Yves Bonnefoy es uno de los poetas de mayor influencia de la poesía actual francesa. Nació en Tours, Francia, en 1923. A pesar de presenciar en su adolescencia el surgimiento de los movimientos literarios de vanguardia, prefirió mantener su voz al margen de la constante búsqueda de protagonismos, a veces superfluos. Sus primeros poemas fueron publicados en 1946 (Traité du Pianiste). Ha sido además ensayista y traductor, principalmente de la obra de Shakespeare, del inglés al francés. Estos poemas pertenecen a su libro Les planches courbes, Gallimard, 2006. Una mirada constante a los recuerdos de la infancia, donde lo sencillo, visto a través de los cristales de la poesía, adquiere un brillo de tesoro escondido en el lado sutil de la memoria. Las piedras, la lluvia, el río, los caminos, son protagonistas silentes de imágenes coloreadas por la palabra y por la luz de la inocencia. Las ranas, la tarde I Roncas eran las voces De las ranas en la tarde Allá donde el agua del estanque, percolando sin ruido, Brillaba entre la hierba Y rojo era el cielo En los limpios cristales Todo un río la luna Sobre el plano terrestre Tomados o no de nuestras manos, La misma abundancia. Abiertos o cerrados nuestros ojos, La misma luz.
II Se entretenían, en la tarde Sobre la terraza De donde partían los caminos, de arena clara, Del cielo inmesurable Y tan desnuda ante ellos Estaba la estrella Tan próximo estaba su seno Necesitado de labios Que ellos se percataban Que morir es sencillo, Una rama separada por el oro Del cuerpo ya maduro.
Una piedra Mañanas que poseíamos, Yo recogía las cenizas, llenaba El balde, lo colocaba sobre la baldosa, Con él regaba en toda la sala El olor impenetrable de la menta Oh recuerdo, Tus árboles en flor ante el cielo Se puede creer que nieva Pero la luz del sol se extiende sobre el camino El viento de la tarde derramaba su abundancia de chubascos.
Una piedra Todo era pobre, desnudo, transfigurable Nuestros muebles eran sencillos como las piedras Tan sólo amábamos el saliente del muro Fue ese espigón donde probábamos los mundos. Desnudos, esa tarde Los mismos de siempre, como la sed, La misma tela roja, desgastada Imagen, pasajera, Nuestros inicios, nuestras prisas, nuestras confianzas
La lluvia de verano I El más querido y no por eso Menos cruel De todos nuestros recuerdos, la lluvia de verano Repentina, breve. Salíamos, y era estar En otro mundo Nuestras bocas se embriagaban Del olor de la hierba Tierra El manto de la lluvia se extendía sobre ti. Aquello era como el seno Que hubiese soñado un pintor.
II Y de pronto en el cielo Percibíamos Ese oro que la alquimia Había buscado tanto. Lo tocábamos, brillante Sobre las ramas bajas, De aquello amábamos el gusto Del agua, sobre nuestros labios. Y cuando recogíamos Ramas y hojas secas Ese humo al final de la tarde, brusco, ese fuego, Era también el oro.
En el mismo río I A veces toma el espejo Entre el cielo y el cuarto Entre sus manos el mínimo Sol terrestre. Y las cosas, los nombres Es como si Las voces, las esperanzas se divirtieran En el mismo río. Donde se puede soñar Que las palabras no existen Aguas debajo de ese río, río de paz, Demasiado para el mundo, Y hablar no es más Que cortar el cuello Del cordero que, confiado, Se deja llevar por la palabra.
II Soñar: que la belleza Sea verdad, la evidencia Misma, un niño Que pasa, emocionado, bajo una troja. Él se levanta y, feliz De tanta luz, Estira su mano para agarrar La roja uva.
III Y más tarde se entiende Sólo con su voz Como si anduviese desnudo Por una playa Y tuviese un espejo Donde todo el cielo Se abriera, a grandes rayos, que colorearan Toda la tierra. Él se detiene a veces, Aquí o allá, Su pie arrastra, distraídamente, El agua sobre la arena. http://www.letralia.com/transletralia/bonnefoy/01.htm Un recuerdo Parecía muy viejo, casi un niño, andaba lento, crispada la mano sobre un jirón empapado de barro. Cerrados los ojos, sin embargo. Ah, ¿no es cierto que creer recordar es el peor engaño, la mano que toma la nuestra para perdernos? me pareció, sin embargo, que sonreía cuando pronto lo envolvió la noche. ¿Me pareció? No, desde luego, me engaño, es una voz trizada el recuerdo, se oye apenas, aunque nos inclinemos, Y, sin embargo, escuchamos, y tanto tiempo que a veces la vida pasa. Y ya la muerte le dice que no a toda metáfora. Ramas bajas Instante que quiere durar mas sin saber sacar eternidad de las ramas bajas que protegen la mesa donde luces y sombras juegan, en mi página blanca de esta mañana. En torno a esos dos árboles primero la hierba, y luego la casa, y el tiempo, y el día de mañana para abrir al olvido, que ya disipa esos frutos de ayer caídos junto a la mesa. El allí está lejos. Sin embargo, es sobre todo el aquí y el ahora lo que resulta inaccesible. más sencillo es entrar en el porvenir. Con, para dentro de poco, algo de ese fruto maduro, por la gracia del cual el verde se tiñe de azul en la noche de la hierba. El pianista II Una mano que se arriesga, anhelante, en el remolino ora claro, ora sombrío, su imagen se quiebra, como si ya no tuviera las fuerzas para retener. ¿Y esa otra, en un espejo? Se acerca a la tuya, que va hacia ella, sus dedos se tocan o casi, pero en la pequeñez de esa distancia se abre el abismo entre ser y apariencia. Esos dedos, al menos, que conmueven cuerdas. ¿Otra mano va a subir, del fondo del sonido, a tomarlos entre los suyos, para guiarlos? Pero, ¿hacia qué? No sé si es amor o espejismo, y nada más que sueño, la palabra que no tiene sino agua o espejo, o sonido, para tratar de ser. Versiones de A. G. Ruiz El adiós
Hemos vuelto a nuestro origen. Fue el lugar de la evidencia, aunque desgarrada. Las ventanas mezclaban demasiadas luces, Las escaleras trepaban demasiadas estrellas Que son arcos que se hunden, escombros, El fuego parecía arder en otro mundo. Y ahora hay pájaros que vuelan de una habitación a la otra, Los postigos se cayeron, la cama está cubierta de piedras, La chimenea llena de restos del cielo que van a apagarse. Allí, por las tardes, hablábamos casi en voz baja Debido a los rumores de las bóvedas, allí, sin embargo, Formábamos nuestros proyectos: pero una barca, Cargada con piedras rojas, se alejaba Irresistiblemente de una orilla, y el olvido Depositaba ya su ceniza en los sueños Que sin fin recomenzábamos, poblando con imágenes El fuego que ardió hasta el último día. ¿Es cierto, amiga mía, Que no hay más que una palabra para nombrar En la lengua que llamamos poesía El sol de la mañana y el de la tarde, Una para el grito de alegría y el de angustia, Una para el desierto río arriba y los golpes de hacha, Una para la cama deshecha y el cielo tormentoso, Una para el niño que nace y el dios muerto? Sí, lo creo, quiero creerlo, pero ¿qué sombras Son ésas que se llevan el espejo? Y, mira, la zarza crece entre las piedras En el camino de hierba aún apenas abierto Por el que nuestros pasos iban hacia los jóvenes árboles. Hoy me parece, aquí, que la palabra Es el pesebre medio roto del que se escapa En cada amanecer de lluvia el agua inútil. La hierba y en la hierba el agua que brilla, como un río. Todo está siempre a la espera de que una vez más se lo ate al mundo. Sé que el paraíso está diseminado, Es tarea terrestre el reconocer Sus flores dispersas en la hierba pobre, Pero el ángel ha desaparecido, una luz Que no fue, de golpe, sino un sol poniente. Y como Adán y Eva caminaremos Por última vez en el jardín. Como Adán el primer pesar, como Eva la primera Osadía, querremos y no querremos Pasar por la puerta baja que se entreabre Allá a lo lejos, en la otra punta del ronzal, coloreada Como auguralmente por un último rayo. ¿Se toma el porvenir en el origen Como cabe el cielo en un cóncavo espejo? ¿Podremos recoger, de esa luz Que fue de aquí el milagro, En nuestras sombrías manos la simiente, para otros charcos En el secreto de otros campos "cercados de piedras"? Por cierto, está aquí el lugar para vencer, para vencernos, El lugar de donde salimos esta tarde. Aquí sin fin Como esa agua que se escapa del pesebre. La rapidez de las nubes La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo, La rapidez espléndida de esas nubes, La súbita garra de la lluvia en los cristales Como si la nada rubricase el mundo. En mi sueño de ayer El grano de otros años ardía a fuego lento, Sin calor, en el suelo embaldosado. Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida. ¡Oh amiga mía, Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos! ¡La hoja de la espada del tiempo que merodea Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer! Noli me tangere De nuevo en el cielo azul vacila el copo De nieve, el último copo de la gran nevada. Y es como si en el jardín entrase aquella que Bien había debido soñar lo que podría ser, Esa mirada, ese dios simple, sin memoria Del sepulcro, sin otro pensamiento que la dicha, Sin otro porvenir Que su disolución en el azul del mundo. "No me toques, no", le diría él, pero hasta el decir no sería luminoso. La única rosa I Cae la nieve, es volver a una ciudad Donde, y lo descubro al avanzar Al azar por las calles vacías, Habría yo vivido, feliz, otra niñez. Bajo los copos percibo las fachadas Que más que nada en el mundo bellas son. Alberti sólo entre nosotros, y San Gallo En San Biagio, en el salón más intenso Que construyó el deseo, se acercaron A esta perfección, a esta ausencia. Por eso miro yo, ávidamente, Esas masas que me oculta la nieve. En la blancura errante, sobre todo, Esos frontones busco que se alzan A un más alto nivel de la apariencia, Desgarrando la bruma como si Con ingrávida mano, el arquitecto De aquí, vivir hubiese hecho De un solo, gran trazo floral, La forma que quería, siglo a siglo, El dolor de nacer en la materia. II Y allá arriba, yo no sé si es la vida Aún, o sólo la alegría que resalta En ese cielo que no es ya de nuestro mundo. Oh constructores No tanto de un lugar como de un renacer de la esperanza, ¿Qué hay en el secreto de esos muros Que frente a mí se apartan? Sobre ellos Nichos vacíos es lo único que veo, Caligrafías de las que, por la gracia De los números, se esfuma El peso del nacer en el exilio, Pero la nieve en ellos se acumula, A uno de ellos me acerco, el más bajo, Hago caer un poco de su luz, Y el prado, de pronto, está aquí de mis diez años, Donde zumban abejas, Lo que tengo en mis manos, esas flores y sombras, ¿Es casi miel, acaso? ¿Es un poco de nieve? III Avanzo entonces hasta el arco de una puerta. Los copos danzan en el aire, borroneando el límite entre el exterior y este salón de lámparas encendidas: pero ellas mismas una especie de nieve que vacila entre lo alto, lo bajo, en esta noche. Es como si estuviese ante un segundo umbral. Y más allá un idéntico ruido de abejas en el ruido de la noche. Lo que decían Las abejas innúmeras del verano, Parece reflejarlo el infinito de las lámparas. Y yo querría correr, como en los tiempos de la abeja, buscando con el pie el balón blando, ya que acaso duermo, y sueño, y voy por los caminos de la infancia. IV Pero lo que miro es un poco de nieve endurecida, que se ha deslizado sobre las baldosas y se acumula al pie de las columnas a la izquierda, a la derecha, y que se adentra en la penumbra. Absurdamente sólo tengo ojos para el arco que este lodo dibuja en la piedra. Uno mi pensamiento a lo que no tiene nombre, ni sentido. Oh amigos míos, Alberti, San Gallo, Brunelleschi, Palladio que haces señas desde la otra orilla, No os traiciono, sin embargo, avanzo, La forma más pura es aún aquella Que penetró la bruma que se esfuma, La nieve pisoteada es la única rosa. Versiones de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán El pozo, las zarzas Pero amamos esos pozos que velan lejos de las sendas Porque nos preguntamos quién llega hasta su lado Entre hierbas que las zarzas obstruyen, atraídos Por las cúpulas que forman Por sobre los matorrales, allí donde empieza El país que sólo sabe de lo eterno; Que se detiene cerca de ellos aún hoy, Que los abre y se inclina en otro mundo. El hierro oxidado resiste, rechina, Queda en silencio cuando cae en la piedra El palastro que separa ambos cielos. Y no es sino un instante del estío, cuando El grillo retorna asustado, más allá de la muerte, Su canto que es materia hecha voz Y quizás luz, pero para nada. Notó que esas hierbas aplastadas, Esas palabras, esta esperanza, no existieron Más de lo que él (si así cabe nombrarlo) existe entre las zarzas Que arañan nuestros rostros pero son sólo La nada que araña a la nada en la luz. El pozo Oyes la cadena chocar en la pared Al descender el balde en el pozo que es la otra estrella, A veces la estrella vespertina, la que llega sola, A veces el fuego sin rayos que aguarda en la mañana Que pastor y bestias salgan. Pero siempre el agua está encerrada en el fondo del pozo, Siempre la estrella allí queda sellada. Bajo las ramas descubrimos sombras: Son los viajeros que pasan por la noche Encorvados, la espalda bajo una masa negra, Diríase, como si dudaran en una encrucijada. Algunos parecen esperar, otros se borran En un chisporroteo sin luz. El viaje del hombre, de la mujer es largo, más largo que la vida, Es una estrella al borde del camino, un cielo Que imaginamos ver entre dos árboles. El balde toca el agua, que lo alza, Y es la alegría, luego la cadena lo abruma. Una piedra El verano pasó violento por las salas frescas, Sus ojos estaban ciegos, su flanco desnudo, Gritó, y el llamado trastornó el sueño De los que allí dormían en lo simple de su día. Se estremecieron. Cambió el ritmo de su aliento, Sus manos abandonaron la copa del sueño. Ya el cielo otra vez volvía sobre la tierra, Llegó la tormenta de las siestas de verano, en lo eterno. Versiones de Ida Vitale
Una piedra Hace dos o tres años, Yo me sentía plena. No me igualaban Ni los astros, ni los ríos ni los bosques. La luna se desconchaba sobre mis ropas grises. Mis ojeras Iluminaban los mares bajo sus bóvedas de sombra, Y mis cabellos eran más amplios que este mundo De ojos vencidos, de gritos que no me alcanzaban. Gritan las bestias nocturnas: ese es mi camino, Puertas negras que se cierran. El único testigo Luego de librar su cabeza a las llamas bajas del mar, de perder sus manos en su profundidad ansiosa, luego de arrojar a las materias acuáticas su cabellera; muerta ya, pues morir es ese camino de verticalidad bajo la luz, y ebria aún, incluso muerta: yo fui, ménade consumada, gozo pétreo y pérfido, el único testigo, la única presa cautiva en las redes de tu muerte que fueron arenas peñascos o calor, tu signo, me decías. Nombre verdadero Nombraré desierto el castillo que fuiste noche esta voz, ausencia tu rostro, y cuando te derrumbes en la tierra estéril nombraré nada al relámpago que te arrebató. Morir es un país que amabas. Llego siempre por tus sombríos caminos, destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria, soy tu enemigo y no tendré piedad. Te nombraré guerra y me tomaré contigo las libertades de la guerra y sostendré en mis manos tu rostro oscuro y surcado, y en mi corazón ese país que ilumina la tormenta.
Versiones de Una Pérez Ruiz La Imperfección es la cima Habría que se debería destruir y destruir y destruir, Habría salvación solamente a ese precio. Arruinar la faz desnuda que entre el mármol asciende, Toda forma martillar toda belleza. Amar la perfección por que ella es el umbral, Pero negarla apenas conocida, olvidarla muerta, La imperfección es la cima. ¿Qué asir sino lo que se escapa? ¿Qué asir sino lo que se escapa? ¿Qué ver sino lo que se obscurece? ¿Qué desear sino lo que muere Sino lo que habla y se desgarra? Palabra próxima a mí Qué buscar sino tu silencio, Qué resplandor tan profundo Tú amortajada conciencia, Palabra, ¿dique material Sobre el origen y la noche? Para la Tierra del Alba Alba, hija de las lágrimas, reestablece La habitación en su paz grisácea Y en su orden al corazón. Tanta noche Pedía al fuego que decline y se acabe, Más nos vale velar cerca del rostro muerto. Apenas se ha movido… ¿El navío de las lámparas Entrará al puerto que lo había llamado, Aquí, sobre las tablas, la flama hecha ceniza Crecerá más alta en otra claridad? Alba, toma, levanta el rostro sin sombra, Colorea poco a poco el tiempo recomenzado. El Libro, para Envejecer Estrellas trashumantes, y el pastor Encorvado sobre la felicidad terrestre, tanta paz, Irregular, como ese grito de insecto, Que un pobre díos trabaja. El silencio Subió desde tu libro hacia tu corazón. Sin ruido se mueve un viento entre los ruidos del mundo. A lo lejos sonríe el tiempo, por cesar de ser. Los frutos maduros son simples en el vergel. Envejecerás Y, descolorido entre el color de los árboles, Haciendo la sombra más lenta sobre el muro, Siendo, y del alma al fin, la tierra amenazada, Retomarás el libro en la página marcada, Dirás, Pues bien, eran las últimas palabras obscuras. Versiones de César Vásconez Romero Hic est locus patriae Los árboles llenaban el lugar de tu sangre; el cielo se rasgaba, demasiado cercano para ti; otros ejércitos vinieron, oh Casandra, y nada pudo ya resistir a su abrazo. Aquel que regresaba se apoyó sonriendo en la copa de mármol que adornaba el umbral. Cae la luz en el sitio que llaman La Arboleda. Era luz de palabra, fue noche de huracán. Versión de de Enrique Moreno Castillo Cubierta por el manto silencioso del mundo Cubierta por el manto silencioso del mundo. Marcada por los surcos de una araña viviente, Sometida ya al devenir de la arena Toda tú disgregada secreta inteligencia Ataviada para un festín en el vacío y desnudos los dientes como para el amor. Manantial de mi muerte presente insostenible. Versión de Patricia Martínez García Pero que se calle esa que vela Pero que se calle esa que vela todavía En el hogar, su rostro caído entre las llamas Que permanece sentada, careciendo de cuerpo Que habla de mí con los labios cerrados, Que se levanta y me llama, careciendo de carne, Que se aleja abandonando su cuerpo dibujada, Que ríe siempre, habiendo muerto la risa hace tiempo. A menudo en el silencio A menudo en el silencio de un abismo Oigo – o deseo oír , no sé- Un cuerpo que cae entre las ramas. Larga y lenta Es esta caída; ningún grito Viene nunca a interrumpirla y darle fin. Entonces pienso en las procesiones luminosas En un país que no nace ni muere. Te acostarás sobre la tierra Te acostarás sobre la tierra sencilla, ¿Quién te dijo que te pertenecía ? Desde el cielo inmutable, la luz errante Volverá a comenzar la eterna mañana. Creerás renacer con las horas profundas Del fuego negado, de fuego mal extinguido. Pero el ángel vendrá con sus manos de ceniza Para calmar la fiebre del día que nace. Fénix El pájaro irá al encuentro de nuestras cabezas. Para él se alzará un hombro sangriento. Cerrará alegre sus alas sobre la cima De tu cuerpo, el árbol que tú ofrecerás. Cantará largo tiempo alejándose entre las ramas La sombra vendrá a marcar los límites de su grito. Pero rechazando toda muerte inscrita en sus ramas Se atreverá a traspasar las crestas de la noche. (Fuente: http://atlasdepoesia.blogcindario.com. No se menciona a los traductores) El jardín Nieva. Bajo los copos la puerta Abre por fin al jardín De más que el mundo Avanzo. Pero se engancha Mi bufanda al hierro Oxidado, y se desgarra En mí la tela del sueño. Virgen de la Misericordia Todo, ahora, Al abrigo Bajo tu manto leve Sólo de bruma y bordados Señora de la misericordia de la nieve Contra tu cuerpo Duermen, desnudos, Los seres y las cosas, y tus dedos Velan con su claridad esos párpados cerrados. Un poco de agua A este copo Que se posa en mi mano, deseo Asegurarle lo eterno Haciendo de mi vida, de mi calor, De mi pasado, de estos días de ahora, Un instante simplemente, un instante, Pero ya no es más Que un poco de agua, que se pierde En la bruma de los cuerpos que andan en la nieve. Las manzanas ¿Y qué habrá que pensar de esas manzanas amarillas? Ayer sorprendían desnudas, por su espera. tras la caída de las hojas. Hoy hechizan por cómo un ribete de nieve en sus hombros subraya su modestia. Temprano, esta mañana… Temprano, esta mañana, la primera nevada. El ocre, el verde Se refugian debajo de los árboles. La segunda, a las doce. Del color Sólo quedan Las agujas de pino Que caen, también ellas, más tupidas a ratos que la nieve. Luego, de atardecida, El astil de la luz se inmoviliza, Las sombras y los sueños tienen el mismo peso. Sólo un poco de viento Escribe una palabra con la punta del pie Fuera del mundo. Atardecer Rayas azules, negras. Los surcos que se encaran a la base del cielo. La cama, vasta y rota como el río crecido. - Mira, se hace de noche, Y el fuego a nuestro lado habla en la salvia eterna.-- Los caminos Caminos, entre La masa de los árboles. Dioses, entre El espesor del canto incansable de pájaros. Y tu sangre enarcada bajo una mano pensativa, Oh mi luz toda, oh próxima. Quien recogió en las altas Hierbas el herrumbroso hierro, no olvida ya Que en los grumos metálicos la luz puede prender Y consumir la sal de la duda y la muerte. HAROLD PINTER Londres, 1930) Dramaturgo y poeta británico, considerado el máximo exponente del arte dramático inglés de la segunda mitad del siglo XX, premio Nobel de Literatura en 2005. Harold Pinter nació el 10 de octubre de 1930 en el barrio de Hackney, en el popular East End londinense, en el seno de una familia judía. Al estallar la II Guerra Mundial fue separado de sus padres y evacuado a la campiña inglesa. Aquella separación, traumática para él, iba sin embargo a alimentar su imaginación y la mirada introspectiva de su teatro. En 2002 sufrió una operación de cáncer y ese mismo año, durante su discurso como doctor 'Honoris causa' por la Universidad de Turín, se declaró claramente en contra de la guerra en Irak. Durante años denunció el bombardeo de la OTAN sobre Serbia o la guerra de Irak, que le llevó a calificar a Tony Blair, presidente del Gobierno británico de "idiota iluso" y a equiparar con el régimen nazi al gobierno estadounidense de Bush, al que calificó de "asesino de masas". Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2005 por sus "obras, en las que descubre el precipicio en los balbuceos cotidianos y las fuerzas que entran en la opresión de los espacios cerrados". Contrajo matrimonio con la escritora Antonia Fraser. Casado en segundas nupcias con una historiadora. Harold Pinter falleció en Londres el 24 de diciembre de 2008. http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/9487/Harold%20Pinter Los últimos poemas de Harold Pinter (1930-2008Células del cáncer“Las células del cáncer son las que se olvidan de cómo morir.” (Enfermera, Hospital Royal Marsden) Se olvidaron de cómo morir Y entonces estiran su tiempo de matar. Mi tumor y yo peleamos a fondo. Esperemos que no sea una muerte doble. Necesito ver muerto a mi tumor Un tumor que se olvida de morirse Y en vez planea asesinarme. Pero yo sí me acuerdo de cómo morirme Aunque todos mis testigos estén muertos. Pero yo me acuerdo de lo que dijeron De tumores que los dejarían Tan ciegos y tan sordos como eran Antes del nacimiento de esa enfermedad Que puso los tumores en acción. Las células negras se van a secar y morir O a cantar con alegría y hacer la suya. Se reproducen tan en silencio día y noche, Uno nunca sabe, ellas nunca dicen. Marzo 2002 La muerte puede estar envejeciendo La muerte puede estar envejeciendo Pero todavía tiene palanca Pero la muerte te desarma Con su límpida luz Y es tan astuta Que nunca te enterás Dónde te espera Para seducir tu voluntad Y dejarte desnudo Cuando te arreglás para salir Pero la muerte te permite Acomodar tus horarios Mientras chupa la miel De tus flores favoritas Abril de 2005POEMA Las luces centellean. ¿Qué pasará después? Ha caído la noche. Deja de llover. ¿Qué pasará después? Se adentra la noche. Él no sabe qué le voy a decir. Cuando se vaya susurraré una palabra y diré lo que estaba a punto de decir en el encuentro a punto de ocurrir y que ahora ha sucedido. Pero él no dijo nada en el encuentro a punto de ocurrir. Es sólo ahora que se vuelve y sonríe y susurra: “No sé qué pasará después”. FANTASMA Sentí suaves dedos en mi garganta Parecía que alguien me estaba estrangulando Los labios eran duros y al mismo tiempo dulces Parecía que alguien me besaba Mis huesos vitales estaban a punto de quebrarse Me miré en los ojos de otro Vi que era un rostro que conocía Un rostro tan apacible como grotesco No sonreía no lloraba Sus ojos eran grandes y blanca su piel No sonreía no lloraba Levanté mi mano toqué su mejilla
DIOS Dios tanteó su corazón secreto, buscaba una palabra para bendecir la muchedumbre en la tierra. Mas busca y busca como puede e implora a los fantasmas que resuciten pero al no escuchar una canción en ese recinto se descubrió con un dolor que lo quemaba dolorosamente no tenía bendición que ofrecer. LOS VENTRÍLOCUOS Envío mi voz a tu boca Tú me regresas el cumplido Soy el conde de Cannizzaro Tú eres Su Real Alteza la Princesa Augusta Yo soy la cadena taumatúrgica Tú sostienes la copa y las cartas de la ópera Te conviertes en la canción improvisada Yo soy tu tutor Eres mi semilla invisible Soy Timour el Tártaro Eres mi artificio curioso Soy tu cajita encantada Soy tu muñeco aturdido Tú mi aturdido maniquí ENCUENTRO Son los muertos de la noche Los que han muerto desde hace mucho vigilan a los nuevos muertos y caminan hacia ellos Se escucha un latido suave mientras los muertos abrazan a aquellos que han muerto hace tiempo y caminan hacia ellos Lloran y se besan cuando se encuentran de nuevo por primera y última vez MENSAJE Jill. Fred llamó. No puede venir esta noche. Dijo que llamaría otra vez, tan pronto como pueda. Yo dije (de parte tuya) Bien, no hay problema. Quería que te dijera que estaba bien, la misma mierda, dijo, tú sabes, jode, la mierda con la que hay que lidiar. A veces no eres más que un inodoro andante. Yo misma estaba familiarizada con la peste, le dije, y le aconsejé calmarse. No dejes que los estúpidos te depriman, quítale la tapa a la olla un par de minutos, vete al pueblo, incinera a alguien, búscate otra puta, dale unos cuantos martillazos, vive mientras seas joven, hasta que canse, patea en los cojones al primer ciego que encuentres. De todas formas él llamará otra vez. Yo regresaré a tiempo para el té. Tu madre que te quiere. NO MIRES... No mires. El mundo está a punto de colapsar. No mires. El mundo está a punto de soltar toda su luz y saturarnos en el foso tupido de su oscuridad, ese negro, repleto y sofocado sitio donde vamos a asesinar o morir o bailar o llorar o gritar lloriqueando o chillar cual ratones para renegociar nuestro precio de salida. FÚTBOL AMERICANO ¡Aleluya! Esto funciona. Los hicimos cagarse. Les sacamos la mierda de sus propios culos y de sus malditos oídos. Funciona. Los hicimos cagarse. ¡Ellos ahogados en su propia mierda! Aleluya. Alabado el Señor por todas las cosas buenas. Los hundimos en la maldita mierda. La están comiendo. Alabado el Señor por todas las cosas buenas. Convertimos sus cojones en granitos de polvo, en granitos de maldito polvo. Lo hicimos. Ahora quiero que vengas aquí y me beses en la boca.
RESTAURANTE No, estás equivocado. Todo el mundo es tan hermoso como puede ser posible Especialmente a la hora del almuerzo en un alegre restaurante Todo el mundo es tan hermoso como puede ser posible Y se conmueven con su propia belleza Y por eso derraman lágrimas en el asiento trasero del taxi regreso a casa LAS BOMBAS Ya no hay más palabras que decir Todo lo que nos queda son las bombas que escapan de nuestra cabeza Todo lo que quedan son las bombas que nos chupan la última gota de sangre Todo lo que nos quedan son las bombas que pulen los cráneos de los muertos DIOS BENDIGA A NORTEAMÉRICA Aquí van otra vez, los Yanquis con su desfile acorazado cantando sus baladas de alegría mientras galopan por el vasto mundo alabando al Dios de Norteamérica. Las cunetas están atestadas de muertos Los que no pudieron unirse Los otros que se niegan a cantar Los que están perdiendo su voz Los que han olvidado la melodía. Los jinetes tienen látigos que hieren. Tu cabeza rueda sobre la arena Tu cabeza es un charco en la mugre Tu cabeza es una mancha en el polvo Tus ojos se apagaron y tu nariz sólo olfatea el hedor de los muertos y todo el aire muerto cobra vida con la fragancia del Dios de Norteamérica. LA RELACIÓN ESPECIAL Las bombas estallan Las piernas estallan Las cabezas estallan Los brazos estallan Los pies estallan La luz se apaga Las cabezas estallan Las piernas estallan La lujuria crece Los muertos están sucios Las luces se apagan Los muertos son polvo Un hombre se inclina ante otro hombre y chupa su lujuria REPORTE METEOROLÓGICO El día empezará nublado. Será un poco frío pero mientras avance el día el sol saldrá y la tarde será seca y cálida. Por la noche brillará la luna y será muy luminosa. Habrá, hay que decirlo, un viento brioso pero se apagará hacia la medianoche. No pasará nada más. Este es el último reporte.
Traducción de Miguel D´Escoto DIOS NOS LIBRE DE LOS AMERICANOS ¡Dios nos libre del dio$ de los Americanos! Aquí van de nuevo, Los yankis y sus acorazados cantando sus alegres baladas triunfalistas Mientras galopan a lo largo y ancho de este mundo Alabando al dio$ de las barras y estrellas. Las alcantarillas están taqueadas con los muertos Los que no pudieron incorporarse Los otros que rehúsan cantar Los que están a punto de quedarse mudos Los que han olvidado la canción. Los jinetes tienen lacerantes látigos. Tu cabeza roda hacia la arena Tu cabeza es un charco en la tierra Tu cabeza es una mancha en el polvo Tus ojos se han brotado y tu nariz Olfatea sólo el tufo de los muertos Y todo el aire estancado vive Con el mal olor del dio$ de los Americanos. 22 enero 2003 DEMOCRACIA No hay escapatoria. Los Grandes Vergas andan al acecho Buscando como joder a todos los que puedan. Cuídate la espalda. Febrero 2003 GOD BLESS AMERICA! Here they go again, The Yanks in their armoured parade Chanting their ballads of joy As they gallop across the big world Praising America’s God. The gutters are clogged with the dead The ones who couldn’t join in The others refusing to sing The ones who are losing their voice The ones who’ve forgotten the tune. The riders have whips which cut. Your head rolls onto the sand Your head is a pool in the dirt Your head is a stain in the dust Your eyer have gone out and your nose Sniffs only the pong of the dead And all the dead air is alive With the smell of America’s God. January 22, 2003 DEMOCRACY There’s no escape. The big pricks are out. They’ll fuck everything in sight. Watch your back. February 2003 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5020-2008-12-28.html http://www.haroldpinter.org/poetry/index.shtml http://www.haroldpinter.org/home/index.shtml |