LOS ANTECEDENTES DE LA ASTRONÁUTICA EN ESPAÑA.

El presente trabajo fue publicado en sus diferentes versiones en  "Revista de Astronomía" y  en "Rescate".

En el período que abarca un siglo, entre 1850 y 1950, varias mentes privilegiadas en España acariciaron la posibilidad de la astronáutica, si bien, aún no existía ni siquiera tal término para definirla. En aquella época, la astronáutica era lo mismo que las ascensiones en globo a gran altura y estaba muy vinculada con la astronomía y la meteorología. La aeronáutica, en sus inicios, sería el motor de la ciencia y fascinó a la gente al igual que en los años 60 nos fascinó el espacio.

FEDERICO GÓMEZ ÁRIAS Y LA ESCUELA NÁUTICA DE BARCELONA.

       Olvidado casi un siglo entre los archivos de la escuela de Náutica de Barcelona se encontraría en 1970 un inaudito escrito  que trataba sobre la construcción de un vehículo aéreo propulsado por cohete. En aquel año, el programa Apolo se encontraba en su apogeo y D. Ramón Carreras, de la Universidad Politécnica de Cataluña, se estaba documentando sobre la historia de los cohetes y le llevaría a este descubrimiento  una referencia al mismo  en “la historia de la navegación aérea de Barcelona” publicado en 1948 por el historiador Manuel Rocamora. El trabajo en cuestión se titulaba “Memoria sobre la propulsión aéreo-dinámica dividida en tres partes” y fue escrito en 1876 por Federico Gómez Arias.

El autor, un  abogado salmantino, catedrático, alférez de fragata, inventor, escritor,  un polifacético de gran capacidad creativa que llegaría a director de la Escuela de Náutica de Barcelona  en 1872 y que entraría  en la historia  como el primer estudioso  del vehículo aéreo tripulado por cohete, si bien el mérito siempre se lo llevó el ruso Nikolai Kibalnich, que pensó en algo similar  años más tarde. Kibalnich,  fue  reconocido en todo el mundo por tal idea, más bien  por cuestiones ideológicas y de peso por parte de la  Unión Soviética, que como  antizarista que fue y que le llevó a fabricar el artefacto contra el zar –cuyos efectos de inspiraron su utilización como propulsor en vehículos-, le consideraron como un revolucionario por la causa y pionero de la cosmonáutica. Pero gracias a la mayor preparación técnica, Gómez Arias desarrolló mucho mejor la idea, describiendo minuciosamente los materiales y los cálculos para su funcionamiento. Determinó los materiales más avanzados del momento, ligeros y resistentes, como el aluminio o el platino y calculó la posibilidad de diferentes propulsores incluyendo el hidrógeno, así como de sistemas de encendido similares a los actuales hipergólicos. Y aunque cometió algún error de importancia, con sus curiosos  cálculos llegó a la conclusión de que se podía alcanzar  la friolera velocidad, para aquellos años,  de 288 kilómetros por hora, (lo que permitiría circunvalar la Tierra en “tan sólo” 6 días). Naturalmente, no alcanzaría la velocidad orbital, ni siquiera llegaría a la alta atmósfera, sería un vehículo aéreo y  no estaba preparado para viajar al espacio, no obstante, Arias también pensó en las posibilidades de un traje espacial, el cual permitiría mantener las condiciones de vida a los tripulantes  de un gran globo estratosférico acondicionado como observatorio astronómico, idea en la que  también trabajó.