La Maja desnuda es la primera figura femenina de la historia de la pintura que muestra el vello púbico poniendo de manifiesto su originalidad. Además, no es ninguna imagen mitológica sino una mujer de carne y hueso, una imagen moderna como más tarde haría Manet en su Olimpia. Por eso, La Maja desnuda tiene tanto éxito entre los numerosos visitantes del Museo del Prado junto a su compañera, La Maja Vestida. El cuadro es una obra de encargo pintada antes de 1800, en un periodo que estaría entre 1790 y 1800, fecha de la primera referencia documentada de esta obra. Formó con el tiempo pareja con el cuadro La Maja Vestida, datada entre 1802 y 1805, probablemente a requerimiento de Manuel Godoy pues consta que formaron parte de un gabinete de su casa. Se ha discutido mucho sobre si el rostro de la modelo corresponde al cuerpo o sobre si el rostro pertenece a la duquesa de Alba.
El cuerpo de la mujer del cuadro no se encuentra lejos del ideal de belleza femenina que la aristócrata encarnaba: tipo fino y elegante, huesos menudos, cintura breve y senos turgentes y distanciados. Tal vez se trate de una representación de la célebre Pepita Tudó, amante de Godoy con quien mantuvo peculiares relaciones que llevaron a la dama incluso a ser ennoblecida años después. Lo cierto es que la expresión de la modelo sugiere, con cierta picardía, la complicidad que la unía al artista.
La Inquisición mandó comparecer a Goya ante sus tribunales por haber pintado Las Majas y Los Caprichos pero curiosamente el asunto fue sobreseído gracias a la intervención de un personaje poderoso, quizá el Cardenal don Luis de Borbón o, en último término, el propio Fernando VII, con quien el pintor no mantenía muy buenas relaciones.
La Maja Vestida tiene menos fama que La Maja Desnuda pero no deja de ser igual de bella. Es una mujer de la aristocracia, por su traje de alto copete, tumbada en un diván sobre almohadones, en una postura claramente sensual porque se lleva los brazos detrás de la nuca. El ropaje ceñido revela para muchos mayor atrevimiento que la desnudez de la obra hermana. Por otra parte, la técnica empleada es diferente a la de esta última: en La Maja Vestida, la pincelada es más suelta, más libre.