¿Cómo hablar
del arte en Cuba sin mencionar a Rosita Fornés? ¿Cómo hacer un recuento de la
vida cultural del país entre los siglos XX y XXI sin hablar de Rosita Fornés?
¿Cómo ser
cubanos y contemporáneos si no contemplamos en nuestro imaginario y nuestra
memoria colectiva la figura de Rosita Fornés?
¿Cómo decir que
tenemos un arte lírico, una comedia musical, un teatro vernáculo, un teatro
dramático, una canción nacional, un cine, un cabaret rutilante y universal y
una vedette única e insustituible sin mencionar el nombre glamuroso y universal
de Rosita Fornés?
¿Cómo antologar
a las figuras más prominentes del siglo XX sin incluir el nombre de ella?
Imposible.
¡Qué explosión
de arte y alegría, de vocación cosmopolita y nacional se produjo en La Corte
Suprema del Arte, de Monte y Prado, cuando aquella adolescente subió al
escenario a entonar una canción española en el lejano 1938!
A partir de ese
día, grande para el arte interpretativo en Cuba, las cosas se empezaron a
definir antes y después de ella en el mundo del espectáculo.
Porque ella le
supo imprimir a la música española ese ingrediente transculturado que la hacía
sonar ibérica y tropical, sensual y colmada de salero.
Ella se
inscribió en el hall de las estrellas cuando las otras pasaron fugaces, cuando
no inadvertidas. Porque ella tuvo ese don especial y supremo que le dio la vida
y que se consagró con la aprobación del más exigente y sensible gusto de su
público.
¿Y cuál es su
público? Fuenteovejuna, podríamos gritar. Porque ella ha tenido el don de
ponernos a todos de acuerdo en calificarla entre las más completas y talentosas
artistas de nuestra época. Seamos
honestos, estamos todos orgullosos de ser sus contemporáneos.
Porque ella nos
ha dado una inmensa lección de arte, disciplina y permanencia, de calidad
humana y resistencia frente a cualquier obstáculo que se le haya puesto en el
camino. Estoy seguro de que cuando sintió que una piedra se interponía en su
vida, la tomó en sus manos, la besó y dibujó en ella un arcoiris. Ella es una
artista a prueba de fuego, como Alicia Alonso, con esas bridas tensas que la
han llevado a cabalgar hacia el infinito y la posteridad.
Rosita Fornés
se casó con su pueblo cuando era ya la novia de México; su corazón noble y
resonante fue fiel a nosotros y nunca nos abandonó, ni aun en los tiempos
difíciles, cuando se le cuestionaba por llevar en el pecho una cruz de
diamantes.
Porque su
refulgencia no radicaba en esa cruz, sino en su corazón de terrestre alegría,
en su espíritu amoroso con su Patria.
No voy a decir
aquí lo que ya todos saben. Que ella inauguró en Cuba la comedia musical con
Mario Martínez Casado, el teatro lírico y la zarzuela con Antonio Palacios, el
espectáculo de la noche habanera con la presea de su talento y su belleza sin
par que la convirtieron en un símbolo de la mujer cubana de nuestra época.
Solo quiero
decir que ella ocupará siempre un lugar único ahí donde la historia se tiene
que rendir a la poesía: en la leyenda.
Y como a una
leyenda viva, de carne y hueso, la homenajeamos a pocas horas del 11 de
febrero, fecha de su nacimiento, con el repique de los atabales llegados de
África, las castañuelas andaluzas y los pianos europeos con los que ella
deleitó y seguirá deleitándonos a los públicos de Cuba y del mundo. Sea para
ti, Rosita, este homenaje una muestra de nuestro respeto y cariño incondicional
en tus 95 años de acumulación de juventud y talento.
http://www.granma.cu/opinion/2018-02-09/rosita-fornes-en-sus-95-anos-09-02-2018-01-02-57?page=2
No sé a qué edad un niño se enamora de una
estrella de televisión. Incluso un niño cuyos amigos del barrio de Luyanó
tenían como estrellas a los lanzadores de beisbol.
En algún momento quedó cautivado
por una artista rubia, que salía una vez a la semana en la pequeña pantalla.
Interpretaba canciones, comedias y dramas y lo hacía como princesa, duquesa,
vampiresa, viuda sensual, chica ye yé (hasta bailando mozambique), alegre Dolly,
Cleopatra, se rodeada de bailarines, se cambiaba varias veces de vestuario y
parecía que todos los reflectores del mundo coincidían sobre el aura de su
rostro. La cámara se enamoraba de su belleza. Y ella aceptaba el galanteo. Yo
siempre escuchaba los mismos comentarios de mi abuela desde la cocina sobre los
años de la artista: Lazarito, la edad de Rosita viene de un tiempo muy lejos.
¿Qué importancia podía tener para un niño el tiempo, si eso es lo que más le
sobra?
En una Escuela al Campo que no
tenía aparato de televisión, atravesaba una noche cada semana un extenso
terreno de papas hasta el campamento más cercano donde había una caja de las
ilusiones para ver el programa favorito del Canal 6. No iba solo por la oscura
guardarraya. Me las arreglaba para arrastrar conmigo a algunos de los jugadores
de béisbol.
Mi abuela se equivocaba cuando
decía que la edad de la estrella venía de muy lejos. No, abuela, Rosita Fornés
viene de una esa zona en la cual las cronologías desaparecen, el glamour se
reafirma, lo mítico trasciende, el personaje se fabula (derecho democrático de
sus admiradores), y la memoria de una generación pasa a la siguiente.
Hace unas noches presencié en el
programa La danza eterna una emisión tributo a su larga carrera artística:
fragmentos de películas, kinescopios, videos de sus programas y de sus grandes
recitales. Aunque mi emoción no puede ser la misma de un adolescente, me
reafirmé en la admiración. No encontré un solo gesto fuera de lugar en las
actuaciones reunidas de la artista a través del tiempo. No es el elogio que
merece cuando repetimos que su mérito descansa en la diversidad de géneros que
interpretó. Que era una artista completa. Es verdad. Pero hubo otras con esas
características que no trascendieron. Se desvanecieron en las secciones de
farándula de las revistas.
Creo que sus valores se sustentan
en lo adecuada que estaba en cada papel y en esa magia indescifrable que la
acercó a la perfección cuando en uno de los videos transmitidos observas la
elegancia con la que le da la espalda a la cámara para alejarse escoltada por
dos filas de percusionistas hasta perderse en el fondo del set luego de una
lección de gestos decantados, mientras juega con una boa blanca que, más que
una prenda, parece un animal rendido a su sensualidad.
No exagero. Hay un vasto
material visual reunido como testimonio.
Y trascendió porque el público la
quiso así.
Al ver las numerosas fotos que
sus admiradores publican en las redes sociales, imagino los paisajes que están
detrás: la Corte Suprema del Arte, la Guerra Mundial, el Tivoli del DF, mimada
por el lente del mexicano Herrera, actuaciones esporádicas en Churubusco,
posando para Armand, Barcelona, la Guerra Fría, el platillo volador en la
Ciudad Deportiva , conquista Moscú y toda la Europa Oriental , los estudios del
Focsa , el teatro Amadeo Roldán, su interpretación de “Es mi hombre” en el
Mella mostrando sus muslos gloriosos contra la gravedad sostenida por el chino
Castellanos, a una edad en que ese movimiento era una hazaña…
Y por último,
aquella revista memorable en el 2009 en el Anfiteatro de la Habana en la que
quizás fue la última de sus presentaciones con ritualidad de gran vedette.
Cuando
finalizó el programa homenaje de La danza eterna, pensé en el niño que una
noche descubrió un programa de televisión donde las cortinas se descorrían como
en los teatros y se oían voces en off "¿Qué hora es? Es hora de comenzar…
"Y aparecía deslumbrante la reina del show. Sentí que volvía a mi casa de
Luyanó y que luego bajaba a la esquina para contarles a mis amigos noticias
inventadas sobre aquella estrella en una época donde no se privilegiaban el
glamour, las plumas, las lentejuelas, ni mucho menos los cambios constantes de
vestidos. Volví a escuchar las frases que le gritaban sus fanáticos desde las
plateas y a la salida de los espectáculos. Algunos con delirio. No hay nada
raro en esa vuelta. La palabra nostalgia en su origen griego fue nóstos, es
decir, regreso al hogar. Rosita Fornés había regresado a la casa de las
emociones. Ella ha sobrevivido a la nostalgia.
Lázaro
Sarmiento Sánchez
El 22 de junio es entrevistada en el programa
HOLA OTA-OLA
Un día como hoy, 12 de septiembre, hace 80 años (1938) se
escuchó por
primera vez en publico el nombre de
ROSITA FORNÉS.
El lugar, los estudios de CMQ
Radio de Monte y Prado.
El programa, un Concurso de Aficionados nombrado
LA CORTE SUPREMA DEL
ARTE,
que fuera cantera de nuevos valores artísticos, muchos de
los cuales
llegarían a ser grandes estrellas de Cuba.
Sirva este video como Homenaje a la Radio Cubana,
a todos
los que de una forma u otra fueron participes del Concurso,
a las Estrellas Nacientes y en especial a La Fornés,
por
una larguísima trayectoria, colmada siempre por el éxito.
Gracias Rosita, por buena artista, por mejor persona y
por
el ÁNGEL que siempre te (nos) iluminó.
SALUD EN TUS 80, INOLVIDABLE VEDETTE.