CRÍTICA LITERARIA POESÍA MIGUEL CARLOS VIDAL Juan Carlos Valle (“Karlotti”), en el inicio orensano, es, ante todo, un poeta, un excelente y muy singular poeta. Y es, al mismo tiempo, sin duda por decisión propia, en él muy natural, un orensano del mundo a quien le vienen estrechos los trajes que se expenden tanto en eso que llamamos el censo como en las preceptivas literarias. De ahí el que a Juan Carlos Valle se le podría ¿definir? como una especie de poeta ácrata y libérrimo, y hasta casi, si se me apura, sobre todo, desde el punto de vista de la forma, como un poeta libertario. Digamos, por cuanto se refiere a su obra publicada, que ésta constituye un dificilísimo ejemplo de síntesis, de zigzagueo poetizante, y que la misma se erige o construye siempre con rebeldía –pero siempre, también, con fortuna– sobre un decir levísimo y rápido, casi etéreo, el cual se desliza, salta y vuela sobre imprevisibles estructuras, unas veces horizontales, otras verticales, pero todas ellas de original y sorprendente técnica alógica, visionaria, automática (superrealismo, ultraismo, otras vanguardias) y generadoras –dichas estructuras– de electrizantes descargas líricas en el lector sensible y avezado. Me estoy refiriendo, claro está, a su libro titulado “Postales de humo”, editado por la Asociación Cultural Fuco-Buxán, Ferrol, 2009, integrado por sesenta y cuatro poemas, o por cincuenta y ocho, si hacemos caso del índice. Libro subdividido en tres partes: “Luz en rama”, “Astillas de tinta” y “Queiruga”, que vienen a ocupar algo más de cien páginas en cuarto menor. Pues bien, de este singular y grato poemario no me resisto a extraer, por vía de ejemplo, algunos fragmentos o muestras, tanto de su afectivo o cordial contenido temático como de la brillantez y osadía de sus procedimientos expresivos. Veamos: “Sobre el muro de cristal / cal / metal / papel / el cielo descansa / y el sol parte el aire / sobre la punta de tu lengua.”; “Esta mañana / he ido a Correos / con toda la noche / en una discreta caja.”; “En Varanasi las vacas / hacen de las calles / trenes perezosos.”; “Toda la luz del día / arrugada / a la puerta de mi casa”; “Fugaz soledad / hace del pájaro / el sol del mediodía.”; “Las ventanas desenredan / el tamaño de la luz”; “Sin embargo, ¡hay tanta soledad / en este árbol! / Sólo rumor de savia / trazos de tinta: / el poema escondido en este mapa.”; “Tiembla la espesura de mayo / entre el algodón planchado / del porvenir / y las cigüeñas perpetuas / en los campos góticos.”; “¡Qué fatiga locuaz la de tus ojos! / Guardando rebaños / de los días felices, los basureros humeantes como sagrados volcanes / son doradas áreas de aves marinas /que despedaza el cielo / hasta hacer del horizonte / un pez descorazonado.”; “Te quiero con los dedos espantados / en los bolsillos / de la luz / que lame los orígenes,” (...); “Ahí, donde tañen las piedras, / nuestras voces / se posan, / sedimentos audibles / como un astillero de ecos / tus caracolas queridas. / Mece Queiruga / amores imparables / como cada amanecer, sin contar con nosotros.”; “Si el verano terminara hoy / como un temblor sin límites / dibujaría alas mojadas / en este último verso.”; “Los gritos de las muchachas / hacen de la tarde / un enorme estuario / donde vienen a desovar / las protestas más dulces.”(...) Decía el gran maestro Dámaso Alonso –y lo citaba yo en otro lugar– que de todas las lecturas de un poema –de cualquier poema que en verdad lo sea–, la más elevada y que más nos conmueve es la que Dámaso llama “la primera y candorosa”, porque ésta, además de intuitiva, presupone siempre un acto de amor. Pues, en el caso de Juan Carlos Valle y su “Postales de humo”, lo primero que salta a la vista, ya en esa primera lectura, es la hermosa ráfaga de relámpagos líricos con la que nos apabulla y emociona. A lo que aún habría que añadir toda esa serie de atrevidísimas imágenes visionarias, estructurada sobre planos calientes y cortos, e incursos –éstos, los planos–, a la vez, en superposiciones expresivas, casi siempre de las denominadas espaciales, y algunas significacionales. Del conjunto general de estos bellos poemas de “Postales de humo”, aun gustándome mucho, como antes he adelantado, todo él, todavía me atrevería a destacar títulos como, verbigracia: “Elena, sortilegio de la otra orilla”, “Esta mañana”, “Mediodía”, “En plena huida”, “Volviendo al mar con la boca abierta”, “La paz ardiendo de las velas”, “Después de astillar”, “Kashba”, “Toda la luz del día”, “Pérdida”, “Bajo estos cielos afrutados de noviembre”, “Escucho los cangilones de la sangre”, “Lavapiés”, “Queiruga”, “Trazos”... Debemos pues alegrarnos, máxime los lectores de poesía, de que se publiquen poemarios de tan subida calidad estética como la de éste de Juan Carlos Valle, a quien desde aquí, con estas breves y modestas palabras mías, felicito y le doy las gracias. (Publicado en el DIARIO DE FERROL, 24 de diciembre del año 2011) |