CAYETANA DE SILVA, Duquesa de Alba

María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIII Duquesa de Alba, era una de las mujeres más atrayentes del Madrid de la Ilustración y la segunda mujer de la Casa de Alba en ostentar el ducado por derecho propio. Su belleza ha sido cantada por poetas y músicos, de ella decían que era tan bella que cuando paseaba por la calle todo el mundo la miraba desde las ventanas y hasta los niños dejaban sus juegos para contemplarla. La duquesa tenía un fuerte temperamento y era conocida en los suburbios de Madrid por disfrazarse de maja y participar en las fiestas populares. Protectora de actrices, poetas, pintores y toreros, llegaba a disputarse los favores de los bellos jóvenes con otras cortesanas, incluso con la propia reina. A su muerte circularon rumores que había sido envenenada por María Luisa de Parma.

La Duquesa de Alba por Francisco de Goya y Lucientes (1795)

Nació el 10 de junio de 1762 en Madrid, cuando sus padres ya creían que su matrimonio era estéril y desde pequeña fue frágil, delicada y enfermiza, aunque en su juventud y en su vida adulta compensaría esta condición con un entusiasmo por la vida poco común y un gran encanto personal. Nace en el seno de una familia de rancio abolengo español, entre una de las pocas familias de Grandes de España y de las pocas elegidas por los reyes españoles para su círculo personal. Adinerados y con un gran patrimonio los Alba lo tenían todo, sobre todo una gran posición social en la corte de los Borbones. Su madre se ocupó de su educación intelectual que con el tiempo harían que la duquesa de Alba fuera dueña de una exquisita preparación cultural. Cuando murió su padre don Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo, su madre María del Pilar Ana de Silva Bazán y Sarmiento se volvió a casar con Joaquín Pignatelli de Aragón y Moncayo, conde de Fuentes.

Su abuelo la casó a los doce años de edad con su primo José María Álvarez de Toledo y Gonzaga, XV duque de Medina-Sidonia, que era un joven distinguido, cultivado, melómano y muy bien vinculado con la realeza por su amistad con don Gabriel, el más querido de los hijos del rey Carlos III de España. El matrimonio se convirtió en el más poderoso, acaudalado y titulado del reino, en constante competencia con los duques de Osuna. Si algo está comprobado fue que ese matrimonio no fue dichoso. Cayetana era impetuosa, enérgica, vital e impulsiva mientras su esposo era un melancólico al que sólo parecía interesarle la música. La duquesa no pudo tener hijos legítimos con el duque de Alba por lo que ambos adoptaron una niña de ascendencia africana, María de la Luz. Pero a Cayetana la vida de esposa fiel y casera no era para ella, necesitaba disfrutar de la vida y de su posición.

José Álvarez de Toledo y Gonzaga, retratado por Goya en 1795.

De muy joven, Cayetana rivalizó en la Corte con María Luisa de Parma, cuando aún era la esposa del príncipe heredero, el futuro Carlos IV. La enemistad entre ellas se atribuye a su lucha por acaparar la atención de Manuel Godoy, que ascendió como político con la protección de la reina, pero que también tuvo presuntas relaciones con la duquesa, que era ya viuda. Y se dice que compartió amante con la reina en la persona de Juan Pignatelli, joven libertino próximo al círculo palaciego, que se entretenía haciendo juegos peligrosos en una Corte cada vez más podrida a la que acudían ricos aristócratas desocupados buscando placeres mundanos entre intrigas.

El odio entre Cayetana y la que luego sería Reina de España fue a más. Retándose ambas en caprichos, travesuras y perversidades cortesanas. Se cuenta que la duquesa y la reina competían por sorprender en atuendo y lujos, para lo que importaban vestidos exclusivos de París. En una ocasión, la duquesa plagió un diseño pensado para la reina y vistió con la misma ropa a sus criadas con el único propósito de ridiculizarla. Extravagante y provocadora, pero también divertida y cercana al populacho, la duquesa de Alba se ganó la admiración del propio rey.

Francisco de Goya por Vicente López (1826)

LA DUQUESA Y EL PINTOR

Y la duquesa cautivó a Goya, dieciseis años mayor que ella; sordo, gruñón y arisco. A quien conoció recién casada en casa de su madre la condesa de Fuentes, culta dama que ayudó al pintor a entrar en la Academia y le abrió la puerta de los Borbones. Tras conocerse, se interesó la duquesa por ser retratada por Goya. A partir de entonces, la relación entre ambos se hizo patente. Entre las especulaciones sobre su relación sentimental, se cree que fue un idilio tan pasional como efímero en el caso de que el romance haya existido entre ambos. Unos dicen que fueron amantes, otros que jamás el pintor fue correspondido. Lo cierto es que los dos se llevaron el secreto a la tumba.

Al principio, Goya obtuvo la gracia de los duques de Alba y especialmente de Cayetana que ordenó instalar al pintor en una de las mejores habitaciones de su palacio madrileño. Pinta también algunos cuadros de gabinete con escenas de su vida cotidiana como La Duquesa de Alba y la Beata, donde ésta aparece de espalda en flagrante travesura sorprendiendo a una anciana ama de compañía de nombre Rafaela Luisa Velázquez y a quien familiarmente llamaban la Beata por responder con rezos exagerados a todo lo que le escandalizaba. En este óleo sobre lienzo, que figura en el Museo del Prado, Cayetana luce ese largo cabello negro enrizado del que solía presumir al asegurar que alisado llegaba a cubrir cuando se desnudaba las partes más íntimas de su cuerpo. Goya también pasará largas temporadas y veranos en el palacio de los duques de Alba en Piedrahíta (Ávila). Incluso se llegó a decir que fue la misma Cayetana que solicitó a su esposo, chambelán de Carlos IV, que se hiciera el principal mecenas del artista.

Al morir el esposo de la duquesa en 1796, el pintor la acompañará a Sanlúcar de Barrameda, un hecho que escandalizó a la corte de Carlos IV. Se escribió mucho sobre este acto y mucho se criticó en su tiempo. A este período pertenece sus dibujos delÁlbum de Sanlúcar, en que aparece la duquesa en actitudes privadas que destacan su sensualidad y el retrato de 1797 donde Cayetana, que luce dos anillos con sendas inscripciones «Goya» y «Alba», señala una inscripción en el suelo que reza «Solo Goya».

La Duquesa de Alba por Francisco de Goya y Lucientes (1795)

Los retratos de cuerpo entero hechos a la duquesa de Alba son de gran calidad. El primero se realizó antes de que enviudara y en él aparece vestida por completo a la moda francesa, con delicado traje blanco que contrasta con los vivos rojos del lazo que ciñe su cintura. Su gesto muestra una personalidad extrovertida, en contraste con su marido, a quien se retrata inclinado y mostrando un carácter retraído. No en vano ella disfrutaba con la ópera y era muy mundana, mientras que él era piadoso y gustaba de la música de cámara. En el segundo retrato la de Alba viste de luto y a la española y posa en un sereno paisaje. Ya viuda y de regreso a Madrid, la relación de ambos contínuo. La obsesión de ambos por estar juntos siguió patente, sobre todo en las siguientes pinturas del artista.

LAS MAJAS

La Maja desnuda es la primera figura femenina de la historia de la pintura que muestra el vello púbico poniendo de manifiesto su originalidad. Además, no es ninguna imagen mitológica sino una mujer de carne y hueso, una imagen moderna como más tarde haría Manet en su Olimpia. Por eso, La Maja desnuda tiene tanto éxito entre los numerosos visitantes del Museo del Prado junto a su compañera, La Maja Vestida. El cuadro es una obra de encargo pintada antes de 1800, en un periodo que estaría entre 1790 y 1800, fecha de la primera referencia documentada de esta obra. Formó con el tiempo pareja con el cuadro La Maja Vestida, datada entre 1802 y 1805, probablemente a requerimiento de Manuel Godoy pues consta que formaron parte de un gabinete de su casa. Se ha discutido mucho sobre si el rostro de la modelo corresponde al cuerpo o sobre si el rostro pertenece a la duquesa de Alba.

El cuerpo de la mujer del cuadro no se encuentra lejos del ideal de belleza femenina que la aristócrata encarnaba: tipo fino y elegante, huesos menudos, cintura breve y senos turgentes y distanciados. Tal vez se trate de una representación de la célebre Pepita Tudó, amante de Godoy con quien mantuvo peculiares relaciones que llevaron a la dama incluso a ser ennoblecida años después. Lo cierto es que la expresión de la modelo sugiere, con cierta picardía, la complicidad que la unía al artista.

La Inquisición mandó comparecer a Goya ante sus tribunales por haber pintado Las Majas y Los Caprichos pero curiosamente el asunto fue sobreseído gracias a la intervención de un personaje poderoso, quizá el Cardenal don Luis de Borbón o, en último término, el propio Fernando VII, con quien el pintor no mantenía muy buenas relaciones.

La Maja Vestida tiene menos fama que La Maja Desnuda pero no deja de ser igual de bella. Es una mujer de la aristocracia, por su traje de alto copete, tumbada en un diván sobre almohadones, en una postura claramente sensual porque se lleva los brazos detrás de la nuca. El ropaje ceñido revela para muchos mayor atrevimiento que la desnudez de la obra hermana. Por otra parte, la técnica empleada es diferente a la de esta última: en La Maja Vestida, la pincelada es más suelta, más libre.

Pepita Tudó

Manuel Godoy y Maria Luisa de Parma

Murió esta aristócrata el 23 de julio de 1802 a los cuarenta años. Dicen que de unas fiebres, aunque se especula con que fue envenenada por encargo de la reina María Luisa de Parma que habría urdido su muerte junto a su amante Manuel Godoy. De hecho, el rey Carlos IV encargó al propio Godoy una investigación que, como cabía esperar, terminó archivada.

El año 1945 se exhumaron y estudiaron los restos de la duquesa de Alba para confirmar o descartar este extremo. Se practicó una auténtica autopsia con valor legal. La muerte se debió a una meningoencefalitis de origen tuberculoso, lo que descartaba el presunto envenenamiento. Descubrieron que habían seccionado ambos pies a la altura de los tobillos faltando el pie izquierdo. Se cree que al ser colocada en el ataúd, su altura impedía la correcta postura y tuvieron que serrarle los pies para que cupiese en el féretro. Más importantes son las anomalías óseas. La columna vertebral presenta convexidades. Provocan la inclinación de la pelvis en el lado derecho. El resultado de estas anomalías significa que la duquesa no pudo adoptar la posición de los cuadros. Esto unido a la cara distinta a la de Cayetana indica que la modelo pudo ser la protegida de Godoy.

Muerta la duquesa, Godoy llevó a cabo la expropiación de varias de sus propiedades, cuadros y joyas. Un gran número de sus famosos cuadros pasaron a sus manos como la Venus del espejo de Velázquez y La educación de Cupido de Correggio y el Palacio de Buenavista dejó de ser residencia de los Alba. Su testamento, desaparecido, instituía como herederos universales a sus criados y a su niña adoptada, María de la Luz. Sin embargo, finalmente, toda su fortuna y títulos recayeron en la Casa de Berwick.

La Duquesa de Alba y la Beata

La Duquesa de Alba peinándose por Goya