(AGUSTÍN
SANMIGUEL MATEO en Sharq Al-Andalus nº9. Universidad de Alicante. 1993)
El alminar en la arquitectura islámica

Izda. Ta'izz. Yemen
Dcha. Samarra. Iraq. Mezquita de al-Muttawaqil. Alminar
Es
bien sabido que el alminar es uno de los elementos fundamentales de las mezquitas casi desde su origen y que su
función es facilitar que, desde lo alto, la llamada a la oración pueda ser oída por
los creyentes de la ciudad o de la
aldea. Pero además de su primordial función religiosa, los alminares, como todas las torres, son elementos
polarizadores de primer orden de la fisonomía urbana.
Y más aún los alminares que los campanarios cristianos, pues a diferencia de las iglesias, las mezquitas suelen ser edificios bajos y poco llamativos,
y tampoco los palacios de las ciudades islámicas se manifiestan al exterior,
con lo que en la mayoría de los casos son los alminares las únicas construcciones
que destacan sobre el uniforme caserío y lo identifican. Para poner un ejemplo evidente pensemos en el alminar
de la Kutubiya como elemento identificativo de la ciudad de Marrakech.
A lo largo y ancho del mundo islámico la diversidad
arquitectónica de los alminares es muy grande, pero a grandes rasgos podemos
caracterizar dos polos opuestos. En oriente, en el ámbito iraní y turco,
generalmente son de planta circular y muy esbeltos, pues tienen que destacar al
lado de cúpulas monumentales, y suele haber varios en cada mezquita. Es
frecuente la decoración con ladrillo resaltado y cerámica vidriada. En
occidente, el Magreb y Al-Andalus, la planta es cuadrada y la esbeltez menor,
al ser las mezquitas muy bajas, disponiendo estas sólo de uno. La ornamentación
es más sobria, centrándose a veces sólo en los recercados de los vanos de
iluminación o a base de sencillas arcuaciones que frecuentemente se prolongan
hacia arriba formando paños decorativos. La cerámica vidriada aparece en
contadas ocasiones y con escaso protagonismo.
Pero a pesar de estas diferencias, muy
esquemáticamente expuestas, la mayoría de los alminares, orientales y
occidentales, comparten la misma racional solución estructural que los
diferencia de los campanarios cristianos: poseen un eje central o machón,
cilíndrico en los orientales y prismático-cuadrado en los occidentales,
alrededor del cual y trabándolo con las paredes exteriores, se desarrolla
helicoidalmente una escalera de obra, consiguiendo una estructura de gran
resistencia.
El alminar en Al-Andalus

Alminares octogonales del distrito de Zaragoza.
De la larga hegemonía de la cultura islámica en
Al-Andalus, cuatro a cinco siglos en la mayor parte de las regiones y hasta
ocho en el reino nazarí, no conservamos tantos testimonios arquitectónicos como
en principio cabría esperar, si bien dos de ellos, la mezquita de Córdoba y la
Alhambra de Granada, son joyas del arte universal. En lo que respecta a los
alminares, hay que imaginar la existencia de varios miles, desde Huesca a
Algeciras y desde Lérida a Lisboa, más artísticos en las ciudades y más
sencillos en las aldeas. Y sin embargo los alminares que hoy figuran en los
tratados prácticamente pueden contarse con los dedos de las manos, y sólo uno
de ellos es conocido por el gran público, el de la mezquita mayor de Sevilla,
la Giralda. Esto no deja de ser sorprendente, pues así como es comprensible la
sustitución de mezquitas por iglesias, pues la disposición espacial de las
primeras no es apropiada para la liturgia cristiana, un alminar (y ya hemos
comentado su resistente estructura) es perfectamente utilizable como
campanario, con las necesarias modificaciones. Así se hizo con la Giralda y
por ello se conserva.
Si la conquista cristiana hubiese sido seguida de
una implantación exclusiva de los estilos arquitectónicos europeos, románico y
gótico, no se plantearían hoy dudas sobre si una torre fue construida como
alminar o como campanario. Pero como es sabido, una parte de la población
musulmana permaneció aún varios siglos, dando lugar en lo artístico al feliz
logro del llamado después «arte mudéjar». Así resulta que al prolongarse
técnicas y formas musulmanas en la España cristiana, sea a veces
extraordinariamente difícil determinar si una obra es realmente de época
islámica, o «mudéjar», es decir, de época cristiana. Esto es particularmente
problemático en el caso de las torres, pues aparte de los alminares reconocidos
y de las torres mudéjares de clara cronología cristiana, existen bastantes
torres «mudéjares» de las que es difícil saber si se trata o no de alminares
reaprovechados a los que se ha añadido (o no) un cuerpo de campanas.
Resumimos el estado de la cuestión por épocas, a fin
de que este trabajo se enmarque en un contexto lo más preciso.
Emirato
y califato omeyas
Apenas se conservan media docena de alminares, todos
en Andalucía, de sillería y con estructuras diversas. Se conoce la cimentación
del de Hisam 1 en Córdoba.
Se conserva la estructura del de la mezquita de Ibn Adabbas en Sevilla, hoy
iglesia del Salvador, con escalera de caracol. La misma estructura tienen los de San Juan y
Santiago (1) en Córdoba. Importantísimo, pero único por su doble escalera, es el
levantado por abd-ar-Rahman an-Nasir (Abderramán III) en la
mezquita mayor de Córdoba, embutido en la actual torre de principios del siglo
XVII (2). En la misma ciudad, el de Santa Clara tiene ya la
disposición que será habitual, con
machón de sección cuadrada, como el de San
José en Granada.
Ronda. Andalucía. Alminar de la iglesia de San Sebastián
Reinos de Taifas
Desde hace tiempo se mantiene la polémica sobre bastantes torres toledanas de ladrillo (3), con estructura de alminar (machón cuadrado) y bovedillas de escaleras en aproximación de hiladas, con un cuerpo de campanas al parecer añadido. Su consideración como alminares, lo que supondría una datación anterior a 1085, es casi unánime para algunas, como las de San Sebastián o Santiago. La discusión está abierta, pero apenas ha comenzado a abrirse para otra importante taifa, la de Zaragoza, sobre lo que hablaremos después.Toledo. Castilla-La Mancha
Época
almorávide
No ya alminares sino que
prácticamente nada se atribuye a los años de dominio de estos ascéticos
musulmanes venidos del desierto. Aunque no hay que descartar algún hallazgo,
pues es reconocida la relación entre la arquitectura saraqustí y la almorávide
en el Magreb.
Época
almohade
Perfectamente documentada está
la construcción de «la Giralda» (11841198), único alminar andalusí
popularmente conocido y hermanado estructuralmente (contratorre hueca en el
lugar del machón) con la Kutubiya de Marrakech y el alminar de
Hassan en Rabat. También admitido como alminar almohade es el pequeño de Cuatrohabitan, cerca de
Sevilla, con machón y bovedillas de cañón escalonadas. A esta época se atribuye
asimismo el de San Juan de los Reyes, en el
Albaicín granadino. Es muy posible que bastantes torres del Aljarafe sevillano (Sanlúcar, Palomares, etc.) y de la
propia Sevilla (San Marcos y otras) con igual estructura que
Cuatrohabitan, y decoración que evoca la
Giralda, sean alminares aprovechados como campanarios, lo que de confirmarse no haría sino aumentar el
listado, sin plantear problemas importantes
de evolución estilística (4).
Sevilla. Andalucía. Giralda
Reino nazarí
Además del ya conocido de San Sebastián en Ronda, es novedoso el descubrimiento de un grupo de alminares en la región de la Axarquía, en la provincia de Málaga, como los de Archez y Salares, entre otros (5), que continuando con la misma estructura interna que los anteriores, muestran una decoración en losange de tipo mariní, como la que hasta época actual se realiza en Argelia y Marruecos. Tanto estos como los anteriores son de ladrillo.
Vemos, pues, cómo los pocos alminares «oficialmente» reconocidos se sitúan al sur de Córdoba (ninguno que sepamos con bovedillas sargeadas o de aproximación de hiladas), planteándose serias dudas sobre la cronología de bastantes torres «mudéjares» toledanas. Sobre la Marca Superior apenas hay opiniones y también es de notar la falta de datos al respecto en zonas de tan islamizadas como Valencia y Murcia.
La
Marca Superior
Calatayud. Aragón. A la izquierda las torres de Santa María y San Andrés, antiguos alminares, al menos en sus cuerpos bajos. Al fondo la alcazaba del s. XI.
Desde muy temprano se configuran administrativamente
en Al-Andalus tres zonas fronterizas (6) o Marcas, identificándose la Superior
prácticamente con el valle del Ebro en sentido amplio y con una clara
capitalidad: Zaragoza, la Cesaraugusta romana. A la importancia estratégica
como contención de los reinos o condados cristianos (francos, catalanes,
aragoneses y pamploneses) se une la notable riqueza agrícola del valle, cuyo
paisaje en algunos lugares se parece notablemente al de otros valles de Oriente
Medio: zonas semidesérticas atravesadas por ríos, junto a los cuales se
concentra la población que cultiva feraces huertas. La arcilla y el yeso son
la base geológica de grandes extensiones y al mismo tiempo el material de
construcción.
Al principio dominó Zaragoza una familia muladí, los
Banu-Qasi (7), pero después se hicieron con el poder los Tuyibíes, árabes
yemeníes asentados en Calatayud y Daroca desde el comienzo de la conquista.
Debido a la distancia de Córdoba, las pretensiones de autonomía eran
constantes, y los conflictos con el poder central, frecuentes. Tras la «fitna»,
el reino de Zaragoza es una de las taifas más importantes, con una gran
actividad comercial y floreciente vida intelectual, arquitectónicamente
plasmada en el tercer edificio islámico en interés artístico conservado en
Al-Andalus, el palacio de la Aljafería, construido por Al-Muqtadir, soberano de
la nueva dinastía Hudí, también originaria del Yemen. Tras un efímero dominio
almorávide, en el que aún hubo tiempo para que el gran filósofo Avempace (8)
irradiase su sabiduría desde Zaragoza, la ciudad tuvo que rendirse a los
cristianos aragoneses en 1118. Buena parte de la población musulmana
(agricultores y artesanos) permaneció hasta su expulsión cinco siglos después,
contribuyendo durante ese período a la economía y a las artes del reino de
Aragón y en especial a lo que se ha llamado «arte mudéjar».
Alminares
de la Marca Superior
Zaragoza. Torre de la Magdalena según Fernando Aguerri.
El citado palacio de la Aljafería (además de algunas
construcciones puramente defensivas como los castillos de Calatayud) es el
único edificio islámico de Aragón que figura en los manuales de Arte. No figura
por supuesto ningún alminar, de los cientos que tuvo que haber. Sin embargo en
la original arquitectura «mudéjar» aragonesa destacan como elementos
primordiales las torres-campanario, que, como decíamos al principio respecto a
las torres en general, constituyen el hito identificativo de la mayoría de los
pueblos. Su estructura es muy variada, habiéndolas de planta cuadrada y
octogonal, con estancias superpuestas, con machón y con contratorre. Las
bovedillas de las escaleras son sargeadas (de aproximación de hiladas) aunque
hay algunas de medio cañón. Externamente la decoración se basa en el ladrillo
resaltado, que cubre con diferentes motivos geométricos la mayor parte de su
superficie. Es muy frecuente el empleo de cerámica vidriada a base de discos,
columnillas y azulejos de varios colores, fabricados con este fin. En algunas
el remate es una terraza con linterna, como en los alminares magrebíes, y en
otras una pirámide octogonal. La última estancia, el cuerpo de campanas, a
veces es de menor planta que el cuerpo de escaleras, pero en la mayor parte de
los casos es igual, como ocurre en los campanarios cristianos, pero también en
alminares tunecinos.
Hay que hacer notar que una gran parte de estas
torres, y prácticamente todas las que se pueden considerar tipos primitivos
dentro de lo mudéjar, están desvinculadas arquitectónicamente de las iglesias
de las que hoy forman parte. Así muchas torres de las que sólo puede decirse
que son «medievales» están integradas, generalmente, en iglesias renacentistas
o barrocas. A unos pocos estudiosos no les han pasado desapercibidos estos
hechos y han planteado, hace ya varias décadas, la posibilidad de que algunas
de estas torres sean realmente alminares (9), e incluso su probable relación
con la arquitectura del oriente islámico (10). Pero ante la falta de pruebas
documentales que avalen tales ideas, la mayoría de los investigadores actuales
prefieren considerar todas las torres como de época cristiana, por su mayor o
menor similitud con algunas sí claramente fechables en los siglos XIV o XV
(11). Sólo en los últimos años se ha propuesto un replanteamiento de la
cronología de las torres «mudéjares» aragonesas, volviendo a sugerir la
posibilidad de que algunas, o muchas, sean de época islámica (12). Difundir
esta hipótesis que ha sido objeto de duras críticas (13), es el objeto de este
artículo.
La dotación de las torres
mudéjares aragonesas
Documentación
Naturalmente la fuente más segura (14) para datar
una torre, o cualquier otra construcción, es el documento que certifica el
inicio de las obras, admitiendo que éste sea claro y fiable. Desgraciadamente
esto apenas es aplicable a las torres mudéjares medievales aragonesas. No se
conoce por ahora documentación de época islámica al respecto, por lo que, si
alguna de las torres fue construida entonces, obviamente, no se puede probar
documentalmente. La primera documentación cristiana sobre torres es
relativamente tardía (siglos XIV y XV) y generalmente hace referencia imprecisa
a «obras», que no hay que identificar necesariamente con obra de nueva planta,
sino más bien con reformas como la adición del cuerpo de campanas. Por otra
parte el hacer extensible la misma fecha de construcción de alguna torre
fiablemente documentada, a otras de superficial parecido, no parece muy
aconsejable (15). En general podemos decir que el conjunto de torres
susceptibles de ser consideradas alminares carece de cronología (cristiana,
por supuesto) fiable sobre el inicio de su construcción. Por contra, la
temprana referencia documental (inmediata a la conquista cristiana) a la
existencia de los templos a los que estas torres pertenecen no ha sido tenida
en consideración a estos efectos, lo que tampoco podemos reprochar
tajantemente, por la nula precisión arquitectónica de esas referencias.
Epigrafía
Otra forma de datar un monumento es la epigrafía,
cuando ésta existe. Algunos alminares orientales proclaman así su autor y fecha
de construcción como asimismo ocurre en Toledo en la mezquita de Bab al Mardum.
Desgraciadamente en las torres aragonesas no se encuentran inscripciones fundacionales,
si exceptuamos la que da como autor de la torre de Utebo a Alonso de Leznes en
1544 y que posiblemente se refiere al añadido de la cerámica y otras reformas.
No en una torre, sino en el famoso muro «mudéjar» de la Parroquieta de la Seo
en Zaragoza, se ha descubierto recientemente una inscripción en caracteres
cúficos al parecer del s. XI, y que dice (según una primera interpretación)
«el trabajo es de Salama bin Gar'aib» (Salama, el hijo de «el extranjero») (16).
De confirmarse estos datos, esta epigrafía sería un importante aval para apoyar
la filiación islámica de algunas torres que ostentan decoración similar a la de
este muro.
Análisis
arquitectónico
Ante la falta pues de documentación o epigrafía, y
sin poder establecer similitudes cronológicas claras con otras torres de otras
regiones que estén bien datadas, puede intentarse una cronología relativa en
base a la mejor conocida del templo del que las torres forman parte. Y es que,
en contra de lo que pudiera esperarse, son muy escasas las torres integradas en
una iglesia mudéjar, formando parte de un único programa constructivo. Son casi
únicamente las torres de las iglesias bien documentadas de los siglos XIV y XV
donde se sitúan a los pies, a un lado de la portada, perfectamente integradas en
el conjunto: Torralba de Ribota, Quinto de Ebro, Magallón, etc., la mayoría con
escalera de caracol.
Por un lado, muchas torres son los actuales
campanarios de templos sensíblemente posteriores, renacentistas o barrocos y
con los que no encajan en absoluto: Aniñón, Terrer, Longares, Romanos, etc.
Para defender la cronología cristiana de estas torres (insistimos, sin
documentar) hay que suponer la existencia de iglesias mudéjares de las que
estas torres serían campanarios, y que habrían sido sustituidas (sin dejar
rastros) en los siglos. XVI o XVII. En los ejemplos citados, si las iglesias
estaban en consonancia con las torres, su arquitectura debió de ser más que
notable, por lo que parece poco justificable su demolición al siglo o dos
siglos de existencia, y ni siquiera por cambio de gustos artísticos, ya que en
este supuesto parece incongruente que se respete una torre de características
musulmanas. Aunque lo creemos muy improbable, admitimos que entra dentro de lo
posible.
En el otro extremo de las relaciones cronológicas,
hay que comentar dos casos especialmente interesantes de torres adyacentes a
una mezquita y a una iglesia románica respectivamente. Pero la mayoría de los
casos de revelante discordancia se dan precisamente con iglesias mudéjares.
Pasaremos a estudiar brevemente algunos de estos casos, advirtiendo que al
enfocar este artículo únicamente como un planteamiento de la cuestión, nos
ocuparemos sólo de los que consideramos ejemplos primitivos, dejando de intento
para otra ocasión el análisis de torres más llamativas y conocidas, que
consideramos posteriores.
Posibles alminares de tipo primitivo
Villalba
de Perejil
Este pequeño pueblo, en la vega del río Perejiles,
afluente del Jalón, está a unos 10 Km, de Calatayud. Con motivo de las obras de
restauración de su iglesia parroquial, se tuvo noticia de un muro de
mampostería revocada con yeso, con tres pequeños arcos de herradura
identificados como resto de una mezquita de finales del s. X (17). Adosada a
este muro hay una torre del mismo material, con restos de decoración cerámica
(discos vidriados verdes) que en buena lógica habría que identificar con el
alminar (18). Sin embargo, su estructura (estancia inferior abovedada con cañón
apuntado y las dos superiores con forjados de madera) es más propia de torres
defensivas, como las de los castillos árabes próximos.
Santa
María de Daroca
En el valle del Jiloca, afluente del Jalón, esta
temprana fundación musulmana perteneció al distrito de Calatayud. Es la única
ciudad de esta zona donde la conquista cristiana (1120) fue acompañada de una
intensa actividad constructiva en estilo románico. Pero el inicio en este
estilo y en sillería del ábside de San Juan y del ábside y torre de Santo
Domingo se ve interrumpido y continuado por obra mudéjar de ladrillo, por lo
que en los manuales siempre se cita la torre de Santo Domingo como la más
antigua de las mudéjares. Sin embargo en la iglesia de mayor importancia, la
colegiata de Santa María, se da, a nuestro juicio (19), el proceso a la
inversa: a una torre de ladrillo con estructura de alminar se le adosa en el s.
XII, desalineada, una iglesia románica de sillería. Esta torre, a nuestro
entender claramente clasificable como alminar, ha pasado casi desapercibida al
haber sido forrada y recrecida con sillería en el s. XV, por lo que no se
conoce su aspecto exterior. Al interior posee machón cuadrado y abovedamiento a
base de hiladas voladas en sentido ascensional, que junto con otras
características la hacen un caso único, que sepamos, en Al-Andalus.
Santa
María de Maluenda
Maluenda, en el valle de Jiloca, a 10 Km. de
Calatayud, es citada en la crónica de Abderramán III y de esos años puede ser
el castillo actual. La iglesia mudéjar de Santa María, de una nave y ábside
poligonal, parece obedecer a dos etapas constructivas, de los siglos XIV y XV
(20). El campanario actual, también mudéjar, es del s. XVI, pero hay una torre
(21) desmochada adosada al lado sur, o más bien a la que en el s. XIV se le
adosa la iglesia. La parte inferior recuerda la citada de Villalba por el
material y la estructura interna. La parte superior, incompleta, es de ladrillo
y presenta como en Villalba discos de cerámica vidriada, verdes y melados,
además de una decoración en espina de pez (22) y bandas en esquinilla o dientes
de sierra, que ya se verán en todas las demás. Parece lógico considerar esta
torre como el alminar de la mezquita sobre la que se edificó la iglesia.
Belmonte
de Calatayud
En el valle del Perejiles, cerca de Villalba, su
iglesia parroquial es obra del s. XVI pero la parte inferior del ábside poligonal,
mudéjar, es del s. XIV. La torre (23), en el lado sur, es completamente
independiente de la iglesia, a la que sólo la unen añadidos posteriores. Su
parte inferior es, como las de Villalba y Maluenda, de mampostería de yeso
enlucida, con abundantes discos de cerámica vidriada. Continúa en ladrillo, con
dibujo en espina de pez, como en Maluenda, y arcos apuntados entrecuzados. El
cuerpo superior es de menor anchura, como en la mayoría de los alminares, y en
él siguen los arcos entrecuzados y a los discos de cerámica se añaden
columnillas del mismo material. El diseño de los ventanales del cuerpo
superior, con alfiz, tiene continuidad en dos torres de la comarca, Terrer y
Aniñón. Su interior presenta machón cuadrado y el abovedamiento es al principio
de cortos tramos de medio cañón de hormigón de yeso (cuatro por lado) que le
dan un aspecto «arborescente», como una palmera. Más arriba, y ya en ladrillo,
se pasa al que será sistema normal de abovedamiento hasta el s. XVI, las
bovedillas sargeadas o enjarjadas.
Para admitir que esta torre exenta fuera construida
en época cristiana, había que suponer la existencia de una iglesia del s. XIII
(a la cual hubiera estado adosada la torre) que sería derribada sin dejar
rastros en el s. XIV. Más bien cabe pensar en una mezquita, con su alminar
exento, a la que en el s. XIV se comenzaría a cristianizar arquitectónicamente
por el presbiterio, construyendo el ábside. La obra se completaría en el s.
XVI, incluyendo recrecimiento del ábside, y milagrosamente, por respeto o más
bien por falta de dinero, se mantuvo el alminar.
Santa
María de Ateca
Si sobre alguna torre aragonesa ha habido
pronunciamientos respecto a su posible filiación islámica es sobre la de Ateca,
cuyo alto recrecimiento barroco (si bien manteniendo la anchura del primitivo
cuerpo superior) no logra borrar la impresión de que se trata de un auténtico
alminar (24). Es de dimensiones notablemente mayores que las antes citadas, y
en origen era exenta, como lo prueba su decoración idéntica por los cuatro
lados, aunque algunos estén parcialmente ocultos. La iglesia mudéjar se inició
en el s. XIV con un ábside poligonal, y su prolongación en el s. XVI se adosó
a la torre por el lado norte, ocultándola en parte y haciéndola perder
protagonismo visual. Esto es evidente también en planta, donde se aprecia una
notable ¡regularidad de la de la torre, que más que cuadrado es un trapezoide,
aunque asimilable a cuadrado. La decoración muestra con profusión discos y
columnillas, espina de pez y arcos apuntados entrecruzados como en Belmonte.
Pero se añaden arcos túmidos y una especie de «aspas». Su estructura interna es
sorprendente, pues en lugar de machón hay una contratorre hueca, con cuatro
estancias abovedadas con cañón apuntado. El abovedamiento de las escaleras se
inicia con cortos tramos de medio cañón, seguidos por una extraña solución que
recuerda las bóvedas de crucería, y sigue con aproximación de hiladas.
La argumentación en favor de su construcción
anterior a la conquista cristiana sería similar a la expuesta para Belmonte.
Pero existe un inconveniente para los estudiosos: esta estructura con
contratorre que se da también en la Magdalena de Zaragoza (cuyo comentario
dejamos para otra ocasión) es la que presentan la Kutubiya de Marrakech, la torre
de Hassan en Rabat y la Giralda de Sevilla, por lo que se considera esta
estructura como «almohade», y por lo tanto imposible su existencia en época
islámica en la Marca Superior, ya conquistada por los cristianos durante el
dominio almorávide. Por nuestra parte pensamos que se puede invertir la
argumentación. Si razonablemente parece que se construyó algún alminar con
contratorre en la Marca Superior, la aparición posterior de esta estructura en
el norte de África podría deberse a una influencia del arte de la taifa
saraqustí en el arte almorávide, influencia que tendría continuación en el
almohade (25).
San
Gil de Zaragoza
En pleno centro histórico de la capital de la Marca
Superior, la iglesia de San Gil está ya documentada en el mismo momento de la
conquista cristiana. Aunque enmascarado por una reforma barroca, el templo
actual es del tipo llamado «iglesia fortaleza» (26), construido sin duda en la
primera mitad del s. XIV. Pero a diferencia de estas iglesias la torre no está
a los pies sino a media altura del muro norte (o mejor noreste). Pero he aquí
lo sorprendente y revelador: la torre, inicialmente planta cuadrada, al
sobrepasar la altura de las capillas laterales se ensancha artificiosamente
mediante un arco apuntado estructural apoyado en la iglesia, que le permite
pasar no sin dificultades a planta rectangular y aumentar notablemente su
altura y volumen. Esta solución, ingeniosa por cierto, demuestra la existencia
del cuerpo bajo de la torre antes de la construcción de la iglesia. Esta parte
baja de la torre tiene machón cuadrado y bovedillas enjarjadas, aunque de un
tipo aparentemente más primitivo que las habituales. Al exterior muestra discos
de cerámica vidriada, como en las antes comentadas, una banda de ladrillos en
zigzag, posible adaptación de la espina de pez, y unos rombos, más definidos
que las «aspas» de Ateca, que junto con los dientes de sierra serán una
constante hasta el s. XVI. En base a los argumentos que venimos exponiendo, la
calificación de esta torre (cuerpo inferior) como alminar, parece fuera de toda
duda (27).
Torre
antigua de las Santas Justa y Rufina en Maluenda
Esta iglesia, en la citada localidad de Maluenda, es
de una nave con ábside poligonal y dos pequeñas torrecillas a los pies,
pudiendo fecharse en la segunda mitad del s. XIV. A un metro de los pies,
exenta y desalineada, existió una torre derribada en el s. XVIII, y que
conocemos gracias a un excepcional documento gráfico (28). Tenía machón, y el
cuerpo superior, algo más estrecho que el inferior, se abría con unos
ventanales idénticos a los de Belmonte sobre los que había un friso de
arquitos. En el cuerpo inferior había decoración en zigzag y rombos, como en
San Gil, y no sabemos si tuvo cerámica. Con los mismos argumentos que en casos
antes comentados, su relación espacial con la iglesia mudéjar prácticamente
conduce a una datación de época musulmana (29). Igual cuerpo superior tienen
las torres de Aniñón y Terrer en la misma comarca de Calatayud, pero presentan
temas decorativos que nos parecen más novedosos, como mallas de rombos, arcos
mixtilíneos y lazos de cuatro. Aunque propusimos la consideración de un grupo
«calatayubí», con las torres de esta comarca que muestran algunas importantes
características comunes, vemos ahora probables y significativas diferencias
cronológicas, quizá de hasta un siglo, dentro de este grupo.

Zaragoza. La Seo. Bóvedas enjarjadas del alminar nuevo en el interior de la torre de Contini
El
alminar de la mezquita mayor de Zaragoza
Dejamos para el final el comentario sobre el que
tuvo que ser el alminar más importante de la Marca, desde el punto de vista
religioso. La mezquita aljama de Zaragoza fue fundada, según la tradición, por
Hanas as-Sanaani, discípulo de los compañeros del Profeta, por lo que era
especialmente venerada. Tras la conquista cristiana se fue edificando sobre
ella, en varias etapas, la actual catedral o Seo del Salvador. La torre actual
es obra del italiano Contini, hecha hacia el año 1700 pero, como en Daroca, se
trata del revestimiento y recrecimiento de una torre anterior. Al interior
puede observarse esta torre primitiva de ladrillo con base de sillería, de
planta octogonal y con machón hueco. Las bovedillas están recubiertas en su
mayor parte de cañizo y yeso, pero en algunos tramos se ve que son sargeadas.
Ya desde hace mucho tiempo se ha planteado la posibilidad de que se tratase
del alminar (30), y en los últimos años se ha vuelto a opinar sobre el asunto (31).
Hace muy poco un sorprendente hallazgo ha vuelto a suscitar la polémica.
Durante las obras de restauración de la catedral ha aparecido en un muro, casi
al lado de la torre, un vaciado de lo que parece ser un alminar desaparecido,
algo así como una «fotocopia» del mismo, a tamaño real y con la naturales
faltas e imperfecciones (32). Sorprende en principio por su pequeño tamaño
(unos 5 x 20 m.) para una mezquita tan importante, pero más por su decoración
de tipo califa¡: dos ventanitas geminadas en arco de herradura, muy parecidas a
las del alminar de Abderrahman III en Córdoba, enmarcadas en un amplio alfiz
con finas tallas, suponemos que en piedra. Naturalmente este descubrimiento
pone en duda que la oculta torre octogonal (sensiblemente mayor) fuera alminar.
Por otra parte su decoración en piedra, claramente cordobesa, que bien podría
datarse a finales del s. X o principios del s. XI, no guarda ninguna relación
con la que anteriormente hemos descrito para posibles alminares.
Zaragoza. La Seo. Alminar viejo. Según A. Almagro. Lo primero podría explicarse si se confirma que el
muro de la Parroquieta corresponde a una ampliación taifa¡, que sobrepasaría en
altura y se adosaría al alminar «viejo», haciendo necesaria la construcción de
uno mayor. La segunda cuestión podría justificarse como una forma de
acatamiento o sometimiento simbolizada en lo artístico, al poder cordobés. Es
sabido que la rebeldía de los tuyibíes zaragozanos fue finalmente sojuzgada por
Abderrahman III en 937, tras un largo asedio de la capital. Desde entonces los
tuyibíes perdonados, pero estrechamente fiscalizados por funcionarios
cordobeses, intentaron congraciarse con los califas. Ello podría haber motivado
la erección de este pequeño alminar «cordobés» en el lugar más simbólico de la
Marca, mientras en el resto se continuaba con la arquitectura tradicional.
Alminares
antiguos y modernos
Creemos que a falta de datos documentales (lo cual
de por sí es ya significativo), del análisis arquitectónico de su relación con
la iglesia en la que están incorporadas, se puede deducir que una parte notable
de las torres aragonesas con estructura y decoración islámica, pueden ser
realmente de época de dominio musulmán. Pero las que entrarían en esta
consideración muestran una gran diversidad estructural y decorativa, por lo que
aquí nos hemos ocupado únicamente de las que consideramos de tipo más primitivo.
Sus características diferenciales serían:
Tipo
antiguo
Tamaño en general pequeño. Planta cuadrada.
Aprovechamiento en ocasiones de torres defensivas de mampostería, sin
estructura interna, abovedadas o con forjados de madera. Las demás con machón
cuadrado y algún caso con contratorre abovedada. Sistema de bovedillas de
escaleras muy variado, como vuelo ascendente, cañones cortos escalonados,
«crucería», y aproximación lateral de hiladas. Decoración en ladrillo con
motivos sencillos, en estrechas bandas horizontales: esquinillas, espina de
pez, zigzag, rombos (sólo una línea), y arcos apuntados yuxtapuestos o
entrecruzados. Decoración cerámica a base de discos con forma de cuenco y
columnillas con vidriado verde o melado.
Ateca. Comunidad de Calatayud. Detalle del alminar, antes de su restauración.
Tipo
moderno
Aunque advertimos que posponemos su estudio para
otra ocasión, sin entrar en detalles podemos adelantar algunas características.
Tamaño en general mayor. Además de la planta
cuadrada, planta octogonal. Se amplía la variedad estructural, pero el
abovedamiento de las escaleras se reduce al sistema de aproximación de hiladas
y escasos ejemplos de cañón escalonado en tramos completos. Raro empleo de la
mampostería y sí a veces base de sillería. Decoración en ladrillo que incorpora
motivos más complejos, como arcos mixtilíneos y lobulados, a veces
entrecruzados y prolongados en lo vertical, formando grandes paños, como
también ocurre con los rombos. Menos frecuentes son los lazos de cuatro.
Prácticamente se abandona el empleo de cerámica vidriada, aunque es posible que
se iniciara un nuevo tipo, incorporando azulejos a los discos y columnillas y
añadiendo los colores blanco y azul, formas que tendrían su auge en época
cristiana, en el siglo XIV.
Alagón. Ribera Alta del Ebro. Alminar.
Posible
relaciones
Bujara (Uzbekistán). Minâra-i Kalân (gran alminar en tachik/persa). 1127. (Foto Rosa Hierro)
Bujara (Uzbekistán). Tumba de Ismail el Samánida. Hacia 900. (Foto Rosa Hierro)
Poco comparten estas torres de la Marca Superior con la de época omeya en el sur de Al-Andalus, salvo el machón cuadrado de algunas de aquellas. Con los prácticamente seguros almínares toledanos se coincide en el importante tema del abovedamiento de las escaleras, pero en lo decorativo apenas en cosas tan simples como los dientes de sierra y los arcos entrecruzados. Mayores semejanzas hay con las torres almohades, como la existencia de contratorre en las de mayor tamaño, bóvedas de cañón escalonadas en algunas, y prolongación vertical del cruce de arcos decorativos formando grandes paños. Contra lo que se ha dicho, el empleo de cerámica vidriada en alminares almohades es algo casi residual y no resiste comparación con lo aragonés. Y siendo constatable, como ya hemos recordado, una influencia artística saraqustí en el Magreb a partir del s. XI, no parece necesario «a priori» invocar una hipotética influencia almohade a partir del s. XIII en el cristiano reino de Aragón para explicar estas coincidencias. Visto lo expuesto, creemos que no es excesivo decir que nos encontramos en la Marca Superior de Al-Andalus con una arquitectura autóctona de gran personalidad, con una variedad estructural y riqueza decorativa externa sin igual en el occidente musulmán. Muchas veces se ha dicho que el arte «mudéjar» (llamémosle islámico) andaluz es intimista y sobrio al exterior, mientras que el aragonés es colorista y extrovertido. Aparte de los tópicos costumbristas que a veces tontamente se añaden, lo cierto es que es así. Y como en Occidente la arquitectura islámica es intimista y ofrece al exterior poco más que unos muros encalados, puede llegar a parecernos la arquitectura de la Marca Superior «poco islámica». Sin embargo no opinarían lo mismo la mayoría de los musulmanes del ámbito turco-iraní. Para ellos es habitual ver el exterior de mezquitas y alminares recubierto de labores geométricas de ladrillo entre las que se intercalan piezas vidriadas de diversos colores. Recordemos Isfahan, Bujara, Samarcanda, etc. Esta coincidencia ya ha sido observada por algunos estudiosos, pero si ha existido verdaderamente una relación entre las formas de construir en estos dos extremos del mundo islámico nos tememos que será prácticamente imposible demostrarlo documentalmente. Sí en cambio está documentado, y nadie se soprende por ello, que la relación cultural de la Marca Superior con Oriente fue muy intensa, siendo los viajes de sabios y filósofos al Iraq y a Persia mucho más frecuentes que a la misma Córdoba (33). Teniendo en cuenta el carácter polifacético de la mayoría de aquellos filósofos que eran también maestros en astronomía, matemáticas, medicina y música, ¿pudieron ser también conocedores y transmisores de técnicas y formas constructivas? Hay que recordar también que los gobernantes de la Marca durante el califato y después del reino taifa, fueron siempre árabes de Arabia, concretamente del Yemen, primero los tuyibíes y después los hudíes. Sabido es también que la Aljafería muestra un gran parecido en planta con otros palacios orientales, como el de Ujaidir, en Iraq. Y es que la evolución de la arquitectura islámica es extraordinariamente compleja, al combinarse unidad y diversidad, innovaciones y arcaísmos. En este entendimiento, intuimos que en el origen de la personalísima arquitectura de ladrillo del valle del Ebro debe de haber una relación con Oriente, y en todo caso esperamos que futuras investigaciones arrojen luz sobre este interesante fenómeno, que por ahora, en nuestra opinión, carece de una explicación satisfactoria.
Resumen
A falta de datos documentales, el análisis
arquitectónico de las torres-campanario «mudéjares» de Aragón permite
considerar con gran probabilidad a una parte de ellas como alminares de época
musulmana, de las que aquí sólo se comentan las que se consideran más
primitivas. Además de las naturales relaciones con los alminares del resto de
Al-Andalus, probablemente haya influencias orientales.
NOTAS
(1) está claro que estos nombres hacen referencia a
las advocaciones de las iglesias que sobre las mezquitas se levantaron, de las
que casi nunca nos ha llegado el nombre.
(2) Conocemos este alminar, de
estructura no repetida, gracias al extraordinario estudio de Félix Hernández: El alminar de Abd
Al-Rahman III en la mezquita mayor de Córdoba, Patronato
de la Alhambra,
Granada, 1975. Donde también se describen los demás alminares andalusíes
antiguos.
Cuando se refiere a las torres aragonesas no parece
tener mucha información sobre el tema.
(3) Basilio Pavón (Arte toledano islámico y mudéjar, Instituto Hispano-Árabe de
Cultura, Madrid, 1981), experimentado estudioso sobre el arte islámico y
mudéjar de casi toda España, en los casos de duda se muestras más proclive a
una cronología cristiana. Por otro lado, la más joven investigadora Clara
Delgado (Toledo islámico: ciudad, arte e
historia, Toledo, 1987 y, con otros autores, Arquitectural de Toledo,
Toledo, 1991), aboga en muchos más casos por una filiación islámica de las
torres.
(4) La obra de referencia sobre este conjunto es la
ya antigua de Diego Angulo: Arquitectura
mudéjar sevillana de los siglos XIII, X/V y XV, Sevilla, 1932.
(5) Este interesante trabajo, que aporta algo de
aire fresco al tema de los alminares, es la tesis doctoral de Mª Dolores
Aguilar García: Málaga mudéjar, Universidad
de Málaga, 1979. No obstante lo que en las secciones de las torres aparece como
abovedamiento de escaleras en cañón rampante es (al menos en Salares, que.hemos
podido observar) de cañón escalonado, como en lo almohade.
(6) En el fondo muy relacionada con algunas de las
propuestas de este trabajo, es la trascendencia que tuvo en la Marca Superior
el ser zona «fronteriza». Esto se comprenderá leyendo el artículo de Míkel de
Epaiza: El Islam aragonés, un Islam de
frontera en Turiaso VII, Tarazona, 1987.
(7) Para conocer la historia de la Marca Superior
hay desde hace pocos años un trabajo fundamental, el de Mª Jesús Viguera: Aragón Musulmán, Zaragoza, 1981,
reedición 1990.
(8) Sobre este eminente saraqusti hay que leer el
estudio del también saraqustí Joaquín Lomba Fuentes: Avempace. Zaragoza, 1989.
(9) La Torre de Tauste y la vieja de la Seo
zaragozana podrían ser alminares según Francisco Iñiguez: Torres mudéjares aragonesas, Madrid, 1937, y también la de Ateca
según José Galiay: Arte Mudéjar Aragonés,
Zaragoza, 1950.
(10) Sobre la desaparecida Torre Nueva de Zaragoza
planteaba esto José Pijoan: Summa Artis,
tomo XII «Arte Islámico», Madrid, 1949.
(11) Así se propone en el más extenso estudio
realizado sobre el arte mudéjar aragonés, magnífica obra del catedrático de la
Universidad de Zaragoza, Gonzalo Borrás: Arte
Mudéjar Aragonés, Zaragoza, 1985. Los demás estudios sobre el arte mudéjar
surgidos de esta Universidad no plantean las más mínimas discrepancias sobre
las cronologías propuestas por Borrás.
(12) El iniciador de este replanteamiento es, junto
con el que suscribe, el arquitecto Javer Peña, quien propone la existencia de
una «arquitectura islámica de ladrillo», en la Marca Superior, en J. Peña y J.
L. Corral: La cultura islámica en Aragón,
Zaragoza, 1986, y que en posteriores ocasiones llama arquitectura «zagrí» (o
fronteriza).
(13) Véase por ejemplo el artículo de Pedro Lavado:
«De re-islámica en Aragón», revista Artigrama.
n.` 4. Dpto. de Arte de la Universidad de Zaragoza, 1987.
(14) Otros sistemas, aún no utilizados a este
objeto, son los de cronología absoluta. Pero el Carbono 14 y la
dendrocronología son poco útiles, pues aparte del margen de error del primero,
prácticamente no hay restos orgánicos y lígneos en las torres. Más prometedora
es la termoluminiscencia, que permite datar la cocción de ladrillos y piezas
cerámicas en general. Si este procedimiento se muestra fiable y se aplica de
forma sistemática, sus datos serán incontestables y harán estas líneas en su
mayor parte ociosas.
(15) Por ejemplo, el parecido entre la torre de la
Magdalena de Zaragoza y la de San Martín de Teruel, ésta fechada en 1315, mueve
a muchos historiadores a datar la primera en los mismos años, lo que es muy discutible
si se comparan detenidamente.
(16) Durante una visita en compañía del arquitecto
director de las obras de restauración, Ignacio Gracia, Javier Peña reparó en la
inscripción, que identificó como escritura cúfica, y que tradujo el experto
José Carlos Abadía. En el momento de redactar este trabajo lo único publicado
al respecto es un breve artículo en el diario Heraldo de Aragón de 20-06-92, p. 41.
(17) Juan
Antonio Souto y Ricardo Usón: Noticia
sobre los restos de una posible mezquita en Villalba de Peregil, Actas I
Congreso de Arqueología Medieval Española, Huesca, 1985.
(18) Agustín Sanmiguel: El posible alminar de Villalba de Perejil, Actas II Encuentro de
Estudios Bilbilitanos, Calatayud, 1989.
(19) Agustín Sanmiguel: Un alminar en el distrito de Calatayud: la torre de Santa María de
Daroca, Actas III Encuentro EEBB, Calatayud, 1992.
(20) Javier Peña: Santa María de Maluenda: evolución tipológica y constructiva, Actas
III Encuentro de EEBB, Calatayud, 1986.
(21) Agustín Sanmiguel: Una torre mudéjar de tipo arcaico en Maluenda, Actas I Encuentro de
EEBB. Calatayud, 1983.
(22) Agustín Sanmiguel: Sobre el empleo del opus spicatum en el mudéjar aragonés, Actas III
Simposio Internacional de Mudejarismo, Teruel, 1986.
(23) Gonzalo Borrás: op. cit., t. II, p. 91.
24) No opina así Gonzalo Borrás que la fecha a
finales del s. XIII (op. cit., t. II, p. 69. plantas y sección. t. IL p.262).
(25) Esta afirmación (en su última parte) que a
primera vista podría parecer un atrevimiento, es algo ya constatado desde hace
mucho por los investigadores. Léase desde Torres Balbás a Ewert.
(26) Notable observación de Alfonso García de Paso: La iglesia parroquial de San Gil Abad de
Zaragoza, Zaragoza, 1985.
(27) Como alminar lo considera Javier Peña (La cultura islámica en Aragón, p. 24)
identificándolo como el de la mezquita de Abu-Yalid, si bien posteriormente
opina que sería otra, pues aquella se encontraría al otro lado del Coso, en la
Morería.
(28) Publicado por Gonzalo Borrás en op. cit., t. 1,
p. 328.
(29) A. Sanmiguel: Sobre una torre desaparecida contigua a la iglesia de las Santas Justa
y Rufina en Maluenda, Turiaso VII, Tarazona, 1987.
(30) Francisco Iñiguez: op. cit.
(31) Javier Peña: La Seo del Salvador de Zaragoza, Turiaso VII, Tarazona, 1987.
(32) El hallazgo ha sido escuetamente comentado en
un artículo de Ángel Peropadre (director entonces de las obras) y de Philippe
Araguas: La «Seo del Salvador» eglise
cathedrale de Saragosse, étude architecturale des origines a 1550, París,
1989. Recientemente Antonio Almagro ha realizado un detallado estudio del
alminar que suponemos ya estará publicado cuando estas líneas vean la luz.
(33) Joaquín Lomba: op. cit., p. 15.