LA ILUMINACIÓN LED: UN PARAISO A MEDIAS

Fecha de publicación: Ago 2, 2023 6:05:49 PM

Hace 3 años me mudé a una casa nueva. Instalación eléctrica 10 puntos. Llegó el momento de comprar luces, plafones, dicroicas. Todo LED. Un poco caro el precio, pero las compré contento al ver la duración prometida: 20 mil, 30 mil, 50 mil horas. Cantidades parecidas a las de un viejo monitor que tengo en perfecto estado desde hace más de 15 años. "Hago esta compra y me olvido", pensé.

Pero las cosas no fueron como las tenía planeadas. Primero fueron muriendo las dicroicas LED. Hoy una, mañana otra, eh. "No son muy caras, son chiquitas", pensé. Y no me calenté. Tiempo después se quemó un plafón de la cocina. 20 x 20 de medida y 18 watts de potencia. "Bueh, qué cagada, habrá venido fallado", me dije. "Tengo muchos otros plafones en la casa y todos andan bien, debe ser una excepción". Y ahí lo dejé, quemado, "total con las otras luces se ve igual".

Pero los meses pasaron, y en un lapso de 3 o 4 semanas se me quemaron los dos plafones de las habitaciones. Artefactos lindos, de 30 centímetros de diámetro, 25 mil horas de uso prometidas y 24 watts. Suficientes para que sean la única luz de cada pieza. Sin saber bien qué hacer, me aguanté un par de meses con las noches a puro velador hasta que me hice el tiempo para ir a Google y ver si había alguna forma de repararlos.

Pero antes chusmeé por internet y vi que cuestan unos 7 mil pesos, que equivale a 24 o 13 dólares, según el verde que se tome. Bien valía entonces invertir tiempo en arreglarlos. Ni bien busqué en YouTube, apareció una catarata de chabones explicando cómo hacerlo. Videítos de 5 minutos, en español y con distintas técnicas. ¡Genial!

Y ahora vienen los aprendizajes. Un plafón: bonito, prolijo, presumido. Tiene luz porque adentro hay una pedorra tirita de leds. Ese es el único origen de su luz. Estamos hablando de una tira autoadhesiva de unos 70 centímetros de largo y poco más de medio de ancho, donde encontrás  entre 50 y 100 leds, uno al lado del otro. Hasta acá todo bien. Puede parecer medio berreta, pero si da luz, dura y además consume poco, qué mejor. Peeero... Si de esos 50, 77, 83 o 100 LEDs, se quema uno... chau, se rompe el plafón. No anda más, No prende. Uno solo ¿entendés? Uno quemado, y ya no prende todo el artefacto.

De cada 100 gramos de plafón, 5 deben corresponder a la tira de LEDs. El resto constituye la mayor parte de su peso y material: carcaza de aluminio prolijamente pintada, un plástico grueso difusor que hace que la luz se vea linda, un vidrio esmerilado especial, una película separadora, una tapa posterior, cable, contactos, soporte, tornillos y un controlador que se conecta a la corriente. Pero por más que sean muchas piezas y estén impecables, si se caga un LED, tenés que tirar todo a la mierda. ¿Se entiende?

Por suerte la generosa comunidad que publica en YouTube me enseñó que puedo zafar de eso de forma muy simple. Primero, identificar cuáles son los LEDs quemados: tienen un puntito negro en su superficie amarilla. Segundo: destruirlos con destornillador o pinza y derretirle arriba un poco de estaño para hacer que la electricidad circule sobre ellos. Luego reinstalás y si no le pifiaste a los LEDs y conectaste bien, ¡prende! ¡Arreglado! 

Pero no es tan así: como el controlador le sigue enviando la misma energía a menos LEDs, pronto se van quemando nuevos, y si repetís el arreglo cada vez el exceso de voltaje es mayor, se queman más y también vas perdiendo luz.

Además existe otro problema. Algunos plafones son fáciles de abrir y manipular. Otros están ensamblados de tal forma que ni bien te ponés a desarmar te obliga a tironear cables para acceder a la tira de LEDs y se desprenden los contactos. Podés volver a soldarlos, pero para volver a armar vas a tener que volver a tironearlos y se te vuelven a despegar. Y ahí te quedás hasta que te das cuenta que hace 3 horas que estás tratando de soldar contactos y pensás: "me parece que voy a comprar uno nuevo".

Y ahora es cuando yo digo. Todos los artefactos eléctricos en Argentina tienen que cumplir con una certificación de seguridad eléctrica emitida por un organismo de certificación acreditado por el Organismo Argentino de Acreditación y reconocido por la Dirección Nacional de Comercio Interior. Esto está perfecto, porque según estima la Asociación para Promoción de la Seguridad Eléctrica, en Argentina casi un 40% de los incendios tienen origen eléctrico. 

Es un requisito de certificación basado en datos y en una toma de conciencia que el Estado ha regulado. Sin embargo, no estamos tomando conciencia de la cantidad de basura eléctrica inútil que estamos generando por no contar con una reglamentación que obligue a diseñar los artefactos eléctricos para que sus piezas más frágiles sean fácilmente reemplazables sin necesidad de tirar todo el artefacto.

Una tira de LEDs podría perfectamente acoplarse y desacoplarse de un plafón de forma parecida a como se pone y se quita una pila o batería. Podría incluso reemplazarse por tramos, para no tener que cambiar toda la tira cuando solo hay unos pocos quemados. Pero si el Estado no lo regula con algún tipo de norma obligatoria para la reparación eléctrica fácil, la fábrica de basura inútil y el despilfarro de recursos finitos seguirá su curso, porque incrementa las ventas de fabricantes de artefactos y su cadena de comercialización.

Por supuesto que un diseño de este tipo involucraría no solo a plantas locales, sino también a las Chinas, que proveen al mundo con estos artefactos. No es sencillo y requeriría de un cierto consenso más allá de un solo país. Pero si los Estados no atienden estas cuestiones, seguiremos haciendo un uso ineficiente de los recursos del planeta. Y ya no estamos para despilfarros.