesta más de cuanto puedan suponerse los máximos responsables de esta situación al decir lo que decimos y pensamos de sus decisiones.

Enjuiciamos esta decisión solamente desde el punto de vista militar para que nadie pueda ver en nuestros juicios la menor tendencia política, y conste que no hay nada en esta cochina vida exento de política y mucho menos en nuestro país, con una guerra impuesta a la democracia republicana española, por lo más antidemocrático inventado y financiado por el futuro sector del capitalismo monopolista más sanguinario que la sociedad haya conocido hasta la fecha.

Para hacer frente al comunismo y los frentes populares crearon el nazifascismofranquista que puede llevar al mundo al sacrificio más terrible de todos los tiempos. Pero sus mentores y financieros no sentirán las consecuencias, ellos obtendrán, como en toda guerra, más dividendos que nunca. El pueblo español, como su ejército popular, ya está sufriendo las consecuencias de su criminal conducta y proceder para con la democracia española republicana.

¡Si fuerais tan amantes de la justicia, la humanidad y la democracia como decís serlo, nos ayudaríais para que no fueran destruidas nuestras ciudades y pueblos como lo son por no recibir de nosotros ni ayuda moral!

En este caso no tendría la República española necesidad de recurrir a la gran unión de repúblicas socialistas para que ella impida, con su valiosa intervención, con voluntarios y su material, que ese engendro creado por nosotros aniquile sin piedad a nuestra zona democrática y a cuantos hombres y mujeres no piensan como ellos.

Sois vosotros los únicos responsables morales y materiales de cuanto sucede en nuestra patria. Tendréis que responder en su día ante la Historia de la Humanidad (que no olvida, por mucho que tarde en resplandecer la verdad) de vuestra criminal ceguera por ese innato egoísmo dominante sobre todas las clases y pueblos.

Nosotros, los comunistas españoles, no tenemos las pretensiones ni designios que generosamente nos impartís. Sabemos lo que queremos y lo que podemos lograr. Por encima de todo, somos realistas, este fundamental pilar de nuestra formación nos hace ser más o menos clarividentes en esta fase de la República española y sobre todo ahora en la guerra.

Cuando nuestro PC crea una consigna es porque cree haber recogido el sentir y pensamiento de nuestro Pueblo. Por eso nuestras consignas son aceptadas con entusiasmo por las masas y los Pueblos. ¡Esta es y será por mucho tiempo la razón de ser mucho más fuertes y representativos que partidos y organizaciones que antes, y al principio de la guerra, fueron infinitamente (numéricamente) superiores a nosotros!

¡Pero hijos de Dios! ¿Tiene el PC la culpa de vuestra torpeza o desgana para no afrontar la situación de la única manera que el Pueblo lo desea sin manifestarlo públicamente?

Creemos que esa responsabilidad es vuestra y de nadie más, ¡que hemos crecido geométricamente! Sí, por qué negarlo, que muchos de nuestros militantes hoy, no lo fueron ayer, claro que sí, pero tampoco lo serán mañana en nuestras filas como en las vuestras. Cuando oímos decir: las unidades comunistas, las consignas comunistas, están en todo momento a las órdenes de Moscú, y otras y muchas más inexactitudes, es algo que me produce náuseas repelentes. Dan ganas de terminar con tanta majadería política e incapacidad de enjuiciamiento concordante con lo que dicen ser y la realidad que vivimos. Pero para desgracia de la Democracia universal, y en particular la española, esto no tiene por ahora la menor posibilidad de arreglo con auténtica solución. Les molesta nuestro desarrollo y multiplicación, les desagrada y les hace la puñeta que hombres que fueron seguidores o simpatizantes de unos y de otros, militen hoy en nuestras filas. No pueden digerir una realidad tan elemental como la que su ineficacia nos hace vivir en estos momentos de la mayor trascendencia para el ser o no ser de la clase trabajadora progresista. Estáis muertos políticamente. Intentaremos demostrarlo sin desear ofenderos personalmente, y mucho menos colectivamente.

Deseamos deciros cómo os vemos para intentar poneros en marcha y que vuestra actuación redunde en beneficio de esa incoercible masa que tanto esperó y sigue esperando de vosotros. Desde la desaparición de la sociedad primitiva, muchos cerebros de los mejor dotados se dedicaron con preferencia a utilizarlos solamente en beneficio propio y esto dio el único resultado que tal actitud podía dar. Luchas y más luchas con las destrucciones correspondientes en cualquiera de los periodos del desarrollo de la Humanidad. Muchos de vuestros cerebros están petrificados o anquilosados, en el mejor de los casos, para que no sean todo lo útiles que pueden y deben ser en servicio de sus semejantes. Así podríamos seguir razonando para ver por qué cuando se produce un acontecimiento histórico, donde se puede dilucidar como clase el ser o dejar de ser un instrumento solamente utilizable para beneficio de unos cuantos, vosotros no queréis utilizar vuestra potente fuerza y conocimientos en beneficio de quienes por siempre fueron explotados y masacrados.

Censuráis, criticáis y termináis, claro está, difamando a quienes rompen vuestro conformismo, seguimiento y estatismo durante toda vuestra existencia política y social.

El triunfo de los comunistas en la Unión Soviética es malo o imperfecto, ¿pero qué hacéis vosotros para mejorarlo?

¿No sería mejor participar para hacer menos violenta y, por lo tanto, dolorosa, la transformación que se produce en cualquier cambio o transformación?

¡Si la Unión Soviética nos ayuda, se le critica y difama!

¡Si la Unión Soviética no nos presta toda la ayuda que nosotros deseamos para que el esfuerzo lo realicen ellos, también la criticamos y la difamamos!

¿Pero qué interés tiene la socialdemocracia como tal potente organización para que la democracia no sea creada en España como en otros países?

¿Qué intervención tienen la segunda y primeras Internacionales en defensa de sus afiliados en la España republicana?

Las ayudas valiosísimas y ejemplares de todos los demócratas que derramaron su sangre en nuestra ayuda no serán jamás olvidadas por ningún luchador español en defensa de nuestra libertad y de todo el mundo que desea ser libre.

El lugar que ocupa la Unión Soviética en el corazón de todos los españoles progresistas y demócratas, por su ayuda moral y en parte material, sin cobrarnos un céntimo. Pudieron ocuparlo esos sistemas tan añorados por sus virtudes humanitarias con las víctimas que permitieron fueran inmolados en beneficio de sus intereses materiales que son solamente una insignificante minoría.

Pero nos abandonan y encima intentan que cuantos aman la libertad de España dejen de ayudarnos. Esto sucede internacionalmente y nacionalmente lo mismo. Esta es la actitud de los dirigentes anarquistas y una gran parte de los socialistas, y en menor escala, de toda clase de republicanos que parecen ser más ecuánimes y ponderados.

Es así, y no como nosotros quisiéramos, como se nos enjuicia, y se nos quiere catalogar por estos sectores mayoritarios para desgracia de los intereses del Pueblo. Nunca mejor para aplicar el dicho del perro del hortelano. Son más y mejores y por eso tienen una representación más numerosa en el gobierno. Decimos anteriormente que la Unión Soviética nos mandó material que, en parte, no fue cobrado, y tenemos entendido que fue cierto. Partiendo de la base que no tenía la menor obligación de prestarnos toda la ayuda que nos prestó ni de vendernos el material que nos vendió. Este es un tema que se debatirá en España y fuera de nuestras fronteras durante más tiempo de cuanto muchos puedan suponerse. Para terminar por ahora con este tema, diremos que la Unión Soviética nos mandó y nos vendió lo mejor que tenía en material y en hombres capacitados para ayudarnos.

Pero muchas unidades rechazaron los consejeros soviéticos porque sus mandos no precisaban de ellos para nada. Es otra triste pero interesada leyenda que será necesario destruir por su mezquindad y falsedad histórica.

¡Nosotros, pobres tuerce botas de lona, nos permitimos la insensatez de menospreciar la ayuda que desinteresadamente nos quieren prestar!

Pero los enteradillos de todo dirán, con el descaro que les caracteriza, que el prestarnos esa ayuda era porque la Unión Soviética quería implantar en España el comunismo.

Para esta agrupación o federación de Repúblicas socialistas no era un secreto la importancia que el PCE tenía en esta fecha.

No podía ignorar que en España no se habían dado un mínimo de condiciones para poder montar, y menos implantar, una República socialista.

La Unión Soviética antes del 18 de julio no tenía relaciones diplomáticas con España. La República no había sido capaz de llegar tan lejos, pues sus relaciones con las llamadas democracias no lo permitían con libertad.

Esto es un secreto a voces, lo mismo que lo es la importancia numérica de nuestro Partido en el año 1936. Pero con la creación y formación de los frentes populares, nuestro partido crece porque sus consignas han prendido en todas las capas sociales más o menos democráticas y liberales que obligan a sus dirigentes a formar esos frentes populares.

Podemos resumir en estas fechas de la batalla de Teruel diciendo cuanto precederá. Jamás ningún miembro del PC rechazó ninguna de las misiones que les fueron encomendadas, bien militares o políticas.

Cuando normalmente muchos hombres no querían ocupar puestos de responsabilidad, como sucedió con el comisariado, de la JSU se ofrecían de forma y manera masiva para ocupar todas las plazas habidas y por haber.

Este es uno de los secretos del PC, apoya cuanto puede a esta juventud como a quienes tienen interés en ganar la guerra desde los primeros momentos de ella.

Nos parece innecesario comentar más por ahora, las sinrazones que puedan alegar quienes no juegan en la guerra el papel que pueden y deben. Que cesen en sus falsas acusaciones sobre el PC, y repito una vez más, que jamás se me dió ninguna orden para perjudicar los intereses de ningún otro sector político.

Estamos convencidos de que la guerra es para todos nosotros y que sin la participación de todas las unidades del ejército republicano nada tenemos que hacer.

El alto mando, o quien tenga poder para decidirlo y hacerlo, debe sacar sin miedo a reconocerlo las consecuencias de todos nuestros errores. Modesto recibe la orden de Rojo de hacerse cargo otra vez de la defensa de Teruel y de sus defensores a distancia. Es otra unidad que había sido relevada y que ante la ofensiva enemiga, recibió como los demás la orden de regresar.

Veremos la misión encargada a Modesto y sus resultados.

El 19 de febrero releva a Francisco Galán y sitúa su puesto de mando y el estado mayor en la venta del puente, kilómetro 7 de la carretera de Sagunto Teruel. En esa fecha cuenta solamente con dos divisiones y una brigada, 46 y 11 divisiones.

La 46 recibió la misión de la defensa de Teruel y de la muela. Se hace ver al Campesino la importancia de la muela y le prohíbe terminantemente retirar a un solo combatiente.

El ataque tenía la misión de envolver las defensas republicanas y cercar a sus defensores.

El día 19, a primeras horas de la tarde, las vanguardias enemigas estaban llegando a la general de Teruel-Sagunto. Modesto, ante esto, se vio precisado a ordenar a la 69 brigada que contraatacara y recuperara la serie de cotas que dominan la carretera.

La 69 empujó al enemigo hacia norte y este. Pero la concentración de fuerzas enemigas y el acumulamiento de medios de combate en esta dirección son particularmente fuertes.

Los contraataques chocaron con los ataques reiterados del enemigo y limitaron sus éxitos. No obstante, la superioridad enemiga, las unidades de las 46 y 69 brigadas mantuvieron sólidamente en sus manos las alturas próximas a la carretera de Sagunto y garantizaron las comunicaciones de Teruel, aunque batidas por la artillería y, en ciertos tramos, por los fuegos de las ametralladoras del enemigo, evitando el cerco de la guarnición de la ciudad y la caída de nuestras posiciones de la muela por su retaguardia.

Con este relato queda demostrado que el enemigo ya se encontraba en la muela y que de este suceso la 70 no tenía la menor noticia.

Crítica a la actuación de Campesino en Teruel.

El 21 de febrero, el Campesino visita el puesto de mando del cuerpo de Modesto para plantearle la retirada de Teruel. Modesto se niega rotundamente y le hace conocer que ese mismo día se han conseguido pequeños avances en nuestro flanco derecho que mejoran la situación anterior. Argumentando con este hecho lo que significaría la pérdida de Teruel desde el punto de vista político-moral y demostrándole que no había necesidad de hacerlo por el momento, parece que intentó quitarle de la cabeza aquella idea de abandonar la plaza.

¿Pero acaso la cabeza de Valentín servía para algo distinto que para creerse otro supergenio de la guerra y llevar colgada la gorra de comandante?

El día 22 parece que Modesto ordena que una brigada de la 11 división avanzara hasta las proximidades de la ciudad, entre la carretera de Sagunto a Teruel y el río Turia, para hacer frente a cualquier eventualidad.

Parece que Modesto mantenía contacto telefónico y por radio con la 46 división. Hay unas cuantas lagunas que intentaremos cruzarlas para ver como pudieron darse esos acontecimientos sin haber logrado paliarlos. Nuestra condena estaba sentenciada en firme, antes de realizar la ofensiva. Pero es necesario e interesante exponer cuanto decimos y creemos haber visto unos y otros para llegar a una conclusión lo más aproximada a los hechos dolorosos de estos días que tan decisivos pudieron ser en el curso y final de nuestra contienda.

Dice Modesto: por la noche vimos que del este bajaban a la ciudad algunas fuerzas enemigas. Apreciamos la situación como un peligro inmediato de cerco si flanqueaban las fuerzas del interior de Teruel. Creyendo que el jefe de la 46 se encontraba en la ciudad, así como el grueso de la unidad y en la seguridad de que la muela estaba guarnecida por la brigada de la 46 que manda el comandante Aparicio, decidí un ataque de noche sobre la plaza.

Para realizar este ataque se organizaron dos columnas: a la derecha, una brigada de la 11 división estaría mandada personalmente por mí; a la izquierda, Lister. La hora de comenzar la operación se fijó en las 0.15 del día 14. A las 0.05 el jefe del estado mayor del V Cuerpo me llamó urgentemente al teléfono (Daniel González, jefe del estado mayor de la brigada que mandaba Leal, trajo el aviso). Tomé el teléfono y oí a Sánchez Rodríguez que decía:

No comiences, porque el Campesino y la 46 están fuera, en un pueblecito más allá de Castralvo. He hablado personalmente con él y espera sus órdenes.

—¿Avisaste a Lister?

—Sí, ya se lo he dicho.

—Dile a Valentín que venga al puesto de mando del cuerpo.

En vista de lo expuesto, suspendimos el contraataque proyectado. El Campesino nos había jugado una mala pasada.

Evacuado Teruel sin orden ni necesidad, abandonaba la muela sin combate por el comandante Aparicio, hecho decisivo que originó el cerco de nuestras fuerzas, un cerco que era bien relativo.

Esto que antecede es una parte de cuanto al parecer piensa Modesto, pero nosotros vamos a exponer cuanto pensamos y vivimos en nuestra pequeña parcela. Quizás las apreciaciones y juicios no obedezcan solamente a la categoría de las unidades y por tanto, del mando.

Pensamos, y lo hacemos sin segunda intención, que es y será por tener un concepto diferente del mando y la manera de ejecutarlo.

Por si acaso, insistiré una vez más que Modesto (con sus limitaciones y defectos, como todos tenemos) es el más capaz de los mandos de milicias conocidos por mí.

Casi todas las fases vividas en el batalla de Teruel, él lo hace desde su escalón y nosotros lo hacemos desde el que nos corresponde y un poco más bajo, por nuestra manera de concebir la guerra y realizarla. Pero cuidado con las interpretaciones que pueden sacarse de nuestros juicios y criterios personales. No pretendemos ni queremos decir, como falsamente podría deducirse, que pretendemos sentar cátedra desde el punto de vista militar ni político, solamente queremos decir lo siguiente, con la mejor intención por si nuestra pobre opinión pudiera servir para algo en lo que nos queda de guerra, y como es obvio, para la lucha cotidiana en todos los escalones y cargos de la sociedad de tipo político que pueda tener. No queremos ni deseamos ser producto del favoritismo en ningún escalón social. Por eso no podemos explicarnos como Modesto, que conoce a Valentín y que debe recordar sus incapacidades (que no es lo mismo que limitaciones), le encarga nada menos que la defensa de Teruel y su famosa muela.

Él dice que cuando le dio esa misión, le encargó y le hizo ver la importancia de las posiciones. En este caso concreto y determinado, se precisaba algo más que recomendaciones. Teruel con la muela era una posición que podía defenderse hasta conseguir un desgaste inimaginable del enemigo. Si Modesto no contaba con una división distinta a la 46, debió plantearlo con claridad al jefe del EMC con el cual celebraba conferencias frecuentemente. También dice él, y nosotros le creemos, tenía amistad con el general Sarabia que era el jefe de las operaciones. Pero nosotros pensamos que la división podía defender esas posiciones si la mandara un jefe totalmente distinto a Campesino. ¡El jefe del cuerpo tuvo una estupenda ocasión para destituirlo cuando le planteó la necesidad de abandonar Teruel y la muela! Pero seguimos sin comprender las razones que mantienen a ese desdichado hombre en tal puesto de responsabilidad. A Valentín se le tiene por ser un auténtico zoquete y eso desde nuestro punto de vista no es así. Se hace mucho más brutal de cuanto es en el fondo, creemos hacer indicado algo sobre este elemento pernicioso, pero si no lo hicimos, diremos sintetizando cuanto pensamos de él y, sobre todo, de su conducta militar y política.

Sin tomar en consideración los juicios y comentarios que oímos tanto a unos como a otros, nosotros lo haremos por haberle tratado y escuchado sus opiniones, pero fundamentalmente, por haberle visto actuar.

Ya sabemos que no somos quien y que carecemos de autoridad moral y material para enjuiciar a nadie. ¡Como ciudadano de la República española, como miliciano de su ejército y como demócrata condenamos sincera y profundamente a quienes tienen la desfachatez y desvergüenza de ocupar un puesto de responsabilidad donde su incapacidad está costando torrentes de sangre a nuestro Pueblo! ¿De dónde dimana e imparte la autoridad que permite ocupar (no desempeñar) un puesto nada menos hoy que de jefe de gran unidad a un Valentín González? ¡Él puede ser como es y no pensar en su responsabilidad moral y material! ¿Pero qué piensan sus valedores de cuanto sucede y sucederá en el futuro si el enemigo no lo quita de en medio? Conste que no es nuestro enemigo el llamado a resolvernos nuestros problemas.

Para nosotros fue alarmante oír a Modesto decir: «el Campesino nos ha jugado una nueva mala pasada que desgraciadamente no será la última».

Después de esto se le dice por teléfono que se presente en el puesto de mando del cuerpo. Esto es totalmente increíble en un mando como Modesto. Este señor debió ser detenido y juzgado sumarísimamente por abandonar sus posiciones y, lo que es más grave, a sus unidades. ¿Sucede, camarada Modesto, que tú, el jefe de milicias más encomiado por nosotros, no tienes autoridad para impedir cuanto no tiene razón de ser? Si te lo imponen, no tendremos más remedio que pasar por ello como nos sucede con otras cuestiones. ¡Pero sentiríamos cuanto no puedes suponerte si algún día descubriéramos que tú, en este problema tan importante para nuestra causa, no eres lo que de ti pensamos!

Es preguntando y cuando la batalla defensiva se pierde, por cuanto venimos insistiendo y diremos algo más: ¡ya podíamos intentar saber dónde estaban las fuerzas propias y las enemigas! Ya podíamos esperar órdenes de quienes tenían los medios para dárnoslas e informaciones valiosas para proceder como la situación requería.

Afirmamos, sin querer prevalecer con nuestras ideas ni afirmaciones, que ya no son demostrables, que nosotros la 70 división no hubiéramos perdido la muela de Teruel tan fácilmente y la defensa de la ciudad se realiza por sí sola al defender la muela. Esta defensa a ultranza pudo ser un freno para la ofensiva enemiga durante mucho tiempo.

Teníamos medios y hombres para defender gran parte de lo conquistado, pero era más eficaz para el enemigo dispersar nuestros medios y hombres en ofensivas mal concebidas y peor preparadas en estos momentos.

Teruel pudo ser para el enemigo una batalla de desgaste y esto nuestro alto mando no quiso verlo, pues no entra en sus cálculos ganar la guerra. Nuestra ofensiva fue bien concebida. El enemigo se deja sorprender, conseguimos momentáneamente ocupar todos los objetivos asignados por el mando. Ahora y en esta ocasión, no pueden culparnos de falta de capacidad y decisión para marchar en el vacío.

Por unos pocos días le arrebatamos la iniciativa y es lamentable que se ordene a nuestras fuerzas detenerse cuando pudieron ocupar terreno o posiciones ideales para que el enemigo no pueda impunemente montar su contra ofensiva concentrando todos los medios que considere necesario para recuperar lo perdido y empujarnos en la dirección que más le interese. ¿Qué hubiera sucedido si nos hubieran mandado situar nuestras líneas más allá de cerro gordo? ¡Excelente posición!

Con ello se permitió al enemigo que se instalara donde más le convenía para tranquilamente montar su ofensiva.

¡Pero dioses de la guerra! Se nos puede retirar del frente a unas cuantas unidades y mandarnos hacer operaciones contraindicadas en nuestro caso. No es una contraindicación, cuando decimos que no debe montarse una ofensiva independiente de otros intentos más o menos secundarios, supeditados a los medios propios y enemigos.

Los intentos de la 27 división dirección Singra, la 46 partiendo de los altos de Celadas, la 34 y otras unidades nuestras realizan ataques que no pueden dar el menor resultado positivo por falta de medios y no ser los más idóneos. Con estas actuaciones lograron que nuestras unidades se desgastaran y que su moral descienda seriamente.

¿Es esto lo que se pretende en el fondo?

¿No será que nuestro ministro de defensa, como el mando del ejército, mueve las fuerzas republicanas con una misión determinada y que está totalmente en contra de los principios más elementales de la táctica y la estrategia?

Está clarísimo que si todos los golpes y contragolpes dispersos y esporádicos se hubieran realizado en menor escala y sobre todo, en este frente, mucho más importante de cuanto pensaron y calcularon quienes dirigían nuestra guerra, sus resultados se hubieran dejado sentir en la defensa de Teruel.

Consideramos que el espíritu de capitulación del ministro señor Prieto (si capitulación no les agrada a quienes puedan confiar en él), podemos decir que desconfianza en el resultado de la guerra y en nuestra eficiencia para hacerla (nos referimos a los mandos de milicias) puede adoptar una política totalmente distinta a como lo hace, para no servir los intereses de nuestro mortal enemigo.

Es casi con esta falta de realismo como sin desearlo se sirven los intereses del enemigo y la moral de nuestro ejército cada día se quebranta un poco más, y por lo tanto, puede llegar un momento en el cual su eficacia sea tan baja como nuestros enemigos del interior y el exterior están propiciando y deseando.

¡Señor ministro, usted fue un hombre de lucha y un revolucionario a su manera y forma! ¿Acaso usted, hombre inteligente y con sobrados conocimientos de personas, cosas, sistemas políticos y sociales, cree sinceramente que la mayor parte de nuestros estimados militares profesionales tienen el espíritu de sacrificio y la moral deseada para enfrentarse con eficiencia a sus viejos compañeros de armas?

Si así fuera, se hubieran conducido como lo hicieron cuantos están ocupando dignísimamente los puestos de responsabilidad que sus capacidades, conocimientos, saber, dotes de mando, valor físico y moral y, lo más importante, amor a su pueblo con entrega total a la defensa de la justicia, la paz y la Democracia les hizo acreedores a nuestro respeto, agradecimiento y cariño.

Ellos les marcaron y jalonaron el camino a seguir en estos momentos históricos (y por qué no decirlo) de nuestra patria y el mundo democrático. Si no participan es porque no sienten cuanto nuestro Pueblo precisa para vivir dignamente donde todos, absolutamente todos podamos vivir sin miedo de ninguna clase y respetando las ideas de los otros, sin emplear para luchar contra las contrarias otras armas que el diálogo y el ejemplo de conductas morales.

Señor ministro de la guerra: como milicianos que somos y honradamente nos consideramos, hace tiempo que deseamos poder entregar el mando de las unidades que inmerecidamente nos hicieron el honor de entregarnos para servir los intereses de nuestro Pueblo. Seguimos repitiendo que estamos como estuvimos siempre, a las órdenes de jefes profesionales militarmente que quieran defender nuestra sagrada y justa causa.

Deseamos que nos enseñen cuanto precisamos conocer para defender lo mejor posible a nuestro Pueblo. Creemos carecer de la menor ambición personal y estamos convencidos de que la mayor parte de cuantos ocupamos puestos de responsabilidad pensamos lo mismo.

Señor ministro de la guerra: si los objetivos obtenidos por el enemigo en la batalla de Teruel no fueron más amplios de lo logrado fue, una vez más, por el sacrificio y valor de todos los combatientes que tomaron parte en esta batalla.

Nos permitimos rogarle que vea qué unidades tomaron parte en ella y en composición en todos los escalones. ¿Se hacen ustedes un juicio crítico terminada la batalla? Precisamos ya, sin esperar un minuto más, el intento de terminar con tanta confusión, no queremos llamar a estos hechos con el nombre apropiado por sus consecuencias (puede que la intención sea otra); para seguir la guerra, es necesario cambiar cuanto nos impide luchar con la eficiencia que podríamos tener si estuviéramos adecuadamente dirigidos. Seguimos pensando que el enemigo solo piensa en destruirnos física y moralmente. ¡Los que sueñan con una paz negociada no fueron capaces de crear las condiciones para lograrlo! ¡Quizás aún tenga tiempo de ver y saber cómo piensan los que debían estar ocupando nuestros puestos de responsabilidad!

El EMC, con todos sus defectos, sabe concebir ofensivas, pero nacen raquíticas y sobre la marcha, nosotros aún no somos capaces de hacerlas desarrollarse. Puede que la causa (no culpa) sea por falta de confianza en nuestra capacidad para maniobrar…

Carecen de ambición en su conjunto y quizás no sea difícil el dar con el quid de la cuestión.

Decíamos que sin la ilusión deseada para lograr la victoria, la lucha no tiene finalidad alguna y que a más de sacrificar inútilmente miles de seres inocentes, encima les hacer sufrir calamidades y torturas sin cuento. Esta lección, para todos cuantos pudimos tener el deber de velar por la vida y seguridad de nuestro Pueblo, puede ser el principio de algo fundamental para terminar con algo que, por su tamaño, nos viene absolutamente a todos demasiado grande.

¡Es tan grandiosa la gesta emprendida por nuestro Pueblo y con tan pocos medios, que demasiado hacemos con resistir! ¡Es tal la diferencia que nos separa que solo hombres amantes de una causa superior pueden continuar en la loable empresa emprendida en el 1936!

Puede que la Historia no reconozca jamás cuanto indicamos de las proezas de nuestro Pueblo, pero por mucho que pretendan deformarlo los historiadores partidistas, algo no tendrá la honradez y seriedad histórica para colocar a cada cual en el lugar que se merezca.

Perdimos cuanto habíamos ganado, luchamos en algunos momentos en condiciones climatológicas infernales (esta es una frase muy socorrida). Nuestras unidades, todas, incluso las menos dotadas física y moralmente, se batieron como las mejores. Se hizo un derroche de moral, valor, abnegación y sacrificio como hasta la fecha nosotros no habíamos vivido. Debemos citar, por el orden que correspondió a lo aportado, primero: ¡qué soldados, qué clases y oficiales! Todos pueden figurar en un cuadro de honor. Ciertos jefes de batallones pueden figurar sin desdoro al lado de sus gloriosos soldados, clases y oficiales. Pero hubo algunos jefes, y cuanto de más categoría, peor, que no estuvieron a la altura que su cargo les imponía.

Es en estas batallas donde puede clasificarse y catalogarnos a todos, y terminando por los encumbrados, salimos de este frente donde como siempre nos dejamos jirones de lo más estimado y querido en esta maldita guerra.

La 70 sale para Levante y nosotros con dos enlaces y un ayudante marchamos a Madrid, donde pienso resolver unos cuantos asuntos para casarme, pues si tardo un poco más, no lo haré, por haberme comprometido conmigo mismo para hacerlo en una fecha determinada.

La 70 se reorganizará y descansará una temporada, esto es lo que nos prometen en el XVIII Cuerpo.

Madrid: sesión de espiritismo con Inés.

Resuelto este problema personal y habiendo despachado todos los asuntos pendientes en la representación de Madrid, pensaba visitar a mi familia por hacer unos meses que no nos veíamos y hablar algo de mi casamiento.

A una hora determinada del día, se me informa de las novedades en la unidad; parece que de momento todo marcha con normalidad y que podemos reorganizarnos en condiciones, ya veremos si tenemos un poco de suerte y nos mandan reclutas o de otras unidades para reponer las bajas sufridas en las batallas pasadas.

En casa de mi novia me invitan a presenciar una sesión de espiritismo y acepto encantado la invitación por algo más que la curiosidad. Considero normal, dadas las circunstancias de nuestra guerra y, como sucede en toda anormalidad de un país en lucha para cambiar su modo de vivir, que ante lo desconocido, estas organizaciones o sociedades prosperen y, en el mejor de los casos, que pretendan algo más que crear la confusión y el descontento.

Habíamos leído algo sobre este tema y sabiendo o pensando creer que no sabemos nada de nada, con toda corrección asistimos con la intención de no dejarnos impresionar por ningún acontecimiento ni aparente fenómeno desconocido o sin explicación, por mucha ignorancia sobre este tema tan intrincado.

Mi novia ríe por la aparatosidad gesticulante de una señora que dice ser médium y que fácilmente, aparentemente, entra en trance con facilidad. Habían pretendido prepararme un poco antes de empezar la sesión, pero les hice saber que había leído Más allá de la vida y de la muerte y otras varias obras, y les prometía no reírme ni burlarme de su creencia, pues tengo por norma respetar todas las ideas y creencias.

¡Creo que intentan impresionarme, pero ciertamente no me hacen sentir nada! La médium dice estar intentando ponerse en contacto con un gran personaje y pide concentración en cuantos formamos parte del círculo entrelazados por las manos. ¡Ella se pone de pie y, cerrando el puño derecho, se lo pone en la boca y da un toque de atención prolongado que ya quisieran muchos cornetas ser capaces de darlo con su cornetín o trompeta! Ciertamente, fue todo lo perfecto que puede ser dado con el puño, dice que tiene presente a don Miguel Primo de Rivera, pero que no quiere hablar por haber en la reunión personas que no creen en los espíritus. Mi novia se ríe y le digo que guarde respeto y silencio, puede que le suceda esto por los nervios, pero me sorprende por haberla visto en situaciones delicadas y de peligro sin inmutarse aparentemente.

La médium sufre como un ataque y parece que por esta causa no puede continuar. La hacen recuperarse y varias de las muchachas que asisten a la reunión me dicen que si me fije en cómo se parecía la médium a don Miguel Primero de Rivera. Dije que si es su cara y cuerpo, pero sin uniforme. No agradó mi contestación al grupo y en particular, a mi cuñada, que también dice entrar en trance con facilidad. Como no me interesaba enemistarme con ellas, les agradecí su atención de invitarme, pero aconsejando a todos, y en particular a la médium, que eligiera cuidadosamente a sus espíritus entre los civiles, pues los militares podrían causarles trastornos. Las tranquilicé asegurándoles que nada tenían que temer de mí. Pero veamos lo que sucede transcurrido un tiempo de una o dos horas. Me pregunta la médium cuando ya habíamos dejado ese tema del espiritismo:

—¿Me creería usted si le digo que están intentando ponerse en contacto con usted por teléfono para decirle que se ponga en marcha, pues lo que usted manda ya salió?

—¿Y qué mando yo, señora, para que me busquen con tanto interés?

—Sé que manda algo importante, pero no sé cómo se llama.

Yo no había hablado con ella ni con nadie antes de la reunión de mi cargo, estaba vestido con mi uniforme de comandante, pero no habíamos hablado de la guerra, pero todo esto podría saberlo pues conocía a la familia de mi novia y en particular, a su hermana. Con ese conocimiento solamente no podía adivinar ni saber cuanto estaba sucediendo en estos momentos a centenares de kilómetros de Madrid. Seguíamos charlando sobre esto cuando sonó el teléfono y lo toma mi novia, pues estaba en una habitación distinta al comedor y sin tardar, regresa un poco impresionada diciendo:

—¡Nila, que te llaman al comité con urgencia!

—¿Sigues al teléfono?

—No, cuando he dicho quién soy, me han dicho: dale el mensaje y que rápidamente se persone aquí.

Sin perder un momento salgo para el comité central y me comunican lo siguiente:

—Hace unas horas que su unidad salió para el frente, el enemigo ha desencadenado una ofensiva y ha conseguido romper nuestro frente. En Valencia te darán noticias, no pierdas tiempo, y suerte.

Regresé a casa de Inés y no pude dar las gracias ni felicitar a la médium, y conste que me hubiera agradado hacerlo (sin comentarios), pues se había marchado.

Mi futura familia queda totalmente impresionada por este acontecimiento y me despido con rapidez de todos, prometiendo a mi novia que en cuanto logremos frenar al enemigo, la reclamaré para casarnos en el frente o donde podamos hacerlo seriamente.

En Levante: Utrillas y Vivel del Río.

Nos ponemos en marcha sin saber con certeza dónde tenemos que alcanzar a nuestra unidad, lo único que se me dice en mi Partido es lo siguiente: «tu unidad salió para un frente que en parte conoces, es una tontería que te demos datos, pues quién sabe lo que estará sucediendo y dónde tendrás que ir». Me pareció estupendo que procedieran así, pero me insistieron que la situación es delicadísima y que es necesario realizar todos los esfuerzos que sean necesarios para contener al enemigo.

Salimos de Madrid y paso por mi pueblo para dar un abrazo a toda la familia, es cierto que nos desviamos unos kilómetros, pero yo jamás disfruté un permiso hasta la fecha. No estuvimos ni una hora con mi familia, mi pobre madre, como todas ellas, sufre las consecuencias de la guerra, pero no tenemos tiempo para consolarlas o compensarlas de alguna manera por sus múltiples sufrimientos.

Llegamos a nuestra representación en Valencia donde tenemos órdenes concretas de pasar por el PM del EM para recibir instrucciones concretas para nuestra actuación.

Informados en la representación salimos rápidamente para el puesto de mando del Ejército de maniobra, donde se nos dan instrucciones e información sobre nuestra misión.

El enemigo el 9 de marzo desencadenó mi esperada y temida ofensiva al sur del Ebro, en el espacio comprendido entre la orilla derecha de dicho río y Vivel del Río. Parece ser que inician la ofensiva unas 10 divisiones en el primer escalón y cuatro en el segundo. Pero esta será mucho más importante en cuanto el enemigo logre reorganizarse en su totalidad y se le incorporen todas las bajas leves sufridas en Teruel como en sus ofensivas anteriores.

Ya conocemos el destino de nuestra unidad y la misión que nos fue asignada, pretenden que logremos contener al enemigo que durante días avanza como quiere y el terreno le permite. El destino de la 70 división es la zona de Utrillas, la división está compuesta por solo las brigadas 32, comandante Jiménez y 92 comandante Centeno, pero me parece que nos agregarán alguna brigada más.

Llegamos afortunadamente, con el tiempo suficiente para hacernos cargo de las dos brigadas y procurar por todos los medios a nuestro alcance que no nos puedan utilizar como por estos frentes tienen por norma.

Mi teniente coronel profesional tiene la atención de hacer acto de presencia en mi puesto de mando que está, como siempre, a la distancia que el reglamento de las grandes unidades aconseja, de cinco a seis kilómetros.

Queremos aclarar que se trata del cuartel general de la división, pues el puesto de mando de combate será situado donde el terreno y el enemigo nos aconseje hacerlo. Procuramos situar nuestras fuerzas donde consideramos zonas de penetración más idóneas para el enemigo y más indicado para nuestra defensa.

En un terreno tan compartimentado como este será necesario tener reservas en cantidad para lanzar contraataques ante las penetraciones enemigas que el terreno y nuestra visión puede imponernos si somos capaces de adaptarnos al terreno y a la capacidad de sus mandos.

Este jefe de sector, mejor dicho, de frente, me parece un mando capaz, pero fuera de la realidad militar que el enemigo y nuestras limitaciones, por culpa del alto mando, nos imponen si queremos cumplir con nuestra misión. ¡Si un jefe de división está situado a más de 40 kilómetros, no tiene la menor posibilidad de poder ejercer el mando con eficiencia por mucha capacidad que tenga! Suponiendo que reúna todas las cualidades más exigentes para ejercerlo humanamente y, sobre todo, militarmente, no tiene medios ni tiempo para concebir e impartir las decisiones y órdenes apropiadas en una guerra de nuestras características. ¡Asombra e indigna ver con qué impunidad se toman las decisiones (cuando se toman) sin los elementos más rudimentarios de algo tan elemental como la seguridad de las fuerzas propias!

Esto clama al cielo y no tiene la menor justificación, a estas alturas de la guerra, que suceda cuanto sucede sin poder apreciar en un horizonte más o menos lejano el final de tanta confusión, incapacidad y de cuanto lesiona los intereses de nuestra patria y no la de ellos. Ya no puede alegarse, y menos justificar, los contratiempos, catástrofes, fracasos, derrotas y tanta calamidad sangrante con nuestros desconocimientos del arte militar. Sí, repetimos una y miles de veces nuestra falta de conocimientos de temas castrenses, pero intentamos suplir el desconocimiento con la abnegación y el máximo sacrificio personal para suplirlo. Utilizamos el poco o mucho sentido común que tenemos para tomar las medidas que cada situación creada por el enemigo y también por ustedes nos aconsejan.

¿Cómo se pueden mandar unidades de miles de hombres a distancias astronómicas moralmente?

¿Por qué tanta confusión y tanta miserable aparente torpeza, en hombres de una profesión basada en el estudio y el dominio de medios, elementos y de los hombres? ¡No, esto es algo que nosotros no podemos ni queremos, por sus consecuencias desastrosas, analizar en estos momentos decisivos de la Historia de nuestra Patria y de nuestra clase!

Si nosotros no fuimos todo lo disciplinados y respetuosos que dicho jefe merecía, la culpa no fue nuestra, sino de los escalones superiores. Se nos ordenó contener al enemigo e intentar enlazar con la 27 división mandada por Del Barrio por nuestra izquierda y ver la forma de hacer lo mismo por nuestra derecha, con la 132 brigada (unidad catalana que formaría parte de la 70 división no tardando, pero desconocida para nosotros en ese momento). Se nos informó que el enemigo había avanzado hasta 30 kilómetros en una sola jornada y que todo el sistema defensivo del XII Cuerpo, mandado por Sánchez Plaza, había sido entregado sin pena ni gloria. ¿Acaso podía esperarse nada distinto de un mando tan inapropiado y mal elegido como el mencionado? ¡En la toma y defensa de Belchite ya había demostrado de forma más que fehaciente sus inclinaciones para su vencedor!

Con este lastre, regresamos a un frente del cual teníamos desagradables recuerdos por algunos de sus mandos y no de sus fuerzas. ¿Seguro que podrá justificarse su conducta?

Hicimos el viaje con un solo pensamiento: llegar antes de que nuestras fuerzas fueran utilizadas y poder estudiar en el terreno la situación propia y la del enemigo.

Por cuanto antecede, no pensamos en visitar ningún Puesto de Mando, pero sí tenemos interés en adquirir datos e información de los avances enemigos y de la situación de nuestras fuerzas.

Con los datos recibidos del jefe del sector y sabiendo que don Juan Perea (mi primer jefe de la guerra) se hizo cargo de este frente, tomamos todas las medidas que consideramos oportunas para no sufrir ningún contratiempo y procurar contener al enemigo, o por lo menos, frenarle en su ofensiva. Perea manda el XXI C. de E.

Tomamos contacto con las fuerzas de la 27 división por nuestra izquierda y por la derecha con la 132 brigada. Para nosotros, el peligro radica en el vacío producido por la entrega del sector del XII Cuerpo, será sumamente necesario tomar contacto con las fuerzas que se encuentren por el curso del Río Martín para crear centros de resistencia a caballo de todos los nudos de comunicaciones que el enemigo pretende ocupar.

Nuestras fuerzas deben intentar defender, si aún no fueran ocupados por el enemigo, todo el curso del Río Martín hasta su desembocadura en el Ebro.

La carretera de Teruel a Montalbán debemos mantenerla todo el tiempo que precisemos para crear un sistema defensivo en profundidad que el enemigo no pueda perforar sin serio desgaste en hombres y material.

El terreno se presta para organizar estos múltiples centros de resistencia para hacer intransitables las comunicaciones de primer orden que el enemigo precisa para sus ejes de marcha.

Tenemos grandes unidades que no fueron capacitadas para hacer la guerra con todas sus consecuencias, pero aún tenemos tiempo para hacerlas trabajar construyendo centros de resistencia donde el enemigo se deje lo mejor de sus fuerzas en el intento de tomarlas. Podríamos hacer que el generalísimo se lamentara como Pirro…

Para impedir que Montalbán caiga en manos del enemigo, es necesario defender a ultranza Martín del Río, la Rambla de Martín, Puerto del Esquinazo, Puerto de San Just, Utrillas y unas cuantas cuentas del rosario de vértices que se defienden por sí solos. La carretera de Montalbán no sería una vía ni eje de marcha del ejército que pretenderá marchar en cuanto logren vencer nuestra resistencia, que será organizada sin perder ni un solo minuto. Pero tenemos el deber de insistir en la importancia del Río Martín, ciertamente, carecemos de noticias y no sabemos qué fuerzas operan en ese sector, pero nos imaginamos que estarán luchando los de siempre y alguno más.

¿Qué puede predecirse en estos momentos que salimos de los prolegómenos prolongadísimos de nuestra inevitable derrota? Por causa de la incapacidad de quienes, por desgracia de la República, la Democracia y el Humanismo, dirigen los destinos políticos y militares de nuestra sufrida Patria. Seguimos sin tener nada contra las personas ni contra las organizaciones ni partidos, pero seguimos afirmando que en todos ellos puede haber, y sin duda existen, hombres más que sobrados para hacer frente a la situación que nos obligaron a vivir quienes ganarán una partida que tenían perdida de antemano, a pesar de todos los condicionamientos que trabajan e influyen en su favor internacionalmente. Consideramos que no es un momento apropiado para que nosotros, interesados solamente en ganar la guerra y con pensamientos primarios sobre temas políticos militares, podamos permitirnos el lujo de enjuiciar y opinar sobre un tema tan complejo como estamos viviendo. Pero sí podemos pensar…

Procuramos, y de momento lo conseguimos, que nuestros pensamientos no trasciendan a quienes son mandados por nosotros. Nuestros criterios y forma de ver los desgraciados acontecimientos desencadenados en cascada no influyen en nuestra conducta ni actuación. Seguimos procurando e intentando no dejarnos influir por nada ni por nadie.

Sabemos y afirmamos que nuestro Pueblo tiene razón y que él no puede ser responsable ni de sus errores ni de sus torpezas, y mucho menos de sus limitaciones, pues todo esto le fue impuesto desde tiempo inmemorial.

Sabemos que en todos los campos políticos y castrenses hay un gran plantel de hombres capaces para crear las condiciones deseadas que nuestras necesidades nos imponen, si ciertamente, no deseamos ser aniquilados físicamente una gran parte y derrotados moralmente el resto para un periodo de tiempo superior a la vida de quienes sean capaces de tener la suerte de sobrevivir a nuestra derrota más o menos inminente.

¡Lo terrible y desagradable no es perder una batalla ni una guerra, lo espantoso será caer en manos de un enemigo sin conciencia humanitaria para los vencidos!

Pasarán decenios y decenios sin poder entendernos los que debíamos estar unidos en un solo bloque con solo una finalidad única: la destrucción política de nuestro enemigo común. Para lograrlo, precisamos unirnos y dejar en casa el protagonismo personal y colectivo. El enemigo no puede perdonarnos el valor moral (y físico, por qué no) de haberle hecho frente, puede que haga algunas discriminaciones entre unos y otros, pero el final y fondo de la cuestión será el mismo para todos.

Seguimos reconociendo el valor inestimable de quienes se lanzaron a defender la República y, por lo tanto, la Democracia y al Pueblo, en unas condiciones desfavorables en todos los órdenes castrenses y políticos, nacional e internacionalmente…

Nosotros no podemos ni somos capaces de conocer a todos los profesionales que dieron por nuestra justa causa cuanto tenían, pero tenemos la obligación moral de rendirles un homenaje por su honradez y cumplimiento de su juramento a la República.

Volvemos sobre cuanto directamente nos afecta y en lo único que directamente en pequeña escala podemos participar con mejor o peor fortuna, pero sí, con la intención de no dar al enemigo la menor posibilidad militar ni política.

En la zona que nos fue asignada conseguimos frenar y contener al enemigo y, por lo tanto, esto nos permite consolidar progresivamente nuestras posiciones.

Pero a fuer de ser sinceros, nos parece que el enemigo no tiene un serio interés en atacar por este eje de marcha cuando puede hacerlo mejor por la carretera de Vivel del Río a Montalbán, Alcañiz, este será el esfuerzo principal para garantizar las penetraciones de Belchite, Azaila, Hijar, Alcañiz y las del curso del Río Ebro, dirección Caspe.

Sabemos que el camino más corto en la guerra no es el que tiene menos kilómetros, sino que el que cuesta menos sacrificios y esfuerzos recorrerlo.

Para nosotros, hace tiempo (y esto sin petulancia de ninguna clase), esperábamos y temíamos moralmente algo de cuanto decíamos una y otra vez y por razones obvias, no vamos a repetir. Seguimos confiando en el espíritu de sacrificio de nuestra incomparable zona y deseamos que su heroísmo no se agote antes de demostrar al mundo entero lo que puede hacerse en unas condiciones tan criminalmente dispares como las llamadas democracias nos impusieron. ¡Cuando los pueblos saben por qué sus sacrificios son compensados moralmente por la Historia y que en todo momento contarán con mandos capaces de conducirles o, por lo menos, de acompañarles en su sacrificio, superan hasta el agotamiento físico todo lo insuperable para quienes carecen de estas virtudes!

Pero nuestro alto mando debe procurar corregir sin dilación cuanto está en sus manos lograr sin grandes sacrificios. No queremos ni pretendemos (y sobre esto hablamos desde los primeros meses de la guerra) imponer y mucho menos aconsejar de cómo y cuáles deben ser nuestras zonas de operaciones. Como dicen los creyentes: doctores tiene la Iglesia para saber cómo dirigirnos.

Por nuestras limitaciones, y creemos más justo decir, por nuestro desconocimiento y falta de preparación, no somos los indicados para presentarnos como salvadores ni superdotados, pero nuestro pueblo y, sobre todo, nuestra clase (la más sufrida) se merece estas y otras aclaraciones para que ella comprenda nuestras limitaciones y nuestras torpezas por desconocimiento y no por falta de deseos para ponernos a su inmensa altura en todos los órdenes de la vida.

¡Sois vosotros, masa, sois vosotros, gloriosa «chusma de todos los tiempos», los que sufrís las terribles consecuencias inherentes a toda conmoción y cambios de la Humanidad en su permanente desarrollo y progreso! Podemos estar totalmente engañados y confundidos, pero mientras los hechos (no las frases) no nos demuestren lo contrario, afirmamos que vosotros no sois ni podéis ser jamás los responsables de los llamados desmanes que las injusticias del pasado, del presente y del futuro acumularon en nuestras mentes y cuerpos.

Sois y somos productos de una sociedad y de un medio injusto, brutal, egoísta y, por lo tanto, inhumano. Nada más lejos de nuestro pensamiento que pretender justificar la menor violencia ni injusticia, proceda de donde proceda, pero la razón del llamado ser humano pensante nos lleva, sin desearlo, a pretender comprender el porqué del qué y del cuándo.

¡Puede que nuestra patria viviera en otros tiempos y épocas, periodos más violentos, más injustos, más criminales y más inhumanos! Pero nosotros pretendemos enjuiciar el presente que vivimos, fruto de un pasado que lo tenemos al alcance de la mano y de un futuro que puede ser terrorífico, si no sabemos controlar nuestras reacciones egoístas de vencedores del momento. Esta es nuestra única y seria preocupación en todo momento, durante la lucha fratricida que nos obligan a vivir, pero que no deseamos ni queremos. No pretendemos ni deseamos presentarnos como seres puros e inmaculados, no, tenemos tantos defectos como cada cual o quizás unos cuantos más, pero lo que nosotros llamamos realismos nos impone una norma a seguir en estos momentos.

Hacemos la guerra con todas las consecuencias en el campo de batalla, procuramos no hacer la menor concesión a los enemigos que nos atacan o atacamos.

Cuando logramos vencerles (y aunque parezca raro, lo hemos logrado en varias ocasiones), nos olvidamos de lo que nos hacen pasar y sufrir y, por lo tanto, les consideramos como lo que son, unas víctimas más de los deseos inconfesables de quienes se benefician con las guerras a costa de la sangre y sufrimientos de los pueblos.

Pretendemos sacar partido a cuanto puede ser útil para la guerra (que para nosotros es la Democracia republicana o mejor dicho, la República democrática). Una gran parte no cree en las consignas de mi partido, pero este número, desgraciadamente demasiado importante por su número como por sus cargos, lo hacen de manera calculada e interesada.

Mientras nuestros partidos no sean capaces de formar un gobierno de hombres honestos (que aún nos quedan unos cuantos) para empuñar con firmeza la única bandera que puede y debe ondear en nuestra zona republicana, las posibilidades para crear un ejército eficiente se irán desvaneciendo paulatinamente. Esto es así y no puede ser de forma distinta, pese a quien pese, que será más o menos tarde, a nuestro Pueblo a quien le pasen la factura. Esto lo planteamos en las primeras semanas de la guerra y no fuimos escuchados, sino por algunos superdotados mal comprendidos.

Bien, no hicimos cuanto antecede y creamos, como es sabido, un ejército de la nada y en qué condiciones. Esto fue un mérito que los más exigentes no podemos negar ni criticar con la mejor intención.

Solo los que ocuparon puestos de responsabilidad serán capaces de valorar en sus justos términos la importancia de esta gesta por sus dificultades para realizarlo y sus incontables beneficios.

La oposición partió no solamente de los amigos anarquistas, sino también de sectores republicanos que no debieron disolver lo que el franquismo nos había dejado.

¿Pero cuándo serán unos y otros capaces de terminar con el partidismo y el favoritismo? ¿Cuándo ocuparán los puestos de responsabilidad los hombres más capaces y más idóneos?

¿Cuándo serán sancionados seriamente los que cometamos errores y torpezas sin causa justificada?

Nos situamos más o menos sólidamente en la zona de Utrillas y nos hacemos cargo (eso pensamos) de cuanto se nos avecina; tenemos la impresión de que nuestra misión puede ser menos pesada que la de otras unidades sobre todo las situadas a nuestra derecha o sea, Azaila en dirección Alcocer y Azaila Caspe, pues son los nudos de comunicaciones más interesantes para el enemigo, tanto en el orden político económico como militar. Pensamos que pretenden llegar al mar para dividir nuestro frente y este puede ser el camino más apropiado para el enemigo.

Seguimos sin comprender las razones que impiden que se nos den noticias reales de todos los frentes. Es cierto que solo mandamos una división, pero esta tiene otra vez tres brigadas y por lo menos dos con una pequeña historia.

La 132 Brigada.

Es seguro que la 132 brigada mixta formará parte de la 70 división y en previsión de tal acontecimiento, visité el P. de M. y unas cuantas posiciones de la unidad. Sacamos una buena impresión y consideramos que esta unidad, en su mayor parte, formada por catalanes y sus mandos de la misma región, será una parte importante de la 70.

Se nos ordena presentarnos en el XXI cuerpo de ejército que lo manda mi gran amigo don Juan Perea. No teníamos el placer de vernos ni actuar juntos desde el mes de diciembre de 1936, celebro sinceramente estar otra vez a sus órdenes y mucho más en una situación muy similar a la del año 36. Vivimos entonces momentos delicados, si bien aparentemente parece que no hay ninguna similitud, para nosotros sí tiene una gran semejanza con las normales diferencias en los cargos y número de fuerzas a nuestras órdenes. Don Juan Perea manda un cuerpo de ejército con tres divisiones en un sector de muchos kilómetros que también puede ser en la primera fase de la ofensiva enemiga un poco secundaria, como nos sucedió en Somosierra.

En esa fecha, él mandaba su columna y nosotros teníamos el mando de dos compañías, una de milicianos de Juventud Campesina y otra de soldados del regimiento de Fermín y Galán (me parece que su denominación anterior fue regimiento número uno).

Después de los abrazos de rigor y presentaciones de mandos desconocidos (como el jefe de la 27 división Del Barrio), se nos informa un poco de la situación militar y política.

Perea para mí es un hombre, y como tal, un poco incatalogable, pues resulta una incógnita desde el punto de vista político. Habla siempre de su jefe Pi Margall, no existe la menor duda de su liberalismo y de su democracia un poco particular y un mucho personalista, a pesar de sus afirmaciones en todo lo contrario. Tiene a su favor factores y decisiones que le honran seria y profundamente y por eso le estimamos y le queremos seriamente. Da la impresión en muchos momentos de sus charlas de que piensa saber más de cuanto en realidad sabe. Su valor físico está demostrado en varias situaciones delicadas en mi presencia y de otros muchos. Puede ser que le suceda lo que dice su comisario Virgilio Llanos, que como es de origen canario, le circula la sangre más lentamente que a nosotros y por eso cuando a nosotros se nos pasó el susto, le empieza a él.

En una palabra, ¿vale cuanto nosotros le consideramos o por simpatía le valoramos por encima de su auténtico valor?

¿Fue utilizado como él deseaba serlo? ¿Podrá la CNT y, por lo tanto, el anarquismo, utilizarle como pretende? Me parece que es mucho don Juan para tan poca perspectiva como pueden ofrecerle.

Charlamos durante horas y horas, tiene la norma de recibir en su puesto de mando al final de la jornada a todos los mandos que considera y las cenas como las charlas resultan amenas e interesantes desde el punto de vista instructivo.

Me ordena hacerme cargo de la 132 brigada y nos despedimos hasta la noche siguiente deseándonos suerte por ambas partes.

Resumen: estamos a las órdenes de Perea y hemos logrado afortunadamente completar la división con una brigada, causándome sus mandos una buena impresión, pero que flota en ella algo raro que en una visita de tan poco tiempo no fuimos capaces de esclarecer.

Consolidamos nuestras posiciones y nos fortificamos a marchas forzadas para hacer frente al enemigo, si nos entregaran los medios que precisamos, el enemigo no se bañaría este año en el Mediterráneo pasando por nuestra zona defensiva.

Comunicamos al jefe de la 132 que orgánicamente y estratégicamente pertenece a la 70 división y que deseamos pasar revista a la unidad de equipo y armamento.

Le ordenamos que a primeras horas de la mañana visitaremos las posiciones consideradas por nosotros como clave para la defensa de todo nuestro dispositivo defensivo y zona de penetración enemiga.

Visitamos las posiciones fortificadas y sacamos una gran impresión de la capacidad organizativa de los mandos de esta brigada. Por algo son catalanes y si son capaces de defender lo que construyeron, el enemigo sufrirá una sorpresa desagradable: ciertamente hay algunos defectos en planes de fuego y en relieve de algunas fortificaciones, pero corregido esto, quedarán como ya quisieran las mejores unidades ser capaces de hacerlo…

Esta sorpresa agradable la ponemos como ejemplo edificante para rebajar los humos de las 32 y 92 brigadas. Esto les sirve de estímulo y de competición a unos y otros, nuestro contento es sincero y grande, por estas razones nos tomamos todo el interés que esta unidad se merece y pasaremos por alto lo que en el fondo no tenga una seria importancia. Algunos (afortunadamente, pocos) mandos pretenden restarle méritos a la labor meritoria realizada por la 132 brigada, alegando que en este frente hace muchísimo tiempo que no hay actividad. Esto lo rechazamos con toda seriedad y energía haciéndoles ver que por primera vez encontramos posiciones fortificadas en nuestras líneas, pues solamente las habíamos visto en el campo contrario y pagamos un buen tributo para tomarlas. En el alto y bajo Aragón es sorpresivamente normal encontrarse con lo más contradictorio y todo tiene su justificación injustificada en el orden político y militar.

Conocíamos hace tiempo el carácter catalán, pero esto no quiere decir que tengamos elementos de juicio suficientes para poder enjuiciarles con equidad. Intentaremos, hasta donde nos sea posible, relatar todo lo bueno y todo lo malo que esta unidad pueda tener desde nuestro punto de vista. Tuvimos la suerte de entendernos bien con los catalanes en mis años de ferroviario y mi corta vida deportiva. Es cierto que para mí jamás fue un problema ninguna nacionalidad ni colores raciales. En esto pienso lo mismo que con las ideas políticas, todas pueden tener algo de positivas y lo fundamental será intentar encontrarlo.

La 132 será una buena unidad y no tendrá nada que envidiar a las mejor calificadas, puede que la 32 tenga sus celos y puede  que en la 92 se nos dé algo parecido, pero en menor escala… Esta competición nos servirá muchísimo. Tenemos en nuestras unidades hombres de todas las regiones españolas y siguiendo nuestra norma, no permitiremos discriminación alguna contra nadie.

Todos absolutamente todos los hombres tienen más de positivo que de negativo, lo fundamental es encontrarlo y saber manejarlos para colocarles donde más puedan rendir en beneficio de todos.

¿Qué pasa en la 132 que sigue flotando en el ambiente algo desagradable, pero que nosotros no somos capaces de captar? Todos los días visitamos cuando menos un batallón y recorremos sus posiciones y hacemos todas las sugerencias que la situación requiere. Ya no somos tan bruscos ni tan directos para llamar la atención a quienes no son capaces de poner en la misión y el deber cuanto nuestra causa merece. Afortunadamente dimos un gran salto y somos menos agresivos que hace meses; no pretendemos justificar nada y mucho menos cuando de nosotros se trata. Decimos lo que aprendimos todos los días y en todo momento y de todos los componentes de las unidades que tenemos la suerte de mandar. No es necesario herir para hacer comprender a tirios y troyanos cuanto no vieron por multitud de razones, o porque no quieren verlo. Seguro que en la mayor parte de casos indeterminados se logra mucho más empleando este sistema que afrontando públicamente a hombres que tengan dignidad.

Ya sabemos que esto es más fácil decirlo que ponerlo en práctica, pero debemos esforzarnos por lograrlo en todos o casi en todos los momentos críticos de la vida, por delicados que puedan darse o ser.

¡Puede que en ciertos momentos una medida drástica sin llegar al final, dé más resultados momentáneos que una estudiada serenamente!

¡Como no somos capaces de dar con lo que nos intriga y nos preocupa, emplearemos un sistema que hasta la fecha nos dio magníficos resultados! Celebraremos una reunión con todos los mandos de la unidad tanto políticos como militares, empezando por el comandante y comisario y terminando de momento con los capitanes y comisarios de compañía.

Pedimos hace tres o cuatro días la composición social y política de la 132 brigada mixta y la información recibida no es todo lo concluyente y categórica que deseamos. Creadas las condiciones idóneas, celebramos una pequeña asamblea con todos los mandos mencionados y conseguimos aclarar y despejar las incógnitas que seriamente nos preocupan. Veamos cómo fue y la resultante de cuanto venimos indicando.

Oficialmente nos habían entregado una brigada, pero nadie de los que tenían el deber de hacerlo y saberlo nos habían hablado de su composición y matices políticos.

Pudimos adquirir una versión poco fiable porque el partidismo, muchas veces, deformaba cuestiones fundamentales y decisivas: se pretendió hacernos creer que era una unidad de estat catalá casi en su totalidad y esta afirmación me pareció y me parece deformada, por razones obvias y sabidas por nosotros desde hace tiempo.

Reunidos todos cuantos habían recibido la orden de concentrarse en un punto determinado a la hora indicada, sin orden del día, les decimos sintetizando lo siguiente:

—Como todos conocéis por la orden del XX cuerpo y la de la 70 división, desde hace unos días pertenecéis a nuestra unidad y esto resulta para nosotros un honor y un placer. No pensamos preguntaros vuestras filiaciones políticas ni sindicales, es algo que sinceramente no me preocupa por las razones siguientes. La guerra la ganaremos todos unidos y si la perdemos, será por no haber logrado cuanto sabemos ser primordial para lograrlo. La unidad y nada más que la UNIDAD de todos.

»Para todos nosotros, mandos y soldados, sois lo mismo, y todos tenemos los mismos derechos y deberes. En nuestra unidad solo tenemos una clase de enemigo, el fascismo franquista y los enemigos de la República democrática. Vuestras ideas políticas y vuestras creencias son algo que en nada nos afecta a nosotros, ese es un problema solamente vuestro. Nosotros nos dedicamos a hacer la guerra y nada más, pero nada menos.

»No permitiremos bajo ningún pretexto que nadie sea marginado por sus ideas y mucho menos, perseguido, en la 70 división tenemos por norma elegir y proponer para mandos a los más capaces y con las mejores cualidad para ser mandos.

Todos aplaudieron y cuantos pidieron la palabra reconocieron que en la 132 brigada mixta se hacían y se cometían crímenes y persecución por ideas diferentes. Se hacía sutilmente. Nosotros afirmamos seriamente que eso tenía que desaparecer sin perder ningún segundo de tiempo, por ser algo vital para la eficacia de la unidad y la seguridad personal de los componentes de la misma.

Ya tenemos suficientes bajas y muertes con las que nuestros enemigos nos causan para destruirnos los unos a los otros. Este fue mi resumen y conclusiones y todos en nuestra presencia reconocieron que esta medida debió tomarse mucho antes para terminar con tal estado de cosas. Prometo a todos impedir en sus escalones cualquier violencia y denunciar todos los casos que puedan darse en este orden de cosas…

Sacamos la impresión de que tanto los mandos políticos como los militares están contentos y satisfechos por pertenecer a una división como la 70.

Procuraremos que las unidades cambien conocimientos y experiencias prácticas, intercambiando personal para, viviendo unos días en unidades distintas, puedan llegar al mejor conocimiento teórico y sobre todo, práctico, de sus conocimientos.

Esto se puso en marcha sin perder el tiempo y sus beneficios se aprecian en todos los órdenes políticos militares. Se organizan centros de resistencia de batallón, tomando como modelo a los que tiene la 132, mandamos hacer algunas modificaciones en camuflajes, simulaciones de armas automáticas, caminos cubiertos y planes de fuego. Repetimos que lo fundamental lo tienen hecho y esto fue un factor importante para el papel defensivo de este sector. Elementos de resistencia.

D. Juan Perea y propuesta de golpe.

Seguimos con el confusionismo de la marcha de las operaciones en los sectores de cuerpos de ejércitos distintos al nuestro y veremos qué nos dice esta noche don Juan Perea, que suele tener ocurrencias oportunas…

Esta noche estamos invitados a cenar como otras varias veces, pero con una observación no corriente en don Juan Perea: nuestra reunión será un poco más restringida para enjuiciar la situación que estamos viviendo militar y políticamente en los últimos meses.

La cena fue amena como todas las comidas de Perea, y será interesante contar una anécdota o sucedido antes del acontecimiento.

Don Juan invitó a jugar una partida de ajedrez a la señorita soviética que acompañaba al consejero soviético que hacía unos días estaba en el P de M del XXI Cuerpo visitando esos sectores. No creo que Perea necesitara consejero, puede que mi afirmación sea gratuita, pero tengo el deber de exponer lo que pienso de este gran amigo personal y del jefe, que conmigo fue atentísimo, cordial y que en todas las situaciones pude contar con su ayuda sin pedírsela.

La señorita soviética aceptó encantada la invitación de don Juan y en poquísimas jugadas sufrió un mate precioso. ¡El que ante el enemigo parecía inmutable se transformó, cambiando sorpresivamente su faz en varios colores!

Sinceramente para cuantos creíamos conocerle fue una desagradable sorpresa ese cambio, que si bien pudo dominarse, su gélida sonrisa denunciaba los esfuerzos que estaba haciendo para contenerse. Uno de sus ayudantes tuvo la ocurrencia de decirle: «¿qué sucede, don Juan?».

Su contestación fue la de un don Juan de salón:

—Hay que ser galantes con las damas, señor ayudante.

Pero la dama muy cariñosa y con una sonrisa blanca y amplia como las dilatadas estepas de su país le contestó:

—Sea menos galante y juegue más al ajedrez.

—Bien, señorita, en esta partida no le daré cuartel.

Contesta la preciosa soviética:

—En esta le daré muerte en menos jugadas y en la próxima, para que no tenga la menor duda, serán menos. Si usted es tan amable y me concede el honor de jugar una tercera.

Don Juan supera ese lapsus táctico de su estrategia ajedrecista y procura superarse no reflejando sus reacciones ante la suficiencia en juego de su contrincante.

Todo se consumó como la encantadora soviética le había anunciado, pero don Juan, haciendo honor a su nombre, en la tercera partida tumbó su rey y muy galante se levantó de la mesa y con una inclinación de otros tiempos, pero propia de él, le besó la mano felicitándola.

La cena se hizo con sus galanterías de siempre y pasado un rato de sobremesa, indicó a quienes deseaba hablarnos que teníamos que trabajar un poco.

Pasamos a su despacho, él, su jefe de EM, el de operaciones, el de información y comisario Virgilio Llanos, mi ayudante Alfonso Moreno y, por lo tanto, yo. Me parece que había una o dos personas más, pero el número no tiene seria importancia por cuanto no sucedió cuanto pudo suceder.

Perea hace una exposición (con la brillantez que sabe hacerlo) de la situación que estamos viviendo tanto políticamente como desastrosamente militar, por la incapacidad del gobierno. Considera que mientras no seamos capaces de derribar este gobierno y poner otro totalmente distinto que la situación no puede cambiar, pero que si esto lo hacemos, la guerra puede cambiar e incluso podemos ganarla.

Cuando terminó su brillante arenga expositiva, yo le hice unas cuantas preguntas relacionadas con las posibilidades para realizar ese intento y con las consecuencias nacionales e internacionales si se conseguía triunfar.

Intentó convencerme de que todos los militares de nuestra zona, tanto profesionales como de milicias, se pondrían a mi lado.

—¿Cómo a mi lado?

—Sí, porque el único que puede dar ese golpe es usted, que tiene una gran unidad y prestigio, su partido le apoyará a usted en cuanto usted derribe al gobierno.

—Jefe, yo considero que el más indicado es usted por su capacidad y porque tiene más relaciones con militares de todas clases para que nos secunden en este intento.

—No, Toral, yo no tengo ningún partido y usted como jefe de milicias tiene más posibilidades de lograrlo con el apoyo que le prestará su partido. Puede contar conmigo para hacer cuanto usted me pida, Toral.

—Gracias, jefe, estudiaré lo que me dice y tendrá mi contestación no tardando lo mismo que mi decisión.

—Si me permite, me marcho, pues tengo que preparar varias cosas por si el enemigo nos ataca en cualquier momento.

—Toral, no deje de estudiar la propuesta y le repito que puede disponer de mí como guste…

Nada más salir de su despacho me di cuenta de que había cometido una de mis mayores torpezas por no haber rechazado de plano, la estúpida intentona que Perea me proponía: sí, ciertamente había motivos para estar descontentos de la marcha de la guerra y de las muchas cosas que no se hacían como en teoría (y en la práctica) podían hacerse; pero de eso a dar un golpe de estado contra la República había un gran paso que yo no podía dar ni pensar en apoyar a nadie por muy Perea que pudiera llamarse.

Es cierto que mientras él me exponía (y digo me, pues se dirigía a mí personalmente) sus insensatos proyectos suponiendo que solo se tratara de insensatez, yo pensaba como un golpista cualquiera en presentarme a mi partido para decirle todo respecto de esta estúpida insensatez. ¡Aquí tenéis un gobierno incapaz de conducirnos por el camino del triunfo y que me los llevaré al frente para que sepan lo que es la guerra! Vosotros sois los que podéis formar un gobierno digno de nuestra causa para conducirnos por el camino de la victoria. Sí, todo esto lo pensé y en parte lo expuse, no se me ocurrió ni por un momento pensar en la menor mejora personal ni colectiva para mi unidad. Creía sinceramente que mi partido tenía hombres en el frente y en la retaguardia capaces de resolver todos los problemas que los políticos del momento y del pasado nos habían creado.

Pero afortunadamente nada más sentarme en el coche le dije a mi ayudante:

—Olvídate de cuanto hemos hablado Perea y yo (pues habíamos sido los dos los que habíamos mantenido un diálogo), los demás asentían o se callaban. Eso no puede hacerse por dos razones poderosas y conste que hay muchas más. Si nosotros terminamos con el gobierno, le haríamos el mejor servicio al enemigo. Sería confirmar todas sus calumnias de que es el comunismo quien desencadenó la guerra y al único que le interesa esta lucha. No servirían de nada todos nuestros sacrificios y desencadenaríamos una guerra más en nuestra zona…

»Si las razones fueran pocas, podríamos alegar cuantas quisiéramos para justificar lo insensato de cuanto puede exponerse para desecharlo totalmente por su negatividad solo con que trascienda.

»¡No comprendo cómo puede ser tan idiota durante unas horas! Todo este proyecto es la negación de cuanto tú sabes que vengo intentando lograr desde el primer día de la guerra…

»Si el Partido se entera de cuanto hablé esta noche, está en su derecho de sancionarme seriamente y te garantizo que no pienso negar nada de cuanto he dicho, pero sí afirmar que nada más terminar la reunión, me di cuenta de lo estúpido que fui.

»En cuanto lleguemos al puesto de mando, me dedicaré a estudiar sobre el plano las penetraciones que el enemigo puede hacer en nuestro sector. Olvídate de cuanto se habló, pero teniendo en cuenta cuanto dije, nada más salir, yo me pregunto: ¿qué pretendía Perea con el intento de querer embarcarme en una aventura tan impolítica como la suya? Él sabe que yo no tengo la menor ambición de mando ni de poder, sabe mejor que otros que si acepté mandar unidades fue por servir desinteresadamente a mi clase y nada más que por eso. Esperemos que mi estupidez no tenga consecuencias negativas para nadie, pero este desgraciado incidente me servirá para ser más reflexivo y no dejarme impresionar por causa ni sucesos que por malos que sean, pueden ser peores las consecuencias de cómo y cuándo se intentan corregir…

Situado en mi puesto de mando en Utrillas, me dedicaba a estudiar sobre el plano las intenciones del enemigo para, en cuanto se dé día, comprobar sobre el terreno si son justas y correctas desde nuestro punto de vista.

Serían las cuatro de la madrugada cuando Francisco Antón se presenta en mi puesto de mando y se encuentra sorprendido de verme levantado y trabajando sobre el plano. Yo también me sorprendo de su visita a esas horas y le invito a tomar té, que es la única bebida que yo tomo en la guerra. Muy cortés y caballerosamente me pregunta si me molesta con su visita y le explico que todo lo contrario, le doy cuenta del porqué trabajo hasta tan tarde y la finalidad que persigo con ello. Espero que el enemigo nos ataque y si él no lo hace, nosotros estudiamos por donde podríamos hacerlo para aliviar la presión enemiga sobre Teruel.

Así charlamos unos minutos y él inicia una charla interesante, pero lo hace de tal manera y con tal delicadeza que tardo demasiado en darme cuenta del lavado de cabeza que está haciendo. Es al decirme lo siguiente cuando me doy cuenta:

—Algunas veces, la amistad y la confianza en las personas puede llevarnos a cometer serias torpezas si estas personas no son dignas de tal confianza y sobre todo, en situaciones delicadas como las que nos tocó vivir a nosotros.

—Por favor, no sigas, ya me doy cuenta de que se trata de Perea y de mí.

Mando llamar a mi ayudante, que estaba durmiendo, y mientras regresa, le digo al camarada Antón:

—Pregúntale lo que le dije nada más salir de la reunión.

Esperamos solamente dos o tres minutos su presencia, pues era la norma en nuestro cuartel general.

Cuando se presentó mi ayudante, le presenté al comandante Antón y le dije:

—Explícale lo que charlamos cuando salimos de la reunión con Perea.

—¿Le repito textual cuanto dijiste o lo resumo en unos cuantos conceptos?

—Puedes decirle todo lo que hablamos para que vea la importancia que yo di a esa estupidez.

—Toral me dijo: «olvídate de cuanto hablamos porque jamás he sido tan estúpido como esta noche. El hacer cuanto Perea pretende sería prestarle un servicio al enemigo y, por lo tanto, perjudicar a nuestro Partido y a nuestro Pueblo. El Partido no sería el primero en condenar esa intentona, sino que luchará contra ella en cuanto nosotros diéramos el primer paso para intentarlo…».

Dice Antón:

—No es necesario dedicar más tiempo a este desgraciado incidente y como el Partido tiene confianza en ti, procura no incurrir otra vez en algo que puede ser utilizado por todos nuestros enemigos.

El Partido puede estar seguro de que jamás cometeré una torpeza como la propuesta por Perea por razones obvias. Ni Perea ni ningún hombre puede arrastrarme por un camino tan trillado como el de los golpes. Es cierto que no estoy conforme con la marcha de la guerra por considerar que el gobierno no utiliza todos los medios que aún tiene como debía hacerlo. Pero me consta que el Partido tiene más medios de información que los que nosotros tenemos para saber qué es lo que puede y debe hacerse en beneficio del Pueblo. Cuando él se limita a censurar lo que no marcha y teniendo los medios que tiene, no toma la medida descabellada que Perea me propuso, es porque eso sería el golpe mortal que podría terminar con nuestra tambaleante República.

Antón insiste en tranquilizarme pues incluso rechaza de plano mis deseos de ser destituido y degradado de mi categoría, pidiéndome que la mejor manera de borrar el mal efecto cansado es seguir conduciéndome como lo había hecho durante la guerra, y que sería necesario tener más contacto con el Partido para exponer en su seno todas las inquietudes que podamos tener todos los comunistas. Conforme. Después de informarle de la situación del sector a nuestro mando y por lo tanto, de la unidad, se marchó pidiéndome que es así como puede y deber conducirse un mando del PCE.

Resumen de algo que ciertamente no comprendo en mí: creo ser lo suficiente comedido para cometer torpezas de ese calibre que pueden, sin dudarlo, llevarnos a situaciones de auténtica catástrofe para nuestra causa. Hasta esa noche no había cometido una estupidez semejante, ni mi partido se había visto en la necesidad de darme un lavado de cabeza como el que en justicia me gané por idiota.

Procuremos no olvidar la lección y tendremos en todo momento presente que fui tratado demasiado benévolamente habiendo cometido un serio delito al enjuiciar una situación creada por el gobierno, y afirmando que con mi división terminaría con este estado de cosas. No importa que todo quedara reducido a unas intenciones que afortunadamente no se realizaron, por haber recuperado mi poco sentido común, que pudo conducirme adonde no quería ir.

Se marchó el camarada Antón y esperamos que este desgraciado incidente no tenga consecuencias funestas para nuestra causa, por las torpezas de don Juan Perea y mías. ¿Quién pudo informar a mi Partido de cuanto se había hablado y cómo pasaron solamente las horas necesarias para desplazarse hasta mi puesto de mando?

Puede que jamás pueda saberlo, pero lo fundamental no es si fue uno o el otro. ¿Si el comisario de Perea es socialista? Pudo plantearlo donde los resultados hubieran sido totalmente distintos. ¿Si Virgilio es comunista (pudo ser el), pero bien entendido que esto es una suposición mía, pues él se limitó a escuchar sin decir nada ni a favor ni en contra? Mi ayudante no habló con nadie cuando regresamos del cuartel general de Perea a nuestro puesto de mando. ¿Pudo salir de alguno de los componentes del EM de Perea? Como no lo sé ni esto me preocupa seriamente, procuraremos seguir actuando como desde los primeros momentos de la guerra. Nos ocuparemos preferentemente de nuestras obligaciones y mantendremos todos los contactos que puedan ser positivos para nuestra causa.

Reflexiones sobre el frente.

Visitamos el frente y nos situamos en las zonas por donde el enemigo puede intentar romper nuestro sistema defensivo. Hay unas cuantas cuestiones que me vienen preocupando relacionadas con el uso y maneras de utilizar el enemigo sus medios activos y pasivos; esta frase no es la más castrense, pero si llamamos activos a los hombres y pasivos al material, podemos entendernos un poco más claramente. La historia militar está repleta de ejemplos de cómo con audacia y sentido común se pueden vencer los obstáculos que parecen insuperables momentáneamente. Es preciso romper con los moldes anticuados y que estos no sean una rémora para poner en práctica las ideas que pueden sorprender a nuestros enemigos.

Si nos limitamos a seguir al pie de la letra lo que nos dicen los reglamentos de infantería en campaña como el de las grandes unidades, sería una prueba de no haber comprendido en esencia la finalidad educativa que pretenden. Puede que con nuestro desconocimiento de la ciencia y del arte militar no seamos capaces de interpretar a los llamados genios de la táctica y la estrategia de todos los tiempos. Y decimos de todos los tiempos porque las luchas y, por lo tanto, las guerras son tan viejas como los llamados seres humanos y por lo mismo las agrupaciones colectivas para sobrevivir y defenderse. Es ahora cuando somos medianamente capaces para comprender las genialidades descritas en la historia militar (que me regalaron cuando me aburría soberanamente detrás del mostrador, esperando a mis clientes) del mundo. No creo, ni sé en el fondo, qué pretendemos decir cuando muy seriamente lanzamos esa palabrota de «falsa modestia». Una cosa es pensar y creer que sabemos más que otros y que por lo tanto, nadie puede enseñarnos nada. Otra distinta es exponer sencilla y llanamente, sin tono doctoral ni engolado, la solución a los problemas o las incógnitas que todos los días nos encontramos ante el enemigo real que tenemos enfrente. Para nosotros no es un secreto que nuestra ignorancia (y lo decimos con todo respeto) de las artes marciales es total, a pesar de haber leído y leer durante toda la campaña vivencias de Napoleón y el reglamento de las grandes unidades como cuanto de este tema pueda caer en mis manos.

¡Cómo podíamos pensar nosotros que un día cualquiera en nuestra vida, totalmente ajena a las artes marciales, nos veríamos inmersos en algo tan dispar y con la responsabilidad de velar por la vida de nuestros semejantes, teniendo que asesinar a otros para salvar a los primeros! Jamás pudimos ni soñarlo, podíamos leer todas las campañas de las guerras púnicas, por no citar las anteriores y posteriores, pero jamás, ni en sueños, pensamos en ser un caudillo ni jefe militar. ¡Es posible que siendo un crío en mi pueblo organizáramos grupos o bandas para combatirnos y hacernos en teoría los amos de una zona! ¿Pero quién no participó en su juventud en estas lides infantiles?

Cuando voluntariamente ingresé en el 2º de ferrocarriles, pude terminar mi compromiso con el grado de sargento, pues el capitán Acosta, excelente señor, se interesó por mí por haberme recomendado mi tío Joaquín. Pero no fui capaz en ese tiempo de superar mi antimilitarismo por razones obvias y temperamentales. Deseamos con estas disquisiciones explicarnos, más que explicar a los demás, las constantes contradicciones que se dieron en nuestra vida más o menos azarosa.

¡Por la gloria de Cotón!, que no pretendemos culpar a nadie en particular de no haber logrado saber cuanto hubiera deseado, pero estos dolorosos recuerdos me hacen retroceder a mi vida en Dos Barrios, cuando mi padre me vio inclinado sobre un cuaderno de dibujo que el maestro me había regalado, pues en mi casa no podían comprármelo, estaba inclinado sobre él por no tener suficiente luz por ser de noche y tener que alumbrarnos con una lámpara de 15 bujías, pues no se podía derrochar más para algo que no era productivo. Había dibujado un racimo de uvas que me salió demasiado bien, pero le faltaba difuminar un poco la sombra, eso lo sé cuando esto escribo. Entonces tenía que borrar lo dibujado con una miga de pan, por no tener borrador, no sabía que con un papel enrollado podía hacerme un difuminador, tampoco lo sabía mi padre. Él pretendió tranquilizarme y se le ocurrió hacerme la siguiente pregunta:

—¿Qué preferirías ser, un sabio o el hombre más fuerte del mundo?

Mi contestación no se hizo esperar, pues mi padre sabía que yo decía siempre lo que sentía y me pidió que lo pensara un poco antes de contestarle.

—No es necesario esperar nada para darle mi contestación. Para ser un sabio tendría que tener unos medios que no tenemos para poder estudiar, pues yo no puedo ir al colegio nada más que cuando no hay labores del campo para ganar algo para la casa. Esto es un factor, y el segundo es que si a pesar de mis estudios, no tengo inteligencia para ser sabio, perderíamos el tiempo. Con ser el hombre más fuerte del mundo me puede suceder lo mismo. Si carezco de condiciones físicas para lograr ser inmune a cuantos quisieran destruirme, no podría imponer a los sabios que el mundo fuera un poco mejor y que las cosas se repartieran de distinta manera.

Ante estas contestaciones, mi padre, que no era un lerdo ni un zoquete, dijo:

—Resumiendo: si pudieras preferirías ser un sabio pero con la fuerza suficiente para hacer un mundo mejor.

—Así es, pero como no podemos hacer otra cosa, estudiaremos (si esto es estudiar) cuanto podamos para que no nos engañen, como hicieron y hacen con ustedes.

Mi padre quedó seriamente impresionado de esta charla y esa fue la causa de no censurarme jamás con mis actividades políticas y pensamientos.

Es necesario anticiparse a las sorpresas enemigas, es necesario no perder un solo día sin hacer en la zona ocupada todo cuanto precisamos para su defensa y la protección de nuestras vidas. Nuestra tesis sigue siendo válida mientras la guerra dure: un metro de trinchera nos ahorra unos cuantos muertos y heridos y solo nos cuesta el realizarlo unos hombres que mientras hacen ese trabajo, se olvidan un poco de sus problemas particulares y durante la noche duermen mejor. En un terreno tan compartimentado, con unas cotas militares y geográficas superiores a los 1.200 metros de altitud y vértices, se puede hacer una defensa calculada y organizada para retrasar el avance del enemigo.

Es una realidad que el enemigo se nos anticipa en infinidad de cuestiones que parecen sencillas e intrascendentes y le dan un resultado maravilloso; con una renta a corto plazo y largo plazo, desde el punto de vista táctico y estratégico como intentaremos demostrar.

Organizar el terreno en profundidad para defenderlo hasta límites calculados, con un margen de seguridad que debe garantizar el retraso de la progresión enemiga, pero también la incorporación de todos los supervivientes a sus unidades, o por lo menos a su ejército. Este es un factor decisivo para la eficacia de las unidades utilizadas. Las unidades deben ser creadas con hombres voluntarios y que demuestren en el momento de ser elegidos su combatividad con las mejores condiciones físicas para hacer frente a las situaciones más duras y más crudas de toda clase de combates guerreros. Elementos de resistencia fortificada, conocer el manejo de todas las armas automáticas ligeras y en particular, los explosivos más eficientes para la defensa ofensiva que tendrán que realizar durante un tiempo prudencial. Será su movilidad la mejor garantía para la eficacia de su combatividad y para su seguridad personal. Es necesario tener un código de señales para comunicarse con sus mandos y sobre todo con las unidades que tengan la misma misión que ellos.

Pero estamos temiendo y viendo, por desgracia para nuestra defensa, que el enemigo no se duerme en sus triunfos y que a más de sus medios utiliza su inteligencia eficientemente.

¿Cómo podemos hacer frente a esta situación tan vieja como la guerra?

¡Cuando en un terreno como este, compartimentado y con comunicaciones limitadas por su orografía, está defendido por unidades que saben o son capaces de pegarse al terreno! Lo más eficaz es contar con unas unidades ligeras que sean capaces de penetrar en el terreno enemigo sin miedo a esa famosa y alarmante frase: ¡¡estamos copados!!

Crear en la retaguardia un elemento ofensivo, por pequeño que sea, siempre será lo suficientemente eficaz para crear la alarma en el sistema defensivo enemigo, pues el temor natural de todos tiende a ser deformado en los defensores al ver muchos más enemigos de los que en realidad hay. Esto es y fue siempre lo mismo y lo será mientras las guerras puedan desencadenarse, con ese sistema tan simple se perdieron batallas y por lo tanto, se ganaron. Donde la superioridad en material y en hombres no fue capaz de terminar con una resistencia bien organizada, lo pudo conseguir un grupo con solo ondear una bandera enemiga situada en la retaguardia.

Esto me parece que se está repitiendo demasiado frecuentemente en todos los sectores y frentes donde los mandos no son capaces de ver más allá de sus narices (perdonen la frase), pero nosotros estamos tomando todas las medidas que somos capaces de concebir para hacer frente a esta situación preocupante por su infundada alarma, si lo tenemos previsto. Veamos cómo puede combatirse según nuestro criterio, pues de nuestros directores y mentores de orquesta no llega nada para combatirlo.

Si somos capaces de organizar el terreno en profundidad, con una fortificación más o menos ligera o permanente, pues todo estará supeditado a las intenciones del enemigo y a las condiciones del terreno que son estos dos elementos los que nos obligan. Ya tendremos un plan defensivo eficiente en teoría, y lo será en realidad si fuimos capaces de estudiar el plan de fuegos que también mandarán sobre el terreno y pretensiones del enemigo.

Podemos tener más o menos medios para nuestros planes de fuegos, el enemigo pretenderá, como es natural, que no consolidemos nuestras posiciones, pero nosotros debemos partir en nuestros proyectos con dos premisas fundamentales que pueden ser, estando supeditadas siempre a los medios y terreno:

Primero: estudio visual del terreno (se conoce este cuando lo pateamos), realizada esta tarea, se organiza el plan de fuegos, previo el estudio de las zonas de penetración enemigas, pero pensando en lo que el enemigo puede hacer…

Segundo: situación de las reservas propias para que puedan ser utilizadas donde el mando considere más oportuno y necesario. Todas las unidades deben tener sus reservas y esto debe ser a partir de la compañía y en algunos casos especiales de la sección.

Con relación a las zonas de penetración y esfuerzos principales como secundarios, pueden y deben ser previstos más de cuantos aparentemente sean los más indicados, nada importante sucede cuando nuestro cálculo fue inferior a lo previsto. Siempre tendremos tiempo para modificar algo sobre la marcha por la cantidad de fuego lanzada sobre puntos determinados. Sin descartar que puede hacerse una o varias operaciones y no ser esos puntos los elegidos por el enemigo para intentar romper el frente.

Los observatorios deben ser los ojos y el cerebro del mando. Con los observatorios podemos ver las concentraciones enemigas y los medios que él piensa lanzar sobre nuestras líneas.

Hay algo que parece carecer de importancia y desgraciadamente, muchos mandos no valoran, y por esa razón, se dan los casos siguientes: fuerzas que no son capaces de aguantar serenamente una preparación artillera se crecen ante la presencia enemiga cuando este intenta conquistar sus posiciones. Fuerzas que aguantan aparentemente impávidas la preparación artillera se alarman y saltan de las trincheras al ver al enemigo tan cerca de sus posiciones.

Todo esto puede fácilmente subsanarse si las clases y oficiales en primer lugar saben comportarse como las situaciones requieren. Ante una preparación artillera, preparando el asalto enemigo, lo mejor es que, los que están aguantando este fuego, tenga la densidad que tenga, miren en dirección al campo enemigo de cuando en cuando, para ver cómo sus fuerzas avanzan y, de esta manera simplista, estarán en condiciones morales de no impresionarse ante el asalto enemigo.

Los mandos deben hacer saber a todos sus subordinados que la infantería enemiga puede marchar pegada a su fuego artillero como a la concentración de las armas automáticas, especialmente ametralladoras pesadas y morteros (con una distancia de seguridad mínima para no correr el menor peligro). Pero en cuanto se conduce a la infantería bajo este manto de fuego y se la deja al alcance de poder crear su fuego propio, como son lanzamientos de bombas de mano y armas automáticas de asalto, la artillería, los morteros pesados y las ametralladoras levantan su fuego para que la infantería se lance al asalto de las posiciones batidas y se suponen destruidas, mientras estas cortinas de fuego tienen la misión de impedir que el enemigo mande refuerzos a estas posiciones atacadas que se intentan conquistar.

Todo esto se dirige desde los observatorios de la artillería y desde los puestos de mando de las unidades que mandan estas fuerzas, y que con sus oficiales de enlace en primera línea, coordinarán para que el fuego sea todo lo eficaz que la operación requiere.

El mando de la gran unidad tiene la misión de coordinar cuanto antecede para que cada arma juegue un papel tan eficaz como de su clase puede esperarse. Como no se trata de determinar misiones, nos limitaremos a mencionar lo más importante para hacer comprender las misiones y su importancia en todo momento, para quienes tenemos que seguir aprendiendo sobre la marcha.

No deseamos seguir censurando y criticando, pero a pesar de nuestras intenciones, no tenemos más remedio que hacer constar cuanto vivimos y vemos, tanto en sentido positivo como negativo.

¡Si en el sector de la 132 brigada fueron capaces de construir fortificaciones con un gran sentido de la defensa (y salvo pequeños defectos que fueron corregidos) que darán una gran seguridad a sus defensores! ¿Por qué otras unidades no pueden hacer otro tanto estando en el mismo frente y en la misma gran unidad?...

Pretenderán justificar lo injustificable diciendo que la 132 tiene la misión de impedir el avance enemigo por el eje de marcha de Vivel del Río a Martín del Río, y de este a Montalbán, para continuar de Montalbán a Alcañiz.

Pero no deben o no quieren saber que todos estos centros de resistencia (si tenemos tiempo de terminarlos) tienen sus defensas naturales de apoyo tanto a su derecha como a su izquierda, por donde el enemigo se filtrará para situarse a nuestra espalda y batir de revés lo que de frente no puede romper. Estas son parte de la razones que pretendemos hacer ver con cuanto venimos diciendo relacionado con las filtraciones del enemigo, que son más espectaculares que efectivas, cuando tenga enfrente un enemigo que no se alarma y que tiene unas fuerzas para dedicarse al aniquilamiento de esas penetraciones que no se las puede permitir consolidarse ni ser reforzadas. Defendiendo Montalbán se defiende Alcañiz y el terreno se presta para hacer una defensa a ultranza, sin convertirnos en numantinos por ser innecesario tanto sacrificio.

Martín del Río, su rambla, Utrillas, y todo su contorno apoyándonos en la ciudad, haciendo de ella un fortín (nos referimos a Montalbán), nos mantendremos en ella por nuestra derecha siguiendo el cauce del río Martín, enlazamos con alguna unidad que se pegue al terreno sin temor a tener o carecer de enlace por su derecha.

Conste que de nada servirá el mantenernos en nuestras posiciones por tiempo indefinido o prolongado si el enemigo sigue avanzando por los ejes de la marcha de Belchite, Azaila, Alcañiz y de Azaila a Caspe, sin pensar en el de Caspe a Lérida. Para nosotros el fundamental será Alcañiz Morella y de Morella a Vimanor y Morella San Mateo, y San Mateo Castellón. Nos desentendemos de Caspe Gandesa y de este a Tortosa, por quedar fuera de nuestro radio de acción directo, pero no porque el asunto deje de preocuparnos seriamente…

¡Procuraremos centrarnos cuanto podamos y veamos por qué seguimos sin la información que nos corresponde tener, ocupando posiciones claves y mandando como mandamos una división de tres brigadas de más de 3.000 hombres cada una!

¡No será más importante para mi amigo, «jefe del cuerpo», informarme de cuanto está sucediendo en los frentes que hacerme la proposición que me hizo!

Seguimos visitando su puesto de mando y en ningún momento hablamos de sus proposiciones.

¡Continuamos sin saber nada del XII Cuerpo, del XXII y del XVIII, que me consta, se encuentra en Alcañiz! ¿Dónde está Modesto con su V Cuerpo de ejército y qué unidades tiene? ¿Con qué unidades cuenta el XVIII mandado por mi íntimo amigo don Enrique Fernández de Heredia? ¡Qué lástima que este hombre no tenga más carácter para emplearlo con sus conocimientos al servicio del Pueblo! Pero es así y morirá siendo un hombre que pudo ser y no fue por no hacer nada para lograrlo…

Perea me dice que haremos en nuestro sector un pequeño ataque para atacar al enemigo de Teruel en combinación con otras unidades para amenazar sus comunicaciones de Vivel del Río Martín a Caminreal, sobre todo, en el puerto Mínguez de 1.270 metros. Esta operación tenemos que hacerla solamente con un batallón y por sorpresa, él no tiene la menor fe en este ataque y me encarga que vigile seriamente la reacción que puede darse en el enemigo de Vivel del Río Martín, de donde se espera que parta la ofensiva para ocupar Montalbán en dirección Alcañiz. Me aconseja situar mi puesto de combate lo más cerca posible de Vivel del Río y esto me aleja de donde está operando el batallón. Sucedió un pequeño incidente, se presentó en mi puesto de combate el jefe de EM del Ejército de maniobra y me preguntó que por qué estaba a tanta distancia de donde operaba el batallón. No pude contestarle, pues Perea se anticipó y le dijo que estaba allí por haberme mandado él. El jefe de EM del Ejército de maniobra se disculpó ante las explicaciones de Perea…

Deserciones al penetrar en territorio enemigo.

La operación no sirvió para nada, no siendo para desmoralizar a la unidad que había tomado parte en dicha operación. Es una contradicción más, intentar una insignificante contra ofensiva, sin medios y condenada al fracaso antes de iniciarla. Estamos esperando que el enemigo reanude su ofensiva que puede ser mucho más importante que la fase terminada hace unos días. En buena lógica podría parecer que pretendemos anticiparnos al enemigo, pero ese intento no puede ni debe hacerse en una zona donde el enemigo está concentrando medios y hombres para realizar la segunda fase después de haber logrado dispersar al XII cuerpo y todas las unidades que guarnecían ese frente.

Suponiendo que hubieran participado todas las fuerzas que habían sido designadas para ese golpe de efecto, el resultado estratégico hubiera sido negativo por ser una zona donde no había ni un mínimo de comunicaciones ni objetivos para crear inquietud al enemigo. Explicaremos el plan y la finalidad del total fracaso de un intento que nace muerto, por considerarlo improcedente por la moral de las fuerzas y la falta de medios para realizarlo. No debían hacerse intentos en situaciones que están preñadas de malos augurios por falta de moral en algunos mandos y en otros, con el deseo de que esto termine sea como sea.

En este momento no era un teatro de operaciones indicado para entrenar o preparar fuerzas, el sector elegido. ¡Cuando se espera que el enemigo lance su ofensiva y se perdió el tiempo de manera contemplativa! No se debe hacer algo tan normal como entrenar y preparar fuerzas casi en todas las situaciones. Hay que dar en todo momento, por difícil que la misión sea, la idea y la seguridad de haber realizado una misión importante. Nuestro batallón penetra en un terreno escabroso, compartimentado y sin equipo de alta o media montaña, y sin más apoyo que sus propios medios, pues la unidad (brigada) que debía haber intervenido no logra sorprender al enemigo y con defenderse tiene más que suficiente. El enemigo permite que nuestras fuerzas penetren todo lo que quieran, pues por esa zona no podemos crearle ningún serio contratiempo. Para impedir una catástrofe mandamos escalonar unas cuantas bases de fuego para que se vayan replegando sin prisas y sin entablar combates con el enemigo.

Desde nuestros observatorios seguimos todos los movimientos del enemigo. Este no pone un serio empeño en la persecución y por lo tanto, solo se realizan unas cuantas escaramuzas sin bajas de importancia. Este fracaso permitió que algunos soldados del batallón que había intervenido en la operación se camuflaran para quedarse en la zona enemiga. Fue algo desagradable, pero nada sorprendente, y sobre todo porque el número fue inferior a la decena. Cuando el grueso del batallón terminó su ordenado repliegue, saco la conclusión de haber perdido muchos más hombres y el mando tenía temores de darnos el parte con las bajas totales. Fue necesario ordenarle que diera la cifra real en ese momento. ¡Como no se decidía a decirnos el número, le ordenamos que sin dilación diera la cifra sin el menor temor, pues él no era responsable de ese contratiempo! Se decide y nos dice que fueron casi 200, la cifra me parece alarmante y preocupante, pero en estos momentos, me interesa más tranquilizarle y lo conseguimos diciéndole que en cuanto sea de noche cerrada, regresarán casi todos.

Le aconsejamos tomar las medidas siguientes.

Primero: saber quiénes faltan y por qué. ¿Oficiales, clases?

Segundo: de dónde son y que a ser posible, manden una unidad de rastreo, que debe crearse rápidamente. Oficiales, clases y hombres que puedan tener autoridad moral con ellos.

Tercero: debe ser la mitad de una sección, pero con mandos capaces de marchar durante la noche para no perderse y ser sorprendidos por el enemigo.

Cuarto: es la autoridad moral la que puede hacerles desistir de pasarse al enemigo, si esa es su intención. Nada de recriminaciones inoportunas y contraproducentes; pensar que están armados y que pueden reaccionar en sentido negativo. Admitirles que se perdieron y que eso le pasa a cualquiera. Ser realistas y veréis cómo todo queda reducido a una docena de bajas.

Afortunadamente antes de media noche se habían recuperado o incorporado casi el total de los que faltaban. ¡Es natural, cuando todo está en contra, hace falta mucha firmeza para seguir y para pasarse! Pero nuestro realismo nos hizo ver cómo podíamos afrontar esa situación para salvarla sin hacerla más que delicada y sin que esto fuera un lastre para la moral de la unidad.

Charlamos con el comisario y el instructor del Partido para que vieran la forma de dar con la causa, pero todo esto debe hacerse lo más discretamente que seamos capaces, lo más político y sobre todo, lo más humanamente que la situación requiere, y que nosotros pensamos sin dudarlo será tan intensa y profunda como el enemigo avance. Lo uno con lo otro marchará sincronizado en cuantos no sean capaces de sacrificar todo por una causa que en teoría debe estar por encima de problemas y cuestiones personales. ¡¡Pero seguimos considerando que el grueso de nuestro ejército está muy por encima de cuantos tenemos el inmerecido honor de mandarle, si a esto se le puede llamar mandar o dirigir!!

¡Pobres soldados y clases, cuánto sois capaces de sufrir sin una sola protesta! Me consta, y estamos convencidos de que llegará un día (más o menos lejano), que el hombre que sepa captar con su pluma y cerebro para reflejar en los anales de la auténtica Historia de los Pueblos que no se someten a sus verdugos vuestras gestas, solo comparables a esas leyendas que parecen sueños irreales de superpoderes inexistentes de todos los tiempos.

¡Ciertos oficiales que se vieron implicados en la responsabilidad del mando, de un mando para el cual no estaban preparados ni los que tenían como profesión o medio de vida la milicia! No pretendemos restar méritos a nadie, solo intentamos dar unas cuantas pinceladas para hacer ver lo que cada cual tuvimos que superar en los escalones que la Historia de nuestra patria nos obligó a escalar sin desearlo. Las excepciones no pueden contar para nosotros y creemos que para nadie. Puede que los mismos africanistas no dieran la talla que aparentemente parecían tener. Ya diremos, a su debido tiempo, cuanto de esto pensamos y no solamente por sus campañas guerreras. Hablamos y hablaremos, por desgracia para nuestra patria, de cuanto pudimos vivir, ver y sufrir durante lo que llevamos de lucha sin contar lo que nos hicieron sufrir hasta el momento de su cacareada sublevación para hacer de nuestra patria un campo de experimentos de todo orden regresivo, digan lo que quieran y nos difamen como es norma, para justificar sus métodos incalificables para lograrlo.

Pero nosotros no podemos silenciar lo que nos hicieron pasar y los esfuerzos que tuvimos que hacer para no corresponderles con la misma manera antihumanitaria que en todo momento y situaciones nos aplicaron. Hubiéramos incurrido en un delito imperdonable y nos habríamos descalificado humanamente para enjuiciarles y condenarles ante el mundo entero. Algunos de ese pobre mundo no comprenden ni comprenderán jamás cuanto pensamos, decimos y hacemos a favor de esta idea que triunfará cuando logre crear una sociedad totalmente distinta a todas las conocidas hasta la fecha.

Si nos dejáramos conducir o guiar por nuestras reacciones primitivas, producto de nuestros instintos egoístas, nada fáciles de dominar, podríamos superarles en todos los actos de maldad sádica y enfermiza que ellos no fueron ni son capaces de encadenar para que todos los seres, aun siendo iguales, nos conduzcamos de muy distinta forma y manera. Para conducirse como se conducen, no hace falta realizar el menor esfuerzo, eso sería negarnos a nosotros mismos y, en este caso, nuestros esfuerzos y sacrificios (no fáciles de valorar) no servirían para nada. Para luchar e intentar crear un mundo mejor no se puede hacer cuanto hacen nuestros enemigos de clase. En ese caso es mejor someterse y seguirles la corriente, pero nuestra lucha con todos nuestros defectos, imperfecciones (no nos referimos al dominio de la ciencia de la destrucción, no) y errores, será valorada por quienes hoy ayudan a nuestros enemigos.

Que no tengan que llorar en su día las torpezas criminales cometidas contra el derecho, la democracia y la humanidad. Toda guerra es para mí, y por eso no digo para nosotros, un crimen mejor o peor organizado, pero la nuestra es algo que carece de toda justificación e incluso pretexto. Todas las dificultades de la República fueron creadas por sus enemigos y esos famosos desmanes y atropellos fueron organizados y financiados por quienes no eran capaces de conformarse porque tenían que ceder de su banquete diario las sobras de cuanto no eran capaces de tragarse en su voraz e insaciable apetito dominante. De esto podemos decir mucho más de cuanto pueden suponerse nuestros amigos y enemigos, por culpa de ellos. Pero quizás tengamos tiempo de hacerlo y si así no fuera, me consta que alguien será capaz de hacer justicia a nuestros queridos pueblos de esta España atormentada y sufrida por la inmensa mayoría de sus indignos gobernantes y administradores. Son estas incontables injusticias, inmoralidades y atropellos los que nos vienen a la mente cuando estamos tratando temas actuales de nuestra defensa para ser o dejar de ser pueblos libres. Son estos antecedentes quienes impidieron que nuestros pueblos tuvieran la preparación cultural para hacer menos pesada su labor de intentar comprender y dominar una ciencia y un arte que no tenían la menor necesidad de conocer, pero este es el quid de la cuestión fundamental, unido a la incapacidad de nuestros gobernantes, quienes dotaron a nuestro común enemigo de cuanto precisaban para forjar sobre la incapacidad y la traición de quienes tenían en sus manos los destinos del país de ir progresivamente creando las condiciones de un enemigo mejor preparado y que sabía lo que quería y cómo lograrlo. Para que nuestras derrotas sean el fruto de esa incapacidad para dirigir nuestra contienda y que gracias al heroísmo, sacrificio y abnegación de unos cuantos hombres que dieron cuanto tenían y sabían, están retrasando un final desastroso que no es fácil predecir en tiempo y lugar, pero sí inevitable porque en las alturas no contamos con los hombres del momento que ellos crearon al servicio del enemigo.

Nosotros descartamos totalmente que la mayor parte de quienes dirigen (pero no gobiernan) los destinos de nuestro país fueran traidores conscientes, ni que fueran capaces de haber creado a sabiendas las condiciones para que el enemigo pueda hacer casi impunemente cuanto está haciendo. Pero sí podemos y tenemos el deber de reflejarlo donde deben escucharnos, corriendo el peligro de no ser comprendidos y algo más serio: la causa se merece ese pequeño sacrificio.

Hace unos meses todo cuanto sucedía era normal y podía explicarse sin gran esfuerzo, cuando nosotros recibimos golpes y más golpes sin justificación de ninguna clase y vemos que no se toman las medidas pertinentes para impedirlo, nos obliga a pensar seriamente en las causas y antecedentes de este estado de cosas que, por algo desconocido para nosotros, tiende a incrementarse y no a decrecer, como sería normal. ¡Si nosotros, mandos inexpertos, hombres que jamás habíamos tomado parte ni práctica ni teóricamente en cuestiones castrenses, fuimos capaces, unos más y otros menos, de estar al frente de las unidades que nos asignaron!

¿Por qué los profesionales de nuestra zona republicana no juegan ellos el papel que les corresponde desempeñar?

Esto a estas alturas de la guerra no tiene la menor justificación. Nosotros venimos diciendo en todas nuestras explicaciones, desde el primer día de la guerra, las causas y motivos del porqué en este tiempo esos mandos tenían que luchar con causas justamente valoradas para la eficacia de su mando. ¡Pero vive el Cielo! Todo eso sucedió en un pasado desgraciado que hoy no puede darse y mucho menos, repetirse. Quizás sería más correcto decir que siguen lo mismo que al principio.

Tenemos mandos profesionales que tienen mando directo en grandes unidades y que jugaron y juegan un papel preponderante en nuestra defensa. Pero hay una gran parte de ellos que no quisieron ni quieren ocupar puestos de responsabilidad. Esta conducta no tiene hoy por hoy la menor justificación y el gobierno debió terminar con este estado de cosas. Nosotros, mandos de milicias, podíamos tener a estos mandos como consejeros y quizás fuera mejor como jefes de EM de Operaciones y de información. Esto suponiendo que ellos no puedan ser capaces de tener el mando directo. Nadie puede alegar en justicia que hay razones políticas que impiden cuanto decimos. Si las hubiera sería porque ellos no ven, o sí ven, las consecuencias que podría acarrearles la pérdida de la guerra.

Repetimos una vez más que una gran parte de los militares profesionales no quisieron participar en nuestra guerra como tenían el deber de hacerlo y como lo hubieran hecho si hubieran estado totalmente convencidos de la justeza de nuestra causa, como lo hicieron cuantos no tenían la menor duda de ello.

Pudieron enseñarnos muchísimas cosas que para nosotros eran vitales, no lo hicieron porque no sentían nuestra causa como ella merecía. Cuando decimos que podían haber sido consejeros nuestros, nos basamos en las siguientes razones:

1. Los soviéticos nos mandaron unos cuantos consejeros que jugaron un papel importante y decisivo en muchos casos, para quienes tuvieron la suerte de tenerlos durante una seria temporada (nosotros no tuvimos esa suerte, nos mandaron uno que solo estuvo unos días en nuestra compañía).

2. ¿Qué podían enseñarnos los rusos que los españoles profesionales no supieran? Podían enseñarnos algo interesantísimo sobre material moderno y cómo manejarlo. Podían enseñarnos teóricamente táctica y estrategia, pero su historia militar moderna quedaba reducida a la revolución (que no era poco) y alguna escaramuza con los japoneses. Nos enseñaron disciplina, orden y trabajo colectivo con un mutuo respeto en los escalones.

3. ¿Estaban nuestros profesionales preparados teóricamente para enseñarnos cuanto nosotros desconocíamos por razones obvias?

Puede que cometamos una gran injusticia, y conste que lo sentiríamos seria y profundamente. No tenemos nada contra ningún militar profesional de los que defendieron a su forma y manera la República.

¡Sí, conocemos la entrega, el entusiasmo y abnegación de todos los profesionales que defendieron la República con el mismo entusiasmo que cuantos dieron cuanto fueron capaces de dar desde el primer día de la lucha!

Fue normal que un número importante, podríamos decir que demasiados, de militares profesionales no intentó ni tuvo el menor interés en comprender las características y el carácter de nuestra guerra. Esta fue una causa más importante de cuanto fuimos capaces de valorar, incluso en estos momentos, sigue siendo un lastre y freno para la eficiencia de nuestras unidades y por lo tanto, de la marcha de la contienda.

Ya decimos en otros apartados, refiriéndonos sobre el mismo interesante tema, lo que pudieron y debieron hacer, pero también indicamos los obstáculos que debía salvar y cómo unos no quisieron ni intentarlo y otros no fueron capaces de hacerlo, por todo cuanto venimos indicando sin pretender sacar las cosas o cuestiones del lugar que les corresponde.

Podemos y venimos diciendo otro tanto de cuantos ocupamos puestos de responsabilidad y de quienes no fueron capaces de ocuparlos por desinterés, por comodidad o por las razones que quieran alegar.

Todos tenemos obligaciones morales y materiales hacia nuestra patria, la cual logró cuanto se propuso gracias a nuestros pueblos, que en su inmensa mayoría aportaron genios auténticos en todos los órdenes del desarrollo y progreso.

Nuestro pasado, nuestro presente y sobre todo, el futuro, nos impone ser dignos de nuestros destinos en el lugar y sitio que las necesidades de nuestra clase nos piden. Los que pretendamos ser realistas debemos imponernos dos tareas esenciales por ser indispensables para hacernos dignos de nuestra causa y de nuestro Pueblo.

Si somos designados para ocupar un puesto de responsabilidad (no importa cuál), tenemos la obligación de exponer con claridad si reunimos las condiciones que dicho cargo requiere, o si carecemos de ellas. El valor en la guerra es un factor importante, pero solamente es un valor relativo. Lo importante son los conocimientos y con ellos se logra cuanto el caso requiera. Si hacemos saber cuanto tenemos la obligación ineludible de exponer, nuestra responsabilidad estará en todo momento a salvo de responsabilidades morales. Si el escalón superior considera que a pesar de nuestra exposición tenemos que seguir siendo el mando, es aquí donde entra en juego la segunda tarea. Hay que poner en juego todas nuestras potencias para lograr adquirir los conocimientos que nuestro cargo o misión requiera y no importan los sacrificios que precisemos realizar para lograrlo.

Si no sabemos, si no entendemos frases, si todo es desconocido para nosotros, esto no puede ser un obstáculo para preguntar a quien pueda saberlo, tantas veces como precisemos para comprenderlo, pues la misión lo requiere…

Tenemos el deber sagrado de velar por la vida de nuestros subordinados es nuestro deber cuidarles y protegerles para que defiendan nuestra patria, nuestra causa y para que regresen en el mejor estado físico y moral junto a su familia.

Pero si poniendo todo cuanto merece, no somos capaces de cumplir con el deber, hay que insistir en nuestra petición para que se nos destine donde podamos ser útiles y dejar esos puestos para los que reúnan las condiciones idóneas para ello.

Por la gloria de cotón, que va siendo hora de tomar medidas para ser todo lo eficientes que la causa merece y nuestros pueblos siguen esperando de nosotros. Como podía esperarse de nuestro trabajo político militar, el fracaso del batallón, de la 92 brigada, no fue tan desastroso como el jefe de la brigada y el comandante del batallón se temían. Perdimos diez hombres y esto jamás nos había sucedido antes, nada parecido, es un toque de atención que debemos tomar muy seriamente en consideración para lo sucesivo. ¡Algo no funciona en esta unidad y sobre la marcha tenemos que saber y conocer las causas y el porqué sucedió en esta operación y no en Teruel!

No somos tan tontos para no tomar en consideración todos los factores que cada día se hacen más acuciantes y que, por lo tanto, influyen en la moral de nuestros inseparables soldados, clases y oficiales, y si se nos apura un poco, diríamos sin temor moral que esto nos afecta a cuantos estamos en el frente y los que se encuentran en la retaguardia.

El entorno y el contorno cada día se enrarece un poco más y por esa razón nosotros tenemos que cuidar la moral de todos los componentes de la unidad y de cuantas puedan enlazar con nosotros.

¡El enemigo avanza y avanza demasiado deprisa en zonas donde no se puede retroceder tan deprisa como hicieron el XII Cuerpo y otras unidades!

Retroceder más de treinta kilómetros en una jornada en un terreno como este es ayudar al enemigo para que no pierda tiempo y ponerse a su disposición para que gane la guerra lo antes posible. Esto por desgracia se está generalizando y para nosotros será un estímulo cuando para otros puede ser una desagradable sorpresa…

No es una fanfarronada ni una petulancia el afirmar que somos capaces de superar cuanto está sucediendo y lo que es un poco más serio: cuanto puede suceder a partir de estos momentos. Nuestros enemigos tienen prisa y pretenderán jugar sus cartas en servicio del fascismo. Su cacareado anticomunismo les conduce por el único camino que su falta de visión política les marca para servir unos intereses ajenos al Pueblo. Está claro que cuando hablamos de nuestros enemigos, nos referimos a quienes tienen la misión de hacernos la guerra mucho más difícil de cuanto militarmente nos la hacen los italianos, los alemanes y todo ese conglomerado de fuerzas marroquíes, unidos y agrupados a esas legiones de aventureros que, sumadas a las unidades creadas por el francofalangismo reforzado esencialmente por los requetés y todos los tradicionalistas, forman un ejército que cada día tiene más partidarios y cuenta con más ayuda en el exterior. Para nosotros cada día es más difícil poder adquirir material militar y cuanto nos pueda ser necesario para cubrir parte de nuestras necesidad civiles.

Si no fuera por la ayuda soviética, hace meses que nuestra guerra como tal habría terminado. No es momento de lamentarse ni de decir cuanto se precisa exponer para explicarse las razones de gran parte de nuestros fracasos y torpezas. Nuestros enemigos, camuflados en nuestras unidades y en todos los sitios más o menos vitales para la marcha de la guerra, se frotan las manos pensando en ajustarnos las cuentas. Procuraremos no darles la menor facilidad para esa satisfacción, pues resistiremos hasta el último momento. Procuramos no impresionarnos ni dejarnos influenciar por cuanto vemos mal hecho ni por cuanto nos cuentan amigos franceses relacionado con los señores que salieron de compras para comprar cuanto en la guerra se precisa. ¡Si cuanto me dicen es cierto (y no tienen por qué mentirme) es para mandarles a unidades especiales para que sufran las consecuencias de sus inmoralidades, por no calificarlas como se merecen!

Los señores Tillit tienen un gran interés en hacerme creer que yo podía jugar un papel más importante siendo el encargado de las compras para el gobierno de la República y sobre todo tratándose de material de guerra y cuanto podemos precisar para la industria. Ciertamente los señores Tillit saben que mi fuerte es el comercio en toda su gama y que tengo por norma ser todo lo íntegro que la situación requiere. Dicen que en el frente demostré desde el primer momento que soy capaz de mandar y que la guerra no me asusta, y que por eso debo marcharme a Francia, para impedir que sigan los aventureros engañando al gobierno (si ciertamente es ajeno a estas inmoralidades) en perjuicio del Pueblo. No dudo de la mejor intención de los señores Tillit y puede que ellos tengan razón, pues este problema es digno de ser considerado, y me resta parte del poco tiempo que tenemos para imponernos sobre los muchos problemas que diariamente la situación y misiones requieren…

Pero este tema sugestivo tiene muchas más facetas de cuanto los compatriotas de mi socio piensan y trataremos de analizar alguna de ellas para ver los pros y los contras de intentarlo o desecharlo para olvidarse de ello.

Los señores Tillit pretendieron hacer gestiones para que el ministro de asuntos exteriores francés me reclamara como súbdito de su país. Pretendían recomendarme para que mi labor fuera tan eficiente como nuestra causa precisaba. Yo alegaba desconocer algunas cuestiones o mecanismos para esta misión, pero ciertamente se reían de mis pegas, pues hacía mucho tiempo que nos conocíamos comercialmente y sabían que si aceptaba esa misión, buscaría los hombres más idóneos para no ser engañado más de una vez. No se me ocurriría comprar material en total desuso ni mandaría cañones sin cureñas, y así podríamos citar cosas y cosas que jamás podrán justificarse.

Para alejarme de España, no tendría ningún problema si deseara hacerlo, pero hay razones poderosas que me impiden moralmente tomar esta decisión y si mal no recuerdo en otro apartado tocamos este mismo problema.

Para ser representante del gobierno republicano, tendría que contar con recomendaciones de políticos de peso, pero sería una estupidez imperdonable si yo pretendiera cuanto está en contradicción con mis pensamientos y manera de conducirme. No importa que pueda tener las mejores cualidades para desempeñar tal cargo. Estos cargos deben estar en manos de hombres que sean íntegros y que no causen el menor trastorno en los frentes o en puestos de la retaguardia relacionados con fines militares.

Si yo permito movilizar en los primeros días de la guerra a hombres que tenían seis o siete quintas por delante de ellos, ¿cómo puedo intentar ni pensar en dejar el frente ni por un solo día para realizar una misión, por importante que sea? No se trata de qué puedan pensar de mí, se trata de mi deber, de mi conciencia y de estar convencido de haber miles y miles de hombres, más que suficientes para no tener que abandonar un puesto que debe estar ocupado solamente por hombres que no pasen de los 40 años. Sé que este planteamiento puede dar lugar a falsas interpretaciones. No creemos ser insustituible ni un mando con la eficiencia que toda unidad militar requiere (y cada día será mayor), pero estamos convencidos de tener que copiar muy poco de los profesionales de ambos campos. ¡Si esto lo pensamos de los llamados profesionales! ¿Qué podríamos decir de nuestros queridos y estimados compañeros milicianos de armas? ¿No será necesario tener que repetir las socorridas frases de que las excepciones no cuentan? ¡Que profesionales y milicianos pueden enseñarnos cuanto nosotros queremos saber! Es indudable, pero decimos con la seriedad y crudeza que requiere algo tan vital como nuestra guerra para los destinos de nuestra patria por muchos años, y más con el tributo pagado y por pagar en muertos, heridos, vidas y huérfanos, que todos, absolutamente todos somos más o menos responsables de cuanto está sucediendo.

No se trata de tirar las armas y salir corriendo para pedir perdón por algo no cometido, no pretendemos abandonar la lucha impuesta por unos cochinos intereses de una minoría insignificante por su número y, sobre todo, por su catadura moral. No tenemos donde elegir si queremos ser dignos de nuestros pueblos. El enemigo no nos concederá el menor cuartel, por esta razón de peso, es nuestro deber hacer comprender a quienes siguen sin enterarse que la guerra nos afecta a todos por igual y que podemos y debemos intentar hacerla cambiar de rumbo. Mientras sigamos empuñando las armas con el firme propósito de no rendirnos, mientras bajo nuestros pies tengamos zonas de terreno que pueden defenderse, si nuestra unidad no se deteriora y la fortalecemos como se precisa, podremos hacer frente a la eficiencia de nuestro enemigo, por nuestras torpezas y por nuestras traiciones conscientes o inconscientes por mandos políticos y militares que son indignos de nuestra causa democrática y de nuestra república.

Nuestro enemigo utiliza maravillosamente, como decimos, nuestros errores, nuestras sorpresas, nuestras traiciones y nuestra incapacidad para utilizar todos los medios que deben estar al servicio de nuestra causa para ganar la guerra…

Nuestra situación es cada día un poco más delicada y esto sucede no solamente por la eficiencia del enemigo, sino según nuestro criterio, porque nuestro mando militar no tomó ni toma las medidas que aún es tiempo de tomar para moralizar a nuestra retaguardia y a nuestro ejército.

Tenemos la seguridad más absoluta de que una gran parte de nuestro ejército y de nuestro Pueblo seguiremos haciendo la guerra con todas sus consecuencias y sin desmoralizarnos ni poco ni mucho, a pesar de que nuestras sugerencias no sean tomadas en consideración y que los incapaces y comparsas nos sigan mandando como ellos quieran servir mejor a los intereses ajenos a nuestro Pueblo.

Nos prepararemos en todos los terrenos para hacer frente a cuanto se nos avecina en las nuevas ofensivas enemigas. Seguiremos esperando que nuestros mandos profesionales se dignen enseñarnos algo de cuanto deben saber y les garantizamos que no tendremos el menor inconveniente en poner en práctica cuanto nos enseñen. Con nuestros camaradas y compañeros de milicias nos sucederá lo mismo, y conste que no tenemos la menor reserva con ningún sector de cuantos participan en nuestra lucha.

Seguiremos, mientras nuestra contienda dure, pensando lo mismo que entonces pensamos: la guerra tenemos que hacerla entre todos y si no somos capaces de comprender, y sobre todo, de ponerlo en práctica, lo único que conseguiremos será fracasar todos y no hacer cuanto nuestro Pueblo merece.

No tenemos la menor preocupación por las misiones que nos puedan encomendar, o mejor dicho, ordenar. Seguiremos acatando todas las órdenes que los escalones superiores se dignen comunicarnos y procuraremos ponerlas en práctica mejorándolas, si esto fuera posible.

Podemos estar medianamente satisfechos por el resultado político obtenido en la investigación para conocer las causas que produjeron ese brote de malestar y desmoralización en el batallón de la 92 brigada.

Como venimos insistiendo machaconamente, cada día es más dura la guerra en nuestra zona, las dificultades se agudizan, la moral baja de tono, la reposición de bajas se hace dificultosa y tarde, por no hacer las movilizaciones a su debido tiempo y lugar. La reposición de material destruido, desgastado y perdido complica más y más la resistencia. Podríamos citar múltiples cuestiones que son importantes y vitales para la capacidad de todo ejército. Resumen: la moral, la eficacia y la combatividad deben descender en todos los escalones del ejército. Pero en nuestro caso (no se trata solamente de nuestras unidades), se produce un fenómeno inverso: nuestra eficacia decrece por la penuria de material, pero la eficiencia de nuestros soldados, clases, oficiales y jefes aumenta y se supera ante los contratiempos haciendo un uso más racional y eficiente que si nuestras dotaciones estuvieran al completo. En una palabra, no se produce desmoralización y se agudiza el ingenio para sacar un máximo de partido a los pocos elementos que tenemos en buen uso. Queremos decir que nuestra situación es tan exultante que podemos permitirnos el lujo de enfrentarnos al enemigo cada día mejor preparados física y moralmente. El enemigo adquiere cada día más capacidad de maniobra por sus conquistas y nuestras derrotas.

Si nosotros aprendemos sobre la marcha, ellos perfeccionan sus conocimientos en todos los órdenes de las leyes marciales. Su superioridad en material es aplastante, más aviones, más tanques, más cañones de todas las clases, más armas automáticas, más morteros y las unidades más nutridas y mejor equipadas. Es una insistente repetición: nos superan en todo cuanto supone número, pero nos gustaría enfrentarnos a ellos aunque solo fuera por una vez en igualdad de condiciones de fuego para ver cómo aguantan lo que recibimos.

Nuestro trabajo político y militar dará sus frutos una vez más en la 70 división, esperemos que las unidades que operan por nuestra izquierda y en particular, por la derecha, sean capaces de resistir las preparaciones artilleras del enemigo en cuanto este desencadene su ofensiva en serio.

Esperamos ser capaces de sufrir airosamente la prueba más importante de cuantas hasta la fecha el enemigo nos ha impuesto, puede parecer un poco tonto cuanto decimos, pero decimos cuanto pensamos sin reservas de ninguna clase. Esta fase esperada de la guerra es para nosotros totalmente distinta, lo es por razones naturales fáciles de ser comprendidas y mucho más si tomamos en consideración factores tan importantes como tiempo, lugar y medios.

El factor medios es totalmente decisivo en una guerra de movimiento como la nuestra, pero nuestro enemigo no será capaz jamás de reconocer cuanto nosotros afirmamos con pruebas demostrativas.

Pongamos un pequeño ejemplo y tomaremos para ello a la división 70 en un sector como el que en estos momentos tenemos la misión de defender con un frente. La composición es la siguiente: 32, 92 y 132 brigadas, artillería divisionaria 105, dos baterías y una batería 75.

Ninguna de las tres brigadas está completa, pero la 70 división cuenta con reservas que se están preparando en Valderrobles. Estas fuerzas no entrarán en combate mientras no consideremos el momento propicio para hacerlo a nuestro favor.

Seguro que el enemigo contará con tal número de batallones que como otras veces no podremos ni con el apoyo del cuerpo de ejército hacer contrabatería. Este mes de marzo de 1938 será un mes histórico para unos y para otros; consideramos que no hubiera sido necesario que el XII C. de E., unidad mandada por el señor Plaza, le hiciera un regalo tan desproporcionado a su generalísimo. Puede que tenga que recordar el famoso dicho: Roma no paga traidores.

Fue un auténtico desastre cuanto sucedió y como indicamos anteriormente, será costosísimo hacer frente a cuanto se nos avecina: tenemos que descartar para hacer frente a la ofensiva al XII Cuerpo, el XVII que está en plena reorganización, el XXII intenta contener al enemigo en el vacío producido por el XII, y el V Cuerpo de E. mandado por Modesto, intenta hacer de bombero y fontanero, soldando e intentando taponar los boquetes abiertos en lo que fue hace unos días un sistema defensivo que pudo ser una muralla casi infranqueable si el ejército del Este hubiera tomado la guerra en serio y no se hubiera dedicado a crear problemas y conflictos a la república, a sabiendas que todo cuanto se deja por hacer en este orden solamente puede beneficiar al enemigo, so pena que esta sea su misión.

Para crear cuanto decimos es necesario estar viviendo estas situaciones desgraciadas o tener interés en estudiar este proceso histórico para poder enjuiciar objetivamente cuanto sucedió. Puede ser que cuando intentemos (si alguna vez lo hacemos) desarrollar estas memorias, tengamos los datos imprescindibles para intentar ser todo lo objetivos que la Historia de algunas unidades se merecen. Procuraremos no olvidar que estos datos son solamente producto de una pequeña parcela de nuestro teatro de guerra, y la vida de una gran unidad más o menos numerosa, pero sin datos suficientes para poder enjui604

ciar con conocimiento de causa el conjunto de nuestra defensa, pues aunque parezca incomprensible para quienes no vivieron en nuestra zona enrarecida, por todo un conjunto de intereses contradictorios internacionales y nacionales, puede parecerles falso o tendencioso cuanto tenemos la honradez y sinceridad de afirmar haber visto y sufrido.

Las llamadas ofensivas realizadas por nuestro ejército ya decimos en otros datos expositivos que nacieron enanas y raquíticas y todo por causa de la miopía histórica y militar de los máximos dirigentes de nuestra República.

Nos agradaría poder exponer sin reservas de la menor clase cuanto pensamos de todos nosotros y de nuestros comunes enemigos, pero será necesario dejar que el tiempo pueda realizar su misión de cauterizar de manera sedante los desgarros profundos causados en nuestros órganos más sensibles de nuestro ser pensante.

Podemos resistir cuanto nos hacen y nos hagan porque sabemos (por desgracia nuestra) que los que pretenden seguir dominándonos son infinitamente peores que nuestros llamados dirigentes.

Estamos preparados moralmente para hacer frente al enemigo. Repetimos una vez más cuanto no quisiéramos decir: somos una unidad con muchos más conocimientos de cuanto teníamos ayer, pero con muchos menos de cuanto precisamos para neutralizar la superioridad del enemigo en maniobrar, y en particular y fundamentalmente (en lo que a nuestra guerra se refiere) su aplastante superioridad de material de todas clases.

Seguiremos derrochando valor en todos los escalones y procuraremos suplir cuanto no podemos tener con nuestro espíritu de sacrificio hasta donde nuestra resistencia física moral nos lo permita.

Procuramos una y otra vez superar con nuestra sagacidad y serenidad el forfait del armamento para que el tributo pagado sea el mínimo deseado por todo el mundo realista y humano.