Durante la Plena y la Baja Edad Media Europa vivió una época de expansión económica debido a una serie de causas: fin de los saqueos y las invasiones, aumento de la población y de la producción agrícola, expansión de comercio y la artesanía…
A partir del siglo XII la producción agrícola creció, debido fundamentalmente al aumento de la superficie cultivada (se talaron bosques, se desecaron pantanos) y a la difusión de nuevas técnicas:
Rotación trienal de cultivos: consistía en dividir el terreno cultivable en tres zonas; en una se cultivaba un cereal de primavera (cebada o avena), en otra un cereal de invierno (trigo o centeno) y la otra se dejaba sin cultivar, en reposo o barbecho. Y cada año se iban rotando los cultivos por esas tres zonas. Así, el campesino no dependía de una sola cosecha, sino de dos, y la parcela que no se cultivaba daba mejores cosechas después de un periodo de descanso.
Difusión de nuevas técnicas de regadío: fundamentalmente en la región mediterránea por influencia islámica.
Introducción de nuevos cultivos y selección de las semillas.
Difusión del molino de viento y de agua.
Aparición del arado de vertedera: un arado pesado con ruedas y una pieza de hierro llamada vertedera que volteaba la tierra y permitía que se aireara, aumentando su fertilidad.
La collera, una pieza de cuero que se coloca al animal de tiro, se puso en el pecho de estos en lugar de al cuello y al estómago, como se hacía hasta entonces; de esta manera los animales tiraban con más fuerza y arrastraban mejor el arado.
Al aumentar la producción agrícola, había excedentes que se podían comercializar. Además, el crecimiento de la población aumentó la necesidad de todo tipo de productos elaborados, con lo que apareció un mayor número de artesanos. En consecuencia, se incrementaron los intercambios comerciales y se desarrolló la artesanía.
Existían dos grandes rutas comerciales en la Europa de la época:
La ruta del Mediterráneo, por la que los europeos exportaban tejidos y armas e importaban productos de lujo (especias, seda, porcelana…).
La ruta del Atlántico y del Báltico, unía los puertos del Oeste y Norte de Europa y estaba controlada por la Hansa (asociación de comerciantes del Norte de Europa). Por ella circulaban lana, estaño, vino, pescado, ámbar, pieles, cera, madera…
Además de las rutas marítimas, había rutas terrestres que atravesaban el centro de Europa. En determinadas ciudades situadas en esas rutas se realizaban anualmente ferias que duraban varios días, a las que acudían comerciantes con productos de todas partes. Las más famosas fueron las de la región francesa de La Champaña, pero también se extendieron por Flandes, Borgoña y el Norte de Italia, donde se desarrolló una importante industria textil.
Para facilitar los intercambios comerciales fue necesario acuñar más moneda en nuevas cecas. En las ciudades había cambistas, que calculaban la equivalencia entre distintos tipos de moneda. Aparecieron las letras de cambio y aumentaron los préstamos.
En las localidades importantes había tiendas y, un día a la semana, se hacía el mercado, al que acudían los pobladores de la zona a comprar y vender sus productos.