Jimena Antoniello
SUBORDINADA
CIRCUNSTANCIAL
¿Te acordás de aquella frase, más bien pregunta, que me
hiciste hace años, mientras duró mi exilio voluntario en esos dominios
solitarios y flamantes, sí, era en una de esas varias cartas con sellos baratos
que nos enviamos cada mes, a modo de tertulia tímida y prudente pero con
colores íntimos y subjetivos (aunque nunca te atreviste a tanto ni yo tampoco),
donde me preguntaste en la posdata, como rogando una confesión, si estaba
enamorada de alguien; ahora te cuento ya que el tiempo me lavó la frente y los
ojos, te cuento que me dio mucha risa leer esa frase impresa con tinta vieja,
donde tu duda simulaba una confidencialidad inocente que me llagaba la piel;
una inconciencia de tu parte porque de haberte dicho la verdad, de haber
emergido de mi traje ridículo para referirte mi dolencia, mi desazón y mis
ganas locas de un contacto con las manos tuyas, o tu boca, o lo que fuera, me
daba lo mismo un pañuelo que una corbata, pero algo tuyo que fuera manifiesto,
entonces hubieras huido sin decir nada, deslizándote entre tus años y tu
trabajo, la responsabilidad de un esposo y la incapacidad de mi juventud; pero
en ese entonces te hubiese vociferado desde lejos, hubiera arañado el velo que
oscurecía tus ojos con tal de sentirme redimida y feliz de extirparte de mis
venas de una vez para siempre y suprimir (porque ya te comenté que no creo en
el olvido) tu apellido de mis días al decirte que esa respuesta era tan obvia y
tan tonta como la misma pregunta tuya, era un círculo cerrado, si serás bobo
nunca te diste cuenta de nada, si serás bobo te lo respondí mil veces en versos
torcidos y enunciados célebres a base de subordinadas circunstanciales y
objetos indirectos; ahora con los años se me ocurre pensar, mirá que estupidez
la mía, pensar que tal vez la pregunta era insinuante y en realidad lo que
pretendías era corroborar una idea que ya habías intuido, o incluso saciar tu
ego masculino y longevo con un si bajito e inexperiente de alguien que
nunca tuvo el valor de confesar lo que sintió con tanto ímpetu, con tal de
hacer un bien y ocultar la verdad de toda una juventud junto al deseo truncado
de sexo contigo o muestra de coste aproximado; pero esto vino a cuento en esta
tarde caliente de un verano escéptico nuevamente lejos de mi casa y de vos, ya
sin rencores y sin ansias, solamente con una tenue reminiscencia pasajera de
una existencia que dejo atrás y una postal que no contestaste jamás, y entonces
la duda me atravesó la sien como una aguja caliente para devolverte la misma,
esta vez con tono jocoso y melancólico, y saber si en realidad vos querías que
mi respuesta fuese afirmativa y coincidiera mi nombre con el tuyo; te acordás
de la frase, más bien de la pregunta...?
—¿Estás enamorada?- indagaste. ...Fue de vos.
|