El séptimo vástago de los duques de Montpensier, la infanta Luisa Fernanda de Borbón y el príncipe Antonio de Orleans, vino al mundo en Madrid el 24 de Junio de 1860. Resultó ser una niña a la que llamaron María de las Mercedes, siendo declarada infanta de España. Su tía era la reina Isabel II de España. Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento, dentro de un gran ritual digno de una Infanta, en la capilla de Palacio. El 18 de julio del mismo año, con apenas un mes desde su nacimiento, sale por primera vez de su real residencia, para, siguiendo una tradición que llega hasta nuestros días, visitar y ser presentada a la Patrona de la Corte, Nuestra Señora de Atocha.
La familia Montpensier residía generalmente en Andalucía, donde gozaba de bastante popularidad y la infancia de Mercedes transcurrió entre Sevilla, Sanlúcar de Barrameda y el campestre palacio de Villamanrique, viajando a la Corte de Madrid en vacaciones. De ahí que Mercedes conserve desde sus primeros años el ceceo andaluz, ese inconfundible acento del sur. Contando siete años de edad, en Madrid todavía, se despertó un día bañada en lágrimas abrazando a su madre y diciéndole que acababa de soñar que su tía la reina había sido destronada “ y que tenían que huir todos a otro país”.
Un año justo después estalló “La Gloriosa” y se cumplió la pesadilla de la niña. La revolución que arrebató la corona a la reina Isabel II en el otoño de 1868 supuso también el exilio para todos los miembros de su familia y los Montpensier se exiliaron primero a Portugal y después a Francia, residiendo desde entonces en el castillo de Randan, en Auvernia. El intrigante duque de Montpensier haría alguna esporádica aparición en España, pretendiendo ser incluido en la lista de candidatos al trono en aquella búsqueda de Rey a la que se lanzó el general Prim y Mercedes, a los diez años de edad, supo que su padre había matado de un tiro en la cabeza al infante Enrique de Borbón, en un duelo en un descampado de Carabanchel. El infante Enrique era cuñado de Isabel II y también pretendía el trono. Las Cortes votan para elegir al rey de España el 16 de noviembre de 1870, quedando descartado Antonio de Orleans al ser elegido Amadeo de Saboya.
El príncipe Alfonso se educaba en el prestigioso colegio Theresianum de Viena y hasta allí acudió Montpensier para visitar a su sobrino y fotografiarse con él, enviando centenares de copias de la fotografía a los partidarios borbónicos, pues a pesar de que por aquellas fechas ya había sido entronizado Amadeo I, los alfonsinos auguraban que no pasaría mucho tiempo en ser llamado a ceñir la corona el joven hijo de Isabel II. Y Montpensier deseaba aparecer como la persona más adecuada para desempeñar la regencia de su sobrino, si era todavía menor de edad cuando fuese proclamado Rey.
Los Montpensier invitaron a Isabel II y a su hijo el príncipe Alfonso a pasar unos días en el castillo de Randan en las navidades de 1872. El joven Alfonso tiene quince años y Mercedes doce, pero su tía Isabel no puede por menos que exclamar al verla ahora:
- ¡Cómo ha crecido esta niña! ¡ si parece ya una mujer!.
Y una mujer debió parecerle al regio adolescente, puesto que se enamoró de ella. Mercedes era una muchacha bajita, de cara muy redonda, cabellos y ojos negros, linda, gentil, alegre y desenvuelta, heredera del carácter desenfadado de su madre y, sobre todo, de su tía. La estancia de la Reina y su hijo en Randan solamente duró tres días y Mercedes despide a su primo con estas palabras:
- Un día te llamarán los españoles y te despertarás siendo Rey y todos regresaremos a España.
En el verano de 1873 vuelven los dos jóvenes a encontrarse en París y se las ingenian para verse fuera del ambiente familiar, acudiendo Mercedes al Bois de Boulogne acompañada de una dama y Alfonso escoltado de un ayudante. La joven pareja de enamorados caminaban por los senderos llevando enlazadas las manos, seguidos a una distancia prudencial por la dama y el ayudante. Mercedes estaba persuadida de que su primo sería proclamado Rey y le decía una y otra vez:
- Cuando entres en Madrid te arrojarán flores desde los balcones y tu irás montado en un caballo blanco, completamente blanco.
De nuevo se separaran al comenzar el curso y casi un año permanecerán sin verse. Isabel II rehusa con tontos pretextos la invitación que le hacen los Montpensier para pasar unos días en Randan, como la vez anterior, acompañada de su hijo. Es lo suficientemente intuitiva y sagaz para sospechar que su hijo "anda sorbiendo los vientos detrás de esa cucamonas". No está dispuesta a facilitar en absoluto semejante noviazgo, sino todo lo contrario, por lo que con su desparpajo habitual dice a las personas de su mayor intimidad, refiriéndose a Mercedes : “ ¿Con que una mosquita muerta, eh? ¡Sí, una mosquita muerta pero de cuidado! ” y que su hermana Luisa Fernanda es una “ intrigante casamentera ”, a quien ella está decidida a chafar los planes.
Mercedes escribe en su diario íntimo estas palabras: "Seré suya o de nadie". Un día en el colegio, cae en manos de la madre superiora el retrato del joven Alfonso con una encendida dedicatoria a su novia, ordena llamar a Mercedes y la reprende "que es demasiado joven para pensar en noviazgos y frivolidades que conducen invariablemente al pecado mortal". Le devuelve el retrato pero ese día Mercedes lloraría sin comprender nada en la soledad de su pequeña alcoba conventual.
Alfonso XII
Isabel II resuelta a impedir por las buenas o por las malas todo lo que signifique un posible matrimonio de su hijo con la joven Montpensier, ordena a dos mayordomos de su máxima confianza que se pongan en guardia y vigilen los pasos de su hijo. En el verano de 1874, nuevamente coinciden Alfonso y Mercedes en París por unos días y éste logra reanudar secretamente los paseos con su prima por el Bois de Boulogne, escoltados por la discreción de la dama de la infanta y del ayudante del príncipe. Alfonso debía partir a Inglaterra para iniciar su formación militar en la prestigiosa Academia de Sandhurst y una tarde, poco antes de la hora en la que la pareja se despedía habitualmente, el príncipe estrecha entre sus brazos a Mercedes y le expresa con un largo beso un deseo que está acariciando desde hace tiempo:
- Quiero que tengas un recuerdo mío .
La joven le responde que lo lleva en el corazón y que, además, cada noche al acostarse besa su retrato.
- No basta - añade él-. Mereces algo más que un retrato.
Y los dos, seguidos a discreta distancia por la carabina y el ayudante, entran en una joyería. Mercedes elige un sencillo brazalete con un trébol pero Alfonso había calculado mal sus posibilidades económicas, por lo que al decirles el joyero el precio de la pulsera, hubo de renunciar a adquirirla. Mercedes, sonriente y divertida, se encoge de hombros y Alfonso susurra en sus oídos ante el perplejo joyero:
- Es un poco cara y yo casi no llevo dinero, ¿sabes?… Tendrás que esperar. Te la compraré cuando sea Rey.
El 29 de diciembre de 1874, Alfonso es proclamado rey de España y el 4 de Enero los duques de Montpensier ofrecen una comida de despedida en honor del nuevo monarca que reúne a las dos familias y a numerosos españoles residentes en Francia. Alfonso aparta a Mercedes del grupo y en privado le dice:
- Nada ha cambiado para mí; si soy rey, tú serás mi reina, y prefiero dejar de serlo antes de que dejes de ser mi mujer.
La conversación, que ha sido escuchada por alguien cercano, llegará también a oídos de Isabel II, aún reticente a dar su visto bueno a la relación. Dos días después, cuando la familia real dice adiós a Alfonso en la estación de ferrocarril de París, en su camino a España, éste insiste nuevamente a su prima:
- Mercedes, espérame; me esperarás, ¿verdad?.
El 14 de Enero, el joven monarca hace su entrada triunfal en Madrid a lomos de un caballo blanco como la nieve y desde los balcones y terrados arrojan flores a su paso entre vítores, tal y como había augurado Mercedes. Alfonso XII pese a su decidido propósito de llevar a Mercedes al altar, intención que solamente ha confiado a sus hermanas las infantas Eulalia e Isabel, comprende que es mejor aguardar algún tiempo, ocupándose entre tanto de poner fin a la guerra civil que dura casi tres años e ir luego, bajo la inteligente dirección política del gran estadista don Antonio Cánovas del Castillo, poniendo las bases para otro período de la Monarquía a la que era necesario dotar de una nueva constitución.
Isabel II de España
Los Montpensier regresan pronto a España y se instalan en el sevillano palacio de San Telmo, pues Cánovas no quiere que el intrigante Duque de Montpensier pulule por Madrid. En el verano de 1876 volvía también del exilio la reina Isabel II y al año siguiente Alfonso XII pone a disposición de sus tios y de sus hijos, el palacio de la Granja. Tiene así ocasión de ver con cierta comodidad a Mercedes, ya que el Monarca reside en estas fechas en El Escorial con su madre y sus hermanas, pero acude a la Granja con frecuencia pretextando que también pasa allí el verano su hermana Isabel.
El jefe del Gobierno proyectaba casar al joven monarca con la princesa Beatriz de Inglaterra, hija menor de la reina Victoria, e incluso parece ser que, sin dar de ello previo conocimiento a su soberano, inició Cánovas algunos tanteos en tal sentido. Pero Londres dio inmediatamente una respuesta negativa, ya que se exigía que la princesa británica había de abjurar del anglicanismo e ingresar en el seno de la Iglesia Católica antes de convertirse en Reina de España.
Alfonso demostrará excepcionalmente su voluntad de ser "hombre antes que rey",espetándole a su madre aquellas palabras:
- Existen dos cosas en las que jamás voy a ceder aunque me cueste la corona: la libertad religiosa, que nunca suprimiré, y mi libertad personal a la hora de elegir una esposa.
El Rey le respondería a Cánovas, ante sus objeciones al compromiso con la hija del duque de Montpensier:
- Me tiene por completo sin cuidado un azar incierto. Quiero casarme con la mujer que amo y ésta es una princesa real mucho mejor que cualquier otra y espero envejecer con ella en el trono.
El rey Alfonso visita en El Escorial a su madre para rogarle que otorgue su consentimiento al matrimonio con Mercedes. La soberana se niega, llora y discute amargamente con su hijo haciéndole ver la humillación que para ella supone ver convertida en reina a una hija de Montpensier, un traidor a la familia cuyo dinero sirvió para derrocarla. Pero Alfonso está decidido y no dará marcha atrás.
Sin embargo, Isabel II está dispuesta a presentar batalla contra Montpensier manifestando públicamente su hostilidad hacia el noviazgo: " Contra la muchacha no tengo nada pero con los Montpensier no transigiré nunca ", declara tajante ante los embajadores de Francia, Alemania y Rusia, a los cuales ha convocado en El Escorial para explicarles las razones de su oposición y pedirles ayuda internacional para bloquear el compromiso del rey de España, así como fotografías y nombres de princesas casaderas de sus respectivos paises.
Alfonso defiende su noviazgo contra viento y marea. El 24 de septiembre reúne a las dos familias con motivo de un almuerzo campestre en el real sitio de El Escorial y ante todos ellos adquiere el compromiso formal de casarse con Mercedes, a la cual entrega como regalo un medallón de brillantes con la fecha del día y un mechón de su cabello.
Los Montpensier se trasladan a Sevilla y es cuando Mercedes escucha la predicción de una gitana:
- Gracia y Hermosura rodean tu vida y veo en tu diestra una corona de reina. Veo que con ella serás coronada por gracia de tus virtudes y por virtud de tus gracias. Un rey y un pueblo se pondrán de rodillas a tus pies, pero ...
Repentinamente, la gitana enmudece y aparta los ojos de la mano de Mercedes. La envuelve con una extraña, indescifrable mirada y desaparece sin más. Es inútil que la joven, que corre tras la nigromante sin dar con ella, exclame:
- ¿Qué más has visto en mi mano?.
Una pregunta que queda para siempre flotando en el aire.
Antonio Cánovas del Castillo
Isabel II disgustada por la determinación de su hijo decide irse del país y se traslada a París, dejando que su ausencia alimente aún más la polémica de esta boda, cuyos preparativos avanzan con rapidez. Tras su reciente separación, los enamorados se intercambian cartas diariamente que un criado del rey se encarga de llevar y recoger en el tren que viaja entre Madrid y Sevilla. Alfonso guarda esas cartas en un cofre que hasta el final de sus días esconderá debajo de la cama y poco antes de su muerte hará quemar para que nadie más pueda jamás leerlas.
El Consejo de Ministros se reúne para dar una resolución definitiva a su boda y discutir otras opciones de matrimonio de Estado. Cánovas sabe que el soberano será capaz de abdicar si se le obliga a prescindir de Mercedes y, como gran político, presenta ante sus ministros la cuestión de forma tal que ninguno de ellos se atreve a oponerse. El 6 de diciembre se anuncia oficialmente el compromiso matrimonial. El pueblo se complace con las circunstancias de que la elegida sea española y que el rey se case por amor. La boda se convierte en un acontecimiento extraordinariamente popular.
Aunque el rey no necesita la aprobación parlamentaria para casarse, la nueva constitución prevé que el gobierno debe al menos comunicarlo a las cortes, donde será objeto de debate y votación. Cánovas lee ante los diputados la determinación del rey de casarse con su prima y a continuación se escuchan las duras intervenciones de algunos diputados que se oponen tajantemente argumentando que la familia Orléans será dañina para la monarquía española y que este matrimonio real no aporta al Estado ningún beneficio en relaciones internacionales y convierte en suegro del rey a Montpensier, uno de los diputados diría que nada tiene contra la novia pues "los ángeles no se discuten".
Para contrarrestar las críticas, Cánovas anuncia por sorpresa que en atención a la precaria situación de la Hacienda Real, Mercedes renuncia a la asignación económica que le corresponde como reina y financiará sus gastos personales del capital privado del rey. El duque de Montpensier ha concedido a su hija una espléndida dote que comprende fincas, acciones, joyas y dinero en efectivo por valor de más de un millón de pesetas. Cinco días después las Cortes votan: 311 votos a favor del casamiento y cuatro en contra. El matrimonio real queda aprobado por abrumadora mayoría. Se celebrará en Madrid al cabo de ocho días, el 23 de enero de 1878.
Una comisión encabezada por el marqués de Alcañices parte de inmediato a Sevilla para pedir al duque de Montpensier la mano de su hija. Al margen de las correspondientes formalidades y contestación oficial, el duque responde a Alfonso breve y contundentemente por la vía privada: "Sabes que la contestación será un "sí" como lo deseas y lo desea también tu respetuoso y afectísimo tío. Antonio de Orleans". La infanta se siente a ratos abrumada por el interés que su persona despierta. Comisiones de toda Andalucía solicitan audiencia en San Telmo para conocerla en persona y felicitarla. Mercedes, vestida y enjoyada con sencillez, recibe a todos con amabilidad y dulzura, confirmando la buena fama que la precede.
Alfonso pasa las fiestas navideñas con ellos cuando ya se ha fijado la fecha de la boda. Acompañado de su hermana Isabel, cómplice y consejera, disfrutará de unos días de radiante felicidad, en los que se suceden comidas familiares y saraos de todo tipo en los cuales la presencia de los novios arranca efusivos aplausos de muchos concurrentes.
Se ha acordado que la madrina de la boda sea la anciana ex reina Maria Cristina, abuela de ambos prometidos, la cual llega a Madrid con Francisco de Asís de Borbón, esposo de Isabel II, que actuará como padrino. El día de la boda real, Madrid amanece soleado. Desde primeras horas de la mañana las calles se encuentran abarrotadas de gente, hasta el punto de que los balcones por donde pasará el cortejo nupcial se alquilan a elevados precios. Mercedes se viste en Aranjuez con el traje de novia cosido en Andalucía y regalo del rey, que también se ha ocupado de que esa misma mañana le llegue un ramo nupcial de flores frescas de azahar y jazmín traídas directamente de Sevilla.
En el zagúan del palacio de Aranjuez se ha habilitado un apeadero donde se espera el lujoso vagón de tren, enteramente tapizado en blanco, que traslada a la futura reina y su familia hasta la Estación del Mediodía en la capital, a donde llega a las diez de la mañana. Se ausentará la anciana María Cristina, que se ha puesto enferma y no podrá asistir a la ceremonia, lo que obliga a improvisados cambios: su nieta la infanta Isabel, princesa de Asturias, ejercerá de madrina en su representación. El cortejo de carrozas se pone en marcha hacia la basílica de Atocha, donde la espera el rey. Y a mediodía en el altar mayor de la basílica de Atocha, ella y Alfonso XII se convierten en marido y mujer.
El 31 de enero los Reyes acuden a inaugurar el Hipódromo instalado al final del paseo de la Castellana y el 17 de febrero solemnizan con su presencia la sesión de Cortes, para comenzar una nueva legislatura, pronunciando el monarca uno de los mejores discursos de su reinado. La pareja real, sentada en el trono colocado en el testero principal del salón de sesiones del Congreso, no podía ni quería disimular su felicidad. Hasta que la enfermedad de Mercedes vino a cubrir con negro nubarrón la dicha de los Reyes, puede decirse que los cinco meses que había de durar su matrimonio fueron de ininterrumpida luna de miel.
La nueva Reina atendía sus deberes de soberana y acogió entusiasmada la idea de un gran templo para cobijar a la Virgen de la Almudena de la que era devota, que también contó con las simpatías de su suegra la Reina Isabel II, quien donó para ella parte de sus joyas. La Reina Mercedes cedió para tal fin los terrenos adyacentes a la Plaza de la Armería, así desde su ventana podría cada día divisar la silueta del templo.
La personalidad cándida de Mercedes se impone tímidamente en la vida de la corte. La nueva reina no quiere rodearse de excesiva parafernalia sino, ante todo, ser la esposa del rey. Un inusual aire de frescura y alegría domina en este tiempo en palacio, debido a la juventud de la familia que lo habita: el rey tiene sólo veintiún años, Mercedes diecisiete y las hermanas del rey: Isabel, Pilar, Paz y Eulalia; veintiséis, dieciséis, quince y trece, respectivamente. A la soberana le encanta pasar el tiempo junto a sus primas menores, asistir a sus clases y pasear con ellas por los jardines de palacio, donde a veces el propio Alfonso se suma a los divertimentos, hasta que la princesa de Asturias les riñe y recuerda la compostura y las obligaciones a que se deben.
Mercedes no tiene interés por entrometerse en política ni cuestiones de Estado. Todo lo que hace Alfonso le parece bien y su principal motivación personal es que los asuntos que rodean a su esposo se lleven con puntualidad y a su gusto. La reina quiere a su lado damas de su generación, a las cuales piensa distinguir con una insignia de piedras preciosas, diseñada por el pintor Madrazo, que llevará las iniciales "R.M" entrelazadas. Mercedes tiene un acusado sentido de la caridad y es extremadamente generosa, escuchando cualquier petición de ayuda y favores. Dice un cronista que: La jornada de la reina era muy sencilla. Se levantaba pronto y, después de oír misa, desayunaba, disponía el arreglo de las flores en las habitaciones, despachaba la correspondencia y, acompañada de sus cuñadas, se desplazaba a los barrios para hacer la caridad por sí misma, llevando su presencia al necesitado y al enfermo. Las hermanas de Alfonso XII la idolatraban.
En su diario dejó escrito la infanta Paz: “Mercedes era para nosotras como una hermana mayor. Me enseñó a hacer labores para los pobres. Ella y Alfonso estaban muy enamorados”. Y la infanta Eulalia dice en sus memorias que “ … aquella historia de amor era quizás demasiado bella para ser duradera. Su matrimonio fue una continua luna de miel…”.
Dos meses después de la boda, se siente indispuesta y el médico de palacio dictamina después de examinarla que acaba de sufrir un aborto, del cual es inmediatamente tratada. Alfonso se siente contrariado por este primer embarazo frustrado. La reina tarda casi dos semanas en recuperarse recluida en sus habitaciones y promete tener más cuidado e incluso prescindir de sus paseos a caballo si es necesario, con el fin de lograr que una nueva gestación salga adelante sin contratiempos. Mercedes es sometida a un legrado que, según opinión posterior de otros eminentes médicos de la época, no fue bien practicado y supuso el detonante de una infección que mermó su salud. Desde ese momento la joven soberana no parece la misma; el cansancio y la debilidad la atenazan.
Las ceremonias de la Semana Santa la agotan. El Jueves Santo cumple con la tradición del "lavatorio de pies" a doce mujeres pobres, en el salón de columnas de palacio, que la somete al esfuerzo de levantarse y arrodillarse numerosas veces, recién salida de su convalecencia. A esta ceremonia sigue el recorrido a pie por las calles de Madrid para visitar los sagrarios en diferentes iglesias, la procesión del Corpus y la corrida de toros.
A finales de abril, Mercedes reconoce abiertamente su fatiga, que sigue arrastrando días después en visitas a establecimientos benéficos. A principios de mayo, la familia real se traslada por dictamen médico al palacio de Aranjuez durante unos días pues se supone que un cambio de aires y una vida más sosegada pueden mejorar la salud de la reina. La acompañan sus cuñadas y aunque Alfonso tiene que permanecer en Madrid por sus obligaciones, acude frecuentemente a visitar a su esposa. Los paseos al aire libre parecen reconfortarla y a mediados de mayo se encuentra suficientemente repuesta como para regresar a Madrid y soportar el intenso programa de actividades de la feria de mayo.
Los reyes están felices pero Mercedes no supera su malestar y cansancio crónico, lo cual hace pensar a los médicos que está de nuevo embarazada. Nadie imagina que la soberana es víctima de una grave infección y durante varias semanas los vómitos, mareos y fuerte dolor de cabeza que padece se achacan a su estado de buena esperanza y se le exige paciencia.
La reina, siempre discreta, no quiere alarmar a Alfonso y se presta muchas veces a acompañarlo en actos oficiales a pesar de sentir fiebre y escalofríos. Su extraña palidez así como su aire melancólico, impropio de ella, comienzan a ser notorios en público. Los comentarios sobre la salud de Mercedes están ya en la calle aunque nada se deja traslucir desde la casa real. Cuando en el Teatro Real se estrenó el drama de López de Ayala titulado “Consuelo”, los Reyes estaban en el palco de honor y sería una de las últimas apariciones que hizo en público la reina.
El dia de San Antonio se suspende un almuerzo en palacio debido al grave malestar de la reina. El monarca se inquieta ante la falta de un diagnóstico claro sobre sus dolencias. Esa noche, alarmado por los vómitos que sufre su esposa, el rey ordena despertar a los médicos para que acudan con urgencia a la cámara real a atenderla pero éstos insisten en que no hay mejor tratamiento que el reposo absoluto hasta que los incómodos síntomas pasen. La joven soberana lleva ya más de un mes enferma pero en palacio cunde un absoluto mutismo. Los rumores que se escuchan sobre el asunto obligan a laGaceta, el 18 de junio, a publicar el primer parte médico oficial reconociendo que la reina viene sufriendo molestias asociadas a embarazo, que lejos de remitir, han dado lugar a un extraño proceso de altas fiebres.
Alfonso, alarmado por la repentina gravedad de Mercedes, anula toda actividad de gobierno para centrarse en su curación para lo cual ordena incluso suspender la música de trompetas del Alcázar y cubrir de arena la calle Bailén para que el ruido de las carrozas no perturbe el sueño de la enferma, que apenas ha podido dormir en unos días. El 20 de junio se envía un telegrama a los duques de Montpensier, que se encuentran fuera de España, para que regresen con urgencia. Mercedes es ya consciente de que la vida se le escapa y, en su debilidad, reza con devoción. La reina quiere tener constantemente a su lado a Alfonso, al cual agarra de la mano y ruega dulcemente, entre delirios de fiebre, que no se vaya. El rey parece consternado e incrédulo ante la situación. Durante la noche del 22 de junio la reina sufre una fuerte hemorragia intestinal.
Pronto las habitaciones de la mayordomía del Palacio Real se vieron invadidas de cortesanos, políticos, militares y diplomáticos, que estampaban sus firmas en las blancas páginas de grandes libros. El pueblo se congregaba silencioso y triste ante el Palacio Real, atestando la plaza de Oriente. Y hasta las vendedoras de frutas y verduras de la calle de Toledo encabezaron una suscripción para ofrecer un donativo a la Virgen de la Paloma a fin de que, por su intercesión, la reina recobrara la salud y pudieran verla por las calles derrochando su alegría de vivir. Alfonso, hundido moralmente, no se aparta del lecho de su moribunda esposa, quien cumple el día 24 de este mes de junio de 1878 los dieciocho años de edad. Disparan las baterías artilleras, desde la Casa de Campo, las salvas de ordenanza en el cumpleaños de la soberana cuando el cardenal primado de España le está dando la extremaunción, preguntándole luego:
- ¿ Sentiría Vuestra Majestad dejar este mundo … ?.
Y Mercedes con aquella sencillez que le había ganado tantos corazones e intentando aún sonreír, responde:
- Sí, Eminencia, lo sentiría … sobre todo por Alfonso …
El 25 de junio la joven soberana se despierta por la mañana con leve mejoría y renacen las esperanzas de curación. El patio de palacio se llena de gente interesada por su salud, los políticos acuden a informarse personalmente con verdadera preocupación. Por la tarde, sin embargo, los partes médicos resultan cada vez más desalentadores, porque la reina presa nuevamente de la fiebre pierde el conocimiento y no reacciona a ningún tratamiento de choque. Su agonía va a ser larga, más de trece horas, durante las cuales Alfonso se aferra a las manos de su esposa implorando un milagro. A las doce y diez minutos del mediodía del 26 de junio dejaba de existir la reina Mercedes.
El cadáver de la joven soberana fue amortajado según sus deseos con hábito de la Orden de la Merced. En el espléndido salón de columnas del palacio real se instala su capilla ardiente, por la cual desfilan más de setenta mil personas deseando ver por última vez el rostro de la reina. El rey acude una sola vez a la sala funeraria pero no resiste la visión de su esposa muerta. Sus restos fueron llevados a El Escorial, siendo sepultada en un nicho labrado en la propia basílica escurialense, concretamente en una pequeña capilla lateral junto al altar mayor del templo. Alfonso XII encargará personalmente la lápida con estas palabras: “ Maria de las Mercedes de Alfonso XII, la dulcísima esposa”. El 8 de noviembre de 2000 los restos mortales de María de las Mercedes fueron trasladados a la Catedral de la Almudena de Madrid, cumpliendose la voluntad de la soberana de ser enterrada a los pies de la Virgen.
¿Se pudo haber evitado su muerte?
El parte oficial que publican los periódicos, firmado por el médico de cámara, marqués de San Gregorio, dictamina como causa del fallecimiento una fiebre gástrico-nerviosa, acompañada de grandes hemorragias intestinales. Algunos historiadores creen probable que la reina haya muerto de tifus, quizás contraído a raíz de la debilidad que le causó la infección del primer aborto. Sin embargo, el eminente doctor Rubio, que acudió a palacio a petición expresa del duque de Montpensier para reconocer a la reina en los días previos a su muerte, aunque no se atrevió a plasmarlo por escrito, reconoció ante su familia en privado que la reina se moría como consecuencia final de aquel mal legrado que le practicaron tras el aborto.
El impacto social que produjo la prematura muerte de la reina María de las Mercedes y la desolación del rey que abandonó la Corte, retirándose al Palacio Real de Riofrío, hizo popular una tonadilla, basada en un antiguo romance español, que convirtió en mito la historia de amor entre Alfonso y María de las Mercedes. El romance real fue llevado al cine en dos ocasiones, con las películas ¿Dónde vas Alfonso XII? y ¿Dónde vas triste de ti?. En 2003, María Pilar Queralt del Hierro publicó la novela histórica "De Alfonso la dulcísima esposa" (Editorial Lumen) donde se narra con amenidad pero con gran rigurosidad documental, la vida y los amores de la malograda reina de España.