Cuando las parejas casadas son físicamente aptas, tienen el privilegio de proporcionar cuerpos terrenales para los hi- jos espirituales de nuestro Padre Celestial. Así toman parte en el gran plan de felicidad, el cual permite que los hijos de Dios reciban cuerpos físicos y tengan la experiencia de la vi- da terrenal. Si eres casado, tú y tu cónyuge deben hablar sobre la sa- grada responsabilidad de traer hijos al mundo y de nutrirlos en rectitud. Al hacerlo, tomen en cuenta la santidad y el sig- nificado de la vida; mediten en el regocijo que se recibe al te- ner hijos en el hogar; consideren las bendiciones eternas de tener una buena posteridad. Con un testimonio de estos prin- cipios, tú y tu cónyuge estarán preparados para decidir, con oración, cuántos hijos tener y cuándo tenerlos. Esas decisio- nes deben tomarlas ustedes dos y el Señor. Al conversar acerca de este asunto sagrado, recuerda que las relaciones sexuales dentro del matrimonio son divinamen- te aprobadas. Aunque uno de los propósitos de esas relaciones es proporcionar cuerpos físicos para los hijos de Dios, otro ob- jeto es expresar amor mutuo y unir al esposo y la esposa con lealtad, fidelidad, consideración y un propósito común. | Leales a la Fe |