Son diversas
las razones por las cuales las parejas se adentran en el universo libertino:
la curiosidad, combatir la rutina, deseo de cambiar, descubrir nuevas
técnicas y juegos, realizar fantasías sin compromiso, encontrar nuevas
amistades, incluso evitar la infidelidad, pero vamos a profundizar en
la que creo más importante de todas y que quizás las unifica: la
experiencial.
Vamos a ver en
este escrito cómo, por el hecho de que una pareja tenga relaciones
eróticas con otras similares, no tienen por qué surgir las clásicas
emociones negativas de la envidia o de los celos (impuestas más bien
por una sociedad demasiado reprimida). Es más, constataremos que una
gran mayoría de las parejas van transformando sus propias expectativas
con la mejora considerable de sus experiencias afectivas y sexuales.
Quedan ya lejos
esas orgías secretas donde numerosas personas se juntaban bajo el único
fin de explorar el deseo. Se puede decir que hoy día el libertinaje
se ha extendido a la gente de la calle. Ya no hay que leer ni a Sade
ni a Nerciat, ni saber que en su día existieron círculos eróticos
muy selectos, ni poseer un lugar apropiado para la experiencia, no;
el "sexo libre" ha llegado a todos: a esa persona que pasa
todas las mañanas junto a nosotros, a nuestros vecinos, a los compañeros
de trabajo, pero todo muy codificado. Es un juego divertido en el que
aún ocultamos nuestras razones, nuestra personalidad, nuestro hogar,
nuestra vida en general.
El sexo grupal,
los intercambios de pareja, los tríos, la bisexualidad son prácticas
libertinas que han dado a las parejas la ocasión de crearse un nuevo
círculo de amistad, compartiendo intereses y huyendo del “todo vale,
pero no te pases de aquí”, que todos conocemos como habitual en la
pseudolibre sociedad convencional. Tomando como ejemplo la bisexualidad,
se puede comprobar el potencial experimentador de muchas personas que
no admiten que se las clasifique por sus experiencias. La condición
de homo o hetero va dejando sitio a una bisexualidad cada vez más extendida
por cuanto se trata de vivenciar momentos y no de encasillarnos en grupos
que condenan la libre elección.
Los comienzos
Al principio de
una relación (ese periodo de amor platónico), el deseo sexual surge
de manera espontánea, casi en armonía con esos primeros sentimientos
de querer estar siempre junto al ser amado, de pensar mucho en él,
de fantasear con él. Después, cuando la relación se estabiliza, la
rutina viene a romper el encantamiento. Ya no se puede contar con el
deseo espontáneo y es cuando se hace necesario aprender a crear momentos
de pasión compartida para poder alimentar nuestro deseo.
Los caminos se
diversifican y muchas parejas suelen acabar buscando esa pequeña excusa
que les evite los momentos de intimidad: vienen los hijos, mucho trabajo,
las obligaciones familiares, las relaciones sociales, y la vela del
deseo se va apagando. Pero otras luchan contra este conformismo y descubren
la experiencia del libre amor. ¡Cuán maravilloso es poder compartir
esos momentos de placer y complicidad con la persona que se ama! Las
parejas libertinas gustarán del sexo, pero de igual forma que harán
prueba continua de respeto y honestidad. Construiremos una historia
sobre la confianza en cada uno, reviviendo el amor en cada experiencia
compartida.
Los riesgos
y el acuerdo
Sabemos que practicar
juegos sexuales y eróticos con otras personas ponen en liza unos sentimientos
que quizás no esperábamos, pero, haciéndolo conforme a unas normas
estrictas acordadas por la pareja, es difícil que aparezca esa temida
infidelidad (más común en las relaciones convencionales). Nuestra
relación de pareja debe ser el centro de toda nuestra experiencia y
nunca debemos dejarla al azar por un simple calentón. Al contrario,
nuestra relación debe salir más reforzada.
La sexualidad,
el erotismo, nuestro loco y libre amor es parte de nuestra vida íntima
y privada. Responde a unos principios de libertad, respeto y participación
y, por lo demás, todo debe ser acordado por los propios participantes,
según el momento y las circunstancias. Vivir estas “nuevas experiencias”
nos transportará a esas fantasías que ni imaginábamos realizables.
Pero es importante no perder nunca la dimensión lúdica: se
trata de un juego compartido con ciertas reglas consensuadas por todos.
Debemos aceptar todo lo que de mutuo acuerdo sea o no permitido y no
permitir las transgresiones relacionadas con actos no deseados ni acordados.
Lo que quiero decir es simplemente que la situación no se debe desbordar;
la fantasía a desarrollar debe ser antes meditada, sabiendo en todo
momento a qué nos atenemos (riesgos y consecuencias). Es por ello,
que la pareja debe determinar conjuntamente los límites y las condiciones
de la experiencia, con un código conocido por ambos y con el que pueda
establecer una discreta comunicación, preservándose siempre una “salida
de emergencia” en caso de que el asunto no marche bien. En definitiva,
debemos saber qué es posible hacer por parte de cada uno, asegurándonos
una marcha atrás discreta y protegida. Por eso, siempre es mejor ir
poco a poco que probarlo todo de una vez, ya que los primeros momentos
determinarán el desarrollo posterior.
Más allá:
sentir y compartir
Y todo no se acaba
con una escena de cama. Establecer una relación erótica con otras
personas es algo más que una relación sexual pura y dura. Labrar cierta
amistad con otras parejas propiciará momentos ideales para explorar
el universo de lo erótico: baños, masajes, fiestas temáticas, juegos,
que nos harán pasar ratos muy sensuales y divertidos.
Liberar el amor
en la pareja implica un conocimiento profundo entre ambos, con el fin
de saber y actuar en todo momento con respecto a las fantasías, deseos
y temores de cada uno. De esta forma, vamos a descubrir la seducción
sin engaños, las nuevas relaciones sin infidelidades, el amor sin cadenas;
es un contrato amoroso que pone salsa a la vida y refuerza, finalmente,
los lazos de unión de la pareja. ¡Pero cuidado, no nos desviemos!
Actuemos siempre bajo el principio de sentir y compartir. Nuestra
pareja es cómplice en la realización de nuestras fantasías. En el
momento que empecemos a ocultarle hechos o no se afronten bien las frustraciones,
la experiencia libertina irá a la deriva inevitablemente.
Pensar así y
defender esta postura no es poseer la verdad absoluta. Tan sólo es
un modo de hacer realidad nuestros deseos, satisfaciendo nuestros impulsos
de una manera conjunta y huyendo de la monotonía de una relación estabilizada
en la rutina y movida sólo por la inercia de las obligaciones mundanas.
Y, como estamos viendo, hablamos de libertad, por lo que es importante
comprender que nadie está obligado a nada y que es normal negarse
a lo no deseado, sea la situación que sea. Nuestro fin no es romper
la pareja, sino unirla con un pegamento mucho más fuerte y duradero.
Conclusión
Aún muchos os
seguiréis planteando si sólo es un juego o una manera oculta de colmar
las insatisfacciones de la pareja. El comienzo es difícil, pero encontrar
esa armonía en la pareja que no ponga en duda sus lazos de unión,
quizás lo es más. Dicen diferentes estudios que en el 90% de los casos
es el hombre el que toma la iniciativa, pero después es la mujer la
que insta a su compañero a repetir. Al principio, la mujer consiente
en probar la experiencia más por fidelidad conyugal que por curiosidad,
pero cuando la mujer descubre que, a través de múltiples experiencias
(sexo grupal, experiencia lésbica, juegos eróticos,...), enriquece
su vida sexual y satisface sus fantasías, es al hombre al que le entra
pánico y muchos deciden pararse.
La pareja libertina
debe experimentar unida desde la idea y la preparación hasta el acto
y la conclusión. Cualquier contacto extraconyugal y no compartido puede
convertirse en la semilla de la discordia, de la desconfianza y, finalmente,
de la separación. ¿Que una pareja libertina no son dos individuos
libres? Pues no digo lo contrario. Es una dulce condena que libera otras
experiencias mucho más reprimidas por la sociedad. La pareja comparte
todo y, a partir de su confianza, extienden su intimidad hacia otras
personas a las que se les puede tener cierto afecto o no.
La infidelidad
es sinónimo de la mentira, de la ausencia del compañero, de la ocultación
de hechos, de la exclusión, de no compartir, de no sentir conjuntamente,
y por lo que se ha expuesto aquí, el libertinaje en pareja no es nada
de esto. En resumen, sean cuales sean las razones que empujen a una
pareja a lanzarse hacia el libre amor, es importante que lo conciban
siempre como una experiencia placentera llena de ternura, de sensualidad,
de erotismo, de fantasía, de respeto, y todo bajo el principio unificado
de sentir y compartir.
Para muchos
es una experiencia puntual; para otros, un modo de vida; pero, ¿es
quizás una moda pasajera?
Nota:
donde digo "libertina", muchos querrán decir "liberal"...
cuestión semántica, pero viene a ser lo mismo.