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Antoniello, Entropía del alma

Objeto para paseos lluviosos

Por Juan Manuel Candal.



Entropía del alma es un título pertinente desde el momento en que representa de forma bastante fiel lo que esta bella plaqueta editada por Melón (editorial que sigue publicando quizás la mejor colección de poesía del momento; y si esto puede ser discutible, es obvio que al menos como objetos estéticos a un costo más que razonable estas ediciones son claramente insuperables). Sin embargo, se presta a un problema. El lector casual, que no conozca la escritura de Jimena Antoniello, puede dejarse llevar por ese sabor a disco de canciones melosas que tiene cualquier título que implique “…del alma”. Tranquilidad a los lectores: Antoniello es cualquier cosa excepto una escritora de versos melindrosos, como se verá.

Ya el primer poema, titulado “Esquina” deja claras las pautas, los márgenes dentro de los cuales la autora desarrollará su temática: la percepción del espacio que la rodea —generalmente melancólica en su descripción, como la de alguien siempre en busca de una esperanza que siempre está dos cuadras más adelante— y el retrato de su propia feminidad, de la necesidad de otro que complemente su «cóncava esquinidad de mujer».

Estos dos parámetros no funcionan como una limitación, sino más bien como un marco. Es sabido que de uno sólo de estos temas se han escrito poemarios excelentes. Pero la manera en que Antoniello elige entramar las dos temáticas: el adentro más íntimo y el afuera casi como grito de exogámica desesperación, funciona como el reversible de una pulsión, y esa pulsión se canaliza en la escritura de estos versos que buscan un tono entre callejero y cotidiano pero sin olvidar la necesidad estética propia de la poesía.

 

«Te exhorto a que me grites,

hasta que tu voz se quiebre

—delante de todos—

que solo importa el instante

cuando se enlazan mi ilusión

y tu mirada

en un abrazo carnal»

 

Desafía en “Provocación”, para luego contestarse en “Blues” casi con gesto repantigado en el último verso:

 

«Necesito que entiendas

que trastocas mi vida

y desgarras el ansia

cada vez que me intuyes. 

           Sin ofrecerme nada.»


Unas vueltas de página después, la autora, uruguaya de origen pero que vive en España desde hace tiempo, da rienda suelta a su nostalgia por aquella que llama “La ciudad” —y que entre paréntesis reclama como Montevideo—. Este acto, desde el título mismo, implica una pertenencia, un sentido de pertenencia. Podría haber titulado el poema simplemente con el nombre de la ciudad, pero necesita afirmar primero que es la ciudad para luego decir que la ciudad siempre será Montevideo.

 

«Aunque creas que te dejo

me llevas en tu alma

y en mis pies existes;

en mis ojos,

en mi rabia.


Porque el mustio amanecer de tu mirada

y aquellos cielos vestidos de plata

me cuentan

cada día

que volverás a rodearme,

y caminaré tus espaldas

como esos veinte años antes.»

 

Enseguida la nostalgia muda tonalmente de espacio y tiempo en un poema titulado “Estoy aquí”, en el que la autora dice que «Ya no intento arrancarte o acercarte en la hora del descanso, ni escribo poesías sobre el pupitre de trabajo». Esta frase es clave porque también nos recuerda aquellos márgenes antes planteados. Nada de poesía del costumbrismo rutinario. Antoniello quiere volcar la entraña en la página y allana el camino a través de un lenguaje muy ameno, sin florituras en exceso, de manera que comunican directamente con cualquier lector sensible, independientemente de género o gentilicio.

Entre las últimas páginas encuentro el poema más desconcertante, titulado “Personaje”. Con excelente ritmo y una rabia contenida pero palpable, esta invocación a una creación imaginaria tiene algo de cliché que es imposible pasar de largo. Pero inmediatamente retoma con “Delirio” parte de lo mejor de su plaqueta, volviendo a esa entropía que forma parte del título:


«La verdad es que me hago vieja;

se rompe la cáscara sutil de memorias

y se descubre a la mujer madura y prudente

en la que me has convertido.»

 

Estas páginas atestiguan la relación extraña, de atracción y rechazo a la vez por todo lo que implica la relación profunda con otro, siempre confusa y de emociones extremas que no tienen huella de serenidad. Como pinceladas de colores primarios, Antoniello expone los términos primitivos de la alienación propia del amor en los tiempos de la entropía. En muchos de estos poemas se aprecia la carnalidad de la prosa y el vuelque sincero del caos que no tiene miedo al derrape.

Cierra este poemario con “Sur”, en la cual comienza invocando a su Madrid actual, para luego deslizarse hasta un inevitable «Sin el hambre de caminar por tus espaldas, con la necesidad de ver que esperas siempre, impasible al viento y a mi exilio» en clara relación una vez más a su otra tierra, al otro lado del océano.

Entropía del alma parece construido como objeto para paseos lluviosos, para leer en una esquina, abrigado del frío y la ventisca. Antoniello no escribe para impresionar a los académicos y eso se agradece. Su impronta apunta al lector sensible que, tal vez, también pueda empatizar con este mapa de esquinas sin tiempo y horas como sutiles puñales.

 

 

 

 

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