1. LOS PRETENDIENTES AL

TRONO

El progresivo convencimiento de que Carlos II no iba a tener descendencia activó la pugna por hacerse con su herencia. Inicialmente, el candidato designado era José Fernando Maximiliano, hijo del elector de Baviera, pero en los primeros días de 1699 cayó enfermo de manera repentina, siéndole diagnosticadas unas viruelas locas. El tratamiento prescrito no fue resolutivo, el 5 de febrero se agravaba su estado de salud, lo que le llevaba a fallecer de madrugada. Dado que ello iba a permitir la entrada de los Borbones en el trono español, en numerosas cortes europeas circuló el rumor de que el niño fue envenenado siguiendo instrucciones de Versalles.

Volvía a presentarse el problema de elegir entre el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo y bisnieto de Felipe III, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y bisnieto de Felipe IV. La reina apoyaba al candidato austriaco, pero Carlos pensaba que sólo el apoyo de Francia, cuyas tropas se hallaban en la misma frontera española, podía garantizar la conservación de la monarquía en toda su integridad, y ello le hizo decidirse por Felipe, decisión que mantuvo hasta el último momento, sin ceder ante ningún género de presión. Un mes antes de su muerte hizo escribir en su testamento el nombre de Felipe de Anjou, a la vez que conminaba a sus vasallos para que no permitieran "la menor desmembración ni menoscabo de la monarquía".

2. LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA

Si bien en un principio sólo Austria se negó a reconocer a Felipe V como rey de España, una serie de torpezas cometidas por el monarca francés Luis XIV traería como consecuencia una larga guerra, que durante doce largos años ensangrentaría los campos europeos.

2.1. Las causas

- La oposición austriaca al testamento de Carlos II.

- La política desacertada del Rey Sol al declarar, en diciembre de 1700, que el nuevo monarca español, su nieto, no podía renunciar a sus derechos sobre la corona francesa, lo que abría la posibilidad de reunión de ambos tronos en un solo soberano, rompiéndose así la Teoría del Equilibrio Europeo.

- La apertura a Francia del comercio con las Indias, que provocó el recelo de Inglaterra y Holanda.

- La toma por parte de Francia de las plazas de la “Barrera Belga”, lo que suponía un peligro para la Holanda.

2. 2. Los contendientes

El emperador Leopoldo I supo aprovechar hábilmente aquella situación para formar la Gran Alianza de La Haya (1 septiembre de 1701), en la que se integraron Austria, Inglaterra, y la mayor parte de los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico. A esta coalición se unieron, en 1703, Portugal y Saboya. Cada uno de los aliados pretendía una parte de Imperio español: si alcanzaban la victoria, Inglaterra recibiría Menorca, Gibraltar, Ceuta y la tercera parte de las Indias españolas; Holanda, parte de Flandes y otro tercio de las Indias; El Milanesado sería para el Imperio; Galicia y Extremadura para Portugal; y el resto de la monarquía española quedaría para el archiduque Carlos, segundo hijo del emperador alemán.

Frente a ellos, Felipe V contaba con Francia, dos príncipes alemanes, y como es natural con España, aunque algunos súbditos de la corona de Aragón cambiarían de bando en 1705.

2. 3. Los jefes militares

En esta contienda tuvieron ocasión de distinguirse grandes militares, entre los cuales merecen mención:

El general inglés John Churchill, duque de Marlborough, cuyo nombre se hizo tan famoso en Francia y en España, que se ha perpetuado en ambos países en canciones infantiles: el célebre Mambrú, vulgarización de su título nobiliario.

Jacobo Stuart Fitz-James, duque de Berwick, hijo natural del rey Jacobo II de Inglaterra y sobrino de Marlborough, que se naturalizó francés al perder su padre la corona, y consiguió para los borbones el triunfo de Almansa.

El mariscal Eugenio de Saboya-Carignano que, aunque nacido francés, combatió en el bando austriaco.

Claudio Luis Héctor, duque de Villars, mariscal de Francia, posiblemente el mejor general de Luis XIV en la Guerra de Sucesión.

Luis José de Borbón, duque de Vendome, militar francés fallecido en Vinaroz y sepultado en El Escorial por orden de Felipe V.

2. 4. Guerra europea

Los hechos de armas fueron, en general, desfavorables para las tropas borbónicas a lo largo del conflicto en los campos de Europa (exceptuando la Península). Las hostilidades comenzaron ya en 1701 en el norte de Italia, entre austriacos y franco-españoles, resultando heridos el propio Felipe V en Luzzara (14-15 de agosto de 1702). En el frente de batalla de Flandes y el Rin, Marlborough se apoderó de Lieja y, junto a Eugenio de Saboya, venció a los franceses en Höchtädt (13 de agosto de 1704). Una reacción hispano-francesa permitió la toma del Ducado de Saboya. Poco antes, el 4 de agosto de 1704, la escuadra inglesa había ocupado Gibraltar en nombre del pretendiente.

En 1706, tras las decisivas batallas de Ramillies y Turín, España dejaba de dominar Flandes y el Milanesado. En 1707, la escuadra anglo-holandesa se apoderaba de Orán, Cerdeña y Menorca. En 1709, Luis XIV inició gestiones para conseguir la paz, pero fracasaron ante las duras condiciones de los aliados, que le exigían luchar contra su propio nieto. Aquel mismo año, los partidarios del archiduque consiguieron que éste fuese reconocido como rey de España por el Papa Clemente XI, lo que provocó la ruptura de relaciones entre Felipe V y el Vaticano.

Los fallecimientos sucesivos de Leopoldo I (1705) y de su primogénito José I (1711), que elevaron al trono imperial al archiduque Carlos, resultaron decisivos. Inglaterra, que entre otras cosas luchaba para impedir la

eventualidad de la unión de las coronas francesa y española, viendo que de continuar la contienda, con toda seguridad acabarían reunidos los tronos del Sacro Imperio Romano Germánico y España, se apresuró a comenzar las negociaciones de paz, que culminaron en 1712 con la renuncia de Felipe V a sus derechos sucesorios sobre el trono francés. Ni Holanda, ni Portugal, ni el Imperio aceptaron el cese de hostilidades, continuando la guerra en Flandes, donde Villars derrotó a Eugenio de Saboya cerca de Denain, victoria que permitió un respiro a Francia. Portugal, y poco después Saboya y Holanda, se adhirieron armisticio unos meses más tarde; sólo Austria mantuvo la guerra hasta que la ocupación francesa de Friburgo obligó a los Habsburgo a firmar la paz.

2. 5. Guerra Civil

Pero en 1705 se produciría un acontecimiento vital para nuestra historia, la Guerra de Sucesión Española, además de su carácter internacional, pasó a ser una contienda civil. Hacía más de cuatro años que Felipe V reinaba en España con el acatamiento de todos sus súbditos, cuando en el verano de 1705, algunos territorios de la corona de Aragón reconocieron como rey al pretendiente austriaco con el nombre de Carlos III, desacatando la autoridad de Felipe V. Este levantamiento vino determinado por:

- La propaganda austriaca, que insistía en el carácter centralista de la administración borbónica.

- Algunos atentados cometidos contra el régimen autónomo tradicional.

- La coactiva presencia de la escuadra aliada en distintos puertos mediterráneos.

Dentro de la gran complejidad de la sublevación, se puede, sin embargo, afirmar la ausencia en todo momento de un sentimiento separatista. En el plano estamental, la confrontación presentó un doble cariz; en la corona de Castilla, pueblo y clero apoyaron la causa borbónica, mientras la alta nobleza era partidaria del archiduque; por el contrario, en la corona de Aragón, se invirtieron los términos.

En 1706 la causa se presentaba mal para Felipe V, llegando al extremo de tener que abandonar Madrid ante el ataque del pretendiente. En abril de 1707, las fuerzas franco-españolas derrotaron al ejército aliado en Almansa, propiciando así la caída de gran parte

de los reinos valenciano y aragonés. Durante 1708, las tropas felipistas completaron su dominio sobre Valencia al tiempo que avanzaron hacia Cataluña.

En 1710, una ofensiva aliada desde Barcelona logró detener a las fuerzas borbónicas en Almenara, llegando incluso a tomar de nuevo Madrid. Sin embargo, las victorias de Brihuega y Villaviciosa de Tajuña (Guadalajara), decidieron la guerra en España a favor de Felipe V. Poco a poco, los austriacos abandonaron Cataluña a su suerte. Barcelona cayó tras heroica resistencia en 1714.

Con la toma de Palma de Mallorca en julio de 1715 terminaba definitivamente la Guerra de Sucesión Española, cuando hacía tiempo que se había firmado la paz general.

2. 6. Los tratados de paz

En virtud de los tratados de Utrecht y Rastatt, las potencias europeas reconocían como rey de España y de las Indias a Felipe V, con renuncia por su parte a suceder al trono francés, así como de los Borbones franceses a la corona española. Inglaterra recibía Gibraltar y Menorca, además de la autorización de enviar anualmente un navío de «permiso» de quinientas toneladas a comerciar a la América española, y el monopolio de la trata de negros. Austria era recompensada con los Países Bajos, Cerdeña, el Milanesado, Mantua, Mirandola y Comachio. Sicilia pasaba a poder de Saboya; y a Portugal se le devolvía la colonia de Sacramento, conquistada por España en 1705.

En suma, estos tratados significaron el triunfo de Inglaterra y de su política de equilibrio europeo, el ocaso de Francia como primera potencia, y la ruina de la hegemonía española en Europa.

3. LA SITUACIÓN DE LA COMARCA DURANTE 1705 Y 1706

En mayo de 1705, una escuadra anglo-holandesa de 170 naves partió de Lisboa llevando al pretendiente con un ejército de 20.000 hombres. Tras el infructuoso intento de tomar Cádiz, se internó en el Mediterráneo. El 8 de agosto, parte de esta flota desembarcó en la ciudad de Denia, dando un giro completamente nuevo a la guerra.

Fue Denia la primera plaza de la corona de Aragón en proclamar rey a Carlos III. Desde allí, los ingleses se apoderaron de Gandía y Alcira, llegando a Valencia el 16 de diciembre. Este período de cuatro meses fue suficiente para

movilizar a los pueblos del Obispado de Cartagena, bajo las órdenes del titular don Luis Belluga. Durante la pascua de Navidad de 1705, permanecieron acantonadas en Almansa once compañías auxiliares integradas por voluntarios e Chinchilla, El Villar, Albacete, La Gineta, La Roda, Tobarra, Montealegre, Carcelén, Alpera, El Bonillo y Munera, de donde partieron el 16 de enero de 1706 para socorrer a Fuente la Higuera, amenazada por las tropas del pretendiente, que contaban con 600 hombres en Mogente. Mientras tanto, un tal don Juan Tárrega reclutaba voluntarios en Játiva

y Onteniente, con los que pensaba sitiar y tomar Almansa por Fuente la Higuera y Ayora. Ante estas noticias, los almanseños procedieron a prepararse para resistir el asedio. A primeros de febrero, pudieron salir tres compañías con destino a Villena y Fuente la Higuera. Pese a todo, la villa se cercó, se pusieron centinelas en el castillo y se solicitó aprovisionamiento de pólvora y balas. Días después se informaba en el Cabildo de la capitulación de Fuente la Higuera. Sin embargo, esta población sería reconquistada en los meses siguientes, pues en mayo se hallaba de nuevo en poder de las tropas leales a Felipe V.

El 6 de dicho mes salían de Almansa doscientos hombres solicitados por el obispo de Cartagena para realizar una ofensiva hacia Bocairente y Alcoy. A finales de junto, se consiguió de nuevo la capitulación de Fuente la Higuera; los espías informaron de la presencia en dicha villa de doscientos jinetes y de setecientos ingleses más acampados entre los pueblos de Vallada y Mogente, así como de gran número de paisanos, que mostraban intenciones manifiestas de marchar sobre la villa de Almansa.

El 6 de julio, se recibió en ésta una carta del comandante de Ayora, Diego Grau, pidiendo 25

arrobas de trigo, 8 arrobas de balas, 4 arrobas de pólvora y 2 fanegas de sal, reiterando su acatamiento a Felipe V; demanda a la que no pudieron acceder los almanseños por no haber podido realizar la siega todavía. En este sentido, se realizaron gestiones ante los adversarios con el fin de negociar una tregua que permitiese a ambos lados la necesaria recolección de sus mieses. Conseguido el alto el fuego, éste no tardó mucho en romperse cuando un almanseño fue hecho prisionero.

El 23 de julio llegó a Almansa el comandante de Ayora, informando de que aquélla había caído en poder de los aliados. Una semana después se recibió una carta de Montealegre en la que se comunicaba que Alpera

se hallaba sitiada por el enemigo y solicitaba socorro inmediato. No hubo necesidad de ello, los alperinos se hicieron fuertes en un recinto fortificado y lograron repeler la invasión:

“...aunque los micaletes del Reyno de Valenzia, por el tiempo de su asedio y turbazión, intentaron inbadir a dicha villa de Alpera, no lo pudieron conseguir por aberse fortificado sus vezinos en vn rezinto dentro del qual estaban las casas del señor de la villa y la de Juan Zevrián de la Mota, su escribano, por cuia razón no rezivieron daño alguno en lo interior de dicha villa...”.

El 20 de agosto de 1706 se presentó en Almansa un tambor que portaba un despacho de don Juan Jacinto Tárrega y Salvador

(a cuyo mando se hallaba acantonado en Ayora un regimiento de dragones reales del pretendiente) quien, como descendiente de almanseños, conminaba a las autoridades locales a prestar juramento de fidelidad a Carlos III, ofreciendo a cambio algunas garantías de no tomar represalias si se aseguraba el tránsito libre de mercaderes, tropas, carruajes y demás bagajes del ejército aliado.

4. MOVIMIENTO DE TROPAS ENTRE MARZO Y ABRIL DE 1707

La presencia de los ejércitos borbónicos acuartelados en Murcia y La Mancha auguraba un enfrentamiento decisivo. En marzo de 1707, el mariscal Berwick instaló su cuartel general en Jumilla. Reorganizadas las tropas aliadas en la Hoya de Castalla, el 5 de abril partían para Mogente, para acampar un día después junto a Fuente la Higuera. Al tener conocimiento del elevado número de enemigos, Berwick se retiró con sus tropas hasta Chinchilla, donde se dispuso a esperar la llegada de refuerzos, que al mando del duque de Orleans ya habían salido de la Corte.

Las fuerzas del pretendiente austriaco a las órdenes del Marqués de las Minas, decidieron flanquear Almansa por el sur, dirigiéndose por Caudete hasta Yecla, donde entraron el 13 de abril, para continuar su avance por Montealegre (16 de abril) y Pétrola (17 de abril).

Berwick dispuso sus tropas en orden de batalla, en vista de lo cual, el ejército aliado volvió sobre sus pasos y se instaló en Villena, circunstancia esta última que aprovecharon los franco-españoles para avanzar a su vez por Montealegre, llegando a los campos de Villena el día 20 abril. Ante la dificultad que ofrecía aquel terreno para el despliegue de la caballería, Berwick optó por retroceder hasta Almansa, donde el día 21 sus tropas recibieron el oportuno aprovisionamiento.

El 23 de abril salió el mariscal de esta villa con su estado mayor y una escolta de caballería, con el fin de observar las posiciones del enemigo, hallándolo acampado en terreno tan poco favorable, que ninguno de sus generales vio posibilidad de triunfo en caso de atacarles en aquel lugar.

El 24, las fuerzas aliadas marcharon sobre Caudete: querían aprovechar su superioridad numérica sin dar tiempo a que el ejército que encabezaba el duque de Orleans pudiera unirse a las tropas de Berwick.

5. LA BATALLA DE ALMANSA

(Según el Conde de Pinto)

El 25 de abril de 1707, día de San Marcos, a las 11 de la mañana comenzó a llegar la vanguardia del ejército aliado a los llanos de Almansa, hallándose ya en perfecto orden de batalla a las 2 de la tarde. Se trataba de una heterogénea fuerza integrada por treinta y dos batallones portugueses, veintiuno anglo-holandeses, en un número aproximado de treinta mil infantes y seis mil de a caballo, disponiendo de

cuatro baterías con un total de veintidós cañones; todos ellos bajo el mando supremo del marqués de las Minas, que disponía de una primera línea formada por los tenientes generales Herle, Dona, Galloway y Gilari; y los mariscales de campo Silute, Don Juan Manuel y el conde de Villaverde; y una segunda, integrada por los generales de caballería don Juan de Atayde y el conde de Atalaya, así como el teniente general Frison y el mariscal de campo don Pedro Vasconcelos.

Frente a ellos, las tropas borbónicas oponían cincuenta batallones franco-españoles con un total aproximado de veinticinco mil

infantes, nueve mil jinetes y tres baterías con diecinueve cañones; formados a las órdenes del mariscal duque de Berwick, asistido en la primera línea por los tenientes generales duque de Populi, monsieur de la Badie, don Carlos de San Gil, monsieur Davaray, y los mariscales de campo Silly, conde Pinto, Vallet, Vicentelo y Medinilla; y en la segunda, por los tenientes generales Caballero D'Asfeld, monsieur Debessy, duque de Hauvre, Caballero Croix, marqués de la Verre, Pons y Mahony.

Evidentemente, la

infantería aliada era superior a la franco-española, cuya caballería, sin embargo, contaba con mayores efectivos. Este aparente equilibrio de fuerzas mantuvo indecisa la lucha durante más de hora y cuarto, hasta que la superioridad de la caballería borbónica terminó por inclinar la victoria a su favor; aunque, según la princesa de los Ursinos, esta batalla se ganó gracias al soborno de cien mil doblones que se dieron al general holandés.

Comenzaron las hostilidades a las dos y media de la tarde con nutridas descargas de artillería, hasta que el ala izquierda aliada avanzó con ánimos de apoderarse de una batería borbónica. Respondió a ello una carga de la caballería franco-española que, rompiendo la primera línea enemiga, llegó hasta su segunda. Acto seguido, Berwick ordenó el avance a bayoneta calada de la infantería de su ala derecha, aprovechando el desconcierto sembrado en el flanco izquierdo aliado.

Mientras, en el centro, la infantería del marqués de las Minas lograba avanzar, consiguiendo dos batallones ingleses pasar más allá de la segunda línea franco-española, donde fueron envueltos por cuatro escuadrones de dragones y pasados íntegramente a cuchillo.

Entre tanto, el ala izquierda borbónica avanzaba con gran dificultad ante la enconada resistencia opuesta por las unidades del flanco aliado que,

viendo la brecha abierta en su izquierda por el ala derecha de Berwick, dando la batalla por perdida, intentaron organizar su retirada, a la espera de ganar las alturas de la Sierra cercana al amparo de la noche; sin embargo, perseguidos por la infantería franco-española, fueron obligados a bajar de nuevo al llano donde fueron masacrados por la caballería del ala derecha borbónica que, inmediatamente después inició la persecución del flanco izquierdo aliado, el cual, asimismo se batía en retirada.

La falta de luz permitió a los fugitivos alcanzar las alturas del cerro de la Cueva (hoy cerro de Los Prisioneros), donde fueron rodeados y obligados a rendirse al romper el nuevo día, siendo hechos prisioneros cinco batallones ingleses, cinco holandeses y tres portugueses.

LA BATALLA DE ALMANSA SEGÚN

EL HISTORIADOR HENRY KAMEN

(KAMEN, H. “Imperio. La forja de España como potencia mundial”; Círculo de Lectores; Barcelona 2003; pp.509 y 510).

En su obra "Imperio", tomando como fuente a su compatriota Arthur Parnell, el historiador inglés afincado en España Henry Kamen nos ofrece otra versión de la batalla de Almansa, evidentemente desde el punto de vista británico:

"...Los años 1705 y 1706 fueron particularmente infortunados para las fuerzas franco-españolas de la Península. Hacia finales de 1705 la armada británica posibilitó la captura de Valencia y Barcelona y en el verano de 1706 el ejército portugués ocupó Madrid; un momento particularmente triunfal para los soldados portugueses, que apenas podían creerse que hubieran derrotado a la poderosa monarquía española.

El resultado de la lucha no podía haber ofrecido mejor balance para las tropas de Berwick que, con apenas mil quinientas bajas entre muertos y heridos, consiguieron infligirle al ejército aliado más de cinco mil, haciendo cerca de once mil prisioneros, entre ellos cinco mariscales de campo, siete brigadieres y veintisiete coroneles; tomándole, además todas sus piezas de artillería, 120 de las 137 banderas y estandartes que portaban, así como la totalidad del equipaje y bagajes que habían quedado en Fuente la Higuera.

Temiendo lo peor, en febrero de 1706 Luis XIV nombró a Berwick mariscal de Francia y lo envió a España para que dirigiese la campaña contra los portugueses; un año después, el rey francés desplazó a España un nuevo contingente de soldados franceses al mando de su sobrino, el duque de Orleans.

James Fitz-James, primer duque de Berwick, era hijo ilegítimo de Jacobo II, último rey católico de Inglaterra, y de la hermana del duque de Marlborough. Contaba treinta y cuatro años había estado al servicio de Francia con rango de general desde 1693.

En la primavera de 1707 se vio al mando de todas las tropas francesas de la península Ibérica, inmersas en una campaña por recuperar la ciudad de Valencia. Muy pronto, las fuerzas británicas y portuguesas a las órdenes del conde de Galway y del marqués das Minas presentaron batalla.

Al alba del 25 de abril, Berwick situó sus efectivos en un terreno elevado con vistas a la llanura que se extiende ante la localidad de Almansa. Era mediodía antes de que las fuerzas de Galway alcanzaran la llanura y se alinearan aproximadamente a kilómetro y medio de la posición del ejército borbónico.

Las tropas franco-españolas, comandadas por Berwick, Popoli y d’Asfeld, sumaban en torno a 25.000 hombres; la mitad eran franceses, había también un regimiento irlandés y el resto eran españoles.

Galway y Minas contaban con unas fuerzas considerablemente menores, de alrededor de 15.000 hombres, de los que la mitad eran portugueses, una tercera parte ingleses y el resto holandeses, hugonotes (protestantes franceses) y alemanes; no había españoles.

La batalla, que comenzó a primera hora de la tarde y duró unas dos horas, dio como resultado una derrota completa de las fuerzas de Galway. Las bajas de los aliados se cifraron en al menos 4.000 muertos (en su mayoría ingleses, holandeses y hugonotes) y 3.000. Habrían sido mucho mayores de no ser porque la mayor parte de los portugueses salieron huyendo poco después de comenzar la lucha.

Entre muertos y heridos las bajas de Berwick

fueron también muy sustanciales: en torno a 5.000. Orleans llegó al día siguiente de la victoria, demasiado tarde para compartir su gloria. Berwick, que siempre se consideró inglés y evitó en lo posible combatir con los ingleses, invitó a los oficiales prisioneros a un gran banquete que celebró en su honor dos días después.

La importancia de Almansa, la batalla decisiva de la Guerra de Sucesión en la Península, está fuera de toda duda. Gracias a ella, Felipe V recuperó Valencia definitivamente, el principal ejército aliado fue destruido, se recobró la iniciativa moral y el archiduque se vio obligado a confiar únicamente en los recursos de sus partidarios catalanes.

En Almansa, el mariscal duque de Berwick salvó la sucesión borbónica. Años después, Federico el Grande Prusia la describió como la batalla más impresionante del siglo...".

CONSECUENCIAS

DE LA

BATALLA DE ALMANSA

Caída de los reinos de Aragón y Valencia

El 26 de abril de 1707 llegaba a Almansa el duque de Orleáns; sus fuerzas, unidas a las de Berwick, marcharon el 27 de abril hacia Requena, que se rindió el 6 de mayo. Seis días después Valencia se sometía a Berwick, y el 26 del mismo mes el duque de Orleáns entraba en Zaragoza. Uno de los hechos más lamentable se produciría en Játiva. Fiel al archiduque hasta el último momento, soportó el sitio desde el 26 de mayo al 6 de junio. Sin atender los consejos del duque de Orleans y de numerosas personalidades del reino valenciano, Felipe V ordenó que la ciudad fuese quemada y le fuese cambiado el nombre por el de San Felipe.

Pérdida de los fueros

La frase pronunciada por Berwick al entrar en Valencia despejaba cualquier tipo de duda respecto al futuro de los fueros valencianos: "...este Reyno ha sido rebelde a Su Majestad y ha sido conquistado, haviendo cometido contra Su Majestad una grande alevosía; y así, no tiene más privilegios ni fueros que aquellos que Su Magestad quisiere conceder en adelante...".

El 29 de junio de 1707, Felipe V promulgaba el Decreto de Nueva Planta, que venía a abolir los fueros de Aragón y Valencia.

Como consecuencia, los valencianos perdían todas sus instituciones de gobierno y quedaban sometidos, tanto en el aspecto administrativo, como en el relativo al derecho privado, a las leyes de Castilla.

"...Considerando haber perdido los Reinos de Aragón y de Valencia, y todos sus habitadores por el rebelión que cometieron, faltando enteramente al juramento de fidelidad que me hicieron como a su legítimo Rey y Señor, todos sus fueros, privilegios, exenciones y libertades que gozaban y que con tan liberal mano se les habían concedido, así por mí como por los Señores Reyes mis predecesores, particularizándolos en esto de los demás Reinos de esta Corona; y tocándome el dominio absoluto de los referidos reinos de Aragón y de Valencia, pues a la circunstancia de ser comprendidos en los demás que tan legítimamente poseo en esta Monarquía, se añade ahora la del justo derecho de la conquista que de ellos han hecho últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión; y considerando también, que uno de los principales atributos de la Soberanía es la imposición y derogación de leyes, las cuales con la variedad de los tiempos y mudanza de costumbres podría yo alterar, aun sin los graves y fundados motivos y circunstancias que hoy concurren para ello en lo tocante a los de Aragón y Valencia.

He juzgado conveniente (así por esto como por mi deseo de reducir todos mis reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales, gobernándose igualmente todos por las leyes de Castilla tan loables y plausibles en todo el Universo) abolir y derogar enteramente, como desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios, práctica y costumbre hasta aquí observadas en los referidos reinos de Aragón y Valencia; siendo mi voluntad, que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia alguna en nada; pudiendo obtener por esta razón mis fidelísimos vasallos los Castellanos oficios y empleos en Aragón y Valencia, de la misma manera que los Aragoneses y Valencianos han de poder en adelante gozarlos en Castilla sin ninguna distinción; facilitando yo por este medio a los Castellanos motivos para que acrediten de nuevo los efectos de mi gratitud, dispensando en ellos los mayores premios, y gracias tan merecidas de su experimentada y acrisolada fidelidad, y dando a los Aragoneses y Valencianos recíproca e igualmente mayores pruebas de mi benignidad, habilitándolos para lo que no lo estaban, en medio de la gran libertad de los fueros que gozaban antes; y ahora quedan abolidos: en cuya consecuencia he resuelto, que la Audiencia de Ministros que se ha formado para Valencia, y la que he mandado se forme para Aragón, se gobiernen y manejen en todo y por todo como las dos Chancillerías de Valladolid y Granada, observando literalmente las mismas regalías, leyes, práctica, ordenanzas y costumbres que se guardan en estas, sin la menor distinción y diferencia en nada, excepto en las controversias y puntos de jurisdicción eclesiástica, y modo de tratarla, que en esto se ha de observar la práctica y estilo que hubiere habido hasta aquí, en consecuencia de las concordias ajustadas con la Sede Apostólica, en que no se debe variar: de cuya resolución he querido participar al Consejo para que lo tenga entendido.

El recuerdo de aquella represión permitió acuñar una máxima que todavía suele escucharse hoy día, casi 300 años después:

"Quan el mal ve d’Almansa a tots alcança".

Feria y título para Almansa

Impacto para Almansa

El triunfo borbónico supuso para los almanseños el fin de la inseguridad y la tensión que existieron en la comarca desde que en 1705 las tropas aliadas desembarcaron en Denia.

La presencia del ejército franco-español trajo consigo desagradables incidentes; algunos soldados incontrolados se dedicaron al robo de ganado, así como al asalto de casas de campo, molinos e incluso de la ermita de Nuestra Señora de Belén, aunque la imagen no estaba allí sino en la villa.

A ello hay que unir los elevados gastos que supuso para los vecinos de Almansa su contribución al mantenimiento de un ejército tan numeroso y al sostenimiento de los hospitales improvisados para atender a los heridos.

Así vemos como el 28 de abril de 1707, el caballero d’Asfeld, exigía al concejo 400 colchones, 200 doscientos jergones, 600 mantas, todo el lienzo y vendas disponibles y 400 escudillas con destino al hospital de franceses, además de las cuadrillas de hombres necesarias para enterrar a los muertos.

Todo esto es prueba de que, al menos económicamente, los almanseños también sufrieron un duro quebranto.

El 12 de agosto de 1707, una real cédula otorgaba a la villa de Almansa quince días de feria franca, a comenzar desde el día de San Marcos (25 de abril).

Asimismo, con fecha 19 de julio de 1707, Felipe V concedía a la población el título de "Muy Noble, Muy Leal y Felicísima".

EVOCACIONES DE LA BATALLA DE ALMANSA

Obelisco conmemorativo

Una real provisión, fechada en Madrid el 10 de septiembre de 1707, ordenaba el levantamiento de un monumento conmemorativo de la batalla.

El 15 de noviembre de 1708, el concejo almanseño dictaminaba que el terreno donde en un principio se pensaba ubicar el obelisco era pantanoso y muy distante de la villa, por lo que se acordó designar otro emplazamiento situado por encima del nivel de inundación, en el paraje conocido como "las carrericas blancas". Este monolito fue destruido tras el triunfo de la revolución que destronó a Isabel II en 1868.

El Regimiento de Infantería de Almansa

La importancia que los Borbones dieron a esta batalla queda demostrada por el hecho de imponer el nombre de Almansa a un regimiento de infantería.

El 9 de julio de 1709, se creaba el Regimiento de Infantería de Almansa, de sobrenombre "El Atrevido", que se distinguió en la campaña de Italia (1710), la Guerra de la Independencia y las guerras de Cuba y África; y fue disuelto en 1960.

La fragata Almansa

Mediado el siglo XIX, fue bautizada una fragata con el nombre de Almansa, que fue buque escuela de la Armada española y participó en el bombardeo del puerto de El Callao (Perú). Todavía en la actualidad, el segundo mástil, mayor proel, del buque escuela Juan Sebastián Elcano, recibe el nombre de Almansa en recuerdo de aquélla.

El cuadro de Bonaventura Ligli

Felipe V encargó la realización de un óleo alusivo a la batalla a los italianos Bonaventura Ligli y Filipo Palotta, el primero de ellos como pintor y el segundo como topógrafo.

El lienzo, de grandes dimensiones (1,63 x 3,90), llegó al Museo del Prado procedente de las colecciones reales entre las primeras obras que se remitieron de palacio, ya que lleva el número 8 del registro de inventario.

Desde 1983 se encuentra en depósito en el palacio de la Generalidad de Valencia. El Ayuntamiento de Almansa intentó conseguirlo para la ciudad, pero ante el fracaso de sus gestiones encargó una copia al artista local, Paulino Ruano.

El cuadro de Ricardo Balaca

Otro cuadro de la Batalla de Almansa se halla en el palacio de las Cortes. Es obra del pintor Ricardo Balaca, que lo pintó cuando tenía 17 años. Se trata de un óleo sobre lienzo de 1,40 x 2,29 m y fue premiado con Mención Ordinaria en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862.

Grabados. Medalla conmemorativa

El Instituto de Estudios Albacetenses posee algunos grabados de la batalla de Almansa; el mejor de ellos es un aguafuerte de 14,2 x 8,6 cm. de principios del siglo XIX, obra de T. L. Enguidanos y A. Blanco, que procede del tomo 16 del Compendio de Historia Universal; una litografía de 19 x 14, obra de J. Serra.

Y otra litografía firmada por A. Roca de 9,7 cm. de alto por 15,2 cm. de ancho, que en realidad es una reproducción del cuadro de la batalla de Denain, obra del pintor Jean Alaux realizada en 1839.

En el siglo XVIII, formando parte de una serie dedicada al reinado de Luis XIV, se acuñó en Francia una medalla en bronce de 41 mm de diámetro, en cuyo reverso puede leerse, en latín: "Vencidos los enemigos junto a Almansa el 25 de abril de 1707".

Almansa en la Plaza de España de Sevilla

La Plaza de España fue construida para la Exposición Iberoamericana del año 1.929. Está bordeada por un canal cruzado por 4 puentes que representan los 4 antiguos reinos de España. En las paredes se divisan un repertorio de bancos y ornamentos de azulejos que forman espacios alusivos a las provincias españolas; pues bien, en representación de la provincia de Albacete, figura una reproducción de la Batalla de Almansa.