Recuerdo cuando vivía en la casa del teléfono. Teníamos buena amistad con los vecinos, con todos ellos, pero había una vecina un tanto especial, era la vecina de enfrente. La señora Lauren.
La señora Lauren era ya mayor, simpática, amable y muy educada. La recuerdo especialmente porque cuando nos veía a mi hermana pequeña y a mí jugando a la puerta de casa, nos llamaba y nos pedía por favor si podíamos ir a comprar el pan, un pan de canteros, grande de un kilo, buenísimo....., o uno pequeño, todo dependía de la comida de ese día, supongo.
Hacíamos esos recados encantadas porque luego había recompensa, o bien nos daba la propina que gastábamos en el bar comprando chucherías, o si era primavera nos surtía con unos enormes y preciosos ramos de rosas. Nunca en mi vida he vuelto a ver rosas como esas, olorosísimas, enormes, de todos los colores; amarillas, blancas, rosas, rojas......
Tenía un corral enorme, limpio, ordenado.... y en el había unos rosales que parecía árboles, bien cuidados y podados, allí nos mandaba pasar mientras ella cuidadosamente iba cortando las rosas más grandes y bonitas hasta que hacía un buen ramillete. Las llevábamos a casa y mi madre las metía en un jarrón con agua. Toda la casa olía a rosas durante una buena temporada.....
Supongo que en el pueblo habría otros muchos rosales bonitos, pero yo los que conocí y recuerdo especialmente eran los de la señora Lauren.....
Publicado por Raquel Alonso redondo el 28 de octubre de 2012 a las 1:30am