De la figura-fondo - a la aproximación a las copresencias

Daniel Rodríguez

Julio 6 de 2014


Cuando se considera, se habla, se piensa, o siente sobre algo o algún tema, nunca se lo hace sobre una hoja en blanco, o sobre la nada. Existe siempre una co-presencia, un marco en torno al cual se estructura “la imágen” o “las imágenes” del tema en cuestión, lejos de tratar de absolutizar o racionalizar los hechos, es altamente saludable considerar la existencia de “paisajes” y “miradas” que Silo desglosa de manera magistral en su obra, dentro de ello es muy destacable la consideración de “momentos personales”, “momentos procesales”, “momentos épocales” que tiñen o influencian a la mirada en cuanto a la estructuración del hecho en cuestión.


Existe una particular dinámica en torno a la experiencia, a cada experiencia, una dinámica que la hace tanto muy rica, como también muy limitada …o tal vez no. Estamos hablando de ese campo de co-presencia que interactúa con la experiencia y viceversa, muy difícil de acotar, pero no tanto de escenificar si ejemplificamos, por decir algo de manera dramática, dividiendo “la pantalla” en dos situaciones muy diferentes: la figura del mítico Zaratustra, en un momento histórico dado, en un contexto cultural que es todavía genérico para actual civilización en crisis; él, meditando en la soledad y humildad de la cueva de alguna montaña y sensibilizándose y trazándose un propósito sobre el cuidado que merecen los “animales”; a la una situación cotidiana de algún ciudadano cualquiera en alguna gran lugar de rápido crecimiento del mundo actual, considerando sobre el cuidado que se debe de tener con los “animales” al volante de la infinidad de automóviles a altas velocidades para salir ileso de dicha situación. En ambos casos, las diferentes co-presencias, no solo influyen y/ó determinan los hechos en cuestión, sino que los hechos determinan e influyen en la estructuración de la co-presencia y así sucesivamente según el transcurrir.


Escenificando nuevamente, podríamos imaginarnos a cada ser humano, a nosotros mismos como figuritas “rodeadas” de co-presencias tanto externas como podría ser la cueva de una montaña o una carretera de alto tráfico vehicular, como también de co-presencias internas, de “paisajes” propios y comunes, de “creencias” compartidas, polarizadas, desconocidas…de diferentes valoraciones. Si hacemos el esfuerzo de imaginar a cada persona con sus co-presencias internas y externas, nos emplazamos ante un escenario de “diversidad” que deja vaga cualquier “teoría sobre el imaginario”, y ni qué hablar sobre la “caja negra de la idea del sub-conciente”; en general queda corta cualquier teoría y cualquier idea queda vaga y sobrepasada sobre lo que sería una “verdadera experiencia de estar frente al otro”, con sus copresencias, y ni qué hablar de las diferentes “ecuaciones imaginables”: tu y yo con mis copresencias, él y sus copresencias, yo y mis copresencias, ellos y sus copresencias, ustedes y sus copresencias …podríamos salirnos de borda y desquiciarnos, si lo dramatizamos nuevamente, aún más, pero tampoco dá para tanto, aunque el actual consumo de telenovelas y crónicas policiales así lo exija, existe siempre un algo que lo impide, o que por lo menos lo intenta, existe “un ancla” que nos da equilibrio ante las copresencias desquiciantes que me ponen en crisis, propias y ajenas (creencias, valoraciones, interpretaciones, esperanzas, angustias, resentimientos, alegrías, etc.). Pero ese es ya otro tema, un tema central y no menos importante que estructura la vida misma, pero por ahora lo dejaremos acá. Hasta acá nomás ante la evidencia de que no se habla, no se siente, no se considera sobre una hoja en blanco. Y si se quiere saber más, pues solo puedo recomendar el estudio de la obra de Silo, entre otros, es a quien más comprendo.