Jimena Antoniello EXILIO
Mi
hermano Alfredo es uno de esos tipos (tipo joven) que estuvo en el exilio la
mayor parte de su juventud. Un exilio entre voluntario, sorpresivo y afectivo.
Él nunca lo va a admitir, pero cuando tuvo la primera oportunidad para volver a
Montevideo, no quiso. Más bien no pudo; miedos del corazón. Ahora, después de
exactamente diez años vuelve a casa. A casa con los viejos, con los amigos, con
el cariño del sur y su rambla. Eso no se cambia por nada. Fueron diez años de
desencuentros y trabalenguas. Y casi diez años de amor. Pero a Alfredo se
le cansaron los brazos y le atravesaron el ánimo. Y así, muerto de desidia y de
sueño, con el picor en los ojos, por fin se dio cuenta que la oportunidad de
volver era ahora. Así que dejó todo. Hizo su maleta, vendió su coche, dejó el
pisito que alquilaba en Madrid, por allá, por Avenida de América ¡mirá qué
coincidencia morbosa! Y sin demasiado remordimiento y con mareo, decidió el
segundo viaje más importante de su vida. Volver.
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