CAPITULO 18: Las Marcas por las Cuales la Iglesia Verdadera se diferencia de la Falsa y Quién juzgará la Doctrina

CAPITULO XVIII: Las Marcas por las Cuales la Iglesia Verdadera se diferencia de la Falsa y Quién juzgará la Doctrina

3.18 Puesto que Satanás ha trabajado desde el principio para ornamentar su pestilente

sinagoga con el título de Iglesia de Dios, y ha incitado a crueles asesinos a perseguir y a hostigar a la Iglesia verdadera y a sus miembros, como Caín hizo a Abel (1) , Ismael a Isaac (2), Esa a Jacob (3) y todo el sacerdocio de los judíos hicieron a Cristo Jesús mismo y a sus apóstoles después de él (4) ; por tanto, es necesario que la verdadera Iglesia se diferencie de las sinagogas inmundas con marcas claras y perfectas, no sea que, siendo engañados, recibamos y abracemos para nuestra propia condenación, la una por la otra.

Las marcas, señales y pruebas garantizadas por las cuales la Esposa inmaculada de Cristo se diferencia de la horrible ramera, la falsa Iglesia, declaramos que no son ni la antigüedad, ni el título usurpado, ni la sucesión en línea recta, ni un sitio determinado, ni el numero de personas que aprueben un error.

Porque Caín fue primero que Abel y Set (5) en edad y título; Jerusalén tenía precedencia sobre todas las otras partes de la tierra (6) , ya que en ella había sacerdotes que descendían en línea directa de Aarón, y fueron más los que siguieron a los escribas, fariseos y sacerdotes, que los que sinceramente siguieron a Cristo Jesús y a sus doctrinas (7) y, sin embargo, suponemos que ninguna persona en su sano juicio pensará que ninguno de los mencionados conformaron la Iglesia de Dios.

Creemos, reconocemos y afirmamos, por tanto, que las marcas de la verdadera Iglesia son: primero, la predicación correcta de la Palabra de Dios, en la cual Dios se nos ha revelado, como lo declaran los escritos proféticos y apostó1icos; segundo, la correcta administración de los sacramentos de Cristo Jesús, con los cuales deben asociarse la Palabra y la promesa de Dios para sellarlos y confirmarlos en nuestros corazones (8); y finalmente, la disciplina eclesiástica justa y honestamente aplicada, como lo estipula la Palabra de Dios, por la cual se reprime el vicio y se sustenta la virtud. (9)

Dondequiera que estas marcas se manifiesten y se mantengan por algún tiempo, parcial o totalmente, allí, sin asomo de duda, está la verdadera Iglesia de Cristo y él, conforme a su promesa, está en medio de ella. (10)

Esta no es esa Iglesia universal de la que hemos hablado antes, sino iglesias particulares, como las de Corinto (11), Galacia (12), Efeso (13), y otras donde el ministerio fue iniciado por Pablo y que él mismo llama iglesias de Dios.

Tales iglesias, nosotros los ciudadanos de Escocia que confesamos a Cristo Jesús, afirmamos tenerlas en nuestras ciudades, pueblos y distritos reformados a causiderándol de la doctrina enseñada en nuestras iglesias, contenidas en la Palabra escrita de Dios que son el Antiguo y el Nuevo Testamentos, libros que fueron reconocidos originalmente como canónicos.

Afirmamos que en estos libros están suficientemente explicadas todas las cosas

que es necesario creer para nuestra salvación. (14)

Confesamos que la interpretación de las Escrituras no pertenece a ninguna persona, sea pública o privada, ni a ninguna iglesia por su preeminencia o por su precedencia, personal o local, que tenga sobre otras, sino que pertenece al Espíritu de Dios por quien fueron aquellas escritas. (15)

Cuando surge una controversia acerca de la comprensión correcta de un pasaje o sección de la Escritura, o para la reforma de algún abuso dentro de la iglesia de Dios, debemos preguntar, no tanto lo que otros han dicho o hecho antes de nosotros, sino lo que el Espíritu Santo dice uniformemente dentro del cuerpo de las Escrituras y lo que Cristo mismo hizo y ordenó. (16)

Porque todos están de acuerdo en que el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de unidad, no puede contradecirse a si mismo. (17)

De modo que si la interpretación o la opinión de cualquier teólogo, iglesia o concilio es contraria a la Palabra explícita de Dios escrita en otro pasaje de la Escritura, lo más cierto es que ésta no es la verdadera interpretación ni el significado atribuido por el Espíritu Santo, aunque concilios, reinos y naciones lo hayan

aprobado y recibido.

No nos arriesgamos a recibir, o, a reconocer ninguna interpretación que sea contraria a cualquier aspecto esencial de la Fe, o a cualquier texto claro y sencillo de la Escritura, o a la ley del amor.

1. Gen. 4:8.

2. Gen. 21:9.

3. Gen. 27:41.

4. Matt. 23:34; John 15:18-20,24; 11:47,53; Acts 4:1-3; 5:17, etc.

5. Gen. 4:1.

6. Ps. 48:2-3; Matt. 5:35.

7. John 12:42.

8. Eph. 2:20; Acts 2:42; John 10:27; 18:37; 1 Cor. 1:13; Matt. 18:19-20; Mark 16:15-16; 1 Cor. 11:24-26; Rom. 4:11.

9. Matt. 18:15-18; 1 Cor. 5:4-5.

10. Matt. 18:19-20.

11. 1 Cor. 1:2; 2 Cor. 1:2.

12. Gal. 1:2.

13. Eph. 1:1; Acts 16:9-10; 18:1, etc.; 20:17, etc.

14. John 20:31; 2 Tim. 3:16-17.

15. 2 Pet. 1:20-21.

16. John 5:39.

17. Eph. 4:3-4.